En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

miércoles, 29 de junio de 2011

Tacaño tacaño, no guapo!


Fue de casualidad que nos enteramos que sí o sí teníamos que ir a la calle de Seda (Silk street). Es que el día que partimos de Tokyo, dejando atrás un país del cual hoy en día me puedo declarar admirador y alcahuete oficial, llegamos a un Beijing nublado y lluvioso, lo cual junto al terrible smoke que hay constantemente en el aire nos creó un marco bastante poco alentador. Sumémosle que varios de nosotros, incluyéndome, no dormimos la noche anterior ya que nos quedamos tomando el último saque comprado con mucho sacrificio con las últimas monedas y armando la valija obviamente, por lo que el cansancio era terrible y la necesidad de recorrer algún lugar para no quedarnos en la pocilga de hostel en la que estamos era inminente.
Llegamos a un aeropuerto gigante, a un país tan inmenso como un continente entero, con una historia milenaria que no se ve reflejada en la cultura de su gente, y de arranque comencé a sacar mis precipitadas conclusiones: Si algún día tienen la oportunidad de venir por estos lares, jamás, jamás de los jamases vayan primero a Japón y después vengan a Beijing, no lo hagan! El choque es tan terrible como si te llevara puesto un Shinkansen en su máxima velocidad. Pasar de la perfección hecha realidad, del respeto constante, de la sonrisa permanente a un montón de individuos mugrientos, agresivos, gritones, mal educados, mal humorados, en una país que contiene nueve de las diez ciudades más contaminadas del mundo, donde el auto prevalece ante el peatón, donde parar a alguien para preguntarle algo en la calle es todo un desafío, y que cuando se logra sea prácticamente imposible que te entienda o haga el esfuerzo por ayudarte sea un sueño lejano, es muy duro. Aunque hay algo común entre ambos países, al menos en esta época: el cielo gris. Hace más de dos semanas que no veo el sol, lo cual es fundamental en la percepción que tiene uno de los lugares. Recordando las sabias palabras de mi amiga Pampillón, "el sol es el primer antidepresivo natural", por su factor psicológico y por su aporte de vitamina E. Otro de los temas fue pasar de ver el enjambre de minones a hacer un esfuerzo para que ellas parezcan lindas en la cabeza de uno. Leo lo que escribo y sueno a faccio, pero es simplemente la descripción de lo que vivo día a día. De todos modos, todo esto es parte de lo más interesante del viaje, el continuo salto de un mundo al otro, del pasaje de una dimensión a la otra utilizando la siempre útil teletransportación aérea y de la re acomodación del consiente y el subconsciente a mundos tan diversos en cuestión de horas. Debo confesar que aún no he encontrado mi rincón en China, ni mi espacio personal, ya que el hostel en el que nos hospedamos no me siento para nada cómodo. Se trata de otro de los tantos "aciertos" de nuestra comisión ejecutiva de la rifa, la cual entre tantas otras cosas, le ha pifiado de manera notable al tema alojamientos. Que se entienda que nadie pretende lujo alguno, pero una cama relativamente cómoda y un baño limpio es lo menos que se puede pedir. Pues en este caso me encuentro en una cucheta cuyo colchón tiene un espesor de 2cm, lo cual equivale a sentirse como si estuviera durmiendo en el piso. Las duchas están permanentemente inundadas logrando así un perfecto baño de inmersión en un criadero de hongos donde bucean nuestros piecitos mientras cagar se hace casi una misión imposible ya que no contamos con ningún WC en el quinto piso donde estamos, sino con tazas turcas. Es así que uno se acuerda de los detalles nipones donde la accesibilidad era total para todos, incluyendo los inválidos que pueden circular por la ciudad sin problemas ya que todos los cordones tienen rebajes específicos, o los baños públicos o de hoteles que están calculados para ellos. Yo no estoy inválido, pero apenas he podido hacer mis necesidades ya que luego de ciertos segundos el dolor de rodilla se hace insoportable por lo que hay que interrumpir el acto para descansar y seguir después. Así estuve un par de días hasta que pesqué uno de esos típicos rumores que se corren en todos lados: "en el segundo piso hay un WC"!!! Fue la salvación!
Pero no todo es gris. Luego de dos semanas volví a comer frutas y verduras. Lo primero que hice al llegar a Beining fue comprarme medio kilo de cerezas y bananas y emocionarme por la diferencia de precios con respecto a Japón donde todo es prohibitivo para nuestros presupuestos. Aquí he vuelto a alimentarme, a tomar cerveza sin que me duela en el alma e incluso poder darme algún que otro gustito, como por ejemplo comer en un "Persian Grill", un restaurante iraní que encontramos donde nos partimos la boca. Las comparaciones son odiosas, lo sé, pero también son necesarias. Debo decirte vieja que te quedes tranquila, que ningín "Ghorme Sabzi" del mundo iguala al tuyo, y debo decirte viejo que te quedes tranquilo, ya que ningún "Kabab" se iguala a los tuyos. Decí que este restaurante lo encontramos el último día...
...Aquel primer día, cuando llegamos, estaba lloviendo y decidimos salir igual a dar una vuelta. No sin antes putear por llegar muertos, con nuestras valijas y mochilas al hostel, donde tuvimos que subir cinco pisos por escalera ya que no había ascensor. De nuevo el tema de la accesibilidad estuvo latente. Salimos, y recorrimos la avenida principal, encontrándonos con el edificio del China Central Television Headquarters del amigo Koolhaas, edificio ícono de la zona. Pero nos percatamos del problema que nos acompaña todos estos días: el smoke y la niebla. Llegar hasta estos edificios y no poder verlos bien es fastidioso, y no poder sacarle una foto que salga relativamente bien es aún más molesto. Lo cierto es que así fue la cosa, por lo que luego de mojarnos y no poder acceder a este edificio, alguien nos comentó que deberíamos ir al "Silk street", y no teniendo nada mejor que hacer decidimos optar por esa opción. Fue de este modo que caminando, preguntando sin obtener respuesta a decenas de chinos por fin fuimos a parar a dicho lugar, de casualidad, ya que estábamos buscando un refugio por la lluvia. El "Silk Street" no era una calle como yo pensaba, sino más bien una superposición en varias plantas de lo que sería la "Expo Vazquez", llena de vendedoras chinas y extranjeros dejando sueldos enteros! Sí señor, este era el lugar sobre el cual había escuchado cuentos varios. De pique me llamó la atención el hecho de que al entrar las chinitas nos comenzaran a acosar con un gracioso "Hola amigo, mila mila, blato blato pala ti, amigo"! Sí señor, las tipas se aprendieron las palabras base en varios idiomas para poder atraer a los clientes. Nos introdujimos en un mar de canales donde me acordaba de la prenda de los juegos de la niñez y la adolescencia, cuando al perder en el veinticinco, uno de los castigos era el puente chino, donde tus amigos de ponían en dos filas al estilo "cortejo de cumple de quince" y vos tenías que pasar por el medio para que te cagaran a patadas. Acá no te tiran patadas, pero de un lado y otro, permanentemente te acosan los vendedores, gritándote "Guapo, amigo, blato", agarrándote de la mano o simplemente metiéndote los productos en la jeta para que tengas que parar sí o sí. Y vos vas pasando como una liebre entre los lobos, mirando, observando, siendo atacado por una infinidad de ofertas donde de seguro alguna te va a agarrar y enganchar. Es un lugar donde es imposible zafar para gente poco consumidora como quien les escribe, imagínense aquellos que van y se compran de todo en un Shopping en Montevideo. Aquí se encuentran desde chucherías hasta Ipods o joyas, pasando por artesanías, ropa, championes, zapatos, valijas... yo creo que si buscas bien hasta podes encontrar una chinita que esté a la venta.
