En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

lunes, 20 de junio de 2011

El Tigre y el dragón: Crónicas Niponas III


Cumpliendo con Hiroshi.
Si alguien me hubiese dicho que mi cumpleaños número veintisiete iba a tener este desenlace, jamás lo hubiese imaginado. Para empezar, este debe haber sido el cumpleaños más largo de la historia. En este momento, son las 02:16hs del Domingo 12 de Junio en Tokyo, pero en Montevideo, recién termina el medio día para darle paso a la tarde del día efectivo de mi cumple, por lo que según mis cálculos mi pasaje de los veintiséis a los veintisiete estaría durando unas treinta y seis horas en vez de veinticuatro.
Todo comenzó hace meses atrás, cuando armando las guías con las obras de arquitectura del viaje, me cayó la ficha de que iba a cumplir en la ciudad de Tokyo. Increíble! Y fue ahí mismo que Adriana, aquella de la sacarocracia quien ya no nos acompaña en el viaje, me dijo que EL lugar para festejar tan "distinguido evento" era Roppongi. Hoy, meses más tarde me encontré en una situación absolutamente rara, ya que todo lo que tienen los japoneses me tiene sorprendido, por lo que no sabía qué esperar de la noche de Tokyo. Es que acá, hay muchos elementos que desafían nuestros parámetros para juzgar lo "normal" o lo "correcto", lo cual es un exquisito ejercicio para la mente programada a lo occidental, pues dentro de lo oriental, Japón es muy occidental, pero a su manera.
Las mujeres, extremadamente hermosas, van vestidas con minifaldas muy cortas, con peinados al gran estilo europeo y portan vestidos totalmente ajenos a lo clásico japonés, pero conservan ciertos gestos, miradas y movimientos totalmente atípicos para la mujer occidental. Para empezar, siempre sonríen y siempre te tratan con respeto, bueno, a veces con miedo cuando ven tres o cuatro barbudos de musculosa y short con mochilas que se les acercan para preguntar por una parada de metro mientras tres o cuatro más van apareciendo por ahí y la rodean juntando las cabezas sobre el mapa como los niños que intercambian figuritas en un breve recreo de la mañana escolar. Estas mujeres nos están enloqueciendo, ya que el porcentaje de aquellas despampanantes es altamente superior al que estamos acostumbrados (sin desmerecer a las uruguayas) con sus finos rasgos, rostros delicados y cuerpos despampanantes pero a pesar de todo no hemos logrado una integración tal que nos permita pasar a la segunda base. Esto tiene distintos motivos que explicaré en alguna futura crónica. Siguiendo con el país en sí, tienen un sistema absolutamente capitalista, pero adecuado a su manera de vivir y en un funcionamiento perfecto e inofensivo. Como decía, es como que tomaron el modelo pero lo perfeccionaron y aplicaron a su estilo de vida, logrando así un perfecto equilibrio del cual nosotros estamos cada vez más lejos. En dos semanas, aún no he podido encontrar un pin y un llavero para sumar a la colección que vengo teniendo de todas las ciudades, pues los "gift-shop" no abundan como en Estados Unidos. Los tipos tienen una ideología y una manera de encarar la vida muy distinta a la nuestra, solo así se puede explicar que a tan solo algunos meses del fatal terremoto todo funcione tan bien, y de que hayan pasado del imperio gobernado por un Dios viviente al primer mundo en cuestión de años luego de dos bombas que hasta hoy siguen doliendo como un puñal en sus conciencias. Estos tipitos de ojos rasgados y amabilidad extrema tienen un funcionamiento muy distinto al nuestro, a tal punto que si algo parecido llegara a suceder en nuestro bendito paisito, seguramente los índices de suicidio serían aún mayores que los actuales. A mi entender, el secreto de este mecanismo ideal es la conciencia, y el trabajo para el colectivo en vez del individualismo feroz al que estamos habituados nosotros, desde nuestro rol social, cívico como en las pequeños aspectos de la convivencia cotidiana. Se trata de dos culturas tan diferentes que hay cosas que son imposibles de entender para unos y otros. Es difícil para mi por ejemplo, entender cómo se le hace tanta propaganda al sexo en una cultura tan correcta y formal, mientras la nuestra, tan desestructurada tiene tabúes inexplicables. Es común ver las revistas pornográficas en su versión de mujeres de carne y hueso o dibujitos manga en cualquier kiosco o en las manos de algún japonés en el metro como si se tratara de Cien años de Soledad, y es común pasar y ver siempre cuatro o cinco pajeros leyéndolas, mientras las mujeres no se acercan. En los trenes, abundan los afiches con alguna ponja en bolas y letras en japonés que claramente hacen referencia a los sexual, y ahí van niños, abuelas, abuelos... Chusmeando el alfabeto japonés en un libro que encontró el Rolo en el hotel, vimos que la palabra esposo está compuesta por los mismo símbolos que significan "hombre principal" y que la esposa coincide con "dentro de la casa" o que la palabra mujer lleva el mismo símbolo que "escoba", lo cual además de traer al tapete los clásicos chistes machistas nos despierta la curiosidad sobre cosas que no nos cierran.
