En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

miércoles, 20 de octubre de 2010

PaRaNoIa








Paranoia: término psiquiátrico que describe un estado de salud mental caracterizado por la presencia de delirios auto referentes.



Viernes, es casi media noche. A pesar de caminar por una de la vías mas iluminadas de la cuidad, la sensación de inseguridad crece paso a paso. Dos patrulleros de la maldita policía de San Diego, pasan con todas sus luces y cacofonías destrozando millones de mis células nerviosas.
En la esquina siguiente al Petco park, dos oficiales uniformados, pretenden hacerme creer que no me prestan la mas mínima atención. Al acercarme a ellos, cada músculo de mi cuerpo se tensa, pronto para emprender una huida desenfrenada.
Ahora en las cercanías del puerto los helicópteros sobrevuelan los cielos, seguramente en busca de gente sospechosa.
Una carcajada descolocada se me escapa, ruidosa, casi sin control.
“Hijos de puta…están aquí con sus mil ojos vigilándonos…” dice el mal viviente cuando nuestros caminos coinciden…Me lo habrá dicho a mi? Buscara advertirme?...Será uno de ellos?
Ya no resisto más la tensión, le hago señas a un taxi para que se detenga y me ignora.
PARA Mierda! Le grito. Pero me doy cuenta que estoy atrayendo la atención de todo el mundo hacia mi persona. Una pareja de lesbianas me mira y, al percatarse de mi rostro desencajado, sigue en sus tribulaciones y propias paranoias que van de la mano siempre con este tipo de manifestación sexual. Puedo imaginar lo que piensan, como si lo estuviera escuchando. “Seguramente nunca vio a dos lesbianas…debe ser uno de esos que se oponen al casamiento de gente del mismo sexo, un nazi, fascista, ni que hablar de que adoptemos, seguramente es un homosexual reprimido…”
Pobres, a pesar de su odio hacia mi persona, las siento casi como iguales, victimas de esta persecución a las que nos someten día a día. Pero a la vez no lo se…tal vez estén de acuerdo con alguna de las ideas enunciadas en este sistema de miedo y persecución.
Ya no me miran, pero se que hablan de mi.
Otro taxi pasa y, este si se detiene, ya que casi me arrojo en frente del vehiculo.
Subo y el chofer, mecánicamente, me pregunta a donde quiero ir…nunca les digo la dirección exacta, siempre menciono esquinas a un par de calles de donde en realidad voy.
Ellos pueden usar este tipo de información para saber más acerca de mí.
Todo esta medido por un patrón informativo. Numero de teléfono, direcciones frecuentes, contactos, preferencias, tipo de lectura, paginas visitadas en Internet.
El afro americano, mientras maneja, me observa intermitentemente por el retrovisor.
Me acurruco en mi butaca y compruebo con la vista si este ha bloqueado las puertas, me apronto para saltar del auto en plena marcha al más leve atisbo de que cambie la ruta.
No es así, seguramente, alertado por mi conducta precavida, prefiere seguir con su actuación y dejarme en la dirección previamente indicada.
Le pago la tarifa pertinente y bajo a la calzada. Espero que se aleje y tome una curva pronunciada, para empezar a caminar.
Ahora si, la sensación de que alguien esta siguiendo mis pasos se ve acrecentada por la oscuridad y poca vida de esta parte de la cuidad.
Todos piensan que los suburbios son mucho más tranquilos al encontrarse alejados del ruido y conglomeración del centro.
En realidad, en estos lugares es más fácil la observación, el índice de población es mas bajo, uno pasa menos desapercibido.
El parque a mi derecha, con sus espacios verdes, su plaza de juegos, la escuela elemental.
En el banco de hierro que se encuentra sobre el ángulo en que muere el parque y empieza la avenida, hay una persona sentada mirando a su frente, quieta. Que hace? Y a estas horas…Miedo es lo único que puedo reconocer de todo el mar de sensaciones que se disparan…el miedo genera odio y este, agresividad.
Que hacer? Tomar la iniciativa y atacar? O esperar y ver como la situación se desarrolla. Tal vez, sea otro perseguido. Seguramente alguien que como yo, escapa al eco de estos malditos perseguidores. Sin darme cuenta, entre mis lucubraciones, me encuentro a unos 5 pasos del hombre. Puedo reconocer que es uno. Un gorro de lana cubre su cabeza y la gabardina hace lo mismo con su cuerpo. Me desvío y paso por detrás del banco.
El desconocido grita…corro, y también lo hago yo. Su grito es largo vocalizado, como una e sostenida. Mi estertor es apagado, tal vez, porque hasta en el inconciente, en ese momento en que el instinto de conservación comanda todas nuestras acciones, tampoco quiero llamar la atención.
El tipo sigue gritando, tal vez alterado por mi presencia en su retaguardia, nunca lo sabre, no mi interesa.
Al otro lado de la avenida esta la puerta de calle del edificio al que me dirijo.
Sigo mirando hacia atrás al maldito desconocido, aun grita, pero su mirada sigue clavada en el mismo lugar. Como un muñeco solo mueve la mandíbula para dejar escapar ese desconsolado EEEEEEEEE.
Presiono el numero correspondiente al departamento…uno de los últimos pisos.
La voz, que es conocida, pero no por eso necesariamente tiene que transpirar confianza, me saluda calidamente, como siempre. El ruido eléctrico de la puerta me indica que puedo empujar y entrar al hall. Dos patrulleros pasan a mediana velocidad y se detienen frente al hombre del parque…esto confirma que alguien estaba observando la escena desde algún lugar, pobre tipo. Mis nervios descargan miles de vatios en mis pobres músculos, es obvio que el informante que llamo a las fuerzas públicas también me vio a mí. Les habrá indicado que entre a este edificio de apartamentos? El ascensor abre su puerta y otra vez apretó la cifra que me llevara a mi destino, o al menos al mismo nivel…
B.K.

viernes, 30 de julio de 2010

Historia de Amor entre un profesor y un Tupper

HISTORIA DE AMOR Y ODIO ENTRE UN PROFESOR Y UN TUPPER.