Así fue que empezamos la eterna batalla del regateo, donde por regla uno siempre sale perdiendo, pero cae en las garras de los habilidosos vendedores que te embaucan de tal manera que vos te vas sintiéndote crack por haberles bajado en un 500% el precio inicial. Vos vas pasando y ves un saco que te gustó, obviamente ya tenés tres vendedores alrededor, de los cuales una ya te está hablando en el idioma que prefieras, en nuestro caso una mezcla de español e italiano.
Vendedora: Amigo, amigo, mila, mila, saco blato pala ti - seguido del discurso de la buena calidad -
Vos: A ver... how much? Cuánto?
Vendedora: Solo pala ti amigo - y saca la calculadora para no quemar todos los pelpa con los demás vendedores y clientes, y en la calculadora se ve un 2500.
Vos: Qué? jajajajaja... no no, thank you, impossible - e inmediatamente pasas a hacer el cálculo en tu cabeza multiplicando el monto por 3 para obtenerlo en pesos uruguayos mientras amagas a irte -
Vendedora: Amigoooo, ven amigo, guapisimo. Dime tú - y te ofrece la calculadora para que vos escribas cuanto pagarías mientras te sigue hablando en una mezcla de inglés, español, italiano y chino sobre la calidad de lo que estás comprando -
Vos: - Ponés 100 en la calculadora - Esto es lo que puedo pagar.
Vendedora: Amigooooo, noooo. Ta loco, ta loco! - y te saca la calculadora de la mano y digita otra cifra mientras te dice... - Pala ti guapo, 2000.
Vos: No no no no, tas loca. Maximo 100. I´m poor (soy pobre), from South America, Uruguay, poor people.
Vendedora: Finito finito cuanto? (haciendo referencia al precio final que pagarías). Pol favol amigo, 100 muy poquito.
Y así entras en una discusión eterna mientras vos amagas a que te vas, ella te agarra, vos le explicas que sos estudiante, de Sudamérica, que no sos de los europeos que van y dejan la guita ahí porque ya de arranque el precio inicial que les ofrece el chino les parece barato. Y ellas te putean: Tacaño, tacaño, loco! Así te putean y te pellizcan, y ahí depende de tu cancha de que se enojen o no.
Yo: I´m a student, poor student.
Vendedora: Tacaño, loco. Tacaño tacaño, no guapo!
Yo: Tacaño y guapo - haciendo una guiñada -
Vendedora: hahahaha - se rie - No guapo, tu tacaño.
Yo: No tacaño, pobre, poor... y guapo! Tu beautiful, yo guapo.
Y así, entre risas, coquetería barata llorando la milonga de un lado y otro hacés que te vas definitivamente y cuando te alejaste lo suficiente para salir del territorio virtual de ese puestito después de que ella te fue bajando el precio hasta 500, te grita: Ok, ok! Te mira con cara de frustración y te pide que vayas, ya que por regla ella no puede traspasar el límite de su puesto para ir a buscarte. Vos, te haces el interesado y volvés.
Vendedora: Ok, ok. Tacaño, 100 pala ti.
Vos: - contentísimo, sacas los 100 y se los das con una sonrisa - Thank you.
Y te vas contento, por haberla bajado de 2500 a 100, sintiéndote el campeón del regateo mientras la china se lamenta de que no fueses italiano y pagaras 2000, pero por dentro se regocija porque lo que vos pagaste 100 valía 20 y le sacó 80 de ganancia!
Y así pasaste horas ahí adentro. Algunos agotados del regateo, enojados, contentos, dependiendo de cada cual. En lo personal jamás aguantaría más de media hora en una feria o un centro comercial de ningún lado, pero dentro del mercado de la seda llegué a pasar cuatro horas, de las cuales un rato estuve comprando cosas, mientras la mayor parte del tiempo me pasé riéndome, jodiendo a las chinas, preguntándoles cosas, enterándome que la gran mayoría se casan a los 18 años, intenté conseguir una novia china que no pude ya que me mostraban el anillo o la foto de un niño, o por aún: lo llevaban adentro!
Ese fue un poco el refugio que encontramos dentro de una ciudad donde los niños llevan puesto un pantalón que les deja el culo al aire, porque en cualquier momento sus madres los levantan para que ellos defequen tranquilamente en la vereda para seguir caminando lo más panchos con el culo sucio, lo cual supimos ver incluso en adultos que cagan indiscriminadamente en los canteros de las calles. Aquí nos costó aprender a cruzar la calle al estilo de ellos, refugiándonos por lo general detrás de algún chino o masa de chinos que cruzaran. Vimos la ciudad prohibida que me generó menos entusiasmo que un poquito, donde lo más interesante fue subir al recinto en la colina donde se suicidó Mao y desde donde se ve toda la ciudad. Supimos visitar la villa olímpica, un derroche sin precedentes de dinero que se usó durante las tres semanas que duraron los Juegos Olímpicos del 2008, aquellos que vi en las pantallas mientras trabajaba en las italianas mañanas sabrísticas.
Sin dudas, lo mejor que hicimos fue escalar la Gran muralla china. Es curioso que el lugar que más haya disfrutado haya sido justamente el más turístico y comercial del mundo, pero lo cierto es que su magnificencia te gana, sea como sea. Llegamos cerca del mediodía, la horda de 200 uruguayos para sumarnos a los miles de chinos y europeos que andaban en la vuelta. Fue en la entrada que tomé la decisión correcta, al ver que hacia la derecha había muchas banderas y una infinidad de gente, detrás de la cual iba la generación entera, mientras que a la izquierda no había nadie más que algunos chinos bajando. Me pregunté si se podría ir hacia la izquierda y cuando le pregunté a una china me dijo que sí, pero que todos iban para el otro lado porque era menor la pendiente. Fue ahí que opté por ir por la izquierda, yo conmigo mismo, Apu y Jack subiendo por la gran muralla, alejándome del ruidoso y molesto enjambre humano que se dirigía hacia el otro lado. Me costó la carga de baterías que tenía, ya que obviamente se trata de una construcción milenaria muy rústica, con pendientes casi intransitables y escalones incomodísimos en algunos tramos. Sudé la gota gorda pero subí, para encontrarme con otro pequeño puñado de compañeros que habían tomado la misma decisión que yo, y entre fotos, chistes y bobadas pasamos un rato entre las verdes montañas chinas, observando y respirando siglos de historia.
