En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

jueves, 17 de junio de 2010

Diarrea, colicos, disenterias...






Government center…

Siguiendo los pasos de Morris Lapidus

Diarreas, cólicos, disenterías, castigos y San Martines… Nimia redención de los oprimidos.

“Quien gobierna, mal descansa.”

Lope de Vega

Downtown Miami…En la imaginación de una persona que jamás ha pisado una zona de más de 3 habitantes por kilómetro cuadrado, este se convierte en algo nunca visto por sus ojos; cientos de miles de personas por segundo, moviéndose a millones de lugares diferentes, haciendo uso de todo medio de transporte conocido por el ser humano.

El cielo es una fila interminable de aviones cargando carne, proveniente de todas partes del mundo, con fines varios…sobrevolando la cuidad a razón de uno cada once segundos.

Mas abajo y por orden de llegada al pavimento, se mueven los aparatos aéreos encargados de vigilar el orden desde las alturas. Muchos, por estos lugares lo llaman “dios”; otros, “cerdos voladores”.

Continuando en orden descendente, llegamos a la altura de los imponentes monumentos de hierro, acero, vidrio y cemento, (hasta ahora el desafío teológico mas grande en la historia, desde los tiempos de el altercado idiomático sostenido en Babel con el todopoderoso), en estos poblados verticales se comparten millones de sueños que, según la creencia local, se cumplirán mas rápido, gracias a su posición privilegiada de varios metros de altura.

Antes de llegar a la calle, los rieles del tren y el metro mover, chisporrotean sobre las cabezas de los peatones; apenas mas abajo.

Rodando por las calles tenemos la variada raza de animales sagrados con motor a combustión interna, contaminando, ayudando a promocionar una imagen, acentuando diferencias…

Al fin llegamos a los transeúntes, divididos estos en categorías varias:

Bicicletas, patines, patinetas y las diversas variaciones comprendidas dentro de los vehículos con tracción a sangre. Aquellos que caminan rodeados de gente pero con la mirada en ningún lugar, entre ellos, muchos locos, enajenados, pordioseros, engañados, vigilantes detentando autoridad, olvidados comunes, etc.

La estación del “metrorail”, con las banderas de los estados colgando desde el techo, es nuestro punto de entrada y referencia hacia este mosaico interesantísimo.

“¿Estas seguro a donde tenemos que ir Francisco?, EL Rojo quiere tener pronto esto para hoy en la noche”

“Pues claro”, respondió Comoasi, “es por aquí, saliendo apenas, ellos tienen todos las hierbas que el señor quiera comprar.”

Francisco no experimentaba una sensación de odio profundo hacia Alito -como el resto de nosotros- por la sencilla razón de que gracias a su tremenda inopia, jamás se dio por aludido de los abusos a los que esta lo sometía diariamente. Su protagonismo en la empresa en la que nos veíamos implicados no tenía malevolencia como fundamento principal. Pensándolo bien, su causa era una combinación de lealtad e instinto de conservación. El rojo había sido la única persona que le brindo un puesto de trabajo y un trato justo, además, si el éxito acompañaba a nuestro emprendimiento, sus pagos no volverían a ser rechazados por el banco para divertir a nadie, ni tendría que permanecer limpiando hasta bien entrada la madrugada para satisfacer los caprichos despóticos de la perversa encargada.

Valiéndonos ahora de las escaleras mecánicas para llegar al nivel del piso, nos adentramos en la multitudinaria y heterogénea marcha.

Al avanzar por las calles, los carros de salchichas, los negocios de los brasileros vendiendo electrodomésticos de modelos discontinuados., las cafeterías latinas, pizzerías y restaurantes, nos rodean junto con los bocinazos y discusiones causadas por el tráfico desordenado y abundante.

This whole shit is going down, mother fuckers!Prorrumpía un hombre con el pelo totalmente verde y envuelto en harapos. Sus ademanes indicaban un ímpetu desquiciado, podía comprender que lo que sea que estuviera diciendo tenía cierta importancia…

“-Abran sus ojos, el mundo llega a su fin…arrepiéntanse ante el mas poderoso.”

