En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

martes, 20 de abril de 2010

T... Ajos y crucifijos...


T...,
Ajos y crucifijos..., a toda velocidad por "El Insomnio Americano"…  En otro idioma…



 
                                                                                   "Buy the ticket, take ride"

                                                                                           Hunter S. Thompson









Hasta el momento no me había encontrado de frente con un nativo de estas tierras
-no me refiero a un piel roja por supuesto, ni a alguien que domine hábilmente el ingles- pero si a un americano
Para todo restaurante, tener un espécimen vivo de dicha especie, no es tarea fácil.
Nosotros contábamos con uno que según los test de pureza, exigidos por la ley, excedía el ochenta por ciento, convirtiéndolo en un exponente aceptable de dicha raza. 
Venia de Transilvania,  había llegado adentro de un ataúd a los nueve años de edad. Previa estadía de doscientos años en alguna zona rural de Inglaterra, donde supo ser dueño de una propiedad llamada Carfax.
Jamás dormía por la noche, descansando en cambio por el día. Cuando se hacia presente en su lugar de trabajo, a las 5 de la tarde, lo hacia enjutado en lentes negros, para protegerse de los rayos malignos del sol, tan nocivos para su piel de nosferatu
Por supuesto, su versión de los hechos era totalmente distorsionada e inaceptable, según el, llego a los nueve años de edad desde algún lugar de Rumania con su familia, hacia mas de treinta años, perseguidos por el comunismo.
Se escapo de la hoz roja, pero no tuvo oportunidad contra la cocaína blanca y a eso se debían sus largas noches en vela, discontinuos malhumores y todo tipo de comportamientos que tocaban los limites de la enajenación.
En muchas ocasiones prefiero la disparatada versión de Stoker...
T era lo más cercano a un habitante de estas tierras que el presupuesto de este lugar se iba a dar el lujo de tener.
En mi afán por encontrar el verdadero camino a seguir, para dar con el gran fin de toda persona que se encuentre dentro de los dominios geográfico-intelectuales regidos por la filosofía Hollywoodense, es que me vi en la obligación de tener una charla profunda con T. Quien si no? podría responder mi interrogante con mas propiedad que alguien totalmente empapado en América desde su formación elemental, este individuo seguramente me llevaría directamente al nervio principal de esta sociedad sin ningún tipo de paradas intermedias, este seria un viaje al mismísimo centro de la ideología.
Pero para tener algún tipo de interacción, era obvio que una de las primeras barreras a romper es el idioma, que por alguna razón, nos parece la mas importante para convertirse en un miembro de esta distinguida sociedad -graso error-   el requisito de balbucear el "idioma de los negocios" (tal cual lo definiera mi profesora de educación secundaria en dicha lengua), es un mero escalón casi insignificante en la manufactura del americano tipo.
Miles de cursos, miles de escuelas y miles de formas. Probé y experimente todas y cada una de ellas, transformándome en una mezcla de algún personaje creado en la recóndita mente de Horatio Alger y el protagonista de alguna película mexicana -esas que tratan el problema de la gente que cruza el rió bravo como tema principal. Una analogía espantosa y aparentemente imposible! 
El primer método fue anotarme en las escuelas gratuitas, un deja-vu, o algún tipo de flash back, una vuelta hacia mis años de estudiante.
Totalmente una perdida de tiempo, -mi retorno a las aulas fue una replica de mis años originales de educando, -sentado en el fondo, entorpeciendo el sistema educativo, ahora, en una dimensión internacional. Todo esto duro algo así como 4 meses en los que no saque nada en limpio, arrastre conmigo a una buena parte del alumnado, que como yo, volvió a las calles sin pronunciar siquiera yes de una manera correcta.
El segundo camino para convertirme en políglota, era una mera derivación del primero, el mismo tipo de escuela pero esta vez, un instituto pago.
-La idea era buena, el mismo plan de estudio, pero supuestamente al pagar, por mi cabeza pasaría el dolor de ver mi economía totalmente destruida, y así, tal vez mediante ese interesante incentivo, ser capaz de reproducir con mi boca algún tipo de sonido relacionado al ingles.
