En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

lunes, 6 de junio de 2011

Ya no sé ni donde estamos!... Welcome to the hostel California


 
Concha nos ha dejado. Nuestro GPS está en una situación difícil. No estamos seguros de si se trata de una represaría en una actitud meramente sindicalista o si realmente se trata de un problema de salud, pero lo cierto es que Concha Perez, alias "la Pepa" nos está abandonando en los momentos en que más la necesitamos, obligándonos a veces a adivinar las rutas, limitarnos a seguir los carteles o explorar en el enmarañado mapa de la ciudad de Los Angeles y sus alrededores. Yo tengo la convicción de que se trata de una actitud vengativa ya que hace tiempo que la callamos y nuestras expertas copilotos se dedican a leer las indicaciones de la gallega para llevarnos a buen destino.
Así fue que llegamos, bajando por las rutas del siempre Estado de California para pasar de San Francisco a Los Angeles, comiéndonos embotellamientos insoportables que nos hicieron atrasarnos obviamente. La reserva del hostal la había hecho yo en Montevideo, declarando que llegaríamos el Viernes de mañana, pero entre una cosa y la otra, las ocho horas de viaje las comenzamos luego del mediodía de ese día, llegando al hostal a eso de las doce de la noche. El recepcionista, un tal Ian, se había ido, y Adriana y Salvador, quienes reservaron en el mismo lugar cuando estábamos en Chicago, nos habían dicho que el hostal estaba sobrevendido ya que nuestra llegada coincidió con un fin de semana largo, debido al Memorial Day, donde los tipitos del Norte revuelven sus heridas de guerra pasadas y lloran a sus muertos entre otras cosas patriotas. Lo que no sabíamos era a dónde teníamos que ir, ya que se suponía que el tal Ian había arreglado para que fuéramos a otro lado. Así fue que cansados de hacer tanta ruta, salimos en busca de un Super 8 o Motel 6 para pasar la noche, para así encarar al otro día y ver nuestra situación. Así fue que terminamos dando mil vueltas por una ciudad inabarcable e inconmensurable, buscando donde caernos muertos, con Concha a media máquina y un mapa de una ciudad absolutamente diferente y fuera de escala. Paramos en varios lados, pero en ninguno conseguimos lugar, hasta que a eso de las 3:00hs del Sábado conseguimos un cuarto en un Motel 6 cerca del aeropuerto, durmiendo los seis en dos camas "Queen Size", lo que comúnmente llamaríamos de una plaza y media. Apretaditos, compartiendo mucho calor humano fue que amanecimos el Sábado para encarar nuestra estadía y salir del estado en el que nos encontrábamos, seis tipos arriba de una camioneta llena de valijas, toallas, medias, championes, envoltorios vacíos y atravesada por un cable que parte desde la radio hasta el fondo donde está conectado mi reproductor de MP3.
Ahi fue que conocimos a Ian, un rubio inglés cuarentón, de unos dos metros y pico que me miraba como si estuviera mirando un enano de jardín desde allá arriba, con una amabilidad inusual. Mientras yo le explicaba el porqué de nuestra demora la noche anterior poniéndome de entrada en una actitud desafiante por no habernos dejado ninguna indicación de a dónde ir, él se limitó a disculparse por el inconveniente, explicando que había dejado un encargado hasta la media noche especialmente para esperarnos a nosotros, y que de hecho había llamado a casa en Montevideo para saber porque no llegábamos! Un crack el tipo. La cuestión es que nos devolvió la plata de la reserva y nos indicó a donde ir... al "Hostel California" a lo cual inevitablemente todos pensamos lo mismo que vos en este momento y empezamos a tararear y cantar como unos boludos la canción de The Eagles. Y hacia allí fuimos, contentos de haber encontrado una "casa". Lo que me descolocó un poco fue que el tipo de la recepción insistiera tanto en que viéramos el "establecimiento" antes de decidir si nos quedábamos. Al instante nos dimos cuenta del porque. Se trataba de una habitación grande con quince cuchetas (treinta personas), en mal estado, parecido a algún centro de entrenamiento de las películas yankies donde había una rubia y un indio. Debo confesar que el lugar no me pareció de lo mejor, pero estaba decidido a quedarme ahí, no así mis compañeros de camioneta que optaron por seguir buscando. El razonamiento era lógico ya que aunque nos quedáramos en el Hostel California sería simplemente para dejar las valijas y movernos de nuevo para encontrarnos con el equipo docente y el resto de la generación para la recorrida académica del día. Así fue que seguimos dando vueltas por Los Angeles, equivocándonos de calles, agarrando autopistas que no debíamos para encontrar una salida kilómetros más adelante, con una Conchita rebelde que nos hacía la vida imposible cuando La Negra, nuestra copilota de turno dijo la frase: "Ya no sé ni dónde estamos". Cargados hasta el tope, cansados de estar subidos a una camioneta y empezando a vernos como sardinas dentro de una lata, sin un lugar donde dormir fue que decidimos llamar a nuestra camioneta de turno (una Chrysler en este caso) "La Homeless".
Fue recién de noche que vinimos a parar al "Royal Hotel", y luego de negociar por más de veinte minutos con el simpático chino del mostrador pudimos conseguir una habitación de puta madre, con tres camas "Queen Size" donde cabemos todos prolijamente.
Los Angeles fue la confirmación de todo lo hablado antes, sobre las diferencias entre el Este y el Oeste de Estados Unidos. A diferencia de las cuadrículas perfectas y la escala absolutamente humana de ciudades como Nueva York o Chicago, donde uno se siente cómodo a pesar de ir caminando entre aquellos gigantes rascacielos, el Oeste es más expandido, en una metodología totalmente distinta que va mutando mientras avanza la ruta. Estos aspectos son muy notorios especialmente para nosotros, que vamos atravesando estas realidades en cuestión de pocos días donde las diferencias se hacen más notables a la vista. Así fue que vimos una Phoenix desértica, con calles anchas y casas victorianas, con una velocidad diferente a las ciudades anteriores, para pasar por el pintoresco San Francisco con sus colinas y sus trole buses (más allá de su gente y su urbe que fue lo que no nos gustó) hasta bajar a Los Angeles, Santa Mónica y las demás ciudades cercanas, donde se evidencia la búsqueda de conquista del territorio en tiempos del antaño, con centros urbanizados dispersos que se unen a través de autopistas en plena ciudad, donde moverse sin un vehículo propio es impensado, donde construir en altura no tiene sentido sino mas bien el expandirse, generando así una ciudad de altura relativamente uniforme, por ende plana. Este, es el modelo de ciudad global, o al menos la que más se acerca a ellas según los especialistas. Una ciudad sin identidad, sin un centro específico, sin una etnia predominante, ancha y grande donde las distancias buscan acortarse a través del tiempo de traslado mediante sus autopistas y sus autos último modelo.

