En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

domingo, 11 de agosto de 2019

Ciudadano I-Legal Pasaporte no reconocido y el abandono de los ciudadanos por parte del Estado.


“¿Sos iraní? ¡Mirá! ¡Sos el primer profesional iraní en registrarse en la caja de profesionales!”
Recuerdo la sonriente cara de la chica del otro lado del mostrador cuando me dijo eso, en una mezcla de sorpresa, curiosidad y hasta capaz que admiración.

Podría decir con total certeza que la expresión de esa chica, cuando me registré en la CJPPU no fue una excepción, ni una casualidad. Más bien diría que fue el común denominador, la reacción habitual que, tanto mi familia como yo, hemos experimentado cada vez que se ha dado a conocer nuestra nacionalidad, desde que vinimos a Uruguay, allá por 1991.
Siempre lo dije:  desde que migramos a Uruguay, el decir que soy iraní no solo no causó rechazo ni discriminación del otro lado, sino que, todo lo contrario, usualmente generó una sonrisa, sorpresa y una apertura de brazos de quien estaba en frente. Bueno, sí, está bien, cuando vine, con siete años, no solo era nuevo en la escuela, sino que además venía del otro lado del mundo y ni siquiera hablaba el idioma, es normal que algún que otro compañero me llamara Alí Babá, o me preguntara si en Irán solo había camellos y dunas, pero tampoco era nada del otro mundo, podríamos decir que estaba dentro de los rangos de bullying aceptable Se arreglaba con un par de trompadas entre pibes de esa edad, una visita a la dirección y listo.

Prejuicios tenemos todos, en mayor o menor medida, nadie escapa de tener ciertos preconceptos sobre cualquier tema, persona o situación. De alguna u otra manera nuestra cultura, lo que vemos, lo que nos enseñan y la información que consumimos nos da ciertas herramientas para evaluar lo que tenemos en frente. La mayor o menor capacidad para aceptar lo diferente o intentar entenderlo está directamente vinculada a nuestra ignorancia, entorno, educación y experiencias vividas. Eso supongo yo, quizás esté equivocado. Claramente otros países del mundo han tenido esta problemática en grados mucho más intensos que nuestro querido Uruguay. Ejemplos sobran, como el que ilustra la nueva miniserie de Netflix “when they see us” traducida al español como “así nos ven”. Cada sociedad tiene esta problemática en mayor o menor medida, y hay mucho material escrito, por lo que no me compete a mí tener la insolencia de pretender analizar el tema, pero a nivel general es algo que afecta a las personas en su día a día, en sus relaciones interpersonales, laborales, etc. ¿Pero qué pasa cuando la problemática de tu lugar de nacimiento empieza a tener implicancias legales?

La verdad que justo yo no me puedo quejar. Con mi pasaporte uruguayo, he recorrido hasta ahora más de cuarenta países. Sí, es verdad, alguno me hizo más drama que otro. Casi siempre fui el cartón ligador de los “controles sorpresa”, tuve que responder a cuestionarios más largos que los demás, pero al final siempre pude entrar y salir a los países que visité sin mayores inconvenientes, pues al fin y al cabo en mi pasaporte uruguayo siempre dijo “nacionalidad iraní” y como todos sabemos, dentro del bagaje de prejuicios y propaganda con el que todos convivimos, ese lugar de nacimiento se relaciona automáticamente con algo indeseable y peligroso. Claro que desde aquél enano de siete años que se agarraba a piñas cuando le decían Alí Babá hasta hoy ha pasado mucho tiempo, y que hoy hasta el auto bullying es moneda corriente en forma de humor. Ese no es el problema, el problema es otro y no tiene que ver estrictamente con mi lugar de nacimiento, sino con mi lugar de ciudadanía.

