En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

miércoles, 29 de junio de 2011

Tacaño tacaño, no guapo!


Fue de casualidad que nos enteramos que sí o sí teníamos que ir a la calle de Seda (Silk street). Es que el día que partimos de Tokyo, dejando atrás un país del cual hoy en día me puedo declarar admirador y alcahuete oficial, llegamos a un Beijing nublado y lluvioso, lo cual junto al terrible smoke que hay constantemente en el aire nos creó un marco bastante poco alentador. Sumémosle que varios de nosotros, incluyéndome, no dormimos la noche anterior ya que nos quedamos tomando el último saque comprado con mucho sacrificio con las últimas monedas y armando la valija obviamente, por lo que el cansancio era terrible y la necesidad de recorrer algún lugar para no quedarnos en la pocilga de hostel en la que estamos era inminente.
Llegamos a un aeropuerto gigante, a un país tan inmenso como un continente entero, con una historia milenaria que no se ve reflejada en la cultura de su gente, y de arranque comencé a sacar mis precipitadas conclusiones: Si algún día tienen la oportunidad de venir por estos lares, jamás, jamás de los jamases vayan primero a Japón y después vengan a Beijing, no lo hagan! El choque es tan terrible como si te llevara puesto un Shinkansen en su máxima velocidad. Pasar de la perfección hecha realidad, del respeto constante, de la sonrisa permanente a un montón de individuos mugrientos, agresivos, gritones, mal educados, mal humorados, en una país que contiene nueve de las diez ciudades más contaminadas del mundo, donde el auto prevalece ante el peatón, donde parar a alguien para preguntarle algo en la calle es todo un desafío, y que cuando se logra sea prácticamente imposible que te entienda o haga el esfuerzo por ayudarte sea un sueño lejano, es muy duro. Aunque hay algo común entre ambos países, al menos en esta época: el cielo gris. Hace más de dos semanas que no veo el sol, lo cual es fundamental en la percepción que tiene uno de los lugares. Recordando las sabias palabras de mi amiga Pampillón, "el sol es el primer antidepresivo natural", por su factor psicológico y por su aporte de vitamina E. Otro de los temas fue pasar de ver el enjambre de minones a hacer un esfuerzo para que ellas parezcan lindas en la cabeza de uno. Leo lo que escribo y sueno a faccio, pero es simplemente la descripción de lo que vivo día a día. De todos modos, todo esto es parte de lo más interesante del viaje, el continuo salto de un mundo al otro, del pasaje de una dimensión a la otra utilizando la siempre útil teletransportación aérea y de la re acomodación del consiente y el subconsciente a mundos tan diversos en cuestión de horas. Debo confesar que aún no he encontrado mi rincón en China, ni mi espacio personal, ya que el hostel en el que nos hospedamos no me siento para nada cómodo. Se trata de otro de los tantos "aciertos" de nuestra comisión ejecutiva de la rifa, la cual entre tantas otras cosas, le ha pifiado de manera notable al tema alojamientos. Que se entienda que nadie pretende lujo alguno, pero una cama relativamente cómoda y un baño limpio es lo menos que se puede pedir. Pues en este caso me encuentro en una cucheta cuyo colchón tiene un espesor de 2cm, lo cual equivale a sentirse como si estuviera durmiendo en el piso. Las duchas están permanentemente inundadas logrando así un perfecto baño de inmersión en un criadero de hongos donde bucean nuestros piecitos mientras cagar se hace casi una misión imposible ya que no contamos con ningún WC en el quinto piso donde estamos, sino con tazas turcas. Es así que uno se acuerda de los detalles nipones donde la accesibilidad era total para todos, incluyendo los inválidos que pueden circular por la ciudad sin problemas ya que todos los cordones tienen rebajes específicos, o los baños públicos o de hoteles que están calculados para ellos. Yo no estoy inválido, pero apenas he podido hacer mis necesidades ya que luego de ciertos segundos el dolor de rodilla se hace insoportable por lo que hay que interrumpir el acto para descansar y seguir después. Así estuve un par de días hasta que pesqué uno de esos típicos rumores que se corren en todos lados: "en el segundo piso hay un WC"!!! Fue la salvación!
Pero no todo es gris. Luego de dos semanas volví a comer frutas y verduras. Lo primero que hice al llegar a Beining fue comprarme medio kilo de cerezas y bananas y emocionarme por la diferencia de precios con respecto a Japón donde todo es prohibitivo para nuestros presupuestos. Aquí he vuelto a alimentarme, a tomar cerveza sin que me duela en el alma e incluso poder darme algún que otro gustito, como por ejemplo comer en un "Persian Grill", un restaurante iraní que encontramos donde nos partimos la boca. Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero también son necesarias. Debo decirte vieja que te quedes tranquila, que ningín "Ghorme Sabzi" del mundo iguala al tuyo, y debo decirte viejo que te quedes tranquilo, ya que ningún "Kabab" se iguala a los tuyos. Decí que este restaurante lo encontramos el último día...