Me tenés podrido. Es lo primero que me surge al pensar en vos. No siempre fue así, es cierto, pero hoy quiero decirte que no te aguanto más. Recuerdo como si fuera hace instantes, ese día de principios de marzo cuando en aquel supermercado llegué a la góndola de bazar y por vaya a saber que maldita promoción, estabas en la cabecera luciéndote tal cual vedette. Liviana, delgada, práctica, muy elegante, de curvas voluptuosas y aparentemente perfectas para mi vianda. Te imaginé con el individual y los cubiertos a un costado y el tupper más pequeño de mis galletitas de cereal arriba. El cuadro era tan cómodo, tan útil, tan falso.
Fue lo primero que descubrí cuando llegué a casa. Emocionado saqué de un tirón la faja de cartón que te envolvía, y fui a la cocina a buscar mi vianda para confirmar mi idealizada imagen. Pero mi frustración fue enorme cuando el caprichoso tirador saliente de tu tapa, no permitió que entraras de ningún modo. Me sentí culpable así que cambié mi vianda. Compré una nueva, de esas flexibles que poco parecen conservar, pero mi ceguera era demasiado para darme cuenta de la realidad.
Uno de mis primeros días de trabajo, tuvimos un almuerzo maravilloso. Te tomé entre mis manos, giré rápidamente tu sutil y segura cubierta accesoria para la salida del aire caliente, te puse en el microondas y esperé paciente. Saliste indiferente al acoso de esas onditas y comimos sin problemas. De noche, al lavar la cocina de la cena te incluí para luego guardarte. Era viernes y no nos veríamos hasta el lunes, pero el infierno se desató. Lo que se inició como una normal ubicación de utensilios en su correspondiente lugar se transformó en una pesadilla. No podía ponerte en el sector del placard asignado a los tuppers. Intenté separar por tamaño, pequeños, medianos y grandes, por forma, redondos, y rectilíneos, los más pequeños dentro de los más voluminosos. Subagrupé los largos y los cuadraditos, pero tu siempre tenías algo que no te permitía adaptarte. Con los redondos no te podés ni ver, los angostos no te caben, los profundos son demasiado rebuscados. Tuve que darte un lugar especial, una esquina del placard, mientras tus camaradas se quejaban rebotando cada vez que los acomodaba. No me dejaban cerrar las puertas, se tiraban al vacío con tal de no permitir semejante injusticia. Me las arreglé para superar esa situación y permitirte tamaña exclusividad.
Durante un tiempo alterné mis almuerzos en el comedor o la cantina del liceo de turno pagando los altos precios de lo que otros hacen por uno. Fui a diferentes comercios a mirar casi a escondidas otros tuppers que pudieran superarte y resolver mi ansiedad. Hablé con asesores al respecto y en medio de ya cierta saturación lo vi. Buscando en Internet, en un rincón de la pantalla, casi indistinguible, la foto de lo que sería mi solución. Un set maravilloso de la misma marca de mi anterior vianda que a propósito, para desbancarte de este sucio mercado, trae tres tuppers de diferentes tamaños y con la forma perfecta para entrar superpuestos artísticamente en mi vieja, querida, rígida y plástica vianda.
Hoy después de varios meses, te digo que ya no sos mi tuppercito. Ahora te digo tacho y que mucho de lo que sobre de la salsa lo conservaré en ti y a ti en la fría y eficiente bandeja de mi freezer. Bye bye.
G. Lepore

jueves, 17 de junio de 2010

Diarrea, colicos, disenterias...






Government center…

Siguiendo los pasos de Morris Lapidus

Diarreas, cólicos, disenterías, castigos y San Martines… Nimia redención de los oprimidos.

“Quien gobierna, mal descansa.”

Lope de Vega

Downtown Miami…En la imaginación de una persona que jamás ha pisado una zona de más de 3 habitantes por kilómetro cuadrado, este se convierte en algo nunca visto por sus ojos; cientos de miles de personas por segundo, moviéndose a millones de lugares diferentes, haciendo uso de todo medio de transporte conocido por el ser humano.

El cielo es una fila interminable de aviones cargando carne, proveniente de todas partes del mundo, con fines varios…sobrevolando la cuidad a razón de uno cada once segundos.

Mas abajo y por orden de llegada al pavimento, se mueven los aparatos aéreos encargados de vigilar el orden desde las alturas. Muchos, por estos lugares lo llaman “dios”; otros, “cerdos voladores”.

Continuando en orden descendente, llegamos a la altura de los imponentes monumentos de hierro, acero, vidrio y cemento, (hasta ahora el desafío teológico mas grande en la historia, desde los tiempos de el altercado idiomático sostenido en Babel con el todopoderoso), en estos poblados verticales se comparten millones de sueños que, según la creencia local, se cumplirán mas rápido, gracias a su posición privilegiada de varios metros de altura.

Antes de llegar a la calle, los rieles del tren y el metro mover, chisporrotean sobre las cabezas de los peatones; apenas mas abajo.

Rodando por las calles tenemos la variada raza de animales sagrados con motor a combustión interna, contaminando, ayudando a promocionar una imagen, acentuando diferencias…

Al fin llegamos a los transeúntes, divididos estos en categorías varias:

Bicicletas, patines, patinetas y las diversas variaciones comprendidas dentro de los vehículos con tracción a sangre. Aquellos que caminan rodeados de gente pero con la mirada en ningún lugar, entre ellos, muchos locos, enajenados, pordioseros, engañados, vigilantes detentando autoridad, olvidados comunes, etc.

La estación del “metrorail”, con las banderas de los estados colgando desde el techo, es nuestro punto de entrada y referencia hacia este mosaico interesantísimo.

“¿Estas seguro a donde tenemos que ir Francisco?, EL Rojo quiere tener pronto esto para hoy en la noche”

“Pues claro”, respondió Comoasi, “es por aquí, saliendo apenas, ellos tienen todos las hierbas que el señor quiera comprar.”

Francisco no experimentaba una sensación de odio profundo hacia Alito -como el resto de nosotros- por la sencilla razón de que gracias a su tremenda inopia, jamás se dio por aludido de los abusos a los que esta lo sometía diariamente. Su protagonismo en la empresa en la que nos veíamos implicados no tenía malevolencia como fundamento principal. Pensándolo bien, su causa era una combinación de lealtad e instinto de conservación. El rojo había sido la única persona que le brindo un puesto de trabajo y un trato justo, además, si el éxito acompañaba a nuestro emprendimiento, sus pagos no volverían a ser rechazados por el banco para divertir a nadie, ni tendría que permanecer limpiando hasta bien entrada la madrugada para satisfacer los caprichos despóticos de la perversa encargada.

Valiéndonos ahora de las escaleras mecánicas para llegar al nivel del piso, nos adentramos en la multitudinaria y heterogénea marcha.

Al avanzar por las calles, los carros de salchichas, los negocios de los brasileros vendiendo electrodomésticos de modelos discontinuados., las cafeterías latinas, pizzerías y restaurantes, nos rodean junto con los bocinazos y discusiones causadas por el tráfico desordenado y abundante.

This whole shit is going down, mother fuckers!Prorrumpía un hombre con el pelo totalmente verde y envuelto en harapos. Sus ademanes indicaban un ímpetu desquiciado, podía comprender que lo que sea que estuviera diciendo tenía cierta importancia…

“-Abran sus ojos, el mundo llega a su fin…arrepiéntanse ante el mas poderoso.”

Repetía mi secuaz.

“-¿Eso es lo que dice?” Pregunte un poco desconfiado.

“-Si, el hombre esta loco.”

Meditando sobre la inteligente observación y posterior diagnostico, seguimos adelante, topándonos con dos conductores enfrascados en un arduo duelo verbal por causa de un espacio donde estacionar.

Observándolos, se podía apreciar claramente que no era precisamente el pequeño sitio donde aparcar su vehículo la verdadera causa de su violento comportamiento; en estas urbes la necesidad de entablar una comunicación mínima de cualquier índole, así también como el deseo de aligerar tantos deseos reprimidos es una combinación letal, donde el ansia por dominar cualquier situación sirve como detonante para este tipo de trifulcas.

Los epítetos lanzados por estos dos apenas se escuchaban a nuestra espalda, cuando seguimos nuestro camino hacia las afueras del centro de la cuidad.