Repetía mi secuaz.

“-¿Eso es lo que dice?” Pregunte un poco desconfiado.

“-Si, el hombre esta loco.”

Meditando sobre la inteligente observación y posterior diagnostico, seguimos adelante, topándonos con dos conductores enfrascados en un arduo duelo verbal por causa de un espacio donde estacionar.

Observándolos, se podía apreciar claramente que no era precisamente el pequeño sitio donde aparcar su vehículo la verdadera causa de su violento comportamiento; en estas urbes la necesidad de entablar una comunicación mínima de cualquier índole, así también como el deseo de aligerar tantos deseos reprimidos es una combinación letal, donde el ansia por dominar cualquier situación sirve como detonante para este tipo de trifulcas.

Los epítetos lanzados por estos dos apenas se escuchaban a nuestra espalda, cuando seguimos nuestro camino hacia las afueras del centro de la cuidad.

Marchamos por la Segunda avenida del Noreste, casi hasta el viejo cementerio de Biscayne, de ahí, para el oeste.

Los comercios poco a poco comenzaron a desaparecer dando paso a los complejos de vivienda, automotoras enormes y mini mercados atestados de extravagantísimos y peculiares personajes.

Con un fondo de autopistas enredándose a la luz del sol que peleaba para pasar entre ellas, y el tronar de las gomas y motores, el localcito comercial, minúsculo, con puertas de color verde, era lo único que en ese paraje se encontraba cumpliendo una tarea medianamente honesta.

“-Es acá.” Se planta señalando con el dedo Francisco.”

“-¡Entremos de una vez!”

Abriéndose el chaleco y dejando ver un machete de unas 50 pulgadas que apoyo en el mostrador, comenzó a parlotear un extraño e irreconocible conjunto de sonidos con la supuesta encargada del establecimiento (fuese la que fuese su rama de comercio)

Se fueron caminando hacia el fondo, gesticulando rabiosamente.

Mientras quedo solo en el recibidor, escucho en la calle el chillar de las ruedas de un automóvil pesado, la sirena no llamaba mucho la atención, siempre suenan todo tipo de alarmas en el tráfico regular.

Los tiros en cambio, no es algo escuchado muy regularmente, mi curiosidad me imploraba, suplicante, unos cuantos segundos de protagonismo, haciéndome asomar para ver que sucedía en la calle a plena luz del día.

Un Cadillac Deville color blanco, modelo 88, pasaba a gran velocidad esquivando autos, uno de sus ocupantes disparaba un revolver que me fue imposible reconocer, pero por el sonido emitido al ser usado, sobrepasaba una calibre 22.

Pocos segundos mas tarde, el interceptor de la Ford, pasó con todo el árbol de navidad prendido, respondiendo de la misma forma a las demostraciones de agresividad de sus perseguidos.

-Un tiroteo. Descifré al analizar la escena.

-Debemos estar parados en el medio de una zona considerablemente peligrosa.

La paranoia comenzó a roer mi sentido común...cuando Comoasi reapareció desde los fondos sosteniendo una bolsa con unas hojas negras y aceitosas, las cuales fui instruido de ni siquiera oler o frotar por el cuerpo.

Girando hacia mí y con una sonrisa repleta del metal mas preciado en la época del mercantilismo, confirmo la disposición de la señora de vendernos hierba tan poderosa.

Salimos de allí velocísimos, el ingrediente principal para nuestra venganza reposaba en uno de nuestros bolsillos.

El recorrido en reversa es algo reconfortante, entrar en La playa después de un buen rato de haber estado afuera tranquilizaba; la burbuja de ventosidades nos continuaba protegiendo.

El C o el K, cualquiera de las dos líneas de transporte, nos dejarían en la avenida Washington, apenas a dos calles de nuestro destino. Para ejecutar el plan esa misma noche debíamos regresar lo antes posible…

La primera en venir fue la maldita S, su recorrido nos alejaba ligeramente; había que bajar en la esquina formada por Alton y Lincoln y por esta ultima hasta la playa, para arribar al hogar del Chef.

