Antes que nada debo aclarar que los créditos del título de esta crónica son compartidos con Salvador, a quien guardo un rencor irreversible, pues es el culpable de que en este momento este de luto. Así que comienzo esta crónica declarando mi estado de luto, pues hace pocos días hubo un incidente del cual soy parcialmente culpable, donde perdí a uno de mis compañeros de viaje, a quien algunos seguramente conocían de antes y otros lo han conocido en alguna de las fotos subidas en facebook. Pero más adelante les contaré como sucedió tan desagradable incidente.
Como había comentado antes, los cambios de estilo de vida, de transporte, de temperatura y de paisajes han sido muy variados en los Estados Unidos. Salimos en vuelo desde Chicago hacia Phoenix, pasando del frio al calor desértico, en un choque que me hizo confirmar una de mis tantas teorías, además de las ya archí conocidas como las de: "la cerveza no es alcohol, sino un refresco" y "las generaciones nuevas vienen bajo el efecto del danonino". Esta nueva teoría es que el vuelo en avión es lo más parecido que tenemos a la tele-trasportación. Soy consciente de que no se trata de la hipótesis más brillante, ya que es bastante evidente y simple, pero bueno. Aunque suene de cavernícola, para mí el tema de los vuelos, cuando los mismos te llevan de un lugar a otro totalmente distinto en cuestión de horas, es muy parecido al concepto de tele-transportación, solo que en una versión un poco más lenta. Uno se mete en un tubito, se queda quietito y en un rato se baja en un lugar muy lejano en el mapa, con un clima distinto, gente distinta...en otra realidad paralela. Pues eso quedo confirmado en el último vuelo, donde pasamos de la ciudad absolutamente ordenada, invadida de edificios de Mies, con un gélido viento, con autos y gente por doquier, a la tierra del coyote y el corre caminos. Bajamos en Phoenix, y de entrada tuvimos problemas con el alquiler del auto, que tarjeta va, que tarjeta viene, que la mía esta sobregirada con el auto de Playa Del Carmen, que la del Marto no tiene crédito porque se compró los pasajes a Vietnam, que la Negra está esperando a que llegue una nueva delegación de Uruguay para llevarle la tarjeta nueva, que la de Popi tiene el auto de Nueva York... así estuvimos, un buen rato hasta que finalmente pudimos sacar la Dodge Caravan la cual inmediatamente convertimos en un auto gitano y hippie, lleno de valijas, con mochilas por todos lados, botellas de agua, cascaras de mandarina, medias sueltas, envoltorios de "snickers" (el nuevo vicio del viaje junto a las papas chips con gusto "Sour Cream & Chedar cheese") y de más artículos que es mejor no nombrar. Yo, con un estado gripal en aumento y una especie de descompostura estomacal, me mude al auto de la sacarocracia intentando ser el alcahuete perfecto y despejando la camioneta desde la cual les escribo en este momento donde apenas tengo lugar para poner los piesesss. Es muy gracioso vernos desde los ojos locales, ya que somos un grupo (o varios) de jóvenes, vestidos parecidos, que caemos en nuestras súper camionetas Dodge, Ford o Crysler, y nos bajamos con nuestras súper camarotas compradas en B&H, con el discurso de que estamos recorriendo el mundo, pero nos pasamos comiendo refuerzo y regateando en todos los lugares. Las chiquilinas tienen un look general muy parecido, mas allá de excepciones, pero prácticamente todas tienen algún trapo colgando, sea del cuello, de la cabeza, la cintura o algún otro miembro, con sus pesuñas nike, sus riñoneras y algunos chiches más que las hacen diferentes. Los pibes, barbudos, usando remeras, bermudas, chancletas o championes deportivos los días de caminata, mochilita y cámara colgando del cuello. Somos una especie de gitanos ricachones pobres.
Dentro de todo lo curioso que nos cruzamos a diario, esta lo que da lugar al título de esta crónica. Pues en estos días donde hacemos kilómetros y kilómetros, o mejor dicho millas y millas de ruta, nuestros paraderos son los famosos moteles de ruta, tan típicos de las películas donde o muere alguien, o se refugia algún narcotraficante que escapa de su jefe, o simplemente tiene lugar una escena de sexo hollywoodense donde la cámara se limita a concentrarse en la cara de goce de la blonda cuyas tetas son masajeadas con fervor por algún actor onda Mickey Rourke. Pues estos moteles, sean la cadena Motel 6, Súper 8 o Days Inn nos brindan lo que nosotros necesitamos: camas cómodas y limpias, baños, algún lugar donde hacer los sándwiches, maquinas para hacer hielo y alguna eventual piscina. Llegados a Phoenix nos hospedamos en un súper 8. Entramos por la puerta a la recepción donde nos atendieron la típica gordita con el casco rubio ochentoso de las películas, y a su costado un veterano canoso y barbudo con voz gruesa, totalmente opuesta a la voz de la primera, finita, chillona saliendo de la nariz. Muy amables ambos, nos explicaron a Bobadilla y a mi las reglas del hotel y nos dieron a formar el contratito de la renta por esa noche, donde habia tres clausulas muy importantes para ellos:
1 - No smoking - donde se prohibía fumar en los cuartos, lo cual me pareció excepcional
2 - No pets - donde dudamos porque no sabíamos donde dejar al Marto...no, mentira!