Marchamos por la Segunda avenida del Noreste, casi hasta el viejo cementerio de Biscayne, de ahí, para el oeste.

Los comercios poco a poco comenzaron a desaparecer dando paso a los complejos de vivienda, automotoras enormes y mini mercados atestados de extravagantísimos y peculiares personajes.

Con un fondo de autopistas enredándose a la luz del sol que peleaba para pasar entre ellas, y el tronar de las gomas y motores, el localcito comercial, minúsculo, con puertas de color verde, era lo único que en ese paraje se encontraba cumpliendo una tarea medianamente honesta.

“-Es acá.” Se planta señalando con el dedo Francisco.”

“-¡Entremos de una vez!”

Abriéndose el chaleco y dejando ver un machete de unas 50 pulgadas que apoyo en el mostrador, comenzó a parlotear un extraño e irreconocible conjunto de sonidos con la supuesta encargada del establecimiento (fuese la que fuese su rama de comercio)

Se fueron caminando hacia el fondo, gesticulando rabiosamente.

Mientras quedo solo en el recibidor, escucho en la calle el chillar de las ruedas de un automóvil pesado, la sirena no llamaba mucho la atención, siempre suenan todo tipo de alarmas en el tráfico regular.

Los tiros en cambio, no es algo escuchado muy regularmente, mi curiosidad me imploraba, suplicante, unos cuantos segundos de protagonismo, haciéndome asomar para ver que sucedía en la calle a plena luz del día.

Un Cadillac Deville color blanco, modelo 88, pasaba a gran velocidad esquivando autos, uno de sus ocupantes disparaba un revolver que me fue imposible reconocer, pero por el sonido emitido al ser usado, sobrepasaba una calibre 22.

Pocos segundos mas tarde, el interceptor de la Ford, pasó con todo el árbol de navidad prendido, respondiendo de la misma forma a las demostraciones de agresividad de sus perseguidos.

-Un tiroteo. Descifré al analizar la escena.

-Debemos estar parados en el medio de una zona considerablemente peligrosa.

La paranoia comenzó a roer mi sentido común...cuando Comoasi reapareció desde los fondos sosteniendo una bolsa con unas hojas negras y aceitosas, las cuales fui instruido de ni siquiera oler o frotar por el cuerpo.

Girando hacia mí y con una sonrisa repleta del metal mas preciado en la época del mercantilismo, confirmo la disposición de la señora de vendernos hierba tan poderosa.

Salimos de allí velocísimos, el ingrediente principal para nuestra venganza reposaba en uno de nuestros bolsillos.

El recorrido en reversa es algo reconfortante, entrar en La playa después de un buen rato de haber estado afuera tranquilizaba; la burbuja de ventosidades nos continuaba protegiendo.

El C o el K, cualquiera de las dos líneas de transporte, nos dejarían en la avenida Washington, apenas a dos calles de nuestro destino. Para ejecutar el plan esa misma noche debíamos regresar lo antes posible…

La primera en venir fue la maldita S, su recorrido nos alejaba ligeramente; había que bajar en la esquina formada por Alton y Lincoln y por esta ultima hasta la playa, para arribar al hogar del Chef.

Diseñada por Morris Lapidus en el año 1959 y descripta por el mismo como una de las primeras alamedas peatonales de los Estados Unidos, Lincoln Road se extiende de este a oeste en el corazón del distrito art deco.

Sus aceras arlequinadas con piscinas y jardines, le dan un marco ideal a este lugar.

Sarcásticamente, lleva el nombre de uno de los presidentes mas reconocidos de la historia de este país.

Recordado por ser una de las figuras claves en el movimiento abolicionista, defensor de la igualdad y tolerancia; los fundadores de esta cuidad jamás pensaron al dedicar esta vía publica en su honor que el nombre le sentaría tan bien.

Esta peatonal es un desfile único, por ella abundan espectáculos de decadencia única y también de arte increíble.

Encajonados de pared a pared por restaurantes, ventas de artículos electrónicos, accesorios, prendas de vestir, deportes, teatro, iglesia, mercado negro y hasta una clínica psiquiátrica que deja tomar el recreo a sus pacientes en la calle.

La totalidad de enfermedades y trastornos mentales observados en los 1000 metros y un poco mas por los que esta calle se extiende son innumerables, por supuesto algunos son más sobresalientes que otros y es ahí en donde se convierten en atracción turística.

Los alienados mentales bailan en las esquinas o adivinan el futuro, cabriolean con mochilas en la cabeza, van vestidos con harapos y barbas híspidas, o se pasean exhibiendo su ropa cara en una pasarela imaginaria, modelando a su ego sin espectador alguno.

“Controle su locura a niveles razonables” Deberían rezar señales en cada esquina.

Inclinaciones sexuales muy diversas son reverenciadas sin el menor asomo a la crítica. Homosexualismo, travestismo, incesto, fetichismo, bisexualismo, fago tracia y zoofilia son solo algunas de las manifestaciones que saltan al paso del transeúnte en cualquier tarde de compras.

Casi al llegar a la Avenida Meridian, nos cruzamos con Salvo.

Hacia una semana que no se aparecía por el trabajo.

El Siciliano era el sous chef del restaurante, una persona algo extraña, con todos los defectos, virtudes y adicciones clásicas del habitante de esta cuidad.

Sabíamos que su súbita ausencia había sido causada por razones médicas un poco difíciles de aclarar.

Al verlo renguear la suposición era evidente, un accidente en la pierna había sido la deducción obvia de su obligada licencia.

La perra afgana, lo seguía a todos lados.

El animal se sentó respondiendo a la seña de su dueño.

“¿Como esta todo Salvo? ¿Mejor de la pierna?”

“-Mejor… mejor, pero no es la pierna lo que tengo herido. Es el saco testicular.”

La perplejidad de nuestros rostros seguramente le dio la introducción exacta para explicar el como de lo acaecido: “Mi mujer me encontró con Cintia, ensartados en la terraza; después de una escena espantosa, en la que nos arrojamos cosas y nos dijimos innombrables epítetos, vino la reconciliación o despedida sexual, como quieran llamarle.

Pero en el momento de practicar el felatio, me hincó tenaz mordisco en la piel que recubre mis gónadas…”

El dolor era ajeno y por lo tanto solo imaginable, aun así una sensación de pequeñas descargas eléctricas recorrió mi espalda.

“-Tengo como para dos semanas, pero creo que estaré por ahí antes.”

Diciendo un par de cosas mas, se despidió, la perra seguía echada esperando que su amo hiciera la señal de seguir adelante.

Después de dar unos pasos y percatarse de la falta del canino a su lado, Salvo giro y llamo con vos firme: “!Cintia, vamos!”

Continuamos sin decir una palabra, el silencio ayudaba a disimular la atroz similitud entre los nombres de la amante y la mascota.

Al menos eso era lo que giraba en mi cabeza.

Francisco parecía venir retraído en pensamientos de otra índole, un gesto de reflexión parecía cruzarle el rostro.