De esta manera, no solo perdí mi tiempo de disfrutar las playas de las costas de la Florida, también queme de una forma increíblemente rápida una suma que se elevaba a los 350 dólares - nuevamente sin resultado alguno, derrochando así una semana y media de trabajo.
Descomunalmente desahuciado y con mi única lengua como consuelo, me dedique de lleno por algún tiempo a lo que sabia hacer hasta el momento, limpiar mesas.
El que nunca ha trabajado en el piso de un restaurante no se imagina el caos que el desempeño de dichas tareas representa, algo que para el que se sienta en una mesa como mísero cliente pasa totalmente desapercibido y pocas veces es visto.
En el ambiente reina un murmullo continuo que se mezcla con la música de fondo, y toda esa combinación de sonidos se transforma en un chillido repugnante que destroza los tímpanos y varios millones de neuronas al mismo tiempo.
El corazón se acelera y generalmente, nuestro nombre, comienza a fastidiarnos cada vez que alguien lo pronuncia.
Entonces, repasando las condiciones, es decir: caos, ruidos desasociados, personas trabajando a un ritmo casi imposible bajo presiones distintas y similares, nos deja un panorama muy poco relajante, y en general el individuo desarrolla un temperamento explosivo e inesperado ante la más normal de las situaciones.
"Los odio a todos!"- decía T cuando empezaba el día laboral, -por darle nombre alguno a esas 8 horas que se avecinaban.
Jugador empedernido y fanático de todo tipo de deportes y competencias, sus comentarios y conversaciones lograron lo que las antes mencionadas instituciones daban como imposible, mis primeras armas en la lengua anglosajona.
Todo esto llevo tiempo y esfuerzo, incontables partidos de baseball en donde a duras penas y con esfuerzos sobre humanos, me explicaba las reglas del juego. Varias películas, cientos de libros y su inagotable paciencia me llevaron a poseer un vocabulario exiguo.
Pero los días pasaban en forma vertiginosa, el tiempo se maneja a otra velocidad en la tierra donde las hadas mueren, solo que por alguna razón inexplicable, esta sensación es casi imperceptible y solo se vuelve una realidad en el momento que uno hace el recuento de horas y días pasados, cayendo en la idea que se han ido rauda y fugazmente semanas, meses y años de nuestras vidas sin darnos por enterados siquiera.
Para entonces mi poliglotia me permitía expresarme de mejor manera, la búsqueda del sueño americano se había convertido en una obsesión - y T-  tenia una versión del mismo que no parecía coincidir con las doctrinas y epopeyas tan famosas que se esparcen por el mundo, en una suerte de exportación masiva de dicha imagen quimérica.
 Sobrevivía en un departamento donde el dormitorio, la cocina y el baño se mimetizaban en un solo ambiente.
Las paredes eran de un color rosa viejo y algunos fragmentos, revelaban el colorido gusto de inquilinos anteriores.
El piso de madera rechinaba a cada paso, vencido, ya se había desprendido de las bases de las paredes, dejando una separación lo suficientemente cómoda como para que las criaturas del reino animal que compartían la vivienda con el, encontraran calido refugio.
Sobre la mesada de la cocina, había una caja con restos de pizza que arrojo resultados asombrosos -en cuanto a su antigüedad- cuando la sometí a la prueba de carbono 14.
Junto a la cama que no era mas que un colchón tirado en el piso -y demás esta decir que desvencijado- se encontraba una mesa  plegable con un televisor de 15 pulgadas sobre ella.
En su mesa de luz - un cajón de madera- aparecían regadas por todas partes pequeñas bolsas de plástico y un billete con la cara de Washington, enroscado en forma de tubo, vaya a saber con cual fin...
-"Tienes que mirarlo por este lado", me decía, "carezco de toda atadura y responsabilidad hacia otros, no tengo mujer ni hijos, mi única tarjeta de crédito tiene un limite que no sobrepasa las centenas, y mi deuda mas grande es con los estándares de esta sociedad que jamás seguiré ni respetare bajo ningún tipo de concepto..."