3 - No Party - una clausula que nos obligaba a apagar y oprimir nuestros instintos, pues se prohibía la fiesta en las habitaciones. Lo que esa gente no sabía es que la única noche que salimos fue en México y que lo más parecido al bardo que armamos fue la última noche en Chicago en el lujoso Hotel Tokyo, ya que llegamos siempre hechos moco a dormir.
4 - No Sex - Este punto no estaba escrito, pero lo menciono el veterano, y ante los rostros atónitos de los clientes se mando la gran Marto: "just kidding". Una versión del "Naaa, mentira mentira" que usualmente sigue a las bromas de nuestro tan querido amigo compañero de viaje.
Los tres puntos no hacían mas que reafirmar la tendencia norteamericana, y que a pesar de estar a muchas millas de Nueva York, los prohibidos seguían estando en el camino.
El paisaje de Phoenix nos sorprendió, pues acostumbrados a Chicago, no encontrábamos ni los rascacielos, ni la avenida Michigan con sus suntuosas tiendas de ropa, sino que nos encontrábamos en las áridas tierras de Arizona, con sus cactus autóctonos y no en macetas como solemos encontrar en Montevideo, con sus anchas y despobladas avenidas. A los costados: desierto, cardos, y por allá lejos el coyote corriendo al correcaminos y la gigante roca que le cae al pobre desgraciado en la cabeza. Mi cuerpecito con su gripecita contentísimos con los cambios radicales de temperatura. Pasamos de ver las chetas casas primerizas de Wright en Oak Park a los delirios de su veteranía en Phoenix, la iglesia de Phoenix absolutamente extravagante y desagradable (opinión absolutamente subjetiva y personal) con sus interesantes espacios intermedios e interiores, para ir al otro dia a Taliesin West, escuela de arquitectura y sucucho invernal de Wright (el mismo de la Fallingwater House de la crónica anterior). Para ello metimos ruta en Phoenix, con un paisaje absolutamente austero y diferente a los anteriores, que hasta cierto punto hasta hace que uno los envidie a los del norte, luego de haber recorrido los sinuosos caminos entre montañas verdes en Pensylvania, ciudades globales y estas rutas increíbles en el medio de la nada, rodeados de montañas donde a uno le dan ganas de poner la cancion "Born To be Wild" del gran Stepen Wolf una y otra vez sin parar. Es que estos tipitos del norte, el imperio de turno, estos tipitos que se dedican a conquistar y controlar el mundo como en su momento lo hicieron los persas, griegos, macedonios, romanos, ingleses o españoles, lo tienen todo en cuanto a lo que a la naturaleza se refiere, y lo que no tengan se lo roban a los de mas, por ende es hasta cierto punto comprensible que les importe un rábano que el planeta se esté destruyendo y los recursos naturales estén en peligro.
El Taliesin West fue un despelote, una edificación en el medio del desierto de Arizona donde los sentidos se agudizaron para percibir las sutilezas del lugar y aprender de la maravillosa obra de Frank Lloyd Wright. La visita fue de una hora y media aproximadamente, para luego seguir haciendo ruta, sintiéndonos libres por los caminos del tío sam, sin los señores de traje, sin los metros, despegados de los carteles luminosos para apuntar a Flagstaff, lugar muy distinto a Phoenix, mucho más fresco con rutas arboladas y verdes. Pero antes, paramos a almorzar y a comernos la gran sandia que compramos en un Walmart la noche anterior, para aliviar un poco el calor. Ahí tuvimos un encuentro cercano con la fauna local, con una especie de ardillita del desierto mezclada con suricatos que andaban en los alrededores, en una tierra árida, donde no dejaba de acordarme de mi vieja, quien seguramente ni se atrevería a bajar del auto ya que por primera vez tendría razón en jurar que ahí seguramente habría serpientes, como lo hace siempre que vamos a algún lugar relativamente agreste, de hecho, nos encontrábamos en la tierra de las serpientes de cascabel. Aquí fue que sucedió el infeliz incidente. Ya prontos para partir, quise cumplir con mis amigos bolsilludos y la gran y prestigiosa comunidad Panteril (integrantes e hinchas del glorioso Panteras FC) y le pedí a Bobadilla (docente = Adriana = Sacarocrata) que me sacara unas fotos con las remeras de ambas instituciones. Aquí fue donde cometí el error de dejar la mochila apoyada en el auto haciendo caso omiso de las amenazas de Salvador (hincha del Club Atlético Penadoy) con irse porque nos habíamos puesto la camiseta del bolso. Antes del "click" de la foto sentí un sonido desagradable y al girar la mirada vi que mi mochila estaba en el suelo y Salvador unos