Diseñada por Morris Lapidus en el año 1959 y descripta por el mismo como una de las primeras alamedas peatonales de los Estados Unidos, Lincoln Road se extiende de este a oeste en el corazón del distrito art deco.

Sus aceras arlequinadas con piscinas y jardines, le dan un marco ideal a este lugar.

Sarcásticamente, lleva el nombre de uno de los presidentes mas reconocidos de la historia de este país.

Recordado por ser una de las figuras claves en el movimiento abolicionista, defensor de la igualdad y tolerancia; los fundadores de esta cuidad jamás pensaron al dedicar esta vía publica en su honor que el nombre le sentaría tan bien.

Esta peatonal es un desfile único, por ella abundan espectáculos de decadencia única y también de arte increíble.

Encajonados de pared a pared por restaurantes, ventas de artículos electrónicos, accesorios, prendas de vestir, deportes, teatro, iglesia, mercado negro y hasta una clínica psiquiátrica que deja tomar el recreo a sus pacientes en la calle.

La totalidad de enfermedades y trastornos mentales observados en los 1000 metros y un poco mas por los que esta calle se extiende son innumerables, por supuesto algunos son más sobresalientes que otros y es ahí en donde se convierten en atracción turística.

Los alienados mentales bailan en las esquinas o adivinan el futuro, cabriolean con mochilas en la cabeza, van vestidos con harapos y barbas híspidas, o se pasean exhibiendo su ropa cara en una pasarela imaginaria, modelando a su ego sin espectador alguno.

“Controle su locura a niveles razonables” Deberían rezar señales en cada esquina.

Inclinaciones sexuales muy diversas son reverenciadas sin el menor asomo a la crítica. Homosexualismo, travestismo, incesto, fetichismo, bisexualismo, fago tracia y zoofilia son solo algunas de las manifestaciones que saltan al paso del transeúnte en cualquier tarde de compras.

Casi al llegar a la Avenida Meridian, nos cruzamos con Salvo.

Hacia una semana que no se aparecía por el trabajo.

El Siciliano era el sous chef del restaurante, una persona algo extraña, con todos los defectos, virtudes y adicciones clásicas del habitante de esta cuidad.

Sabíamos que su súbita ausencia había sido causada por razones médicas un poco difíciles de aclarar.

Al verlo renguear la suposición era evidente, un accidente en la pierna había sido la deducción obvia de su obligada licencia.

La perra afgana, lo seguía a todos lados.

El animal se sentó respondiendo a la seña de su dueño.

“¿Como esta todo Salvo? ¿Mejor de la pierna?”

“-Mejor… mejor, pero no es la pierna lo que tengo herido. Es el saco testicular.”

La perplejidad de nuestros rostros seguramente le dio la introducción exacta para explicar el como de lo acaecido: “Mi mujer me encontró con Cintia, ensartados en la terraza; después de una escena espantosa, en la que nos arrojamos cosas y nos dijimos innombrables epítetos, vino la reconciliación o despedida sexual, como quieran llamarle.

Pero en el momento de practicar el felatio, me hincó tenaz mordisco en la piel que recubre mis gónadas…”

El dolor era ajeno y por lo tanto solo imaginable, aun así una sensación de pequeñas descargas eléctricas recorrió mi espalda.

“-Tengo como para dos semanas, pero creo que estaré por ahí antes.”

Diciendo un par de cosas mas, se despidió, la perra seguía echada esperando que su amo hiciera la señal de seguir adelante.

Después de dar unos pasos y percatarse de la falta del canino a su lado, Salvo giro y llamo con vos firme: “!Cintia, vamos!”

Continuamos sin decir una palabra, el silencio ayudaba a disimular la atroz similitud entre los nombres de la amante y la mascota.

Al menos eso era lo que giraba en mi cabeza.

Francisco parecía venir retraído en pensamientos de otra índole, un gesto de reflexión parecía cruzarle el rostro.

