En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

martes, 24 de mayo de 2011

Encuentro con el tío Sam, bienvenidos al país del prohibido....



Nota: Esta crónica fue escrita tiempo atrás, pero no fue publicada por el poco acceso a la "internec" y la falta de tiempo.

Nos encontramos en algún lugar en alguna ruta del estado de Pennsylvania, en los Estados Unidos de América. Hace un rato que salimos de la casa de la Cascada, o "Fallingwater House" de Frank Lloyd Wright (aquellos que no la conozcan les recomiendo googlearla). Sinceramente no tengo palabras para explicar lo perfecta que es esta casa, absolutamente brillante y completa, extraordinaria, súper espectacular, y todos los adjetivos que puedan quepar en este texto, los cuales los dejo a su imaginación.

Llegamos luego de varias horas de ruta en la Ford estilo chancho gordo que alquilamos en Nueva York. Se trata de una camioneta extraña, muy ancha y bien al estilo estadounidense, automática, consumidora (al igual que su población), con su GPS, camarita de video trasera que te asiste cuando vas a estacionar, etc. Dicha camioneta en este momento es un chiquero, lleno de migas de galletitas, papel, bidones de agua de los cuales uno está estratégicamente ubicado sosteniendo el transformador de los parlantecitos que muy inteligentemente compré en B&H en Nueva York, los cuales están conectados a la misma netbook desde donde escribo. Es que los que alguna vez viajaron haciendo ruta saben de lo fundamental de la música. Si lo habremos vivido contigo Vero, Fer, Javi (que en paz descanses).

La camioneta, como decía antes la alquilamos luego de varias tranzas en Nueva York, ciudad en la cual estuvimos cinco días y de la que les hablaré un poco más adelante. De ahí partimos rumbo a Boston y Cambridge, donde pasamos un día solo, pero que valió la pena y nos dejó con ganas de más. Los choferes somos tres: Popi, Marto y yo y nos vamos rotando, aunque por ahora a mi me está tocando más que nada la noche ya que los otros mutantes después de las 20hs se transforman en bellos durmientes. Las rutas de este país son espectaculares, con paisajes alucinantes que alternan entre montañas verdes, grandes metrópolis, campos y otros paisajes variados, rutas serpenteantes entre montañas verdes, saliendo de la niebla para descubrir un risco y así darse contra un lago. Lo que también está variado es el paisaje de la camioneta, la cual ya me encargué de chocar, pero luego les explicaré como. Lo que les puedo adelantar es que no pasó nada grave, tenemos un rayoncito en la puerta trasera y no hubo daño de ningún tipo, así que no se preocupen que no ha sucedido nada.
 
Hay varias cosas curiosas, como por ejemplo que los locales de comida rápida que usamos normalmente para hacer nuestras necesidades, tienen un baño solo, o sea una puerta que da hacia un espacio común donde hay un wáter, un lavamanos y un mingitorio, por lo que supongo que la idea es que mientras uno caga, entre otro y haga un pichicito al costado. Lo que no sé bien es el comportamiento que debe adoptar uno. Acaso debe sacar algún tipo de conversación mientras está en el trono con el sujeto que está parado meando?

- Guat a creizy ueder, eh? (que tiempo loco, eh?) - A lo cual imagino al barbudo motoquero que viene de hacer ruta contestando: - Yeah man, der ar pises of shet falin in point (si valor, caen soretes de punta).

No sé, lo cierto es que yo vengo de uno de esos lugares y agradezco a Dios que ya me estaba lavando la mano, estando tranquilo y seguro de haber trancado la puerta, cuando de repente esta misma se abrió y entro un veterano, barbudo, panzón con una bandana en la cabeza y se me puso a mear al lado.