T era un bohemio, en un lugar donde no hay oportunidad para tal tipo de manifestación. Su América era esta y así la había elegido. Haber tenido todas las oportunidades resplandecientes no logró torcer su camino ya corrompido.
Alcohol y drogas eran su religión y "forma de vida", libros y cine su sabiduría,  baseball su redención y entretenimiento.
La bandera de las estrellas y franjas reflejaba para el un patriotismo de otros, que jamás comprenderían su inmensa libertad, forjada a costa del abandono personal, quebrantando sus propias reglas solo durante las horas productivas, en que las necesidad, lo obligaba a transformarse en camarero.
Así, es que descubrí una división extrañísima dentro de lo que seria esta peculiar raza. Percatándome que adentro de la compleja enredadera de este sistema, hay gente que se rige por normas de conducta muy diversas a las que propagan todos los avisos que se exhiben en buena parte del globo, mostrándonos al habitante de estos lugares como los clásicos consumidores voraces de todo lo que tenga precio, dos autos en el jardín y vacaciones programadas con seguridad absoluta.
"Soy de los que se niegan a aceptar que el dinero es lo que realmente hace girar al mundo."
"No soy el auto que manejo", decía este tipo con una cadencia new yorquina repugnante.
Y yo, lo observaba, pensando: "a donde quiere llegar con todo esto, se supone que esta persona me explicaría, al fin, los pormenores y grandes oportunidades que representa el vivir en estos confines de la tierra", el mío parecía un caso perdido totalmente...
En una de esas tardes de verano, tan usuales en la “cuidad mágica”, donde la lluvia cae desde un cielo totalmente negro, en volúmenes comparables a los del diluvio universal, nos encontrábamos ya bajando la segunda botella de Vodka, absortos, en el desarrollo de un eterno juego de baseball, asimilando y olvidando las razones de su actual situación de desempleo.
Podía recordar perfectamente como hacia apenas 48 horas, T irrumpió en el restaurante totalmente beodo, con un par de zapatos de cuero negro en mano, vociferando obscenidades, donde enunciaba que todos los clientes no eran más que un manojo de autómatas repugnantes a la vista, un saco de impertinentes mal educados, rellenos de frustraciones, esclavos de su propia estupidez, merecedores de castigos y posterior eliminación. Corriendo de arriba a bajo por el amplio salón, intimidando con ademanes y miradas a los infortunados y timoratos comensales que se limitaban a apartar la mirada o buscar refugio, valiéndose de sus esposas o compañía de turno como escudo protector.   
Tratando de poner fin al caos, el encargado lo tomo de un brazo, a lo que este respondió atinándole un zapatazo en plena cara, convulsionándose al mismo momento en una risotada histérica, neurasténica.
No fue hasta que El rojo, uno de los cocineros y yo lo inmovilizamos valiéndonos de nuestra superioridad numérica, que el enajenado se dio por vencido, no sin antes rebuznar y agitarse en el suelo como un epiléptico desbocado.
“Realmente fuiste muy afortunado que entre todos convenciéramos al gerente de no llamar a la policía. Entre asalto, drogas y nivel de alcohol, te hubieran dado unos 300 años en el pozo, donde con tu volátil naturaleza te hubieras convertido en la cortesana del correccional.”
“-Que mueran todos, esta gente no sabe comprender que los seres humanos, tenemos deslices de vez en cuando.”
“-Lo que vos digas, pero ahora vas a tener que salir a buscar algo con que ganarte el pan.”
“-Ya tengo algo en mente, este lugar de todas maneras no es para mi. Aquí no hay gente, aquí lo que hay son muñecos que ostentan accesorios. Esto es un patio de recreo para la monarquía, esto no es América, y como amigo te recomiendo que por el bien de tu absurda exploración, imites mis pasos y busques lo que sea que estas buscando por otros lugares.”
La lluvia seguía, copiosa, imparable. El juego en la televisión, distrayendo, interminable.  