Hace unos años a mi viejo lo deportaron de Londres, cuando pretendía pasar unas semanas con unos amigos que no veía desde la adolescencia y que gracias a las redes sociales encontró luego de décadas, esparcidos por el mundo. En aquél entonces el motivo fue que su pasaporte no era válido, pues era un documento uruguayo pero decía claramente “nacionalidad iraní”, y para la gente de migraciones en Londres eso era ilegal, pues según ellos un individuo no puede tener dos nacionalidades en un mismo documento. En aquél entonces no solo el trato que se le dio fue injusto y cruel, sino que además le arruinaron unas vacaciones soñadas para un migrante que luego de décadas iba a ver viejas caras conocidas. Pero eso quedó como un hecho aislado, pues después de eso mi hermana y yo hicimos otros viajes con el mismo pasaporte sin mayores inconvenientes.

Hace pocos meses, luego de algunos rumores de problemas con el pasaporte uruguayo, mi hermana – quien estuvo en España hace un par de años – fue a averiguar a la embajada de ese país si estaba todo bien, para evitarse un disgusto en el aeropuerto. ¿Adivinen qué? La embajada española le dijo que el gobierno español no considera el pasaporte de ella como un documento válido, pues siendo un documento uruguayo, dice claramente que ella es de “nacionalidad iraní”. Pero eso no es todo, al confirmarle que ella precisa una visa para entrar a España, resultó que dicha visa tampoco se podía tramitar con el pasaporte uruguayo, pues legalmente no se puede otorgar una visa a un ciudadano de un país en un documento de otro país. En definitiva, el pasaporte uruguayo que ella portaba no es un documento válido para viajar a España, por lo que ella como ciudadana uruguaya no puede hacer uso de sus derechos ni de un documento oficial otorgado por el Estado uruguayo.

Yo no podía creer lo que estaba pasando. Si bien me había tocado explicarle a algún supervisor en algún aeropuerto del mundo que si bien mi pasaporte dice “nacionalidad iraní”, yo como portador de un pasaporte uruguayo viajo en calidad de ciudadano uruguayo haciendo uso de mis derechos como tal, que directamente una embajada estuviera declarando que el documento carecía de validez ya era el colmo. Fue poco después que fui a parar a un artículo publicado por Montevideo Portal, el 5 de Julio de 2019 con el título “14 familias foráneas con ciudadanía legal y pasaporte uruguayo fueron demoradas en Europa”.
Ahí hice un click, me di cuenta de que la cosa se estaba poniendo seria. Al compartir el artículo en Facebook me fui enterando de más y más casos de ciudadanos legales uruguayos nacidos en otros países que estaban teniendo el mismo problema. Finalmente una amiga iraní que viaja todos los años a Uruguay con su pasaporte uruguayo fue detenida en Brasil, y estuvo a punto de ser deportada a Uruguay, siendo tratada como una criminal hasta que finalmente gracias a la ayuda de la aerolínea logró seguir su rumbo hacia su destino final.

La gota que derramó el vaso vino el 10 de Julio, mediante un comunicado oficial de la Embajada española en Montevideo, donde se anuncia que “Los titulares de pasaporte de Uruguay en el que conste que se trata de ciudadanos legales uruguayos pero con nacionalidad de un tercer país y que deseen viajar a España o a cualquiera de los países del espacio Schengen, deberán cumplir los requisitos correspondientes a su nacionalidad de origen. Por tanto, en caso de tener la nacionalidad de un país incluido en la lista de terceros países cuyos nacionales están sometidos al requisito de visado Schengen, deberán tramitar el mismo ante este Consulado General.”
Más claro échale agua. ¡Bum! De repente Europa desconoce tu documento de identidad de manera oficial. El comunicado atenta no solamente contra mi identidad individual como portador de un documento y ciudadano de un país, sino lo que es más grave, contra la institucionalidad uruguaya y su documento oficial otorgado a sus ciudadanos. En un santiamén, los ciudadanos legales uruguayos quedamos sumidos en una ilegalidad, pues somos portadores de un documento que no es válido para viajar. Increíblemente nos convertimos en ciudadanos de segunda, cuyas obligaciones siguen intactas, pero sus derechos son descaradamente descuartizados. ¿Y todo por qué? Porque el pasaporte uruguayo, a diferencia de la gran mayoría de los pasaportes del mundo, no solo indica el lugar de nacimiento, sino que además agrega que si bien el portador del documento cuenta con los derechos de un ciudadano uruguayo, es de otra nacionalidad. Aparentemente este pequeño detalle –que durante años fue nada más que una nota – es ahora considerado motivo suficiente para que otros países desconozcan los derechos del ciudadano uruguayo y le exijan viajar con un documento de su lugar de nacimiento.