Ahora me encuentro en el avión de China Eastern, terminando esta crónica mientras vuelo hacia Shanghai con un chino con un aliento terrible que va a mi izquierda, desnucado, durmiendo con la boca abierta desde donde sale un olor insoportable y pienso en que aún no pude enviar la crónica anterior ya que fue imposible obtener una pizca de conexión durante estos días.
Desde algún otro rincón de Asia vendrá la próxima crónica.
Salute


lunes, 27 de junio de 2011

El Tigre y el Dragón: Crónicas Niponas IV La Despedida



La conclusión que sacamos se puede resumir en las sabias palabras de Rolo: Osaka es una ciudad de Japón, mientras que Tokyo es una ciudad del mundo. Ambas fascinantes, nos mostraron dos caras distintas del país cuya mayor parte está cubierta por montañas inhabitables. En estas dos semanas supimos estar en la región del Kyushu al sur, en la región de Kanto y la de Kansai, pasando por ciudades como Osaka, Kyoto, Tokyo, Yokohama, Hyogo, Fukuoka y tuvimos la intención de llegar al monte Fuji pasando por Otsuku y el pueblo de Fuji en un fracasado intento que les contaré a continuación. Supimos vivir diversos paisajes, algunos ajenos a las imágenes preexistentes en nuestras memorias, otras archi-conocidas que adquirieron la tercera dimensión y pudieron ser percibidos con todos los sentidos, siendo partícipes del lugar.
En todos lados fuimos testigos de la ilimitada amabilidad del japonés, de su respeto propio y hacia el extranjero, de su perfección, de sus costumbres "raras" (catalogando lo raro como aquello distinto a lo nuestro) y fuimos parte de una masa de armonía, paz y estilo de vida occidental japonizado sorprendente, donde los mínimos automóviles apenas superan la cantidad de bicicletas que circulan por las calles.
La arquitectura que vimos se resume en tres nombres: Tadao Ando, Toyo Ito y Kenzo Tange, teniendo como figura de destaque femenino a Sejima de quien ya habíamos visto obras en los Estados Unidos. Paradójicamente, me pareció que una de las mejores obras que vimos en Japón es de un uruguayo, Rafael Viñoly y se trata del Foro internacional de Tokyo. Una arquitectura macro de una potencialidad impresionante con un programa destacado en una de las capitales del mundo. Pero a esto se sumó la arquitectura internacional de Tokyo especialmente, con sus edificios de marca como la tienda Prada por ejemplo de Herzog & De Meuron contrastando con la arquitectura tradicional de los templos y los palacios imperiales que tanto nos impactaron, esos lugares del "verdadero Japón" que nos recibió especialmente en los primeros días.
Dos semanas nos alcanzaron para embebernos de este país maravilloso donde lejos se está de la paranoia de la catástrofe nuclear, donde nos mojamos con una supuesta lluvia radioactiva y vaya uno a saber cuántas cosas más. Cada uno lo tomó a su manera, con diversos grados de precaución por si las moscas. En lo personal no consumí frutas ni verduras prácticamente más que alguna colada en alguna hamburguesa, pero tampoco toqué los pescados y los mariscos a excepción de la noche de mi cumpleaños en lo de Hiroshi Hara compartida entre otros personajes con El Huevo con su toque característico a las reuniones fiesteras, ya que esa noche tenía una capa anti radiación por ser mi noche. Pero de verdad que de la comida fue todo un tema, por un lado por las supuestas restricciones alimenticias sobre las cuales estuve leyendo previo al viaje, donde además de todo lo anterior entraban los lácteos los cuales tampoco consumí. Básicamente podría decir que comí como el culo estas dos semanas y que apenas llegue a Beijin me voy a comer una fuente de frutas y me voy a tomar catorce litros de leche! Pero más allá de las restricciones, el tema de la comida seguirá siendo todo un tema en este país donde es tan difícil encontrar gente amarga como obesos o gente pasada de peso. La gran mayoría de la población es flaca o muy flaca y si uno ve lo que comen entiende el porqué de la flacura. Aquellos que me conocen saben que yo no soy de los que comen más precisamente, pero les puedo asegurar que una porción de comida japonesa no alcanza ni para picotear. Los primeros días de hecho, consumimos la comida local, hasta que el tercer día nos dimos cuenta con el Rolo que ya casi no podíamos caminar y nos tuvimos que comer dos Snickers cada uno para fortalecernos un poco. Los alimentos en general consisten en arroz o fideos acompañados de algún tipo de vegetal, pescado o cerdo, pero las cantidades son absurdas para nosotros, al igual que los precios, por lo que pagar 800 yenes ($200 uruguayos) por un platito para un niño de cinco años no es negocio, lo cual nos llevó a algo que ninguno de los que me conocen me creería: comer en McMierda varias veces durante estas dos semanas, lo cual sumado a las veces que tuvimos que consumir dicha porquería en paradas de emergencia en alguna ruta norteamericana es una barbaridad que supera todas las veces que acudí a dicho lugar en toda mi vida. Dicho proyecto de hamburguesa se vio complementada por algunos refuerzos de algún tipo de fiambre improvisado o platitos de fideos con tuco o similar preparados por los supermercados. Así pasé estas dos últimas semanas, deseando comer una ensalada, un guiso, un churrasco... y ni que hablar de una parrillada con chinchulines y molleja crocantes con limón...mmm...me encanta!
Dentro de las tantas cosas que nos llamaron la atención, además de la seguridad en las calles, la serenidad de la gente y todo lo demás, es que en los lugares de comida rápida como por ejemplo McMierda, los empleados no son pibes estudiantes explotados que son cambiados todos los días por la gran multinacional, sino que nos hemos cruzado con señores que con nuestra lógica parecerían comerciantes detrás de una vidriera de una relojería por ejemplo, pero aquí uno los ve con el ridículo gorrito con la M trabajando a una velocidad sobrehumana para entregar en breves segundos un combo. Por supuesto que todos lo reciben a uno de una manera tan agradable como en los Family Mart o los Seven Eleven, con un cantito muy dulce y gracioso, en una especie de versito de cortesía ya armado a la gran "Seiborg Italia, Sono Alí, posso avere il tuo nome per favore?" pero en ponja y adecuado a la situación. En algún punto ellos hablan solos mientras pasan los productos por el scaner, pero luego de dos semanas hemos llegado a deducir que siempre dicen más o menos lo mismo y por pura fonética ya sabemos como y cuando responder a cada cantito seguido de un acto de reverencia múltiple agachando la cabeza y el torso hacia adelante. Es inevitable salir de uno de estos lugares repitiendo la seguidilla del: "kozaimaas...hai-hai-hai ... shunukukoiaaa..kozaimaaas hai..hai...kozaimaas".