...Aquel primer día, cuando llegamos, estaba lloviendo y decidimos salir igual a dar una vuelta. No sin antes putear por llegar muertos, con nuestras valijas y mochilas al hostel, donde tuvimos que subir cinco pisos por escalera ya que no había ascensor. De nuevo el tema de la accesibilidad estuvo latente. Salimos, y recorrimos la avenida principal, encontrándonos con el edificio del China Central Television Headquarters del amigo Koolhaas, edificio ícono de la zona. Pero nos percatamos del problema que nos acompaña todos estos días: el smoke y la niebla. Llegar hasta estos edificios y no poder verlos bien es fastidioso, y no poder sacarle una foto que salga relativamente bien es aún más molesto. Lo cierto es que así fue la cosa, por lo que luego de mojarnos y no poder acceder a este edificio, alguien nos comentó que deberíamos ir al "Silk street", y no teniendo nada mejor que hacer decidimos optar por esa opción. Fue de este modo que caminando, preguntando sin obtener respuesta a decenas de chinos por fin fuimos a parar a dicho lugar, de casualidad, ya que estábamos buscando un refugio por la lluvia. El "Silk Street" no era una calle como yo pensaba, sino más bien una superposición en varias plantas de lo que sería la "Expo Vazquez", llena de vendedoras chinas y extranjeros dejando sueldos enteros! Sí señor, este era el lugar sobre el cual había escuchado cuentos varios. De pique me llamó la atención el hecho de que al entrar las chinitas nos comenzaran a acosar con un gracioso "Hola amigo, mila mila, blato blato pala ti, amigo"! Sí señor, las tipas se aprendieron las palabras base en varios idiomas para poder atraer a los clientes. Nos introdujimos en un mar de canales donde me acordaba de la prenda de los juegos de la niñez y la adolescencia, cuando al perder en el veinticinco, uno de los castigos era el puente chino, donde tus amigos de ponían en dos filas al estilo "cortejo de cumple de quince" y vos tenías que pasar por el medio para que te cagaran a patadas. Acá no te tiran patadas, pero de un lado y otro, permanentemente te acosan los vendedores, gritándote "Guapo, amigo, blato", agarrándote de la mano o simplemente metiéndote los productos en la jeta para que tengas que parar sí o sí. Y vos vas pasando como una liebre entre los lobos, mirando, observando, siendo atacado por una infinidad de ofertas donde de seguro alguna te va a agarrar y enganchar. Es un lugar donde es imposible zafar para gente poco consumidora como quien les escribe, imagínense aquellos que van y se compran de todo en un Shopping en Montevideo. Aquí se encuentran desde chucherías hasta Ipods o joyas, pasando por artesanías, ropa, championes, zapatos, valijas... yo creo que si buscas bien hasta podes encontrar una chinita que esté a la venta.
Así fue que empezamos la eterna batalla del regateo, donde por regla uno siempre sale perdiendo, pero cae en las garras de los habilidosos vendedores que te embaucan de tal manera que vos te vas sintiéndote crack por haberles bajado en un 500% el precio inicial. Vos vas pasando y ves un saco que te gustó, obviamente ya tenés tres vendedores alrededor, de los cuales una ya te está hablando en el idioma que prefieras, en nuestro caso una mezcla de español e italiano.
Vendedora: Amigo, amigo, mila, mila, saco blato pala ti - seguido del discurso de la buena calidad -
Vos: A ver... how much? Cuánto?
Vendedora: Solo pala ti amigo - y saca la calculadora para no quemar todos los pelpa con los demás vendedores y clientes, y en la calculadora se ve un 2500.
Vos: Qué? jajajajaja... no no, thank you, impossible - e inmediatamente pasas a hacer el cálculo en tu cabeza multiplicando el monto por 3 para obtenerlo en pesos uruguayos mientras amagas a irte -
Vendedora: Amigoooo, ven amigo, guapisimo. Dime tú - y te ofrece la calculadora para que vos escribas cuanto pagarías mientras te sigue hablando en una mezcla de inglés, español, italiano y chino sobre la calidad de lo que estás comprando -
Vos: - Ponés 100 en la calculadora - Esto es lo que puedo pagar.
Vendedora: Amigooooo, noooo. Ta loco, ta loco! - y te saca la calculadora de la mano y digita otra cifra mientras te dice... - Pala ti guapo, 2000.
Vos: No no no no, tas loca. Maximo 100. I´m poor (soy pobre), from South America, Uruguay, poor people.
Vendedora: Finito finito cuanto? (haciendo referencia al precio final que pagarías). Pol favol amigo, 100 muy poquito.
