En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

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C.A.

martes, 5 de julio de 2011

Smoke, niebla, hollín...no nights (sobredosis de crónicas)



Lo siento amigos, lo siento de verdad. Le hablo a ustedes, a aquellos que me exigieron y pidieron crónicas nocturnas, que hablaran de la otra cara de las ciudades. Pues me he cansado de insistirle a mis compañeros de viaje que vivir la noche de una ciudad es parte de la vivencia de la misma, es parte de su cultura, de su gente, de sus costumbres, de sus fiestas... de sus mujeres, pero haré mis descargos mas adelante!
El pasaje por China me dejó clarísimo que hay una gran diferencia entre ser potencia mundial y ser del primer mundo, definición absolutamente discriminatoria que repudio, pero aplicable en varios casos. Este gigante asiático que se está comiendo al mundo y que tiene a nada más ni nada menos que los Estados Unidos de América de rodillas en unos cuantos asuntos, está lejos de tener el funcionamiento interno de un país primer mundista, no en el sentido economómico, sino en el cultural.
Nuestro pasaje por la ciudad de Shanghai fue fugaz y absurda, pero disfrutable. Entre las miles de cosas que se me ocurren que habría que corregir en el viaje de Arquitectura, está la de moderar los destinos y los tiempos además de recursos. Pasamos varios días en Beining del cual obviamente hay mucho que no llegamos a ver, pero que a mi criterio tuvo bastante menos atractivo que Shanghai. Ésta última, es la ciudad más poblada de China y su centro industrial entre otras cosas y El día que pasamos en ella lo exprimimos al máximo. Se trató de una de esas típicas jornadas de nuestro viaje, donde salimos a las 9:30hs y volvimos a las 23:30hs, habiendo caminado todo el tiempo a excepción de la media hora en que paramos a comer. Es que uno se acostumbra al ritmo del viaje, a su seguidilla de ciudades, al tiempo en los aeropuertos, a la orgaización, al llegar a una meglópoli y en cuestión de horas ubicarse con un mapa y moverse hacia donde se le antoje. Eso fue lo que hicimos esta vez, en una jornada maratónica donde mis compañeras de turno fueron la Negra y Lilou, ya que por diversos motivos todos salimos en grupitos distintos.
Nos topamos con una ciudad por de más interesante y contradictoria, con mucho de la China tradicional combinada con la nueva cara industrial y financiera del país. Los adultos hacen mear y cagar a sus niños en el medio de la vereda al igual que en Beijing, están las típicas callecitas angostas decoradas con los caños que salen de las ventanas de las casas de varias plantas con la ropa colgada oficiando de guirnaldas decorando una galería, debajo de la cual están los típicos puestitos ambulantes que ofrecen desde frutas, pasando por chucherías hasta cajas llenas de agua donde decenas de anguilas, serpientes, peces y ranas pasan sus últimas horas hasta que alguien se decida por ellos. Las bicicletas y motocicletas aprenden de los autos y corren, sin importar si hay algo o alguien delante, limitándose a tocar la bocina para que aquél que se curce en el camino se corra o pague el precio siendo atropellado. Así, uno va caminando por las callecitas, hasta desembocar de repente en una avenida con hermosos canteros que atan la estructura urbana donde emergen los diversos rascacielos, muchos terrajas, otros con propuestas más que interesantes mientras que varios más se están construyendo. Fue ahí que me quedó corto una visita de un día, ya que me hubiese gustado poder empapare más de la vida de una de las ciudades que se está convirtiendo en una de las tantas ciudades globales, esas que no se parecen a ninguna y se parecen entre sí, con la misma lógica, el mismo funcionamiento y la misma estética. Me hubiese gustado saber de la vida de esos peones y albañiles de ojos rasgados que trepan estos andamios que se pierden de vista en el cielo. Me hubiese gustado saber si ellos también son los esclavos modernos de los que supe ver hace unos años en Dubai, donde miles de personas provenientes de India, Bangladesh o Pakistán sufren una versión moderna y legal de esclavitud. Me acordé de la muralla china y lo que pensaba mientras la escalaba, lo mismo que vos Alicia. Pensaba en las vidas que tomó esa muralla, los esclavos que la construyeron con su sangre de los cuales muchos quedaron enterrados en la misma, y me acordaba de las pirámides que visitaremos en breve y quería saber si en Shanghai pasaba lo mismo, siglos después, con más "democracia" y legalidad, sin muertos bajo las piedras pero sí con vidas encadenadas a la miseria y el abuso. Y me acordaba de la Gran