Cansado de la "superficialidad de Miami' y de sus "malditos habitantes", T empaco sus 10 kilos de pertenencias, en algo parecido a un bolso, que ostentaba varios viajes en sus forros, partiendo para su "gran manzana".
Trabajo, fama y una vida decente eran lo que supuestamente le esperaba en esa gigantesca urbe, aparte del "Yanqui Stadium" y sus 4 horas de baseball diarias.
New York lo recibió de la misma manera que recibe a sus tantos millones de hijos pródigos que por una razón u otra vuelven a ella o la encuentran por primera vez.
Cosmopolita y ajena, fría y distantemente hermosa, símbolo de poder y bastión imponente de nuestra Roma contemporánea. Con sus edificios tocando el cielo en forma de torres Babelianas con esteroides, donde todo puede pasar… o mejor dicho, pasa de largo.
Rigurosamente y en una suerte de ceremonia diaria, es que a las tres de la mañana, T hacia uso de su teléfono celular para mantenerme al tanto de sus penurias e infortunados reveses con que esta metrópolis lo castigaba metódicamente.
Desde su encarcelación por sospecha de trafico de sustancias prohibidas, con subsiguiente desacato a la corte, beneficiándolo con dos días extra en el precinto, hasta sus eternos cambios de vivienda debido a la “mala voluntad y pésima actitud de los caseros.”
Una de esas noches mi teléfono sonó a la ya acostumbrada hora de la madrugada.
Del otro lado del auricular, T emprendió un monologo acerca de las increíbles y encumbradas posibilidades que la ciudad de Nueva York -hasta ahora- se había negado a brindarle.
“Estoy en este momento disfrutando de una vista hermosa, el edificio Dakota y buena parte del Central Park se despliegan majestuosos frente a mis ojos, por supuesto, todo esto salpicado por delgados copos de nieve que caen lentamente, congelando todo lo que encuentran a su paso.
El maldito parque es mi nueva morada!, otra vez estoy sin trabajo y en el día de ayer robaron la mitad de mis pertenencias del cuarto de hotel al que hasta hace apenas 4 horas llamaba Hogar!”.
Escuchándolo, reconocí a la distancia una voz completamente inundada en alcohol, rematada con un tono iracundo y continuo que solamente puede causar el abuso de considerables cantidades de cocaína.
Riendo ahora en forma desenfrenada y frenética, revelaba los planes de su futuro inmediato.
 “-Basta de esta mierda”, maldecía desafiante, “si en estos meses de privaciones y martirios no he logrado dar un solo paso hacia adelante… el único recurso que encuentro disponible es una retirada honrosa, volver a Miami para reagruparme y elaborar una mejor estrategia…”
“-Claro T”, lo alentaba de manera consoladora, “acá en poco tiempo comienza el verano, los parques municipales de la cuidad te esperan con los brazos abiertos, menos la nieve!, es una situación en la que no podes perder.
El silencio necesario para asimilar mi última acotación fue lo que siguió. Nuevamente la carcajada histérica, irónica, resonando en el tubo…
“-En 14 días estaré mas cerca del trópico, te llamo apenas llegue.
Nueva vida. Pienso mantenerme alejado de los problemas, tanto como mi temperamento me lo permita…, el hotel Versailles, siempre tienen un cuarto para mi en ese tugurio con valor histórico…”       
Fin de la conversación. De la misma forma que había comenzado, concluyo.
A toda velocidad y sin rodeos, T emprendía la retirada hacia lugares más calidos, con la promesa de mantenerse alejado de todo tipo de situación engorrosa.
”…alejado de los problemas…”, catorce días después, dos semanas apenas y esas palabras resonaban todavía en algún lugar de mi lóbulo temporal –prontas para ser desechadas- mientras conducía mi automóvil rumbo a la esquina que forman Ocean Drive y la 8. Ese era el punto donde nos encontraríamos, para posteriormente, entrabar un coloquio sobre sus sinsabores mas recientes.
El enunciado que tanto estaba esperando, para sumar otra pieza a mi puzzle, cada vez más deformado, de lo que la vida en el paraíso económico significa.