Sin saber cómo, de repente todo se da vuelta. El bullying inocente de la escuela quedó en el pasado. Viviste toda tu vida acá, tuviste tu infancia, adolescencia, adultez. Estudiaste, te recibiste, tenés a tus amigos, a tu familia, lloraste más que otros uruguayos cuando pitaron aquél penal contra Ghana y casi infartaste cuando el Loco la picó, lloraste de emoción con tus amigos en pleno viaje de arquitectura cuando Uruguay ganó la copa América en el 2011 y llevaste con orgullo su bandera por todos lados, y respondiste con el pecho inflado “Uruguayan” cuando te preguntaron “where are you from”, pero de repente, mágicamente el Estado te dio la espalda, pues no te protege ni defiende ante semejante discriminación institucional.

Con el corazón roto, la única alternativa que parece quedar es buscar a otros que están en tu situación, para buscar juntos, hacer suficiente ruido hasta que alguien nos pueda escuchar y lograr de alguna manera que el pasaporte uruguayo remueva esa línea que en los hechos te convierte en un ciudadano de segunda, un ciudadano con deberes, pero sin derechos. Habrá que buscar la manera de lograr a nivel legal lo logrado a nivel social, en un país de migrantes como este, donde tantos como yo hemos echado raíces inquebrantables, y nos sentimos tan uruguayos como cualquier hijo de españoles o italianos cuyos abuelos llegaron a estas tierras en el siglo pasado.


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Por Alí Haghjou.

viernes, 7 de junio de 2019

Venus in Furs. Poesia Vanguardista por Maria Pia

Despertar

¿Es lo mismo ver el amanecer desde adentro

aunque creas que estás afuera?

La luz refracta diferente desde la pecera.

“Es lo mejor que existe porque es lo único que conozco”

bala el cordero perdido en la pradera.

dentro de la tina de vidrio y patas de madera

me baño en manos plásticas con relojes

detenidos en el tiempo

aprisionándome invisible la libertad en cadenas.

y las jeringas doradas me acaban adentro

cuando me pico tristeza

no te siento

dijo una persona de “poco sabe y mucho miento”

babeando conforme la plástica cereza .

¿Cuándo pienso y no hago, realmente me arrepiento?

Rellena de viruta crujo por dentro y no tiento.

me hago el muerto

flotando relojeada entre las manos

pinchan los números del reloj

desangrante entre las agujas del tiempo.

Veo refractar en mi vidrio a iris en arco

y si me emocionan los colores, siento.

rompo la tina y me abro al medio

dedeandome sangrante el tajo.

exhalo, llorando.

Nunca sentí el viento.

Escupo vidrio respirando

sangrando adentro.

duele parpadear cortada

pero tengo aliento.


Clavel Cristal

Soy de existencia abstracta,

flotante en el formol de un clavel de cristal.

mi cuerpo duerme fuera del reloj cuando la mente intacta

escucha que retumba en mis huesos rabiosa, la quietud total.

Sí la perfección no te torna en un busto marmóreo fantasmal, no es tal,

existir es imperfección en movimiento, sin atajos.

trasciendo la inercia de la incorporeidad etérea y me vuelvo real

ofreciéndote en bandeja mi corazón abierto en gajos.