Muralla, donde miles de personas pasan a diario sacando sus fotos como lo hicimos nosotros, un evento turístico que se aprecia como una maravilla y que fue la condena de tantos, contrastando en paisaje y forma con esta Shanghai. En esta parte los señores de traje se comportan igual que aquellos de los países occidentales, y los turistas y comerciantes extranjeros polulan entre la multitud que va y viene, pasando por abajo, arriba o al costado de los puentes que unen calles y edificios. Aquí, en el distrito financiero de Shanghai corre un río que ofrece una rambla por la cual todos pasan, especialmente los extranjeros para sacarse la foto con el skyline de la ciudad, que ofrece de ambos lados edificios de interés. Se puede cruzar en un ferry de un lado al otro, intentando hacer una cola innecesaria como en casi todos los ámbitos ya que los chinos se van a encargar de colarse por todos lados pisándote, empujando o metiendo los codos si es necesario, sean adultos o niños, para poder sentarse cerca de la ventana para disfrutar de la vista que ofrece el paseo de un lado al otro.
Lo que no cambió fue el color del cielo, siempre gris, siempre contaminado, siempre nublado, tanto en Shanghai como en Hong Kong el cual les describiré en breve. Después de tanta queja, la madre naturaleza se apiadó un poco de nosotros y nos birndó una pizca de sol cerca del mediodía, para volver a esconderse nuevamente en una región donde no hemos prácticamente disfrutado del sol. La combinación de la niebla, las nubes y el smoke son una alianza común de ver, causando entre otras cosas que uno sienta la garganta más sensible y esté más ronco de tanto respirar hollín. Fueron justamente estos factores que nos hicieron quedar con las ganas de apreciar la ciudad desde lo alto, como ya es costumbre en los sitios que visitamos. Supimos estar en la ciudad gótica en su versión china, con sus rascacielos cuyos coronamientos se perdían en densas nubes que corrían a una velocidad importante, generando así un microclima bastante extraño y atractivo que complotaban contra nuestras intenciones. Luego de haber caminado como unos condenados por toda la ciudad, decidimos que era hora de subir al mirador del "destapador" para poder apreciar la ciudad desde lo alto, en la noche de Shanghai, pero para nuestra sorpresa quien nos recibió en la entrada nos mostró el cartel donde aparecía una carita triste, llorando que decía "visibilidad cero". Nos llamó la atención que no se comportaran igual que las otras torres a las cuales habíamos subido en ciudades como Chicago o Nueva York donde abajo había un cartel que especificaba que nadie se hacía cargo del reembolso en caso de mala visibilidad. Decepcionados sacamos algunas fotos más desde abajo y decidimos que nos merecíamos descansar y darle un pequeño alivio a nuestras patitas las cuales hacía unas once horas nos venían bancando. Así fue que caminamos hacia la terminal del ferry cuando eran las 21:50hs. No me pregunten como, pero se me ocurrió apurar el paso porque supuse que el último barquito saldría en alguna hora en punto y no fuera a ser que esa hora fuera a las 22. Eran las 22:00hs en punto cuando estando a unos cincuenta metros de la terminal vimos que bajaban las persianas, y el pique que nos pegamos invirtiendo los últimos gramos de energía no nos ayudó en absoluto, pues tuvimos que pegar la vuelta, seguir caminando y volver en metro, despidiéndonos de una ciudad bastante más interesante que la anterior, una ciudad que se va para arriba en infraestructura y que presenta intervenciones urbanísticas y arquitectónicas interesantes para el debate. De este modo terminó nuestro paso por la China continental, la clásica, para emprender el vuelo hacia Hong Kong, buscando nuevas aventuras, nuevas anécdotas, comiendo días del calendario con los sentimientos contradictorios de disfrutar cada día al máximo, siendo concientes de que también cada día disfrutado es un día menos que queda para el regreso.
Pasan los días y los grupos cambian, mutan, se agrega gente, se separa gente, y sigo sin encontrar un compañero fiel que esté dispuesto a descubrir la faceta nocturna de las urbes. Muchos me lo han prometido, con falsas promesas de un mañana que nunca llega ya que todas las noches hay distintas excusas. Lo cierto es que no he podido ver la noche de lugares como Shanghai o Hong Kong.