Dentro de todo lo que habíamos visto de Japón, de su cultura, de su gente, de su arquitectura, nos pareció pertinente con el Rolo hacer un par de visitas obligadas no tan concurridas por nuestra generación de futuros arquitectos: ir al monte Fuji y al Estadio Olímpico de Tokyo. El primero por su espectacularidad y por lo que significa para el pueblo nipón mientras que el segundo es un lugar de valor arquitectónico relativo, pero de gran significación sentimental para nosotros que somos bolsilludos a muerte, pues se trata del estadio donde el glorioso Club Nacional de Football supo dar la vuelta olímpica ganando dos de las tres copas intercontinentales. Así fue que en una jornada autoprogramada salimos de recorrida donde uno de los puntos fue justamente el Estadio. Notamos al llegar que había un movimiento inusual con muchos enanos de jardín ponjas en la vuelta y siendo un Domingo supusimos que se trataba de alguna jornada cerca del Estadio. Para nuestra sorpresa, entramos como pericos por nuestra casa directamente a la cancha, al campo de juego, minado de pequeñas ratitas que nos demostraron que el baby fútbol es igual en todos lados del mundo: una pelota y ambos cuadros completos corriendo tras ella sin importar una posición en la cancha, con el infaltable y típico garronero que espera atrás de los otros para ver si pasa la pelota para pegarle un puntazo hacia cualquier parte. Así recorrimos la cancha, con las camisetas puestas en el día previo a la final donde Defensor volvió a comer con papá. Allí estuvimos, donde estuvo Victorino, Ostolaza, Gomez y tantos otros levantando la copa hace ya tantos años.
 De hecho compartimos un momento con los entrenadores de los pequeños ponjitas que correteaban por ahí, charlando de fútbol, de los jugadores de Uruguay y de aquella última intercontinental. Nos sorprendió cuando ayer, en el segundo intento fallido para entrar al Gimnasio Olímpico de Tokyo un ponja que hablaba español nos dijo que un par de días atrás habían estado dos uruguayos hinchas de Nacional en el Estadio con sus compañeros, a lo cual con una gran sonrisa de quien cree ser famoso respondimos que se trataba de nosotros, y nos despedimos con reverencias varias de ambas partes para pasar por al lado de los cuervos mascotas de peluche gigante que estaban con las camisetas de Japón. Es que en nuestro segundo intento fallido de entrar al gimnasio, había un partido de Footsal de Japón Vs República Checa. Algo que habría que investigar al margen de todo este relato, es el porqué de las ganas que le dan a uno de golpear a las mascotas gigantes con sus rostros sonrientes, es como que toda esa masa de polifón y material blando invita a ser golpeada una y otra vez con el puño hasta el cansancio. Obviamente no lo hicimos porque estaríamos tras las rejas en este momento.
Nuestro intento de ida al monte Fuji no fue igual de exitosa que la excursión anterior, ya que luego de varios enganches de la línea JR (saludos para Juan Ramón) llegamos a Otsuki para hacer el último enganche cuando nos enteramos que el tren que salía hacia Fuji no pertenecía a la misma línea, por lo que nuestro pasaje de solo ida costaba unos 1400 yenes, el equivalente a unos $450 uruguayos, los cuales no teníamos en ese momento. Es que como les conté en la crónica anterior, en Japón el viático nos quedó cortísimo, de hecho tuvimos que poner al rededor de 80 o 100 dólares de nuestros bolsillos para mantener un ritmo de vida relativamente normal, sin grandes lujos, manteniendo la dieta antes mencionada, sin frutas, sin alcohol prácticamente, sin salida de boliches, etc. La cuestión es que nuestra ida a Fuji se vio frustrada en el pueblito de Otsuki, hermoso dicho sea de paso al igual que el trayecto en metro que hicimos para llegar, en el medio de las verdes y rocosas montañas de Japón, donde en cada rincón relativamente horizontal se aglomeran las mínimas casas de hogar rodeadas de plantaciones de arroz, algunas de ellas atravesadas por cascadas naturales producto del deshielo de la primavera, una zona indescriptible y hermosa donde el factor común es la paz y el contacto directo con la naturaleza, en una cultura que venera la tranquilidad, la armonía y el equilibrio. De ahí, el salto conceptual es enorme cuando se pasa a las zonas céntricas de Tokyo, donde como dije antes uno se siente en una ciudad del mundo, aunque siempre con un toque japonés inigualable. Presenciar los múltiples cruces con cebras gigantes de la Shibuya Station la cual, seguramente alguna vez vieron, en alguna foto o video, es algo que no se puede explicar con palabras. Se trata de varios cruces de anchas avenidas, concurridas en extremo donde el atractivo es ver y participar de la masa de humanos que cruza todos los cruces juntos a la vez mientras los autos esperan su turno. Es una experiencia recomendable aunque un poco tortuosa ya que en ningún otro lugar se ven tantas japonesas divinas juntas, es como que hay una por cada metro cuadrado, es increíble! Igual de increíble es el trato que hemos tenido con ellas, a quienes no perdemos oportunidad de preguntar algo en algún metro o en alguna calle, a pesar de que después de algunos días ya conocemos las líneas mejor que las de los ómnibus de Montevideo, en un lugar donde es prácticamente imposible perderse por la eficacia de los sistemas viarios y la precisa señalización existente, además de la extrema amabilidad de los japoneses la cual no me canso de destacar. Teniendo en cuenta que no hemos tenido mucha noche en Japón luego de la experiencia de Roppongi, el contacto más cercano que hemos tenido con las niponas ha sido ese. Con varias de ellas coincidimos en el mismo tren lo cual llevó inevitablemente a un interrogatorio múltiple con muchas sonrisas y gestos de cortesía de por medio, mientras entre dientes el comentario siempre era el mismo: "que divina que está... me llevaría una a casa de souvenir".
Y así se termina nuestra estadía en esta tierra que tanto nos cautivó, y hablo en plural porque no fue solo a mí que me dejó embobecido. Hay algo que ya es común a esta altura. Por cómo somos los humanos, cuando llegamos a un lugar nuevo buscamos marcar nuestro territorio, apropiarnos de él, aunque se trate de un rincón de una habitación y nos acostumbramos a él. Inmediatamente hacemos un reconocimiento de campo, lo estudiamos y empezamos a habituarnos a la cultura, al paisaje, a la gente, a todo. Haciendo este viaje estas capacidades se ven aún más estimuladas y los tiempos de adaptación son mucho menores que una persona normal. Es así que después de unos días uno siente la ciudad como propia y se desenvuelve con naturalidad. Y es así que en la última noche le viene cierto tipo de nostalgia por abandonar eso de lo que ya se apropió, pero también aparece el entusiasmo y las ganas de repetir el proceso de nuevo en ese nuevo lugar por venir. Eso nos pasa en este momento, mientras volamos en el vuelo de JAL hacia Beijin. Pero me atrevo a decir que por primera vez desde que salimos de Montevideo me cuesta tanto dejar el último lugar. Me atrevo a decir que Japón es un lugar al que me vendría a vivir, al menos por algunos años para probar, especialmente Osaka o Kyoto más que Tokio.
Beijin nos espera, mientras nos despedimos de un pueblo que tan bien nos recibió. Y nos vamos, con un montón de anécdotas y un pequeño apretón en el pecho, dejando la ciudad donde pasé mi cumpleaños y donde viví una experiencia inolvidable mano a mano prácticamente con el Rolo. Y me voy con la misma conclusión del principio, si hay un destino que no cambiaría en este viaje, ese, es Japón, la tierra del Tigre y el Dragón.