Viborean mis venas viendo chispear el cielo razzo

y avanzan los pimpollos floreados cuando se contrae el musgo respirando.

la tinta negra deja las pupilas ciegas

oscuridad total en la manta de seda

ciega en mi casa

no veo nada, pero veo tanto

descascarándose, la luz arrasa

y se cuela por mis grietas explotando el ocaso.

entregarse al amor es morir sobre terciopelo, suave, aunque no lo sientas

me dice que tiene mi muñeco atravesado con alfileres para que no le mienta

y cuando me sentía entre la risa y el llanto

entre el asombro y el espanto

sobre la corona de espinas en mi cabeza sangrando, coloca sonriendo un halo.

jueves, 6 de junio de 2019

Queco


¿Usted no es el de la televisión? ¡Es usted sí! El del programa ese que hablan de boludeces que nadie entiende. Bien tarde lo dan, en el canal del estado.
El otro, el supuesto identificado famoso del canal estatal, caminaba apurando el paso, como retrocediendo de la situación, pero moviéndose hacia adelante. El abrigo de cuero, un poco raído para lo que uno esperaría del atuendo de una luminaria, le enjutaba la cara dentro del cuello de piel de cordero, que llevaba levantado, al contrario que su propio pescuezo que buscaba retraerse dentro de la pelambrera blanca que forraban las solapas alzadas del gabán.
El paparazzi improvisado, por falta de educación o exceso de valor, no se percataba de que, al que se alejaba, no le había caído muy bien el ser reconocido y, continuaba su persecución, mientras apuraba algo de manduque.
Es que el queco era de mala muerte, de esos en que uno hace fila de espera. Con carritos de venta de torta fritas y alguna que otra minuta en la puerta. El gordo de las milangas, pregonaba su mercadería, a los gritos, escupiendo las palabras entre unos labios flácidos y exageradamente carnosos, en composé con una cara aburrida de ver putañeros y mala vida, riendo de las anécdotas repetidas, de conchas duras y pijas blandas.
- ¡A la milanga, a la milanga la que pone dura la guaranga!
- ¡Birra, bironga, la que para la poronga!
Los tipos y las yiras recuperaban energías en el carro del gordo, ya que el bar del lupanar era magro, en dimensiones y ofrecimientos. Todos se rebuscaban antes o después de ponerla, con una milanesa al pan, ablandada con cerveza casi a temperatura ambiente.
- ¿Viene a ver a una novia? Interrogaba ahora el inoportuno.
- ¿Por qué no me deja en paz?  El pedido fue terminante, imperativo, pero entre las palabras, se deslizaba una cadencia de exhortación, un reclamo que imploraba más de lo que imponía.
  Al curioso, esta petición le movió vaya a saber uno que engranaje en su cabeza, estas palabras le indicaron que no debería seguir con su increpación. Ya las voces de su hostigado no eran susurros casuales y abrían paso al razonamiento fácil, obvio, de que, en un quilombo, no es inteligente andar de pendenciero o nada que se le parezca.
El ambiente de la puerta volvió a su murmullo habitual, a los escupitajos de costado, a putas tristes y alegres, a chongos y enamorados.
Libre ahora de admiradores e interrogatorios, el hombre entró raudo al vestíbulo del burdel, pasó la vista por el sillón medio destartalado, coloreado de un verde que metódicamente se había empecinado en volverse gris; un par de caballetes aguantando 3 tablas cepilladas, donde dos botellas de whisky brasilero convertían, con mucha buena voluntad e imaginación, a todo el conjunto en un bar. Un par de taburetes chuecos de tanto aguantar torcidos sobre sus patas; y todo esto encerrado entre cuatro paredes de bloques grises a medio revocar. 
Miró su reloj y se sacó el borsalino, dejando su calvicie al aire, agregándose muchos años a su apariencia gracias a esta simple acción. El bigote grueso, conquistado por las canas, se fruncía, mientras sus ojos buscaban algo, alguien.
La luz, lo suficientemente tenue como para disimular imperfecciones, no ayudaba en este proceso de identificación al que se había encomendado.