En nuestra ultima conversación telefónica, hacia poco menos de dos horas, T todavía conservaba algún tipo de cordura, aun se encontraba en el aeropuerto de Fort Lauderdale, enfrascado en una discusión frenética con algún tipo de guardia de seguridad. Atendió mi llamada pero al mismo tiempo continuaba el duelo de palabras con su victima casual.
"-Claro que estoy borracho y me orine encima, imbecil!, como quiere que un ser humano pase por los sufrimientos catastróficos que el volar implica, sin la suficiente cantidad de alcohol en su organismo, alcanzando un estado totalmente letárgico que le permita desobedecer al instinto de conservación que a gritos le implora no subirse a ese extraño aparato alado!..."
Inútil fue encontrarle una explicación valedera a su argumento desde este lado del aparato... así que convenimos en encontrarnos de igual manera en la previamente nombrada encrucijada de vías públicas.
No hay forma de explicar con palabras el terror que sentí al llegar.
Efectivamente ahí se encontraba mi rebelde sujeto de observación, totalmente fuera de sus cabales, demandando justicia ciega.
Teniendo puesto únicamente una camiseta blanca de varios lustros de antigüedad y un short rozando el límite que lo convertiría en calzoncillo, pies descalzos y blandiendo como única arma, un teléfono celular con capacidad satelital, cámara de fotos y demás virtudes dignas de Sir Sean Connery.
 " Cerdo!, maldito cerdo!", berreaba en plena cara de un oficial de la ley, ante la vista de unos 50 mil  impávidos transeúntes que tuvieron la suerte de toparse con la escena a desarrollarse.
“-Mi esclavo!, no mas que un perro guardián, inútil!”, continuaba esputando improperios hacia el cada vez menos paciente vigilante, que ya lo contemplaba como la posible válvula de escape de todas sus frustraciones, muchas en este tipo de sirviente publico.
Estacione el auto en la vereda opuesta, evaluando a la distancia la mejor estrategia para acercarme sin terminar encarcelado y posteriormente deportado a mi país natal.
Armándome del valor suficiente, me acerque con paso firme…
“-Buenas noches oficial…” dije en un tono cordial, enfatizando mis palabras, acompañándolas con una cara neutra y totalmente llena de responsabilidad cívica, “disculpe a mi desbocado amigo, bebió un poco demás, es su despedida de soltero, entenderá que este pobre hombre esta bajo la presión de las mil responsabilidades y compromisos que el contrato nupcial conlleva…”
“-usted conoce a este infeliz”, me interrumpió abrupta y groseramente, denotando cierta felicidad al apreciar que finalmente podía destratar a alguien,
“lléveselo, desaparezcan los dos, mi paciencia desapareció hace mucho tiempo.”
“Si señor, infinitas disculpas.” Paz!, pensé para mis adentros…
“-Mierda humana!”, relincho una voz a mis espaldas, “ no te atrevas a usar esas palabras cuando te dirijas a tus señores!”. Esperando lo peor, hice lo que cualquier otra persona en mi situación hubiera echo. Aprisione con fuerza la cerviz de este irracional y roñoso ser humano, de manera enérgica, metiéndolo en el automóvil por la primera abertura que su reducida constitución así lo permitiera.
En un lapso de tiempo no mayor de 7 segundos que parecieron una eternidad, nos encontrábamos a varias calles de distancia del vergonzoso incidente, rodando por Washington Av. T con medio cuerpo afuera del vehículo, agitando su puño al viento, continuaba su asalto verbal contra el desgraciado guardia publico, el cual se encontraba ya fuera de nuestra vista.
“- A ese hijo de puta esto le servirá como experiencia de vida y aprenderá a no joder con ciudadanos respetables, que pagan sus impuestos.”
“-Estuvimos cerca de ser encarcelados y en lo que a mi respecta deportado sin mas! y todavía crees que salimos victoriosos?! . No hace mas de 3 horas que estas de vuelta y ya estas atrayendo a todo el sistema penal del estado en tu contra!. Vamos para el hotel, voy a tratar de que mi sistema nervioso se recupere paulatinamente.”