Fue en este estado, pero en la ciudad anterior donde tuvimos un nuevo altercado con la policía, con nuestro especialista en hacer cagadas al volante. Fue en San Francisco que dando vueltas por las calles terminamos sin querer en una peatonal, al costado de una vía del tren, y para evitar problemas nuestro chofer, Marto, decidió "aparcar" al costado de la ruta. Fue casi de inmediato que nos vimos nuevamente iluminados por los grandes focos policiales. En este caso nos encontrábamos solos los dos, ya que las chicas estaban en la estación de servicios cumpliendo sus necesidades. Se bajó la ventana, y como de costumbre yo empecé a hablar cuando oí al policía preguntar: "qué les hace pensar que pueden estacionar acá"? La respuesta miliquera fue contundente: "Y a vos quien te dijo que hablaras"? Así fue que terminé dándole indicaciones al Marto para que saliera del sucucho mientras todos se cagaban de risa de nosotros y los milicos nos miraban desafiantes. 
Señoras y señores, nos encontramos en Los Angeles, ciudad del gran roba plata Frank Gehry de quien seguramente habrán oído hablar aunque no estudien arquitectura, ya sea en alguna revista, en alguna documental de Discovery o en los Simpson en el capítulo que le toman el pelo.
Y acá vamos nosotros, paseando, pasando horas arriba de la camioneta engordando como unos lechones, extrañando correr y jugar un picadito, comiendo, choluleando en Hollywood... justamente ahí fue el encuentro cercano de tercer tipo, donde dos potencias se juntaron: La estrella en el camino de las estrellas con el nombre del número uno, del más rudo de todos los tiempos, el más salado, el que se come a Mc Giver en dos panes, el que se pelea con el Diablo y empata...el mismísimo Chuck Norris. En este caso, el encuentro fue con la cara del gran rey de la bizarrez: El Sr. Pocho La Pantera.
Aquí, en esta ciudad se termina una fase del viaje. Si bien técnicamente el llamado "bloque 1" termina después de Japón donde empieza naturalmente el "bloque 2", acá es donde devolvemos la camioneta, y se terminan los disfrutados y sufridos días haciendo ruta, a veces amados y otras veces odiados, cuando uno quiere llegar a un lugar y se encuentra dando vueltas sin parar o estancado en un embotellamiento. Acá termina la primer parte, ya que después de Los Angeles cruzamos el Pacífico para cambiar el chip, cambiar los métodos de análisis, alejándonos del Tío Sam y su realidad hollywoodense para ir en busca de una experiencia mucho más exótica y lejana, abandonando un modelo de capitalismo para sumergirnos en otro igual de cruel pero con otra lógica. Aquí es donde el grupo se divide como hace años no sucedía. Debido a la situación ya archi conocida por todos, pero seguramente olvidada por la gran mayoría de aquellos que no están involucrados en este viaje, la de Japón. Es que el grupo de Arquitectura se divide en dos. Los números son bastante parejos, pero una mayoría decidió bajarse de Japón y en su lugar pasarán esas dos semanas en Vietnam o países de los al rededores, mientras que la minoría vamos a empaparnos de radiación en la tierra nipona, intentando vivir aquello con lo que soñamos desde hace años y buscando olvidarnos de las fuentes oficiales y no oficiales, para poder ver la realidad con nuestros ojos, consientes del riesgo que asumimos, pero felices de poder lograrlo. Allí, me encargaré de ser su cronista una vez más, intentando reflejar desde mi subjetividad más objetiva posible lo que sucede y describir el fascinante país de los emperadores.