No podía reír, pero tampoco me explicaba su seriedad en el asunto, finalmente en el umbral del “Deco”, me miro y con mucha circunspección, dijo: “El engañar a su mujer es muy malo…”

La perlesía estaba a punto de ser mi cuadro clínico, cuando fui salvado por nuestra llegada al cuartel general.

Lutino ocupaba el sillón victoriano, color borra de vino, en una tranquilidad absoluta.

El Rojo en el balcón, fumaba su “Sherlok”; en la cocina, dentro de una olla que había visto mejores comidas, hervía un líquido amarronado y espeso.

“¿Tienen eso con ustedes?” Pregunto este último.

Comoasi le entrego al cocinero la pequeña bolsa de nylon, la cual fue vaciada en su totalidad dentro del gualichú hirviente.

“En aproximadamente dos horas estará pronto” especulaba Lutino mientras revolvía lentamente.

Prosiguió luego: “Señores, prepárense para deshacerse de la maldita; en breves horas aquellos oprimidos por esta despreciable persona podrán sentir el placer de la venganza.

Sigan con sus rutinas, nos encontramos donde siempre…”

*****

Un viernes a la noche puede llegar a durar mucho más que el lapso de tiempo en que el sol faltara del cielo.

En las ultimas horas de la tarde, el ambiente se comienza a sentir, la música se abre paso hasta salir a las calles, los personajes de los clubes desfilan por las avenidas Collins y Washington, montando espectáculos estrambóticos, generados en la inspiración desenfrenada y elocuente que solamente grandes cantidades de anfetaminas –además de otros compuestos como el meth, ángel dust, magic cake, éxtasis, LSD, shrooms, bars, white, rocks, pot y demás sustancias- pueden producir.

Los travestís, con sus pelucas violetas, vestidos de lentejuelas y tacos punta-aguja, dominaban la función; bailarinas, hombre-estatuas, trastornados y demás anormales se confundían entre los turistas que, atolondrados, posaban junto a estas personalidades adictas a la exaltación.

Los clientes se apelotonaban a las puertas del restaurante.

La ultima cena, antes de aprestarse para el fin de semana en las entrañas del sueño americano.

Cada uno de nosotros aguardaba en su posición, preparados para su función especifica; la barba echa, el pelo engominado o atado, la corbata con el medio nudo corrido, lo mas suelto posible, camisa planchada y la sonrisa marcada con almidón; eran los requisitos de apariencia que se nos exigía para tomar la tajada del pastel correspondiente a la gente de nuestra calaña.

La victima no estaba presente; su aroma característico no la había delatado aun cuando enfervorizado, T, victoreaba por el corredor: “-She’s wearing an almost transparent pair of white lino pants!”

Mil fue el primero en deducirlo: La transparencia de la tela no escondería lo que estaba por suceder. El bochorno seria tal que jamás regresaría a estas tierras, sin mirar atrás en su historia personal, recordando, que una vez en un lugar muy lejano, experimento la mayor vergüenza de su tiempo vital.

El rojo estallo cantando a viva vos la clásica obra de los autores: E. di Capua y D. Capurro

La alegría general, estaba contenida; a punto de reventar.

Uno de los clientes habituales, acababa de comprar toda la reserva de champagne y similares, para festejar la victoria y posterior liberación de muchos.

Esa noche la casa seria nuestra nuevamente…

Apenas al entrar, su primera acción del día fue borrar del pizarrón toda la lista de especiales, pacientemente diseñados por uno de los camareros de turno, argumentando como simple razón: una insignificante falta ortográfica.

Después de probar el líquido contenido en el vaso de “El Host”, degustando concienzudamente para detectar cualquier dejo de alcohol en su bebida; continuo revisando los cajones y floreros, en desesperada inspección para dar con cualquier tipo de parafernalia; abriendo la puerta de la oficina con un empellón se envasaba a inspeccionar las cuentas de cada mesa en la central del sistema computarizado del restaurante; a los pocos instantes entraba ladrando a la cocina, denigrando a todo aquel que se le cruzara.

“¡Porque mi comida no esta pronta!” rechinaban sus cuerdas vocales.

“¡La comida de todo el mundo esta pronta para cuando llegan! ¿Por que la mía no?”

“-Porque eres un cancro mujer. ¿Como le voy dar de comer a algo que me va a terminar aniquilando?

“¡Si no me sirven mi comida ya mismo!…

”La sopa se calentaba en una olla de 25 litros, que reposaba en el fuego durante horas.

El Rojo, descolgó un cucharón de uno de los tubos de irrigación del sistema anti-incendios y lo lleno –supuestamente hundiéndolo en el líquido verde, espeso.

“¡Ten, y sal de aquí, no aguanto mas tu gritos de esquizofrénica!”

“¡Muérete, maldito gorila ignorante!”

La rutina de la que Lutino hablaba hace algunas horas, comenzaba con la misma armonía y exactitud de siempre; corridas, maldiciones, conjuros, blasfemias, risas, carcajadas. Ese collage de sensaciones revienta infinidad de neuronas; el lóbulo temporal recibe castigos virulentos.

Los rostros de los comensales se sucedían a velocidades violentísimas. Echar a las mesas era un trabajo que uno aprecia solo con el tiempo; cuando los valores y la ética se hayan desdibujado completamente.

Por el medio del salón interior, cruzaba una especie de corredor delimitado por tubos de bronce lustrado, flanqueándolo en toda su extencion. La vía por donde se desplazaba el deambular humano, bullía de actividad.

La poca luz, disimulaba mucho…el estado de los muebles

Generalmente el inmenso bar, monolítico, burbujeaba de alcohólicos, acólitos.

Mientras tomaba la orden de una de mis mesas, vi a la mujer corriendo torpemente -con rumbo más que elemental- y a la mini multitud ceder ante su paso.

Algunos de los rostros dejados atrás por Alito en su estampida, reflejaban cierta expresión de nausea, acompañados por frunces del apéndice nasal.

El plantel de la cocina en su totalidad se apostaba junto al horno a leña, este, formaba un pequeño palco de lujo.

Al llegar a las puertas de la oficina, a un par de metros estas de su laxativo destino, se agarro firmemente a uno de los posa brazos y aflojo el dolor que no resistía mas.

Desde ahí vencida, observada por algo más de 200 personas, vimos su orgullo desaparecer; eliminado en un torrente aguachento de vergüenza.

Se encerró en uno de los tocadores y ahí permaneció, sola, hasta bien entrada la madrugada.

Ningún empleado se acerco, ni siquiera obedeciendo ese fuerte poder que llamamos conciencia.

El Rojo encomendó a Francisco con la tarea de clausurar, por esa noche, el escusado femenino.

A algunos de los clientes se les pidió disculpas y a otros, la gran mayoría, no fue necesario ni siquiera mencionárselos.

La hora de servicio llego a su fin pasadas las 3 de la madrugada; la otrora dominante y explotadora gerente, salia de su agujero en un estado calamitoso.

Sin la mas mínima expresión en su rostro, miraba el suelo como buscando enterrar la mirada en los baldosones color tierra.

Sus ojos, hinchados y ennegrecidos por el delineador corrido a fuerza de lágrimas, se movían a intervalos cortos de arriba hacia abajo y de diestra a siniestra.