 - Lindo, ¿A quién buscas? La madama le pregunta con esa ternura condimentada de burla, con las que las personas que la vida les ha mostrado como funciona la bisagra de los claro oscuros, hablan.
- A Celeste, o Yaro.
- ¿A las dos? ¿Mira?
-No son dos, se llama Celeste, pero acá le dicen Yaro.
- ¡Ah! Yaro es el nombre artístico.
- Algo así. Dijo el tipo con vergüenzas de tener vergüenzas.
- Yaro ahora está ocupada. Sentate y charlamos, te pones más flojito. Vení tómate una mientras la esperas. Tenes cara conocida, vos pasas seguido por acá. ¿No?
- No, no tomo yo, ya no, no tomo más.
- Yo, en cambio, no tomo menos…y con este frío, de alguna manera hay que calentarse ¿No?
La puerta de uno de los cuartos, se abrió, arrastrándose durante los primeros grados de su movimiento, tironeada, en dos tiempos por el milico de azul que salía, aun acomodándose la hebilla y el último botón del pantalón.
Sin mirar a nadie, apenas cruzó miradas con la madama, y le lanzó un saludo que más sonó a advertencia, que a cortesía: -Stella, nos estamos viendo.
- Buenas tardes, Méndez. Contestó esta, e inmediatamente agregó: - Qué pase bien… milico de mierda, gordo sucio, hijo de re mil putas. Absolviendo a las últimas palabras de su frase, para que hicieran lo que quisieran con su resonancia. 
– ¿Y vos a dónde vas, lindo? Yaro no está ahí, ¿Cambiaste de idea?  Ahí atiende Marta, y no creo que esté pronta, todavía.
El tipo se había levantado del taburete y enfilaba para el cuarto desde donde había salido el Gendarme.
- ¿Dónde está Yaro?
- Uh, estás enamorado, ¿eh? Dale unos minutitos, que no sos el único galán acá.
Volviendo a su silla, ahora miraba la única puerta del quilombo que estaba cerrada. El otro cuarto, el único otro habitáculo destinado al placer.
- ¡Che! ¡Qué fuerte que te pegó! ¿Con tanto amor, como es que no te he visto más seguido? Tu cara es conocida, pero si Yaro tuviera un noviecito tan empedernido, me acordaría seguro.
- Yo no soy su novio.
- Bueno “cliente” lo que quieras vos chiquito, mirá que andás con ganas de pelear.
La mujer mientras hablaba, cruzó miradas con un tipo grueso que parecía estar ensayando, hace años, un método para que su cara se pareciera lo más posible a un ojete.  La seña era solo un pestañeo, el amor hace cosas malas con los hombres, y ella tenía un lindo ramo de cicatrices, regaladas por esos príncipes azules que no se dan cuenta donde termina el cuento y donde empieza la puta y el tipo. El veterano estaba tranquilo, pero nunca se sabía, la mujer no había llegado a madama, por falta de experiencia, ni por falta de recaudos.
- La busco hace mucho, muchísimo, tengo que verla, llevo ya como tres años visitando casas de citas y tugurios, nunca es Yaro, es decir, es Yaro, pero no Celeste, mi Celeste. Hablaba para él, no reparaba en su interlocutor.
- ¿Tres años sin verse?
- Tal vez más, la última vez que la vi, fue desde arriba del 2, era ella, la reconocería siempre.
- El que va al San Bois? Mi hermana vive por ahí. Son una mierda esos trolebuses. Siempre, a la altura de la avenida comercio, los cables se salen y hay que esperar a que lo enganchen de nuevo.
- El 2 no es trolebús; usted se debe de confundir porque se sube por la parte de atrás.
- ¿Cómo que no? Es de los azules…
Los ojos del hombre se van a algún lugar, lejos. No parece importarle lo que la mujer dice. Escupe palabras como si estuviera hablando con todos y con nadie:
- Me puse a gritar para que pararan, pero el tipo no me abrió hasta la siguiente parada. Bajé y volví corriendo, no estaba…
- Opa, entonces se conocen desde hace un tiempo. ¿No me digas que te plantó? Somos malas las mujeres… a veces.
- Solo se fue, despareció, y con ella todo lo que llenaba cada espacio del día, y con esos días vacíos, semanas, meses, años, que quedaron sin sentido de nada. Todo quedó así, pegoteado en esa melaza de recuerdos que se convierten en puñales con su ausencia.
El breve silencio, vibrando entre reflexión y sorpresa, lo disipó la mujer, que fiel a su género y, a pesar de su vida sin muchos bocados de ternura… y tal vez por eso mismo, le dijo: Hombre, yo no sé si alguna vez alguien me trajo en su pensamiento con esas palabras, parece un tango. ¡Mire que tuve enamorados!
La charla tenía un par de invitados que, obedeciendo a esa condición de animal gregario, se iban arrimando para que sus orejas no sufrieran más el tironeo de la discreción.
-Usted no entiende, esto es mi vida, lo único que queda de ella. ¿No está pronta ya?
-Vaya hombre, vaya, ahí esta su Yaro…o Celeste, limpita, esperando verlo.