Aquí es donde terminamos nuestra aventura por los Estados Unidos de América, con muchísima nostalgia en mi caso. Esa nostalgia de algo que se está por acabar y que fue increíblemente disfrutable y hermoso, una experiencia única difícil de explicar con simples y vagas palabras donde muchos de ustedes fueron protagonistas sin saberlo, viajando en nuestra memoria todos los días. Créanme que hice mi mejor esfuerzo por transmitirles esta vivencia, pero leyendo lo ya escrito días atrás me doy cuenta de lo lejos que estoy de poder reflejar una realidad tan compleja como disfrutable. Vivir esto junto a viejos amigos y nuevos compañeros de ruta, descubriendo momento a momento algo en la vuelta de la esquina que nos sorprenda y nos haga pirar, es algo que no tiene precio y no se puede explicar. Es aquí que me acuerdo de aquellos que deciden no romperse el alma vendiendo rifas por tres años para viajar y me caliento, y pienso en lo estúpidos que son (pido disculpas si ofendo a alguien) por optar por no vivir esto por el esfuerzo que implica. De igual manera me acuerdo de aquellos que año a año nos dan una mano, jugándosela con una rifa y me siento agradecido por mi y todos aquellos que han viajado durante estos últimos sesenta y seis años.
Aquí termina el encuentro con el tío Sam y sus secuaces. Acá cerramos nuestra participación en esta película hollywoodense, en el país donde las estaciones de servicio solo venden papas chips y cerveza mientras las farmacias ofrecen desde productos de limpieza hasta comida, bebida y productos para el hogar. Esas mismas estaciones de servicio, no tienen un solo Carlitos que sepa algo de autos, sino que son atendidos por alguna gorda que no tiene idea de lo que es un caño de escape. Y me voy, con la imagen del Marto en la retina, intentando limpiar el parabrisas con ímpetu, simulando estar en un semáforo montevideano dejándonos claro que su futuro está en la arquitectura mientras el vidrio queda cada vez más sucio. Y me despido del Marto y del resto de mi camioneta estadounidense que se va enterito a Vietnam, y tomamos la última cerveza juntos por unas semanas, mientras algunos arman las valijas, otros comparten fotos y otros roncan.
Yo escribo, con la valija pronta y un montón de sueños por cumplir, y una infinidad de lugares a donde ir, y me asusto cuando pienso que ya empezamos Asia, para luego seguir por África y Europa, y me veo de nuevo en Montevideo con el sueño de mi vida cumplido y entro en pánico, mientras intento ir adecuándome al nuevo chip que se nos viene.
Mañana, o mejor dicho en un rato, a devolver la camioneta donde pasamos tantos momentos, donde me acordé de tantos de ustedes con cada canción... donde vi a Puffina bailando con Niña Bonita o a Vero con las manos hacia arriba con Sweet Dreams... ahora a tomarse el avioncito, para enfrentar más de trece insoportables horas de vuelo hacia Tokyo.
Acá queda esto... y allá viene aquello... el país más esperado al menos en mi caso. Señoras y señores, amigos y amigas, lectores... en un rato empieza Japón!

Salute
Ali.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

muy buenos los relatos. de quien es la camiseta roja?

Montevideo Etnico dijo...

La camiseta roja es del glorioso cuadro de los Pumas, en el cual el señor Ali es jugador estrella con varios años mas en su contrato...saludos y gracias por el comentario
ME