Levanto el Teléfono de la terraza, hizo una llamada, y se sentó en los escalones de la entrada a la misma.

Minutos después llego el taxi; llevándose ese monumento al odio y la mezquindad.

Mientras, el alivio no había llegado aun para los subyugados.

Alito podía volver mañana mismo; se había ido por sus propios medios. Muchos de nosotros sabíamos que esta podía sobrevivir peores disgustos.

Festejar antes de lo debido podía ser fatal. El rencuentro con esa cara, tendría consecuencias catastróficas en la salud mental de cada uno de los empleados de este lugar.

El teléfono suena insistentemente.

“-Es el señor Giulio, para usted.” Dijo una voz que no pude reconocer, debido a que esta, provenía de mis espaldas; y no me movería de uno de los tronos tallados en caoba, tan solo para identificar secretarias en este momento casi glorioso.

El Rojo se adelanto, y contesto antes de que le preguntaran: “Si, Alito no se encuentra, soy yo…Parece que no va a poder quedarse a la fiesta de la compañía…¿Problemas en la familia?… ¿En una semana?… ¡Buoníssimo!

En un breve segundo todo fue comprendido. Las botellas se empezaron a descorchar, finalmente, el trabajo ya no seria el castigo diario.

Sea quien fuera el reemplazo, jamás llegaría a la autocracia inhumana empleada por su antecesora.

La felicidad era desmedida.

El san martín había llegado para ese chancho.

Francisco y un grupo de sus amigos, escuchaban el relato de una historia, a cargo de un Mil exageradamente apasionado en su representación.

T, repasaba las acciones de la liga profesional de baseball; Sentado en el mostrador con un “big boy full of vodka.”

No era la última, ni seria la única vez, que viera esa nimia muestra de rebeldía.

Según el, Alito, era perteneciente a una raza de seres totalmente diferentes al clásico homosapiens.

Una especie de humanoides con un coeficiente mental muy por debajo de lo normal, pero con una capacidad de obediencia ciega, absoluta y nata.

Jamás romperían ninguna de las reglas impuestas por los organismos de control. Si una orden se les es dada, se cumple sin el menor atisbo de análisis.

Los denominaba: “Herds.

“-Ya vendrá otro u otra, esta es una guerra interminable.” Decía.

El ruido emitido por una corteza craneana al chocar contra baldosas importadas directamente de Toscana, fue lo que aparto mi concentración de los pensamientos filosóficos de T. Un amigo de alguien, acababa de caer con una tendencia a lo grotesco, descomunal.

El alcohol comenzó a escasear -al menos aquello que estaba destinado al evento, y comenzaron a aparecer claras señas de que el lugar debía ser imperativamente desalojado.

Varias botellas y vasos rotos comenzaban a abundar por los suelos.

Algunos, entrando en la etapa protagonista de su dipsomanía, imitaban al herido original y llamaban la atención con caídas estrepitosas.

Sangre podía correr como agua, y con una población donde el síndrome de inmune deficiencia adquirido, ostenta una proporción de siete de cada diez. El vampirismo, así como un terreno resbaladizo y plagado de objetos cortantes es algo muy arriesgado.

Caminando hacia la salida, diviso que en el medio del salón una porción de los presentes se arrimaba alrededor de un cuerpo inerte.

Salvo, que se encontraba haciendo acto de presencia, ayudo a la infortunada a levantarse, cargando con lo que hasta hace poco tiempo era una de las ensaladeras, hasta el baño; este disimulaba bastante bien la cojera.

Minutos después, la hasta hace poco inanimada mezcladora de leguminosas, salio a los saltos del sanitario, y prosiguió su baile hacia la calle, donde desapareció.

Ya casi al irnos, Comoasi y sus amigos se aprestaban a limpiar el local, después de ingerir grandes cantidades de tequila y soportar vaya a saber que divague salido de los confines cerebrales de Mil.

En la plenitud de la madrugada sabatina, Francisco salio con una sonrisa victoriosa y nos grito mientras caminábamos por la Ocean hacia el amanecer: “¡Fuente ovejuna lo hizo!”

“- Por lo menos agarro el mensaje del relato.” Comento Mil, alegre.

En este mundo; nada podía compararse a lo que estábamos viviendo.

Una pequeña victoria a la dictadura personal, la que todo espécimen de nuestra especie lleva consigo. Ese deseo de revelarse contra las causas injustas; lo poco que aun queda de aquel principio: respeto.

El movimiento torturante de la agujas, diría cuan lejos en el tiempo, estará el día en que la derrota llegue para recordarnos que todo se mueve al compás de una balanza misteriosa.

Ese presente, no lo sabía…aun.

B. Kröger


martes, 20 de abril de 2010

T... Ajos y crucifijos...


T...,
Ajos y crucifijos..., a toda velocidad por "El Insomnio Americano"…  En otro idioma…



 
                                                                                   "Buy the ticket, take ride"