“-Imposible, volver a ese chiquero seria como entregarnos a las fuerzas del mal. Después de llegar del aeropuerto trate de registrarme, negándose estos a darme un cuarto, usando mi embriaguez y posterior evacuación de aguas, como estupido pretexto. Revente victima de tal atropello y aseste una ineficaz patada en el mostrador a lo que entre los botones y demás personal, me arrojaron a la calle amenazándome con todo tipo de represalias si osaba a aparecer en el área circundante a ese maldito y desvencijado albergue transitorio.
No me quedo otra opción que la de meterme en el primer lugar que apareciera…”
“-Bueno, donde fuiste a parar!” interrumpí ya exhausto, asimilando gradualmente  que lo que supuestamente iba a ser una tarde apacible con posterior tertulia regada con algún tipo de bebida alcohólica, se había convertido en una escapatoria de las fuerzas publicas, donde los márgenes de paranoia que un inmigrante ilícito puede soportar, se habían excedido sustancialmente.
“-Washington y la 3, el hostal.” dijo T con indiferencia.
El hostal…, hábitat natural de lo mas bajo que el genero humano tiene para ofrecer, una diversidad increíble de criaturas imaginables, creadas por una mente que a perdido de raíz toda esperanza en la humanidad. Traficantes de todo tipo de narcóticos, drogadictos, prostitutas, estudiantes extranjeros en busca de aventura y enfermedades venéreas, bohemios trabajando en el 7-5.
Alternando en el bar de lobby…filosofando, acerca de las mil interrogantes que esta vida plantea. Muchos de ellos con la mente puesta en golpear la puerta correcta, que al abrirse, los remueva –aunque sea por un buen tiempo- de un estilo de vida, cada vez más difícil de defender.
“-Dos mezcal, en vaso largo”, clamo T dirigiéndose al Bartender.
Nos sentamos de espaladas a la barra, observando a todos los presentes que desfilaban por el vestíbulo.
Totalmente rendido, apure mi bebida que bajo por mi esternón quemando todo a su paso.
“-Me retiro”, dije, “todo esto me puso un poco alterado, necesito paz.”
“-Ahora?”, me increpo T con incredulidad.  
“Aquí esta, esto es lo que tanto buscas, de esta misma sala llena de perdedores y frustrados, emergerán los nuevos retoños del sueño. Muchos jamás lograran llegar a ninguna cima y su vida se consumirá, persiguiendo algo que ni siquiera ellos saben como explicar.
Otros, en cambio, reventaran el jackpot y mágicamente todo tendrá sentido, cada sacrificio, cada caída y revés, los momentos malos se transformaran en pruebas superadas y enunciaran que aquellos que dedican su vida a otra cosa, no son mas que pordioseros, aprovechadores, viviendo de un sistema que no tiene mas remedio que cargar con sus propios parias.
De aquí, desde este mísero agujero es que a toda velocidad se cumplen y aniquilan sueños, míralos, mírame, mírate… “
Otee el horizonte de almas que cruzaban mi campo visual, mujeres y hombres ya maduros, adolescentes casi niños, extranjeros, locales. Riendo, discutiendo, atrayendo la atención. Bebiendo en sus vasos cualquier tipo de menjunje, corriendo a los baños a consumir escapatorias, velocidad, deseos y otros pretextos.
Contemple a mi amigo, sus ojos bien abiertos, los pies descalzos, rascándose los lados de la cabeza nerviosamente, su vida planeada al día, su mañana tan impredecible, su América vertiginosa que nunca duerme.
Entonces quedaba el único por observar, postrado en una silla, abarrotado de ideas, considerando las ventajas de la vida en la tierra de la abundancia, imaginando un futuro tan incierto como la escenografía que ahora me rodeaba.
Donde los libres son gotas que se escapan entre las grietas, y los triunfantes, domesticados conformistas.
Por primera vez en mi cabeza una interrogante se comenzaba a dibujar. La vuelta.



B. Kröger