Hasta la próxima.

lunes, 20 de junio de 2011

El Tigre y el dragón: Crónicas Niponas III


Cumpliendo con Hiroshi.
Si alguien me hubiese dicho que mi cumpleaños número veintisiete iba a tener este desenlace, jamás lo hubiese imaginado. Para empezar, este debe haber sido el cumpleaños más largo de la historia. En este momento, son las 02:16hs del Domingo 12 de Junio en Tokyo, pero en Montevideo, recién termina el medio día para darle paso a la tarde del día efectivo de mi cumple, por lo que según mis cálculos mi pasaje de los veintiséis a los veintisiete estaría durando unas treinta y seis horas en vez de veinticuatro.
Todo comenzó hace meses atrás, cuando armando las guías con las obras de arquitectura del viaje, me cayó la ficha de que iba a cumplir en la ciudad de Tokyo. Increíble! Y fue ahí mismo que Adriana, aquella de la sacarocracia quien ya no nos acompaña en el viaje, me dijo que EL lugar para festejar tan "distinguido evento" era Roppongi. Hoy, meses más tarde me encontré en una situación absolutamente rara, ya que todo lo que tienen los japoneses me tiene sorprendido, por lo que no sabía qué esperar de la noche de Tokyo. Es que acá, hay muchos elementos que desafían nuestros parámetros para juzgar lo "normal" o lo "correcto", lo cual es un exquisito ejercicio para la mente programada a lo occidental, pues dentro de lo oriental, Japón es muy occidental, pero a su manera.
Las mujeres, extremadamente hermosas, van vestidas con minifaldas muy cortas, con peinados al gran estilo europeo y portan vestidos totalmente ajenos a lo clásico japonés, pero conservan ciertos gestos, miradas y movimientos totalmente atípicos para la mujer occidental. Para empezar, siempre sonríen y siempre te tratan con respeto, bueno, a veces con miedo cuando ven tres o cuatro barbudos de musculosa y short con mochilas que se les acercan para preguntar por una parada de metro mientras tres o cuatro más van apareciendo por ahí y la rodean juntando las cabezas sobre el mapa como los niños que intercambian figuritas en un breve recreo de la mañana escolar. Estas mujeres nos están enloqueciendo, ya que el porcentaje de aquellas despampanantes es altamente superior al que estamos acostumbrados (sin desmerecer a las uruguayas) con sus finos rasgos, rostros delicados y cuerpos despampanantes pero a pesar de todo no hemos logrado una integración tal que nos permita pasar a la segunda base. Esto tiene distintos motivos que explicaré en alguna futura crónica. Siguiendo con el país en sí, tienen un sistema absolutamente capitalista, pero adecuado a su manera de vivir y en un funcionamiento perfecto e inofensivo. Como decía, es como que tomaron el modelo pero lo perfeccionaron y aplicaron a su estilo de vida, logrando así un perfecto equilibrio del cual nosotros estamos cada vez más lejos. En dos semanas, aún no he podido encontrar un pin y un llavero para sumar a la colección que vengo teniendo de todas las ciudades, pues los "gift-shop" no abundan como en Estados Unidos. Los tipos tienen una ideología y una manera de encarar la vida muy distinta a la nuestra, solo así se puede explicar que a tan solo algunos meses del fatal terremoto todo funcione tan bien, y de que hayan pasado del imperio gobernado por un Dios viviente al primer mundo en cuestión de años luego de dos bombas que hasta hoy siguen doliendo como un puñal en sus conciencias. Estos tipitos de ojos rasgados y amabilidad extrema tienen un funcionamiento muy distinto al nuestro, a tal punto que si algo parecido llegara a suceder en nuestro bendito paisito, seguramente los índices de suicidio serían aún mayores que los actuales. A mi entender, el secreto de este mecanismo ideal es la conciencia, y el trabajo para el colectivo en vez del individualismo feroz al que estamos habituados nosotros, desde nuestro rol social, cívico como en las pequeños aspectos de la convivencia cotidiana. Se trata de dos culturas tan diferentes que hay cosas que son imposibles de entender para unos y otros. Es difícil para mi por ejemplo, entender cómo se le hace tanta propaganda al sexo en una cultura tan correcta y formal, mientras la nuestra, tan desestructurada tiene tabúes inexplicables. Es común ver las revistas pornográficas en su versión de mujeres de carne y hueso o dibujitos manga en cualquier kiosco o en las manos de algún japonés en el metro como si se tratara de Cien años de Soledad, y es común pasar y ver siempre cuatro o cinco pajeros leyéndolas, mientras las mujeres no se acercan. En los trenes, abundan los afiches con alguna ponja en bolas y letras en japonés que claramente hacen referencia a los sexual, y ahí van niños, abuelas, abuelos... Chusmeando el alfabeto japonés en un libro que encontró el Rolo en el hotel, vimos que la palabra esposo está compuesta por los mismo símbolos que significan "hombre principal" y que la esposa coincide con "dentro de la casa" o que la palabra mujer lleva el mismo símbolo que "escoba", lo cual además de traer al tapete los clásicos chistes machistas nos despierta la curiosidad sobre cosas que no nos cierran.
Con este tipo de incertidumbres, se me venía la noche de mi cumpleaños, lluviosa obviamente a pesar de estar del otro lado del mundo y en primavera en vez de otoño como sucede en Montevideo. La diferencia es que en este caso se trataba de una supuesta lluvia radioactiva que no sé quien se encargó de divulgar en el hotel anterior en Osaka, por lo que hubo gente que no salió, otros que lo hicieron con pilot y paraguas para tirarlos después y nosotros que salimos de todos modos, con nuestros paragüitas prestados en el hotel a festejar la noche previa a mi nacimiento. Así encaramos con el Rolo (incondicional compañero) y el grupete de varones con el que anduvimos en parte en Japón. Llegamos a Roppongi con algunas versiones contradictorias de lo que nos esperaba. Empezamos tomando alguna cosita a nuestro estilo, nada más alejado del estilo nipón que comprar las botellas en un Seven Eleven y tomarlas en el cordón de la vereda. Y fueron las 0:00hs del 11 de Junio, y salió la banda decidida a romper la noche, algo que nos faltó desde que empezamos el viaje prácticamente, ya que al contrario de todo lo que imagina aquel que está en Montevideo, lo que menos hemos tenido es noche. Somos criaturas diurnas, que salen temprano de mañana y vuelven de noche, liquidados y se conforman con tomar una por ahí, en algún cordón o en el hotel. Las razones: economía. Y la segunda razón, también economía. La noche en el mundo es exageradamente cara, especialmente para nuestros viáticos de los cuales hablaré en breve o con horarios distintos a los nuestros, como en Estados Unidos donde la noche terminaba cuando nosotros habíamos terminado de cenar y de bañarnos.