                                                                                           Hunter S. Thompson









Hasta el momento no me había encontrado de frente con un nativo de estas tierras
-no me refiero a un piel roja por supuesto, ni a alguien que domine hábilmente el ingles- pero si a un americano
Para todo restaurante, tener un espécimen vivo de dicha especie, no es tarea fácil.
Nosotros contábamos con uno que según los test de pureza, exigidos por la ley, excedía el ochenta por ciento, convirtiéndolo en un exponente aceptable de dicha raza. 
Venia de Transilvania,  había llegado adentro de un ataúd a los nueve años de edad. Previa estadía de doscientos años en alguna zona rural de Inglaterra, donde supo ser dueño de una propiedad llamada Carfax.
Jamás dormía por la noche, descansando en cambio por el día. Cuando se hacia presente en su lugar de trabajo, a las 5 de la tarde, lo hacia enjutado en lentes negros, para protegerse de los rayos malignos del sol, tan nocivos para su piel de nosferatu
Por supuesto, su versión de los hechos era totalmente distorsionada e inaceptable, según el, llego a los nueve años de edad desde algún lugar de Rumania con su familia, hacia mas de treinta años, perseguidos por el comunismo.
Se escapo de la hoz roja, pero no tuvo oportunidad contra la cocaína blanca y a eso se debían sus largas noches en vela, discontinuos malhumores y todo tipo de comportamientos que tocaban los limites de la enajenación.
En muchas ocasiones prefiero la disparatada versión de Stoker...
T era lo más cercano a un habitante de estas tierras que el presupuesto de este lugar se iba a dar el lujo de tener.
En mi afán por encontrar el verdadero camino a seguir, para dar con el gran fin de toda persona que se encuentre dentro de los dominios geográfico-intelectuales regidos por la filosofía Hollywoodense, es que me vi en la obligación de tener una charla profunda con T. Quien si no? podría responder mi interrogante con mas propiedad que alguien totalmente empapado en América desde su formación elemental, este individuo seguramente me llevaría directamente al nervio principal de esta sociedad sin ningún tipo de paradas intermedias, este seria un viaje al mismísimo centro de la ideología.
Pero para tener algún tipo de interacción, era obvio que una de las primeras barreras a romper es el idioma, que por alguna razón, nos parece la mas importante para convertirse en un miembro de esta distinguida sociedad -graso error-   el requisito de balbucear el "idioma de los negocios" (tal cual lo definiera mi profesora de educación secundaria en dicha lengua), es un mero escalón casi insignificante en la manufactura del americano tipo.
Miles de cursos, miles de escuelas y miles de formas. Probé y experimente todas y cada una de ellas, transformándome en una mezcla de algún personaje creado en la recóndita mente de Horatio Alger y el protagonista de alguna película mexicana -esas que tratan el problema de la gente que cruza el rió bravo como tema principal. Una analogía espantosa y aparentemente imposible! 
El primer método fue anotarme en las escuelas gratuitas, un deja-vu, o algún tipo de flash back, una vuelta hacia mis años de estudiante.
Totalmente una perdida de tiempo, -mi retorno a las aulas fue una replica de mis años originales de educando, -sentado en el fondo, entorpeciendo el sistema educativo, ahora, en una dimensión internacional. Todo esto duro algo así como 4 meses en los que no saque nada en limpio, arrastre conmigo a una buena parte del alumnado, que como yo, volvió a las calles sin pronunciar siquiera yes de una manera correcta.
El segundo camino para convertirme en políglota, era una mera derivación del primero, el mismo tipo de escuela pero esta vez, un instituto pago.
-La idea era buena, el mismo plan de estudio, pero supuestamente al pagar, por mi cabeza pasaría el dolor de ver mi economía totalmente destruida, y así, tal vez mediante ese interesante incentivo, ser capaz de reproducir con mi boca algún tipo de sonido relacionado al ingles.
De esta manera, no solo perdí mi tiempo de disfrutar las playas de las costas de la Florida, también queme de una forma increíblemente rápida una suma que se elevaba a los 350 dólares - nuevamente sin resultado alguno, derrochando así una semana y media de trabajo.
Descomunalmente desahuciado y con mi única lengua como consuelo, me dedique de lleno por algún tiempo a lo que sabia hacer hasta el momento, limpiar mesas.
El que nunca ha trabajado en el piso de un restaurante no se imagina el caos que el desempeño de dichas tareas representa, algo que para el que se sienta en una mesa como mísero cliente pasa totalmente desapercibido y pocas veces es visto.
En el ambiente reina un murmullo continuo que se mezcla con la música de fondo, y toda esa combinación de sonidos se transforma en un chillido repugnante que destroza los tímpanos y varios millones de neuronas al mismo tiempo.
El corazón se acelera y generalmente, nuestro nombre, comienza a fastidiarnos cada vez que alguien lo pronuncia.
Entonces, repasando las condiciones, es decir: caos, ruidos desasociados, personas trabajando a un ritmo casi imposible bajo presiones distintas y similares, nos deja un panorama muy poco relajante, y en general el individuo desarrolla un temperamento explosivo e inesperado ante la más normal de las situaciones.
"Los odio a todos!"- decía T cuando empezaba el día laboral, -por darle nombre alguno a esas 8 horas que se avecinaban.
Jugador empedernido y fanático de todo tipo de deportes y competencias, sus comentarios y conversaciones lograron lo que las antes mencionadas instituciones daban como imposible, mis primeras armas en la lengua anglosajona.
Todo esto llevo tiempo y esfuerzo, incontables partidos de baseball en donde a duras penas y con esfuerzos sobre humanos, me explicaba las reglas del juego. Varias películas, cientos de libros y su inagotable paciencia me llevaron a poseer un vocabulario exiguo.
Pero los días pasaban en forma vertiginosa, el tiempo se maneja a otra velocidad en la tierra donde las hadas mueren, solo que por alguna razón inexplicable, esta sensación es casi imperceptible y solo se vuelve una realidad en el momento que uno hace el recuento de horas y días pasados, cayendo en la idea que se han ido rauda y fugazmente semanas, meses y años de nuestras vidas sin darnos por enterados siquiera.
Para entonces mi poliglotia me permitía expresarme de mejor manera, la búsqueda del sueño americano se había convertido en una obsesión - y T-  tenia una versión del mismo que no parecía coincidir con las doctrinas y epopeyas tan famosas que se esparcen por el mundo, en una suerte de exportación masiva de dicha imagen quimérica.
 Sobrevivía en un departamento donde el dormitorio, la cocina y el baño se mimetizaban en un solo ambiente.
Las paredes eran de un color rosa viejo y algunos fragmentos, revelaban el colorido gusto de inquilinos anteriores.
El piso de madera rechinaba a cada paso, vencido, ya se había desprendido de las bases de las paredes, dejando una separación lo suficientemente cómoda como para que las criaturas del reino animal que compartían la vivienda con el, encontraran calido refugio.
Sobre la mesada de la cocina, había una caja con restos de pizza que arrojo resultados asombrosos -en cuanto a su antigüedad- cuando la sometí a la prueba de carbono 14.
Junto a la cama que no era mas que un colchón tirado en el piso -y demás esta decir que desvencijado- se encontraba una mesa  plegable con un televisor de 15 pulgadas sobre ella.
En su mesa de luz - un cajón de madera- aparecían regadas por todas partes pequeñas bolsas de plástico y un billete con la cara de Washington, enroscado en forma de tubo, vaya a saber con cual fin...