Con este tipo de incertidumbres, se me venía la noche de mi cumpleaños, lluviosa obviamente a pesar de estar del otro lado del mundo y en primavera en vez de otoño como sucede en Montevideo. La diferencia es que en este caso se trataba de una supuesta lluvia radioactiva que no sé quien se encargó de divulgar en el hotel anterior en Osaka, por lo que hubo gente que no salió, otros que lo hicieron con pilot y paraguas para tirarlos después y nosotros que salimos de todos modos, con nuestros paragüitas prestados en el hotel a festejar la noche previa a mi nacimiento. Así encaramos con el Rolo (incondicional compañero) y el grupete de varones con el que anduvimos en parte en Japón. Llegamos a Roppongi con algunas versiones contradictorias de lo que nos esperaba. Empezamos tomando alguna cosita a nuestro estilo, nada más alejado del estilo nipón que comprar las botellas en un Seven Eleven y tomarlas en el cordón de la vereda. Y fueron las 0:00hs del 11 de Junio, y salió la banda decidida a romper la noche, algo que nos faltó desde que empezamos el viaje prácticamente, ya que al contrario de todo lo que imagina aquel que está en Montevideo, lo que menos hemos tenido es noche. Somos criaturas diurnas, que salen temprano de mañana y vuelven de noche, liquidados y se conforman con tomar una por ahí, en algún cordón o en el hotel. Las razones: economía. Y la segunda razón, también economía. La noche en el mundo es exageradamente cara, especialmente para nuestros viáticos de los cuales hablaré en breve o con horarios distintos a los nuestros, como en Estados Unidos donde la noche terminaba cuando nosotros habíamos terminado de cenar y de bañarnos.
La caminata por las calles de la "zona bolichera" fue divertida, pero breve. Básicamente caímos en la cuenta de que para entrar a mover un poco el esqueleto se paga mínimo 3000 yenes, lo cual equivale a unos 750 uruguayos o unos 35 dólares. Para que se hagan una idea, el viático diario nuestro en Japón es de 28 dólares, lo cual es absurdamente poco e insuficiente. Me encantaría saber quien fue el que lo calculó, pero me atrevo a decir que le erró de acá a Pando (nunca mejor usada la expresión). Digamos que estos 28 dólares, equivalentes a unos 2100 yenes dan para comer apenas y tomar agua, pero si querés tomarte un par de metros, comer algo más que comida congelada o pagar alguna entrada a algún templo, te pasaste de los 3500 yenes lo cual es absurdo. Pero bueno, esos eran los precios de los boliches y más allá de que yo estuviera dispuesto a pagarlos por tratarse de mi cumpleaños no pretendía que mis pares lo hicieran también por lo que quisimos buscar algún pub o bar para pasar la noche. El problema surgió cuando nos encontramos solamente con estas discotecas, putas que ofrecían sus servicios o negros norteamericanos o nigerianos que a prepo nos querían meter en una especie de whiskerías para tomar, pagarle los tragos a las chicas y luego por sus servicios, dejando en un rato un promedio de 15000 yenes... nada más alejado de la realidad nuestra y de lo que buscábamos. Así paseamos, conversamos con algunas ponjas con quienes no pudimos intimar demasiado ya que ellas entraban a los boliches y seguimos dando vueltas. La noche terminó para nosotros muy temprano, y mientras los chiquilines decidieron sentarse a esperar el metro hasta las 5:00hs, el Rolo y yo decidimos tomarnos un taxi para retornar al hotel.
Así terminó la noche previa a mi cumpleaños, preguntándome en qué estaban pensando aquellos que me recomendaron Roppongi? Me preguntaba si pagaron por alguna puta japonesa, o pagaron las astronómicas entradas o simplemente se dedicaron a dar vueltas y vueltas por las calles, pero a mí la movida no me cerró y me pareció deplorable.
La noche del 11 fue diferente. Resultó ser que dentro de la mediocridad académica de este viaje, donde prácticamente no tuvimos contacto con ninguna universidad ni con arquitectos como en un principio pensé que íbamos a tener, surgió la posibilidad de visitar al arquitecto Hiroshi Hara en su estudio. Para quienes no lo conocen, se trata de un arquitecto japonés de unos setenta años, un viejo borracho y putañero que hizo entre otras obras el Domo de Saporo (estadio utilizado en el mundial del 2002), la terminal de metro de Osaka (cuyas fotos publiqué) y otras obras, en general de carácter de mega estructuras tecnológicas. Un grupo selecto de unos treinta estudiantes, la mayoría sorteados, otros colados y nosotros (los que hicimos las guías de viaje académico del bloque 1) fuimos hasta el estudio de este señor, donde nos esperó con una mesa ya armada llena de frutos del mar crudos y una amabilidad ajena a los arquitectos, quienes por lo general osan de un ego infundado generado por el autobombo y el de sus allegados. Hiroshi por el contrario, no fue un viejo pedante ni fanfarrón, sino que nos recibió y nos trató como uno más, se puso a tomar saque con nosotros, a charlar con su limitado y simpático inglés e incluso nos cocinó. Entre el humo causado por la cocina, en una casa de arquitecto que no contaba con extractor, botellas de saque, uruguayos medio mamados y un viejo bohemio arquitecto, sonaba Bajo Fondo y el arquitecto mutaba sentado pidiendo silencio para pasar a cantar con el resto de mis compañeros "happy birthday to you".
Y así terminó mi cumpleaños, cenando en la casa de Hiroshi, lejos de mis amigos y de mi familia, pero en una modalidad extraña, rara, irrepetible. Así me recibió Tokyo en mi día, sin fiesta, sin partuza, sin borrachera que era como yo había planeado pasarla, con algunos amigos en Vietnam y otros en Uruguay, con el Rolo y los chiquilines haciéndome el aguante para terminar en lo de Hiroshi Hara y llegar al hotel para enterarme que mi cuadro, que Panteras FC salió campeón luego de vencer por 3 a 2 a Crazy Tourne, remontando un resultado adverso en los últimos minutos. Y acá estoy, festejando solo y pudriendo al Rolo y a todo ponja que se me cruce, acordándome de los vagos del Baroffio seguramente molestos por los comentarios panteriles y a mi familia esperando un llamado mío que nunca llegó. Veamos que nos depara el destino... seguro se enterarán en la próxima crónica, seguramente la última desde Japón.
Salute!
Ali

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