No podía reír, pero tampoco me explicaba su seriedad en el asunto, finalmente en el umbral del “Deco”, me miro y con mucha circunspección, dijo: “El engañar a su mujer es muy malo…”

La perlesía estaba a punto de ser mi cuadro clínico, cuando fui salvado por nuestra llegada al cuartel general.

Lutino ocupaba el sillón victoriano, color borra de vino, en una tranquilidad absoluta.

El Rojo en el balcón, fumaba su “Sherlok”; en la cocina, dentro de una olla que había visto mejores comidas, hervía un líquido amarronado y espeso.

“¿Tienen eso con ustedes?” Pregunto este último.

Comoasi le entrego al cocinero la pequeña bolsa de nylon, la cual fue vaciada en su totalidad dentro del gualichú hirviente.

“En aproximadamente dos horas estará pronto” especulaba Lutino mientras revolvía lentamente.

Prosiguió luego: “Señores, prepárense para deshacerse de la maldita; en breves horas aquellos oprimidos por esta despreciable persona podrán sentir el placer de la venganza.

Sigan con sus rutinas, nos encontramos donde siempre…”

*****

Un viernes a la noche puede llegar a durar mucho más que el lapso de tiempo en que el sol faltara del cielo.

En las ultimas horas de la tarde, el ambiente se comienza a sentir, la música se abre paso hasta salir a las calles, los personajes de los clubes desfilan por las avenidas Collins y Washington, montando espectáculos estrambóticos, generados en la inspiración desenfrenada y elocuente que solamente grandes cantidades de anfetaminas –además de otros compuestos como el meth, ángel dust, magic cake, éxtasis, LSD, shrooms, bars, white, rocks, pot y demás sustancias- pueden producir.

Los travestís, con sus pelucas violetas, vestidos de lentejuelas y tacos punta-aguja, dominaban la función; bailarinas, hombre-estatuas, trastornados y demás anormales se confundían entre los turistas que, atolondrados, posaban junto a estas personalidades adictas a la exaltación.

Los clientes se apelotonaban a las puertas del restaurante.

La ultima cena, antes de aprestarse para el fin de semana en las entrañas del sueño americano.

Cada uno de nosotros aguardaba en su posición, preparados para su función especifica; la barba echa, el pelo engominado o atado, la corbata con el medio nudo corrido, lo mas suelto posible, camisa planchada y la sonrisa marcada con almidón; eran los requisitos de apariencia que se nos exigía para tomar la tajada del pastel correspondiente a la gente de nuestra calaña.

La victima no estaba presente; su aroma característico no la había delatado aun cuando enfervorizado, T, victoreaba por el corredor: “-She’s wearing an almost transparent pair of white lino pants!”

Mil fue el primero en deducirlo: La transparencia de la tela no escondería lo que estaba por suceder. El bochorno seria tal que jamás regresaría a estas tierras, sin mirar atrás en su historia personal, recordando, que una vez en un lugar muy lejano, experimento la mayor vergüenza de su tiempo vital.

El rojo estallo cantando a viva vos la clásica obra de los autores: E. di Capua y D. Capurro

La alegría general, estaba contenida; a punto de reventar.

Uno de los clientes habituales, acababa de comprar toda la reserva de champagne y similares, para festejar la victoria y posterior liberación de muchos.

Esa noche la casa seria nuestra nuevamente…

Apenas al entrar, su primera acción del día fue borrar del pizarrón toda la lista de especiales, pacientemente diseñados por uno de los camareros de turno, argumentando como simple razón: una insignificante falta ortográfica.

Después de probar el líquido contenido en el vaso de “El Host”, degustando concienzudamente para detectar cualquier dejo de alcohol en su bebida; continuo revisando los cajones y floreros, en desesperada inspección para dar con cualquier tipo de parafernalia; abriendo la puerta de la oficina con un empellón se envasaba a inspeccionar las cuentas de cada mesa en la central del sistema computarizado del restaurante; a los pocos instantes entraba ladrando a la cocina, denigrando a todo aquel que se le cruzara.