La caminata por las calles de la "zona bolichera" fue divertida, pero breve. Básicamente caímos en la cuenta de que para entrar a mover un poco el esqueleto se paga mínimo 3000 yenes, lo cual equivale a unos 750 uruguayos o unos 35 dólares. Para que se hagan una idea, el viático diario nuestro en Japón es de 28 dólares, lo cual es absurdamente poco e insuficiente. Me encantaría saber quien fue el que lo calculó, pero me atrevo a decir que le erró de acá a Pando (nunca mejor usada la expresión). Digamos que estos 28 dólares, equivalentes a unos 2100 yenes dan para comer apenas y tomar agua, pero si querés tomarte un par de metros, comer algo más que comida congelada o pagar alguna entrada a algún templo, te pasaste de los 3500 yenes lo cual es absurdo. Pero bueno, esos eran los precios de los boliches y más allá de que yo estuviera dispuesto a pagarlos por tratarse de mi cumpleaños no pretendía que mis pares lo hicieran también por lo que quisimos buscar algún pub o bar para pasar la noche. El problema surgió cuando nos encontramos solamente con estas discotecas, putas que ofrecían sus servicios o negros norteamericanos o nigerianos que a prepo nos querían meter en una especie de whiskerías para tomar, pagarle los tragos a las chicas y luego por sus servicios, dejando en un rato un promedio de 15000 yenes... nada más alejado de la realidad nuestra y de lo que buscábamos. Así paseamos, conversamos con algunas ponjas con quienes no pudimos intimar demasiado ya que ellas entraban a los boliches y seguimos dando vueltas. La noche terminó para nosotros muy temprano, y mientras los chiquilines decidieron sentarse a esperar el metro hasta las 5:00hs, el Rolo y yo decidimos tomarnos un taxi para retornar al hotel.
Así terminó la noche previa a mi cumpleaños, preguntándome en qué estaban pensando aquellos que me recomendaron Roppongi? Me preguntaba si pagaron por alguna puta japonesa, o pagaron las astronómicas entradas o simplemente se dedicaron a dar vueltas y vueltas por las calles, pero a mí la movida no me cerró y me pareció deplorable.
La noche del 11 fue diferente. Resultó ser que dentro de la mediocridad académica de este viaje, donde prácticamente no tuvimos contacto con ninguna universidad ni con arquitectos como en un principio pensé que íbamos a tener, surgió la posibilidad de visitar al arquitecto Hiroshi Hara en su estudio. Para quienes no lo conocen, se trata de un arquitecto japonés de unos setenta años, un viejo borracho y putañero que hizo entre otras obras el Domo de Saporo (estadio utilizado en el mundial del 2002), la terminal de metro de Osaka (cuyas fotos publiqué) y otras obras, en general de carácter de mega estructuras tecnológicas. Un grupo selecto de unos treinta estudiantes, la mayoría sorteados, otros colados y nosotros (los que hicimos las guías de viaje académico del bloque 1) fuimos hasta el estudio de este señor, donde nos esperó con una mesa ya armada llena de frutos del mar crudos y una amabilidad ajena a los arquitectos, quienes por lo general osan de un ego infundado generado por el autobombo y el de sus allegados. Hiroshi por el contrario, no fue un viejo pedante ni fanfarrón, sino que nos recibió y nos trató como uno más, se puso a tomar saque con nosotros, a charlar con su limitado y simpático inglés e incluso nos cocinó. Entre el humo causado por la cocina, en una casa de arquitecto que no contaba con extractor, botellas de saque, uruguayos medio mamados y un viejo bohemio arquitecto, sonaba Bajo Fondo y el arquitecto mutaba sentado pidiendo silencio para pasar a cantar con el resto de mis compañeros "happy birthday to you".
Y así terminó mi cumpleaños, cenando en la casa de Hiroshi, lejos de mis amigos y de mi familia, pero en una modalidad extraña, rara, irrepetible. Así me recibió Tokyo en mi día, sin fiesta, sin partuza, sin borrachera que era como yo había planeado pasarla, con algunos amigos en Vietnam y otros en Uruguay, con el Rolo y los chiquilines haciéndome el aguante para terminar en lo de Hiroshi Hara y llegar al hotel para enterarme que mi cuadro, que Panteras FC salió campeón luego de vencer por 3 a 2 a Crazy Tourne, remontando un resultado adverso en los últimos minutos. Y acá estoy, festejando solo y pudriendo al Rolo y a todo ponja que se me cruce, acordándome de los vagos del Baroffio seguramente molestos por los comentarios panteriles y a mi familia esperando un llamado mío que nunca llegó. Veamos que nos depara el destino... seguro se enterarán en la próxima crónica, seguramente la última desde Japón.
Salute!
Ali

lunes, 13 de junio de 2011

El Tigre y el Dragon: Cronicas niponas II


II - Nuevas amistades.
El grupo de viajeros va mutando, y el viaje en sí te lleva a deslizarte entre la gente y a estar con diferentes personas, a veces eligiendo, otras veces por azar. En mi caso como bien saben, fui el único del grupete de Estados Unidos que vino a Japón, aunque debo decir que vine bien acompañado del Rolo y Santi. En estos últimos días, el grupete se ha extendido y somos nueve varones, algo que extrañaba un poco, no desde el punto de vista que los pueda llevar a ustedes a la confusión, sino que como bien se sabe el trato entre los hombres es bien diferente que con las mujeres. Hechas estas pedorras reflexiones, les cuento que Japón ha sido el destino que hasta aquí más me ha maravillado.
Actualmente estamos hospedados en Osaka, en el hotel cápsula como les comenté antes, pero básicamente se trata de una simple sede logística, ya que la utilizamos como base para salir hacia otras ciudades utilizando el maravilloso medio de transporte japonés, como lo es el tren en sus diferentes versiones.
Todo comenzó hace un par de días, cuando salimos junto a la manada a eso de las 8:30hs, para ir hacia la isla Awaji, donde veríamos dos obras de quien en estos días ha sido nuestro arquitecto de referencia, Tadao Ando, logrando una sobredosis parecida a la que tuvimos de Mies Van Der Rohe en Chicago. El plan era hacer la combinación de trenes de siempre, desde acá hasta Imamiya, para enganchar el Loop line para ir a parar luego a la estación de Osaka para tomarnos el tren del tramo largo hacia algún destino. En este caso, debíamos supuestamente tomarnos un ómnibus luego del tren para enganchar posteriormente un ferry que nos dejara en la isla Awaji, y de ahí serían unos veinticinco minutos caminando hasta el Templo del Agua, lo único que nos faltaba era un viaje en camello. De esta manera arrancamos el tour, varias decenas de uruguayos, pasando de estación en estación y de tren en tren. Si hay un lugar donde se nota nuestra presencia es aquí. Por lo visto, Osaka no es una ciudad muy visitada por los occidentales, ya que los rostros extranjeros que vemos son los nuestros y no he podido encontrar una sola pieza de merchandising con el nombre de la ciudad. La realidad es que nos encontramos en una cultura sumamente respetuosa, donde siempre prevalecen los derechos del tercero sobre los de uno mismo, y así, en un efecto en cadena, la sociedad funciona de una manera maravillosa, ya que a diferencia de lo que sucede en la nuestra, todos tiran para el mismo lado, en vez de tirar arena para su propio costal. Los veo y pienso, qué lejos que estamos de lograr algo parecido. Entre los tantos códigos que manejan los japoneses, está la constante serenidad y calma que reina en todos los ámbitos, incluso en aquellos congestionados como lo puede ser una estación de trenes. El volumen en el que se habla es bajo, de modo tal que aunque todos estén hablando, no hay más que un insignificante murmullo. La cortesía es moneda corriente y una sonrisa está siempre antes de un ceño fruncido. En ese ambiente, donde la paz reina y todo funciona armoniosamente, cae la horda de uruguayos, gritones, excitados, agresivos, intentando coordinar las movidas grupales, tomando mate, riendo a carcajadas, colándose. Nos miro y nos veo tan agresivos y ofensivos que a veces me da un poco de vergüenza ajena, no por lo que somos ya que no hay nadie más orgulloso que yo del paisito, pero sí en la falta de consideración que tenemos y en cómo nos cagamos en todo y en todos. Así, contrastando contra todos y contra todo, nosotros copamos los trenes que funcionan con una puntualidad japonesa más que inglesa. Así invadimos sus espacios mientras recuerdo una película llamada "Las invasiones bárbaras".