-"Tienes que mirarlo por este lado", me decía, "carezco de toda atadura y responsabilidad hacia otros, no tengo mujer ni hijos, mi única tarjeta de crédito tiene un limite que no sobrepasa las centenas, y mi deuda mas grande es con los estándares de esta sociedad que jamás seguiré ni respetare bajo ningún tipo de concepto..."
T era un bohemio, en un lugar donde no hay oportunidad para tal tipo de manifestación. Su América era esta y así la había elegido. Haber tenido todas las oportunidades resplandecientes no logró torcer su camino ya corrompido.
Alcohol y drogas eran su religión y "forma de vida", libros y cine su sabiduría,  baseball su redención y entretenimiento.
La bandera de las estrellas y franjas reflejaba para el un patriotismo de otros, que jamás comprenderían su inmensa libertad, forjada a costa del abandono personal, quebrantando sus propias reglas solo durante las horas productivas, en que las necesidad, lo obligaba a transformarse en camarero.
Así, es que descubrí una división extrañísima dentro de lo que seria esta peculiar raza. Percatándome que adentro de la compleja enredadera de este sistema, hay gente que se rige por normas de conducta muy diversas a las que propagan todos los avisos que se exhiben en buena parte del globo, mostrándonos al habitante de estos lugares como los clásicos consumidores voraces de todo lo que tenga precio, dos autos en el jardín y vacaciones programadas con seguridad absoluta.
"Soy de los que se niegan a aceptar que el dinero es lo que realmente hace girar al mundo."
"No soy el auto que manejo", decía este tipo con una cadencia new yorquina repugnante.
Y yo, lo observaba, pensando: "a donde quiere llegar con todo esto, se supone que esta persona me explicaría, al fin, los pormenores y grandes oportunidades que representa el vivir en estos confines de la tierra", el mío parecía un caso perdido totalmente...
En una de esas tardes de verano, tan usuales en la “cuidad mágica”, donde la lluvia cae desde un cielo totalmente negro, en volúmenes comparables a los del diluvio universal, nos encontrábamos ya bajando la segunda botella de Vodka, absortos, en el desarrollo de un eterno juego de baseball, asimilando y olvidando las razones de su actual situación de desempleo.
Podía recordar perfectamente como hacia apenas 48 horas, T irrumpió en el restaurante totalmente beodo, con un par de zapatos de cuero negro en mano, vociferando obscenidades, donde enunciaba que todos los clientes no eran más que un manojo de autómatas repugnantes a la vista, un saco de impertinentes mal educados, rellenos de frustraciones, esclavos de su propia estupidez, merecedores de castigos y posterior eliminación. Corriendo de arriba a bajo por el amplio salón, intimidando con ademanes y miradas a los infortunados y timoratos comensales que se limitaban a apartar la mirada o buscar refugio, valiéndose de sus esposas o compañía de turno como escudo protector.   
Tratando de poner fin al caos, el encargado lo tomo de un brazo, a lo que este respondió atinándole un zapatazo en plena cara, convulsionándose al mismo momento en una risotada histérica, neurasténica.
No fue hasta que El rojo, uno de los cocineros y yo lo inmovilizamos valiéndonos de nuestra superioridad numérica, que el enajenado se dio por vencido, no sin antes rebuznar y agitarse en el suelo como un epiléptico desbocado.
“Realmente fuiste muy afortunado que entre todos convenciéramos al gerente de no llamar a la policía. Entre asalto, drogas y nivel de alcohol, te hubieran dado unos 300 años en el pozo, donde con tu volátil naturaleza te hubieras convertido en la cortesana del correccional.”
“-Que mueran todos, esta gente no sabe comprender que los seres humanos, tenemos deslices de vez en cuando.”
“-Lo que vos digas, pero ahora vas a tener que salir a buscar algo con que ganarte el pan.”
“-Ya tengo algo en mente, este lugar de todas maneras no es para mi. Aquí no hay gente, aquí lo que hay son muñecos que ostentan accesorios. Esto es un patio de recreo para la monarquía, esto no es América, y como amigo te recomiendo que por el bien de tu absurda exploración, imites mis pasos y busques lo que sea que estas buscando por otros lugares.”
La lluvia seguía, copiosa, imparable. El juego en la televisión, distrayendo, interminable.  
Cansado de la "superficialidad de Miami' y de sus "malditos habitantes", T empaco sus 10 kilos de pertenencias, en algo parecido a un bolso, que ostentaba varios viajes en sus forros, partiendo para su "gran manzana".
Trabajo, fama y una vida decente eran lo que supuestamente le esperaba en esa gigantesca urbe, aparte del "Yanqui Stadium" y sus 4 horas de baseball diarias.
New York lo recibió de la misma manera que recibe a sus tantos millones de hijos pródigos que por una razón u otra vuelven a ella o la encuentran por primera vez.
Cosmopolita y ajena, fría y distantemente hermosa, símbolo de poder y bastión imponente de nuestra Roma contemporánea. Con sus edificios tocando el cielo en forma de torres Babelianas con esteroides, donde todo puede pasar… o mejor dicho, pasa de largo.
Rigurosamente y en una suerte de ceremonia diaria, es que a las tres de la mañana, T hacia uso de su teléfono celular para mantenerme al tanto de sus penurias e infortunados reveses con que esta metrópolis lo castigaba metódicamente.
Desde su encarcelación por sospecha de trafico de sustancias prohibidas, con subsiguiente desacato a la corte, beneficiándolo con dos días extra en el precinto, hasta sus eternos cambios de vivienda debido a la “mala voluntad y pésima actitud de los caseros.”
Una de esas noches mi teléfono sonó a la ya acostumbrada hora de la madrugada.
Del otro lado del auricular, T emprendió un monologo acerca de las increíbles y encumbradas posibilidades que la ciudad de Nueva York -hasta ahora- se había negado a brindarle.
“Estoy en este momento disfrutando de una vista hermosa, el edificio Dakota y buena parte del Central Park se despliegan majestuosos frente a mis ojos, por supuesto, todo esto salpicado por delgados copos de nieve que caen lentamente, congelando todo lo que encuentran a su paso.
El maldito parque es mi nueva morada!, otra vez estoy sin trabajo y en el día de ayer robaron la mitad de mis pertenencias del cuarto de hotel al que hasta hace apenas 4 horas llamaba Hogar!”.
Escuchándolo, reconocí a la distancia una voz completamente inundada en alcohol, rematada con un tono iracundo y continuo que solamente puede causar el abuso de considerables cantidades de cocaína.
Riendo ahora en forma desenfrenada y frenética, revelaba los planes de su futuro inmediato.
 “-Basta de esta mierda”, maldecía desafiante, “si en estos meses de privaciones y martirios no he logrado dar un solo paso hacia adelante… el único recurso que encuentro disponible es una retirada honrosa, volver a Miami para reagruparme y elaborar una mejor estrategia…”
“-Claro T”, lo alentaba de manera consoladora, “acá en poco tiempo comienza el verano, los parques municipales de la cuidad te esperan con los brazos abiertos, menos la nieve!, es una situación en la que no podes perder.
El silencio necesario para asimilar mi última acotación fue lo que siguió. Nuevamente la carcajada histérica, irónica, resonando en el tubo…
“-En 14 días estaré mas cerca del trópico, te llamo apenas llegue.
Nueva vida. Pienso mantenerme alejado de los problemas, tanto como mi temperamento me lo permita…, el hotel Versailles, siempre tienen un cuarto para mi en ese tugurio con valor histórico…”       
Fin de la conversación. De la misma forma que había comenzado, concluyo.
A toda velocidad y sin rodeos, T emprendía la retirada hacia lugares más calidos, con la promesa de mantenerse alejado de todo tipo de situación engorrosa.
”…alejado de los problemas…”, catorce días después, dos semanas apenas y esas palabras resonaban todavía en algún lugar de mi lóbulo temporal –prontas para ser desechadas- mientras conducía mi automóvil rumbo a la esquina que forman Ocean Drive y la 8. Ese era el punto donde nos encontraríamos, para posteriormente, entrabar un coloquio sobre sus sinsabores mas recientes.