                                                                                       ***
La puerta del cuarto estaba abierta, el hombre entró arreglándose el cuello del saco, sosteniendo el sombrero como si fuera un volante, apretándolo contra esa parte del pecho que duele cuando la vida es cruel, anunciándose con los ojos llenos de una tristeza insondable.
- ¿Dónde está mi nena? ¡Mirá como vine a tomar ese te! Traje mi gorro de fedora y todo, el gacho que te gustaba tanto como me quedaba. ¡Hoy sí, tengo que estar invitado!
Las paredes blancas, tenían un tornasol rosa, el recordaba que había echado unos sobres de entonador dentro del balde de cal en pasta. La idea era que el blanco se tornara ese rosado favorito, pero quedó como un marfil, con un mensaje subliminal tenue, cada vez que el sol de las 5 pm le daba luz a la pared.
En el techo aun colgaba el pitón para armar el tul, sobre el espacio donde la cama de madera ofrecía un puesto de avanzada para mirar la lluvia a través de la ventana. 
Esa ventana, por donde admiraban los aguaceros, planeando un futuro que, seguramente, no contemplaba ninguna de las cosas que un futuro verdaderamente trae.
- ¿Y no vinieron amigas a la visita? Mirá que te lo digo siempre, podés invitar a quien quieras.
En la esquina estaban los paños de colores, tapando el baúl con los disfraces, para las tardes de actuación. Los levantaba y se perdía entre los arabescos de la tela, reviviendo los personajes, con los que le había tocado interactuar cada vez que a Celeste se le daba por darles un ratito de vida.
-Me imagino que el agua ya estará caliente.
Sus ojos se entretuvieron en la esquina donde la pared de la ventana se juntaba con el techo. La lluvia teñía de gris humedad al rincón, preocupándolo, en la obsesión de recordar cuando había sido la última vez que había arreglado esa fisura.
Le pareció ver incluso la guitarra esmaltada detrás del roperito blanco.
-Ella se empecinaba en tocar esas canciones en inglés. Solo ruido – pensó con media risa en su boca – guitarra y tres clases.
Reculó dos pasos y dejó que su cuerpo se inclinara, haciendo sonar sus rodillas, sentándose en la cama que le pareció más baja, endeble. Desfiló su atención por las patas del lecho y no le parecieron los apoyos de siempre. Los apretó, clavándoles las uñas, buscando las marcas que habían hecho una vez con un cortapluma para mostrarle de que color era la madera debajo del barniz oscuro…
“Barniz oscuro... Estas patas, son verdes, mal pulidas, redondeadas.”
El vértigo le subió desde los testículos hasta la boca, dejando a su paso el estómago en ruinas trastocadas.
El ruido del baño lo distrajo durante lo que dura un montoncito de parpadeos, para que después, el aturdimiento, tomara por asalto nuevamente a la situación. El lugar ya no era conocido.
“Este no era el dormitorio de Celeste.”
Había perdido de vista toda referencia, los colores de las paredes caían craquelados, como cáscaras de huevo, la ventana oscurecía su luz y se tornaba en la puerta de un placar sucio, pintado de salpicaduras y moho.
La puerta del retrete se abría de par en par en ese momento.
“¿Y ese baño? ¿Qué mierda hace este baño en el medio del dormitorio”
Su conciencia sometía a sus ojos a un ejercicio de sustituciones y desvanecimientos que lograban hacer girar los techos del cuarto tan rápido como gira este mundo.
La mujer, se desplazaba por la pieza como si fuera la dueña del lugar, el desabillé colgaba de las carnes blandas. El la miró y desde la óptica alterada de su percepción, le pareció que la tipa se estaba derritiendo. Los géneros babosos de la prenda barrían al piso, deteniéndose cada vez que su modelo dictaba una pausa en su andar.
¡Celeste! ¡Linda, soy yo! ¡Mírame, vine a jugar, como siempre, como cada tarde desde que hay tardes nuestras! Soy yo…Papá.  
¿Querés contar estrellas? ¿Que te enseñe a usar otra herramienta? No tengo todo el tiempo que una vez tuve, ya no. El mismo tiempo se lo tragó, hay que aprovechar, ya no tenemos tantos ratos… ya quedan menos.
De espaldas a él, Yaro se desgreñaba a fuerza de cepillo frente al dressoire, con un pucho pegoteado a su labio inferior. Acomodándose los pechos, se giró para mirar al hombre. Sus ojos amojamados de tanta vida se entrecerraron, reconociendo las facciones del tipo que, desde su cama de trabajo, le hablaba.
Cerrando el ojo por donde el humo trepaba a su rostro, dejó que su voz carraspeara:
-Mi amor. ¿Vos no sos el del canal del estado? ¿El del programa ese que dan bien tarde?
                                                                                      ***