Así, empezó esa mañana, igual que las otras, y el grupete dirigido por Salvador se dispuso a hacer las combinaciones necesarias. Un poco perdidos, un poco bobeando enganchamos los trenes necesarios hasta que nos bajamos en la supuesta última estación, para tomarnos el bus que nos llevaría al ferry. Ahí fue donde la cagamos por primera vez, ya que nos bajamos en un lugar donde lo único que no había eran barquitos. Nos dispusimos a caminar y algunos tomamos la posta para averiguar dónde estábamos y cómo íbamos a seguir. Fue un encuentro con cuatro personas distintas, cuyo único idioma era el japonés y nos vimos involucrados en conversaciones no correspondidas, donde ellos hablaban japonés y nosotros una mezcla de ingles y español, con dibujos de por medio y dedos índices sobre un mapa. Al principio nos desalentamos un poco porque las primeras personas nos cruzaban sus brazos en forma de X cuando hacíamos la asociación "Awaji Island - Ferry" en un claro mensaje de desaliento hacia nuestras intenciones. Este gesto fue uno de los que nos llamó la atención ya que cuando aparecen los antebrazos cruzados en forma de una X, se trata de un rotundo NO, ya sea para referirse a una negativa ante una pregunta o un simple mensaje de que vamos en el camino equivocado. El otro gesto del "NO" consiste en mover la mano delante de la cara, hacia un lado y hacia el otro, lo cual para nosotros sería un "como te hiede la catinga". Así, fue que seguimos preguntando, buscando una respuesta que convenciera a nuestros subconscientes que automáticamente eliminaban aquellas respuestas desalentadoras. Finalmente, caímos en un parque de diversiones, donde dos hermosas japonesas, amables, de sonrisas abiertas y miradas penetrantes fueron a buscar a una compañera que hablaba algo de ingles. Luego de agacharse hacia adelante en un gesto de amabilidad, nos indicaron nuevamente que ahí no había ningún ferry. Comenzamos a caminar cuando de repente vimos a una de las japonesas correr hacia nosotros. La tipa se pegó un pique, nos llevó un mapa y nos empezó a explicar algunas cosas que no entendíamos, por lo que nos pidió que esperáramos ahí y se fue corriendo.
- Esta es capaz de haber ido a imprimir mapas y cosas para traernos - fue mi reflexión.
Luego de unos minutos, la pobre volvió corriendo, ya agitada y efectivamente, apareció con mapas impresos del google maps, y nos empezó a indicar lo lejos que estábamos del puertito de los ferry, y nos indicó qué tren tomarnos, donde bajarnos y como llegar hasta allí. Atónitos, de que la chinita hubiese dedicado diez minutos de su tiempo y se hubiese corrido tres maratones solo para ayudarnos, volvimos a la estación de trenes dándonos cuenta del error que habíamos cometido antes al bajarnos y tomarnos un bondi que nos llevaba a ningún lado. Finalmente llegamos al ferry y yo estaba copado. Hace unos cuatro años, una tarde al pedo en casa, me había colgado con un capítulo de Mega construcciones, que mostraba la fase de construcción del puente Akashi Kaiko y hablaba de su significado e importancia para la gente del lugar. Ese día, varios años después, me encontré cruzando hacia la isla Awaji, en un ferry, pasando por debajo del puente y no lo podía creer, estaba del otro lado del mundo... estoy del otro lado del mundo!
Nos bajamos del ferry y nos encontramos en un paisaje pintoresco, pero al preguntar por el templo Hompuku-Ji, nos volvimos a desalentar, porque los supuestos veinticinco minutos caminando de la guía, eran más de sesenta según los lugareños. Los ánimos no eran los mejores, pues habíamos salido a las 9:00hs del hotel, habíamos gastado hasta el momento casi unos 600 yenes en transporte y eran como las 14:00hs y seguíamos dando vueltas. Nos pusimos a caminar, medio perdidos y conseguimos unos mapitas esquemáticos. Fue al llegar a la costa que cometimos un nuevo error: no confiar en nuestro instinto. Mientras todos subían por una de las calles hacia el interior de la isla, el Rolo y yo estábamos convencidos de que según el mapa, para llegar al templo había que seguir por la costa. Levantamos la mano, chiflamos y gritamos, indicando el camino que para nosotros era el correcto, pero Salvador y compañía ya se habían ido y el resto nos miraban con cara de "y yo que sé, yo los estoy siguiendo a ellos". Lo mismo hicimos nosotros, y seguimos a la manada como buenos corderitos. El paseo se puso lindo, caminábamos en una zona totalmente opuesta al cosmopolitismo de Tokyo o Nueva York, en calles angostas y empinadas, con típicas casitas japonesas, con sus jardincitos y sus mini plantaciones de arroz en los lotes vacíos. Cuando nos quisimos dar cuenta, habíamos perdido a la manada y quedábamos algunos rezagados, aquellos colgados que nos pusimos a pasear en vez de buscar la meta, sacando fotos, saludando a los lugareños. Subimos una hora más, y ya arriba, muertos de sed, de hambre y de calor, nos encontramos el Rolo, Javier (un desconocido hasta el momento) y yo. Decidimos preguntar y obviamente la respuesta fue la peor que nos pudieron haber dado.
- Komichiguá. A question - Fueron nuestras palabras. Acto seguido indicamos con el índice el nombre del Templo del Agua de Tadao Ando: Hompuku-Ji, ya que el amigo no entendía nuestra pronunciación.
- Oh, oh, Hompuku-Ji....Hooompuku-Ji.
- Yes, Hompuku-Ji... walking (haciendo señas con los dedos de la mano, como un hombre caminando). Walking. How much time? (señalando el reloj)
- Walking? Huoooooooooooooo!!! Huoooooooooooo! (Con cara de pánico).
- La puta madre, está en la loma del orto - le dije al Rolo.