El enunciado que tanto estaba esperando, para sumar otra pieza a mi puzzle, cada vez más deformado, de lo que la vida en el paraíso económico significa.
En nuestra ultima conversación telefónica, hacia poco menos de dos horas, T todavía conservaba algún tipo de cordura, aun se encontraba en el aeropuerto de Fort Lauderdale, enfrascado en una discusión frenética con algún tipo de guardia de seguridad. Atendió mi llamada pero al mismo tiempo continuaba el duelo de palabras con su victima casual.
"-Claro que estoy borracho y me orine encima, imbecil!, como quiere que un ser humano pase por los sufrimientos catastróficos que el volar implica, sin la suficiente cantidad de alcohol en su organismo, alcanzando un estado totalmente letárgico que le permita desobedecer al instinto de conservación que a gritos le implora no subirse a ese extraño aparato alado!..."
Inútil fue encontrarle una explicación valedera a su argumento desde este lado del aparato... así que convenimos en encontrarnos de igual manera en la previamente nombrada encrucijada de vías públicas.
No hay forma de explicar con palabras el terror que sentí al llegar.
Efectivamente ahí se encontraba mi rebelde sujeto de observación, totalmente fuera de sus cabales, demandando justicia ciega.
Teniendo puesto únicamente una camiseta blanca de varios lustros de antigüedad y un short rozando el límite que lo convertiría en calzoncillo, pies descalzos y blandiendo como única arma, un teléfono celular con capacidad satelital, cámara de fotos y demás virtudes dignas de Sir Sean Connery.
 " Cerdo!, maldito cerdo!", berreaba en plena cara de un oficial de la ley, ante la vista de unos 50 mil  impávidos transeúntes que tuvieron la suerte de toparse con la escena a desarrollarse.
“-Mi esclavo!, no mas que un perro guardián, inútil!”, continuaba esputando improperios hacia el cada vez menos paciente vigilante, que ya lo contemplaba como la posible válvula de escape de todas sus frustraciones, muchas en este tipo de sirviente publico.
Estacione el auto en la vereda opuesta, evaluando a la distancia la mejor estrategia para acercarme sin terminar encarcelado y posteriormente deportado a mi país natal.
Armándome del valor suficiente, me acerque con paso firme…
“-Buenas noches oficial…” dije en un tono cordial, enfatizando mis palabras, acompañándolas con una cara neutra y totalmente llena de responsabilidad cívica, “disculpe a mi desbocado amigo, bebió un poco demás, es su despedida de soltero, entenderá que este pobre hombre esta bajo la presión de las mil responsabilidades y compromisos que el contrato nupcial conlleva…”
“-usted conoce a este infeliz”, me interrumpió abrupta y groseramente, denotando cierta felicidad al apreciar que finalmente podía destratar a alguien,
“lléveselo, desaparezcan los dos, mi paciencia desapareció hace mucho tiempo.”
“Si señor, infinitas disculpas.” Paz!, pensé para mis adentros…
“-Mierda humana!”, relincho una voz a mis espaldas, “ no te atrevas a usar esas palabras cuando te dirijas a tus señores!”. Esperando lo peor, hice lo que cualquier otra persona en mi situación hubiera echo. Aprisione con fuerza la cerviz de este irracional y roñoso ser humano, de manera enérgica, metiéndolo en el automóvil por la primera abertura que su reducida constitución así lo permitiera.
En un lapso de tiempo no mayor de 7 segundos que parecieron una eternidad, nos encontrábamos a varias calles de distancia del vergonzoso incidente, rodando por Washington Av. T con medio cuerpo afuera del vehículo, agitando su puño al viento, continuaba su asalto verbal contra el desgraciado guardia publico, el cual se encontraba ya fuera de nuestra vista.
“- A ese hijo de puta esto le servirá como experiencia de vida y aprenderá a no joder con ciudadanos respetables, que pagan sus impuestos.”
“-Estuvimos cerca de ser encarcelados y en lo que a mi respecta deportado sin mas! y todavía crees que salimos victoriosos?! . No hace mas de 3 horas que estas de vuelta y ya estas atrayendo a todo el sistema penal del estado en tu contra!. Vamos para el hotel, voy a tratar de que mi sistema nervioso se recupere paulatinamente.”
“-Imposible, volver a ese chiquero seria como entregarnos a las fuerzas del mal. Después de llegar del aeropuerto trate de registrarme, negándose estos a darme un cuarto, usando mi embriaguez y posterior evacuación de aguas, como estupido pretexto. Revente victima de tal atropello y aseste una ineficaz patada en el mostrador a lo que entre los botones y demás personal, me arrojaron a la calle amenazándome con todo tipo de represalias si osaba a aparecer en el área circundante a ese maldito y desvencijado albergue transitorio.
No me quedo otra opción que la de meterme en el primer lugar que apareciera…”
“-Bueno, donde fuiste a parar!” interrumpí ya exhausto, asimilando gradualmente  que lo que supuestamente iba a ser una tarde apacible con posterior tertulia regada con algún tipo de bebida alcohólica, se había convertido en una escapatoria de las fuerzas publicas, donde los márgenes de paranoia que un inmigrante ilícito puede soportar, se habían excedido sustancialmente.
“-Washington y la 3, el hostal.” dijo T con indiferencia.
El hostal…, hábitat natural de lo mas bajo que el genero humano tiene para ofrecer, una diversidad increíble de criaturas imaginables, creadas por una mente que a perdido de raíz toda esperanza en la humanidad. Traficantes de todo tipo de narcóticos, drogadictos, prostitutas, estudiantes extranjeros en busca de aventura y enfermedades venéreas, bohemios trabajando en el 7-5.
Alternando en el bar de lobby…filosofando, acerca de las mil interrogantes que esta vida plantea. Muchos de ellos con la mente puesta en golpear la puerta correcta, que al abrirse, los remueva –aunque sea por un buen tiempo- de un estilo de vida, cada vez más difícil de defender.
“-Dos mezcal, en vaso largo”, clamo T dirigiéndose al Bartender.
Nos sentamos de espaladas a la barra, observando a todos los presentes que desfilaban por el vestíbulo.
Totalmente rendido, apure mi bebida que bajo por mi esternón quemando todo a su paso.
“-Me retiro”, dije, “todo esto me puso un poco alterado, necesito paz.”
“-Ahora?”, me increpo T con incredulidad.  
“Aquí esta, esto es lo que tanto buscas, de esta misma sala llena de perdedores y frustrados, emergerán los nuevos retoños del sueño. Muchos jamás lograran llegar a ninguna cima y su vida se consumirá, persiguiendo algo que ni siquiera ellos saben como explicar.
Otros, en cambio, reventaran el jackpot y mágicamente todo tendrá sentido, cada sacrificio, cada caída y revés, los momentos malos se transformaran en pruebas superadas y enunciaran que aquellos que dedican su vida a otra cosa, no son mas que pordioseros, aprovechadores, viviendo de un sistema que no tiene mas remedio que cargar con sus propios parias.
De aquí, desde este mísero agujero es que a toda velocidad se cumplen y aniquilan sueños, míralos, mírame, mírate… “
Otee el horizonte de almas que cruzaban mi campo visual, mujeres y hombres ya maduros, adolescentes casi niños, extranjeros, locales. Riendo, discutiendo, atrayendo la atención. Bebiendo en sus vasos cualquier tipo de menjunje, corriendo a los baños a consumir escapatorias, velocidad, deseos y otros pretextos.
Contemple a mi amigo, sus ojos bien abiertos, los pies descalzos, rascándose los lados de la cabeza nerviosamente, su vida planeada al día, su mañana tan impredecible, su América vertiginosa que nunca duerme.
Entonces quedaba el único por observar, postrado en una silla, abarrotado de ideas, considerando las ventajas de la vida en la tierra de la abundancia, imaginando un futuro tan incierto como la escenografía que ahora me rodeaba.
Donde los libres son gotas que se escapan entre las grietas, y los triunfantes, domesticados conformistas.
Por primera vez en mi cabeza una interrogante se comenzaba a dibujar. La vuelta.



B. Kröger