viernes, 3 de mayo de 2019

Diario intimo. Belén Haymes.


La niña que habita allá en lo último de mis entrañas, me dio su permiso para publicar un fragmento de su vida que tuvo lugar para ser exactos, en el año 2011.


“Octubre 15.
Hace pila que no uso mi diario íntimo, primero porque ya creo que estoy grande. 
El año que viene ya entro al liceo y dicen que desde ese momento te cambia la vida, tus amigos de la escuela apenas te van a saludar y tenés que prestarle atención a 12 boludos, usar lapicera y un montón de estupideces más que dice mi madre.
Re cualquiera, mis amigos son mis amigos y lo van a seguir siendo para siempre aunque ahora que pasó esto como que tipo me siento re sola y los necesito.

No sé si quiero escribir esto porque todavía siento que fue un sueño y escribirlo lo va hacer real. 
Capaz que en unos años alguien lo encuentra y hace una película, yo no creo que lo encuentre porque no sé qué voy a hacer, no paro de pensar en terminar con este momento de mierda.
Resulta que la otra vez a la salida de la escuela todo normal, el tipo de las manzanas acarameladas como siempre y los auriculares enchufados, porque me voy sola y me da asco lo que me grita el obrero de la esquina de casa. En una de esas veo que mi madre me vino a buscar y no entendía nada, pensé que en una de esas había quedado para algún casting de actuación y nos teníamos que ir a Montevideo, pero nada que ver, ni me hablaba. No le di bola porque me gusta estar en mi mundo, yo me pondría los auriculares hasta en un asado familiar.

Cuando vi que llegábamos a la casa de mi padre se me paralizó el mundo, pensé que sí o sí se había muerto alguien, tipo re cualquiera, jamás haría eso, lo primero que pensé fue en mis abuelos, mi miedo más grande, que se me mueran la nana o el tata.
Ese pensamiento se hizo muchísimo más grande cuando entré y estaban todos llorando y ahí me quebré, pero de la felicidad porque mis abuelos estaban ahí, aunque seguía sin entender nada.