“¡Porque mi comida no esta pronta!” rechinaban sus cuerdas vocales.

“¡La comida de todo el mundo esta pronta para cuando llegan! ¿Por que la mía no?”

“-Porque eres un cancro mujer. ¿Como le voy dar de comer a algo que me va a terminar aniquilando?

“¡Si no me sirven mi comida ya mismo!…

”La sopa se calentaba en una olla de 25 litros, que reposaba en el fuego durante horas.

El Rojo, descolgó un cucharón de uno de los tubos de irrigación del sistema anti-incendios y lo lleno –supuestamente hundiéndolo en el líquido verde, espeso.

“¡Ten, y sal de aquí, no aguanto mas tu gritos de esquizofrénica!”

“¡Muérete, maldito gorila ignorante!”

La rutina de la que Lutino hablaba hace algunas horas, comenzaba con la misma armonía y exactitud de siempre; corridas, maldiciones, conjuros, blasfemias, risas, carcajadas. Ese collage de sensaciones revienta infinidad de neuronas; el lóbulo temporal recibe castigos virulentos.

Los rostros de los comensales se sucedían a velocidades violentísimas. Echar a las mesas era un trabajo que uno aprecia solo con el tiempo; cuando los valores y la ética se hayan desdibujado completamente.

Por el medio del salón interior, cruzaba una especie de corredor delimitado por tubos de bronce lustrado, flanqueándolo en toda su extencion. La vía por donde se desplazaba el deambular humano, bullía de actividad.

La poca luz, disimulaba mucho…el estado de los muebles

Generalmente el inmenso bar, monolítico, burbujeaba de alcohólicos, acólitos.

Mientras tomaba la orden de una de mis mesas, vi a la mujer corriendo torpemente -con rumbo más que elemental- y a la mini multitud ceder ante su paso.

Algunos de los rostros dejados atrás por Alito en su estampida, reflejaban cierta expresión de nausea, acompañados por frunces del apéndice nasal.

El plantel de la cocina en su totalidad se apostaba junto al horno a leña, este, formaba un pequeño palco de lujo.

Al llegar a las puertas de la oficina, a un par de metros estas de su laxativo destino, se agarro firmemente a uno de los posa brazos y aflojo el dolor que no resistía mas.

Desde ahí vencida, observada por algo más de 200 personas, vimos su orgullo desaparecer; eliminado en un torrente aguachento de vergüenza.

Se encerró en uno de los tocadores y ahí permaneció, sola, hasta bien entrada la madrugada.

Ningún empleado se acerco, ni siquiera obedeciendo ese fuerte poder que llamamos conciencia.

El Rojo encomendó a Francisco con la tarea de clausurar, por esa noche, el escusado femenino.

A algunos de los clientes se les pidió disculpas y a otros, la gran mayoría, no fue necesario ni siquiera mencionárselos.

La hora de servicio llego a su fin pasadas las 3 de la madrugada; la otrora dominante y explotadora gerente, salia de su agujero en un estado calamitoso.

Sin la mas mínima expresión en su rostro, miraba el suelo como buscando enterrar la mirada en los baldosones color tierra.

Sus ojos, hinchados y ennegrecidos por el delineador corrido a fuerza de lágrimas, se movían a intervalos cortos de arriba hacia abajo y de diestra a siniestra.

Levanto el Teléfono de la terraza, hizo una llamada, y se sentó en los escalones de la entrada a la misma.

Minutos después llego el taxi; llevándose ese monumento al odio y la mezquindad.

Mientras, el alivio no había llegado aun para los subyugados.

Alito podía volver mañana mismo; se había ido por sus propios medios. Muchos de nosotros sabíamos que esta podía sobrevivir peores disgustos.

Festejar antes de lo debido podía ser fatal. El rencuentro con esa cara, tendría consecuencias catastróficas en la salud mental de cada uno de los empleados de este lugar.

El teléfono suena insistentemente.

“-Es el señor Giulio, para usted.” Dijo una voz que no pude reconocer, debido a que esta, provenía de mis espaldas; y no me movería de uno de los tronos tallados en caoba, tan solo para identificar secretarias en este momento casi glorioso.