metros atrás en el auto. Lo peor había sucedido, la rueda del vehículo había pasado por encima de mi mochila en cuyo interior había varios objetos de valor. Entre estos objetos estaba la netbook desde donde les escribo siempre, la cual en este momento descansa en paz y hace que les esté escribiendo de la netbook de Maina, pero además, ahí se encontraba reposando mi entrañable amigo del alma, que me acompaña todos los días en el escritorio del trabajo, que supo ir y estar todos los días en las arduas jornadas laborales de Dubái, y quien me venía acompañando incondicionalmente hasta hoy. Ayer me percate al quitarlo de su escondite para una foto que mi amigo Apu, estaba decapitado. Si, asi como lo escuchan. La sacarocracia mató al símbolo de los trabajadores ilegales en los Estados Unidos. No tengo dudas de que Donald Trump haya tenido que ver en esto con algún tipo de incentivo a nuestro docente. Lo que se, es que mi amigo, en este momento está esperando para entrar en la sala del CTI hasta que encontremos algún pegamento universal para poder curarlo. Sinceramente estoy muy apenado con este hecho, estoy de luto. Así que Nathi, te pido por favor que te fijes si Nachito aun tiene la colección de mini Simpsons para regalarme un segundo Apusito cuando vuelva. Es que ver a este decapitado, me parte el alma.
Luego del triste acontecimiento, seguimos nuestro camino. Los días van pasando y las ciudades van quedando atrás. Los medios de transporte cambian, las caras cambian y los cuentos cambian. El viaje cobra vida propia, y parece increíble todo lo que hicimos en un mes, que desde un lado parece mucho tiempo y por otro nada. Si recorremos mentalmente todos los lugares en los que estuvimos y todo lo que hicimos, las fotos que sacamos, lo que comimos, lo que hablamos, lo que caminamos, las veces que abrimos y cerramos las valijas, un mes no es nada, pues para nosotros es como si hubiesen pasado anos. De hecho, hoy hablábamos de que nos parece increíble que tengamos amigos, compañeros, novios y novias que aun no han empezado esta experiencia, que lo estarán haciendo próximamente, y que para nosotros lo que ya hemos hecho es suficiente como para contar anécdotas de dos o viajes distintos de una persona normal. Es algo increíble estar acá, e insisto en lo mismo, aprovechando que me entere que estas crónicas están siendo reenviadas por Marto y La Negra a sus familias, amigos y compradores de la rifa, en que si estamos acá es por ustedes, es por todos aquellos que nos apoyaron y bancaron, moralmente, económicamente, con la cabeza, cada cual a su manera, pero estar acá, viviendo esta experiencia indescriptible con mortales y efímeros adjetivos es gracias al esfuerzo nuestro y al apoyo de nuestra gente, así que una vez más, gracias.
En lo personal, no hay momento en que no este acordándome de alguno de ustedes. Haciendo ruta y escuchando canciones que marcaron otros caminos en mi memoria... Es imposible Vero que no escuche Senza una Donna y no me acuerde de la imagen llegando a la pista de F1 de Bahrein. En algún punto sentado se me va la cabeza extrañando a los vagos del baroffio para tomar esa cerveza fria y escuchar al vasco quejarse de mis otras amistades. Es de todos los días extrañar un abrazo de gol Pantera, tomar una con el DT, reírme de los chistes del Pelado y Perujo, cagarme de risa con vos cuñado, de lo que duerme Tandisita, estar en una típica discusión de familia sobre la comida que dura horas argumentando las dosis de pimienta que se le debe agregar a un tuco, las eternas tertulias con el Jefe, Matti, el Negro, Manu y Day metiendo cuchara, tener a Fede en mis brazos y ver como se le cae la baba a Paula, aquellas ultimas despedidas que tuve con tantos de ustedes... tanto, tanto es lo que se extraña que parece increíble que haya pasado nada más que un mes.
A todos aquellos que me han escrito, les pido disculpas por no haber contestado, pero les pido que lo sigan haciendo. Me hace muy bien leerlos, es como si los tuviera cerca. Pero comprenderán que el acceso a internet no es del todo fácil, y menos ahora que estoy sin computadora.
No me quiero despedir sin recordarles que pueden encontrar estas crónicas en montevideoetnico.blogspot.com, gran blog manejado por el Tano Giuffrida y Claudio Alonso, con muy buen contenido, variado que va desde publicaciones de artistas under hasta los informes del Bulín del Mono Bonsái.
Hasta la próxima.
Ali
1 comentario:
genial... muy buenos relatos, es un buen aporte para el sitio. saludos
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