Y así fue, el ponja nos confirmó que teníamos que bajar todo lo que habíamos subido siguiendo a la manada, para agarrar aquel camino que creíamos correcto desde un principio.
- Arigató Kozaimas - Fueron nuestras palabras y empezamos a bajar.
Caminamos, dijimos muchas pavadas, nos reímos, caminamos, caminamos... y así pasaron las horas, hasta que paramos a preguntarle a unas viejitas:
Rolo: Komichiguá. Jompucuyí? Jompucuyí? - Pero las viejas no entendían, a lo que procedimos a señalar la guía de papel con el nombre.
vieja ponja: Ooohhh, Hompuku-Ji, Hooooompuku-Ji... huoooooooooooooo! - Y de nuevo la misma cara, la reputa madre que lo parió.
Mientras las viejas se cagaban de risa, agradecimos y muertos de cansancio seguimos caminando. Posteriormente pasamos por una estación de bomberos, donde el bombero nos indicó en el mapa lo lejos que estábamos, y nosotros, cansados de hacer dedo y de ver como los ponjas nos sonreían y saludaban con la mano, nos preguntábamos si alguna vez habían visto una película de Hollywood y nos levantarían. Así fue como intentamos sobornar al bombero para que nos llevara, ofreciéndole plata a lo que él muy amablemente y haciendo reverencias nos dijo que no, porque se tenía que quedar, o al menos eso fue lo que entendimos ya que los gestos fueron el "te hiede la catinga" y el dedo índice señalando hacia abajo como diciendo "acá".
Fueron unos metros más adelante, cuando nos decidimos a esperar un bondi que nos alcanzaron Salvador y el resto de la manada, con caras de cansados, preguntándonos porqué nos deteníamos, ya que ellos tenían "un mapa preciso" según el cual el templo estaba a quince minutos. Ellos siguieron, y nosotros arrancamos después de parar para comer unas porquerías, comprar más agua y refrescarnos. El templo cerraba a las 17:00hs y eran las 16:00hs. Nosotros tres seguíamos caminando, pero veíamos como luego de casi ocho horas aún no llegábamos y que probablemente lo haríamos cuando el templo estuviera cerrado.
- Vamos a trotar - dijo el Rolo. Y así lo hicimos. Con mochilas cargadas, una riñonera llena de monedas que se balanceaba para todos lados, el mismo pie rengo de siempre y una hamburguesa en la garganta, corrimos y corrimos, por una isla de Japón, con su lindo paisaje y sus veredas con señalización para no videntes en todos lados. Fue después de un rato que largué la carcajada, cuando empezamos a caminar para recuperar aire. Empapados en sudor, agitados y rojos, sucedió algo que es bastante común a esta altura del viaje y que hace referencia a las primeras palabras con las que empecé este relato.
Rolo: Che, disculpa, como es tu nombre?
Javier: Javier.
Rolo: Ah, mucho gusto. Yo soy Rodrigo.
Acto seguido ambos se estrecharon la mano y seguimos corriendo hasta que encontramos un nuevo veterano con quien se produjo el mismo diálogo de siempre:
- Komichuguá. Jonkupuyi?
- Oh, Honkupu-Ji... walking? Huoooooooooooooooooooo!
Finalmente llegamos al templo, cuando todos estaban de vuelta, pero nosotros estábamos contentos porque teníamos la pansa llena! El templo estuvo bueno, ya que increíblemente estaba la horda de yourguas en silencio y en armonía con el lugar, aunque ni en pedo valía la pena hacer toda aquella vuelta para ir a verlo, pero fue un caso donde para nosotros valió más la pena el camino más que el destino, pues nos hicimos amigos de Javier y sumamos una anécdota más a nuestras bitácoras de viaje que a esta altura, luego de tan solo cincuenta y pico de días, tienen más historias que Marco Polo o el diario íntimo de Genghis Khan.
Ese, fue uno de los días. No el más fructífero quizás, pero uno de aquellos iníciales. Un día antes, nos fuimos con el Rolo a Kyoto, y visitamos el Kinkakuji (Golden Pavilion) y el Templo Ryoanji (Jardín de las 15 rocas), en un primer día de experiencia de viaje con el Rolo, donde nos dejamos llevar por las fuerzas del lugar, en una descripción que seguramente para el lector sería indicios de adicción a las drogas. Lo cierto es que la magia del lugar, la diferencia de paisajes, de costumbres, de tradiciones y de estilos de vida, nos impactó mucho. Un poco alejados de la movida del grupo grande de uruguayos, nos dispusimos a pasear, a caminar, a disfrutar, a reflexionar, a compartir historias y a hablar del Tigre y el Dragón, de los emperadores, a lavarnos la cara con los cursos de agua naturales y nos dimos cuenta de lo afortunados que somos. Me di cuenta, que por primera vez en lo que va del viaje, encontré un lugar a donde me vendría a vivir. Japón nos ha cautivado mis amigos, de una manera que no pretendo transmitirles con estos escritos. Ahora entiendo a varios de ustedes, fascinados con esta cultura a quienes yo llamaba alcahuetes, como seguramente otros de ustedes me estén llamando en este momento. 
Poder tener la suerte de estar en un lugar donde lo colectivo gobierna sobre lo individual, donde la amabilidad es la clave de las relaciones humanas y especialmente donde están las mujeres más hermosas que he visto hasta el momento, no tiene precio. Ellos se asustan un poco de nosotros, y les doy la razón. Veo a sus mujeres, de rasgos perfectos, de narices chiquitas y facciones delicadas, con pómulos unidos, pequeños y carnosos labios, ojos que en su pequeñez transmiten una mirada sincera, serena y dulce y unas piernas perfectas acompañadas de buenos vestidos y buena producción, se topan con nosotros, con nuestras buzardas cerveceras, narices grandes, barbudos, peludos, gritones...
Llevamos una semana acá y no dejo de sorprenderme. Me sorprende que todo sea tan eficaz. Que el metro sea todo lo contrario al de México donde casi pierdo una pierna y acá no sale hasta que yo no suba. Me sorprendo de que las calles sean tan limpias que es imposible encontrar hasta una colilla de cigarrillo. Que haya todo un trabajo de señalización en las veredas para los ciegos, con el cambio de pavimento en toooodas las veredas, y que no haya derroche en los materiales de construcción de las mismas. Me maravillo cuando veo que estos niños viven felices y no paran de saludarnos cuando nos ven en la calle y me sorprendo al ver la obsesión de sus adultos con el sexo, en las porno y en su versión más bizarra: los dibujitos manga pornográficos, donde la mujer dibujito es siempre sometida, con lagrimas en los ojos, sufriendo mientras el macho poderoso goza, y me llama la atención su zona roja y su estilo de prostitución. No me gusta que no haya sol, ya que estamos en temporada de lluvia, aunque hasta ahora apenas nos ha agarrado. Pero esto recién va por la mitad. Nos queda una semana en la otra cara de Japón, una semana en Tokyo donde me deslumbraré con las maravillas arquitectónicas y donde dejaré de tener 26 para pasar a tener 27…
Hasta la próxima.
Ali