El Rojo se adelanto, y contesto antes de que le preguntaran: “Si, Alito no se encuentra, soy yo…Parece que no va a poder quedarse a la fiesta de la compañía…¿Problemas en la familia?… ¿En una semana?… ¡Buoníssimo!

En un breve segundo todo fue comprendido. Las botellas se empezaron a descorchar, finalmente, el trabajo ya no seria el castigo diario.

Sea quien fuera el reemplazo, jamás llegaría a la autocracia inhumana empleada por su antecesora.

La felicidad era desmedida.

El san martín había llegado para ese chancho.

Francisco y un grupo de sus amigos, escuchaban el relato de una historia, a cargo de un Mil exageradamente apasionado en su representación.

T, repasaba las acciones de la liga profesional de baseball; Sentado en el mostrador con un “big boy full of vodka.”

No era la última, ni seria la única vez, que viera esa nimia muestra de rebeldía.

Según el, Alito, era perteneciente a una raza de seres totalmente diferentes al clásico homosapiens.

Una especie de humanoides con un coeficiente mental muy por debajo de lo normal, pero con una capacidad de obediencia ciega, absoluta y nata.

Jamás romperían ninguna de las reglas impuestas por los organismos de control. Si una orden se les es dada, se cumple sin el menor atisbo de análisis.

Los denominaba: “Herds.

“-Ya vendrá otro u otra, esta es una guerra interminable.” Decía.

El ruido emitido por una corteza craneana al chocar contra baldosas importadas directamente de Toscana, fue lo que aparto mi concentración de los pensamientos filosóficos de T. Un amigo de alguien, acababa de caer con una tendencia a lo grotesco, descomunal.

El alcohol comenzó a escasear -al menos aquello que estaba destinado al evento, y comenzaron a aparecer claras señas de que el lugar debía ser imperativamente desalojado.

Varias botellas y vasos rotos comenzaban a abundar por los suelos.

Algunos, entrando en la etapa protagonista de su dipsomanía, imitaban al herido original y llamaban la atención con caídas estrepitosas.

Sangre podía correr como agua, y con una población donde el síndrome de inmune deficiencia adquirido, ostenta una proporción de siete de cada diez. El vampirismo, así como un terreno resbaladizo y plagado de objetos cortantes es algo muy arriesgado.

Caminando hacia la salida, diviso que en el medio del salón una porción de los presentes se arrimaba alrededor de un cuerpo inerte.

Salvo, que se encontraba haciendo acto de presencia, ayudo a la infortunada a levantarse, cargando con lo que hasta hace poco tiempo era una de las ensaladeras, hasta el baño; este disimulaba bastante bien la cojera.

Minutos después, la hasta hace poco inanimada mezcladora de leguminosas, salio a los saltos del sanitario, y prosiguió su baile hacia la calle, donde desapareció.

Ya casi al irnos, Comoasi y sus amigos se aprestaban a limpiar el local, después de ingerir grandes cantidades de tequila y soportar vaya a saber que divague salido de los confines cerebrales de Mil.

En la plenitud de la madrugada sabatina, Francisco salio con una sonrisa victoriosa y nos grito mientras caminábamos por la Ocean hacia el amanecer: “¡Fuente ovejuna lo hizo!”

“- Por lo menos agarro el mensaje del relato.” Comento Mil, alegre.

En este mundo; nada podía compararse a lo que estábamos viviendo.

Una pequeña victoria a la dictadura personal, la que todo espécimen de nuestra especie lleva consigo. Ese deseo de revelarse contra las causas injustas; lo poco que aun queda de aquel principio: respeto.

El movimiento torturante de la agujas, diría cuan lejos en el tiempo, estará el día en que la derrota llegue para recordarnos que todo se mueve al compás de una balanza misteriosa.

Ese presente, no lo sabía…aun.

B. Kröger


1 comentario:

Montevideo Etnico dijo...

Este flaco debe de ser travesti