Y así entras en una discusión eterna mientras vos amagas a que te vas, ella te agarra, vos le explicas que sos estudiante, de Sudamérica, que no sos de los europeos que van y dejan la guita ahí porque ya de arranque el precio inicial que les ofrece el chino les parece barato. Y ellas te putean: Tacaño, tacaño, loco! Así te putean y te pellizcan, y ahí depende de tu cancha de que se enojen o no.
Yo: I´m a student, poor student.
Vendedora: Tacaño, loco. Tacaño tacaño, no guapo!
Yo: Tacaño y guapo - haciendo una guiñada -
Vendedora: hahahaha - se rie - No guapo, tu tacaño.
Yo: No tacaño, pobre, poor... y guapo! Tu beautiful, yo guapo.
Y así, entre risas, coquetería barata llorando la milonga de un lado y otro hacés que te vas definitivamente y cuando te alejaste lo suficiente para salir del territorio virtual de ese puestito después de que ella te fue bajando el precio hasta 500, te grita: Ok, ok! Te mira con cara de frustración y te pide que vayas, ya que por regla ella no puede traspasar el límite de su puesto para ir a buscarte. Vos, te haces el interesado y volvés.
Vendedora: Ok, ok. Tacaño, 100 pala ti.
Vos: - contentísimo, sacas los 100 y se los das con una sonrisa - Thank you.
Y te vas contento, por haberla bajado de 2500 a 100, sintiéndote el campeón del regateo mientras la china se lamenta de que no fueses italiano y pagaras 2000, pero por dentro se regocija porque lo que vos pagaste 100 valía 20 y le sacó 80 de ganancia!
Y así pasaste horas ahí adentro. Algunos agotados del regateo, enojados, contentos, dependiendo de cada cual. En lo personal jamás aguantaría más de media hora en una feria o un centro comercial de ningún lado, pero dentro del mercado de la seda llegué a pasar cuatro horas, de las cuales un rato estuve comprando cosas, mientras la mayor parte del tiempo me pasé riéndome, jodiendo a las chinas, preguntándoles cosas, enterándome que la gran mayoría se casan a los 18 años, intenté conseguir una novia china que no pude ya que me mostraban el anillo o la foto de un niño, o por aún: lo llevaban adentro!
Ese fue un poco el refugio que encontramos dentro de una ciudad donde los niños llevan puesto un pantalón que les deja el culo al aire, porque en cualquier momento sus madres los levantan para que ellos defequen tranquilamente en la vereda para seguir caminando lo más panchos con el culo sucio, lo cual supimos ver incluso en adultos que cagan indiscriminadamente en los canteros de las calles. Aquí nos costó aprender a cruzar la calle al estilo de ellos, refugiándonos por lo general detrás de algún chino o masa de chinos que cruzaran. Vimos la ciudad prohibida que me generó menos entusiasmo que un poquito, donde lo más interesante fue subir al recinto en la colina donde se suicidó Mao y desde donde se ve toda la ciudad. Supimos visitar la villa olímpica, un derroche sin precedentes de dinero que se usó durante las tres semanas que duraron los Juegos Olímpicos del 2008, aquellos que vi en las pantallas mientras trabajaba en las italianas mañanas sabrísticas.
Sin dudas, lo mejor que hicimos fue escalar la Gran muralla china. Es curioso que el lugar que más haya disfrutado haya sido justamente el más turístico y comercial del mundo, pero lo cierto es que su magnificencia te gana, sea como sea. Llegamos cerca del mediodía, la horda de 200 uruguayos para sumarnos a los miles de chinos y europeos que andaban en la vuelta. Fue en la entrada que tomé la decisión correcta, al ver que hacia la derecha había muchas banderas y una infinidad de gente, detrás de la cual iba la generación entera, mientras que a la izquierda no había nadie más que algunos chinos bajando. Me pregunté si se podría ir hacia la izquierda y cuando le pregunté a una china me dijo que sí, pero que todos iban para el otro lado porque era menor la pendiente. Fue ahí que opté por ir por la izquierda, yo conmigo mismo, Apu y Jack subiendo por la gran muralla, alejándome del ruidoso y molesto enjambre humano que se dirigía hacia el otro lado. Me costó la carga de baterías que tenía, ya que obviamente se trata de una construcción milenaria muy rústica, con pendientes casi intransitables y escalones incomodísimos en algunos tramos. Sudé la gota gorda pero subí, para encontrarme con otro pequeño puñado de compañeros que habían tomado la misma decisión que yo, y entre fotos, chistes y bobadas pasamos un rato entre las verdes montañas chinas, observando y respirando siglos de historia.
Ahora me encuentro en el avión de China Eastern, terminando esta crónica mientras vuelo hacia Shanghai con un chino con un aliento terrible que va a mi izquierda, desnucado, durmiendo con la boca abierta desde donde sale un olor insoportable y pienso en que aún no pude enviar la crónica anterior ya que fue imposible obtener una pizca de conexión durante estos días.
Desde algún otro rincón de Asia vendrá la próxima crónica.
Salute


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