Me dijeron que prendiera la computadora y ahí me cayó la ficha, no quería, se habían enterado, la que se me iba a venir. Me acuerdo de haber cambiado la contraseña de fb para evitar este momento porque era muy evidente, nacional123 o algo de eso, me hubiera hackeado cualquiera de los pendejos de mi clase o los de 6to A, lo que me olvidé fue de esconder bien el papel donde la había anotado. Fue mi culpa por no haber ocultado bien las cosas. Culpa mía porque mi madre no confía en mí y si vienen 500 pesos de internet algo raro hay, culpa mía porque acepté a un pibe de 23 años que no conocía. Vamos, quien no tiene a alguien en facebook que no conoce? Y me dijo que capaz que para que el que me gusta me diera bola, le tendría que mandar una foto mía en bombacha. Según él tengo casi 11 y ya tengo tremendo lomo, y por como hablo y la cabeza que tengo parezco más grande.
En una de esas capaz tiene razón, yo no me acuerdo de llegar de la escuela a tomar la leche y mirar Casi Ángeles, me acuerdo de sacarme la túnica y la moña deshecha para tener que hacerme cargo de situaciones de mierda, a pensar como un adulto. Estar atenta a que nadie me vea los brazos todos cortados, de ultima puedo encajar que me arañó el gato de la vecina o que pelotudeando me enganché con el tejido. La verdad es que no tengo gato, pero nadie se da cuenta, y tampoco tengo tejido con alambres de púa pero bue, mentiritas piadosas, mirada de angelito y nadie se da cuenta.

En fin, ese día un quilombo, mentiras por todos lados y muchas más cosas que nadie se da cuenta, como que voy a llegar a mi casa y mi madre no se va a dar cuenta que le voy a agarrar una gillette la voy a romper y me voy a dibujar un caminito vertical en la muñeca, como una foto que vi en fotolog y me voy a acostar a dormir, o que cuando el abuelo no esté voy a agarrar la pistola que tiene escondida que todos sabemos que no tenemos que tocar nunca. O me rateo un día de la escuela y me cuelgo de algo.

Nadie se va a dar cuenta, porque no quiero que se den cuenta, porque ya sé que es mi culpa. Soy una decepción, no quiero que carguen más con la pendeja de mierda que miente que va a lo de las amigas y se va a la plaza, que la llevan a la matinée y vuelve toda pinturrajeada, mis padres no se dan cuenta que les digo que el otro me dejó salir cuando no fue así y los dos están de acuerdo con algo que jamás fue cierto, que pasa todo el día en la computadora y en el carné tiene bueno regular, que no salió abanderada ni en pedo.

Dijeron de hacer una reunión con la maestra, la directora y los padres de mis amigas y no se van a querer juntar más conmigo, eso también va a ser mi culpa y me la banco, nadie se merece una amiga así. Cuando mis primos se enteren, mi culpa y cuando los amigos de mi padre.. Como dijo él: “van a pensar que sos una puta”, y también va  ser mi culpa, no tener más facebook hasta que sea mayor de edad, mi culpa, ser la decepción de la familia, mi culpa, si abro las piernas y tengo un hijo a los 13, mi culpa, si voy de pollera a la escuela y el obrero me grita algo, mi culpa.
A veces pienso, si a los 11 años tengo un millón de culpas, no quiero llegar a los 20 y tener el doble de culpas, la verdad loco que vida de mierda, pero, ¿adivina de quien es la culpa?”

                                                                       ***

Y en realidad nunca lo fue, el delito es responsabilizar la inocencia, culpar a la víctima, aprender a boxear contra la pared y un montón de años, para sacarse esa mochila.
Hace falta empatizar y darse cuenta de que tristemente, hay un montón de diarios íntimos en el mundo, se necesita que se hable, que se concientice y se deje de encubrir por vergüenza realidades familiares.
Educación y cariño.
Lo apacible de encontrarme con todo eso después de mucho tiempo, incluso después de aprender a vivir con la existencia de uno de mis miedos más grandes. 
Poder entender que ser mujer no te hace culpable de nada…
Ser una niña, mucho menos.