Esta es nuestra última noche en Hong Kong, lugar extraño e interesante, llamativo, lleno de indios donde una vez más fuimos testigos de la incoherencia de la organización del viaje de Arquitectura. Recuerdo los pies innundados en la ducha del hostel de Beijing donde teníamos que subir cinco pisos por escalera para llegar al cuarto compartido por seis u ocho personas y no entiendo cómo unos días después estamos en un hotel cuatro estrellas, sin dudas el más lujoso en el que he estado en mi vida. Sin dudas hay algo que falla, pero bueno, acá estamos, en Hong Kong, con sus treinta y cinco grados espesamente húmedos donde uno es una babosa caminante por las calles, muerto de calor, pegajoso sufriendo los cambios continuos de temperatura al entrar al metro o a cualquier local cerrado donde de repente se está en invierno, en un país donde el derroche energético es cosa de todos los días. El paisaje es muy pintoresco, especialmente si se tiene la vista que tengo en mi habitación con doble cama matrimonial en el piso 57. Edificios exentos aparecen con un fondo montañoso y verde, mientras el río que atraviesa la ciudad separa dos orillas que se unen através de un puente colgante. Dochos edificios tienen una tipología bastante particular, igualitos en tandas diferenciándose una tanda de la otra por el color de la terminación exterior, pero manteniéndose siempre los mismos programas.
Hong Kong nos recibió con lluvia y de hecho los paseos más disfrutables no los pudimos hacer, como por ejemplo subir al pico a observar toda la ciudad o una recorrida aprovechable por el distrito financiero en la isla, el cual se ve perfectamente desde el continente, en la horilla de en frente. Pero sí tuve la posibilidad de tomar una cervecita sentado en la "rambla" continental, observando como se iba oscureciendo el cielo cada vez más mientras entraba la noche y el skyline de la isla se iba prendiendo. A las 20:00hs fui testigo de "La noche de las luces de Coca Cola y Canal 10" de Hong Kong, donde se pasa música y unos locutores presentan de manera breve los edificios de la ribera de la isla mientras estos van prendiendo y apagando las luces en un juego sicodélico muy bien organizado al igual que el derroche atroz de energía. El resto del tiempo, se nos ha ido paveando en la vuelta, conviviendo con una sobredodis adelantada de India cuando aún nos quedan algunos días para llegar a este país, viendo como pasan los días y como muchos de mis compañeros van perdiendo aceleradamente la capacidad de asombro y me siento raro, porque me sigo facinando al igual que el primer día con cada destino.
Y acá me encuentro, en la última noche en esta ciudad cuya noche no pude descubrir a pesar de mis intentos, extrañando a los vagos del Baroffio quienes son los que me agitan en Montevideo para salir mientras yo nunca puedo. Pues aquí los necesitaría, ya que los papeles se han invertido, y mientras no puedo entender como mis pares prefieren mirar Nat Geo en el cuarto o simplemente conformarse con una cerveza en lata en el loby del hotel mientras luchan por conectarse a internet yo me encuentro desesperado por salir y no encuentro con quien. Me he dejado llevar por las falsas promesas y me he desencontrado con aquellos que decidieron salir. Y dejo pasar las horas, sabiéndo que descubrir un país y una cultura se basa tambien en conocer su noche y su movida, más que refugiarse en un hotel de lujo.
Y así se va el último día aquí, luego de un fantástico amigo invisible en un reducido grupo compuesto por el Rolo, Marto, la Negra, Lilou, Popi y quien les escribe, mientras veo las caras largas de mis compañeros de viaje manyas, quienes no dan crédito del papelón de su cuadro y me acuerdo del Edu y de Manu que por años estuvieron callados llamándome para sobrarme cuando Nacional perdía contra algún cuadro que no era Peñarol, y recuerdo cuando me decían: "nosotros vamos a la Libertadores solo si la vamos a ganar". Pero bueno, un saludo para ellos, yo no voy a cometer el error de gozar por partidos en los que mi cuadro no tuvo nada que ver. Otra vez será.
Lo que a mi me queda, es prepararme para Tailandia, un nuevo destino, un nuevo escalón de este sueño donde no hay que caer en la rutina de padecer el viaje lo cual a mi criterio es un sacrilegio y un insulto a todos aquellos que apoyaron esto. Cada destino nuestro es un viaje en sí mismo que se lograría con mucho esfuerzo y meses de ahorro y lucho para no permitir que viajar se convierta en una rutina más que achancha a la gente de la cual escucho quejas absurdas. Los veo y me doy cuenta que no se dan cuenta de lo que están viviendo, y de que han perdido la capacidad de vivir esto como lo que realmente es, una experiencia increiblemente maravillosa y diferente, especial, impagable, imperdible. Estar acá es un privilegio, un sueño... un sueño que tengo la suerte de decir que se me está cumpliendo, día a día.
Salud!

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