Pero además de este desafortunado detalle, hay cosas más interesantes que me han llamado la atención. Lo primero, es que durante nuestra estadía en Nueva York, me sentí muy a gusto e incluso cómodo en la ciudad, no viéndola como algo ajeno sino más bien como un lugar propio, como si hubiese vivido toda la vida ahí. Yo lo explico por la costumbre que tenemos de consumir productos estadounidenses, desde las películas, las series, las fotos, los libros de los cursos de inglés y vaya uno a saber cuántas cosas más que ni sabemos. Es que Nueva York no me sorprendió, no me pareció extraña, todo lo que vi ya lo había visto alguna vez en algún lado. Tampoco me sorprendió la persecuta que tiene esta gente y lo estructurado que está todo. En Nueva York todo está controlado, por lo que el "prohibido" es moneda corriente y el ojo del tío Sam está siempre vigilando. Está prohibido sentarse en el piso, apoyarse en una baranda, sacar fotos en muchos lados, tomar alcohol en la calle, sentarse en un escalón (lo cual para nosotros que caminamos como unos enfermos todo el día es lo mejor que nos puede pasar), hacer esto, aquello... Es como si siempre tuvieras un gringo moreno de dos metros atrás cuidando lo que hacés, hasta tal punto que uno se siente culpable y perseguido hasta cuando no hace nada, es rarísimo. Acá las cosas son distintas, uno es culpable hasta demostrar lo contrario. Con decirles que nos abrieron las puertas de su país haciéndonos caminar descalzos... es indignante, pero te hacen sentir la presión desde el comienzo. Pero a pesar de esto, Nueva York me pareció una ciudad muy bien estructurada y de un funcionamiento casi perfecto. A pesar de sus dimensiones, su densidad, su flujo de gente y energía, su cosmopolitismo, es una ciudad absolutamente ordenada y escalada, uno no se siente como una hormiga insignificante entre los inmensos rascacielos, cosa que sí me pasó en Dubai y Brasilia (cada cual con sus diferencias). Nueva York es una ciudad cómoda, "user friendly", activa y estéticamente correcta y variada, llena de banderas como en todo lo que hemos recorrido del país. Es impresionante si prestás atención, abrís los ojos y agudizas el oído durante nada más que una cuadra en la quinta avenida. En menos de sesenta segundos vas a ver, oler y escuchar a gente del lejano oriente, medio oriente, cercano oriente, África, Centro América, Sudamérica, Europa oriental, Europa Occidental, gente de Melmarc... en fin, de todos lados. Además hay grandes contrastes como son el Time Square con sus pantallas gigantes coloridas y consumidoras de energía de manera excesiva contra el Central Park, pulmón magnifico de la ciudad, el centro financiero con sus rascacielos y los señores de trajes y portafolio y Harlem con sus típicas viviendas de película con sus escaleras para incendios y la comunidad negra con sus millones de iglesias donde los domingos suena el coro Gospel. Nueva York terminó siendo mucho más amigable y aprehensible de lo que esperaba. Un golpe duro para la cabecita que venía de La Habana y Playa Del Carmen, es muy difícil cambiar el chip tan rápidamente a realidades tan distintas.
 
Lamentablemente no bolicheamos, pero sí intentamos tomar una cerveza en el Time Square, lo cual terminó siendo de las maniobras más complicadas en las que participé en mi vida, pues uno de los compañeros de hostal que teníamos nos dijo que sí se podía consumir cerveza en la vía pública, siempre y cuando no fuera directamente de la botella. Con el resto del grupete del hostal, compuesto por brasileros, estadounidenses e italianos dimos una vuelta y Popi, Lilou y yo entramos a una estación a comprar una birra. Resulta que el que nos lo vendió nos dijo que no se podía tomar en la calle, y teniendo en cuenta que nos encontramos en el pais del prohibido, y rodeados de policías nos entró la persecuta. Ahí decidimos ir a buscar un vaso grande donde servir las chelas para sacarlas del local, a lo que fuimos a McMierda y gasté los 2 dólares más inútiles de mi vida, en un vaso gigante de coca cola. Volvimos a la estación (cuatro cuadras de distancia), agarramos las cervezas mientras el compañero de hostel yanki no paraba de hablar, era insoportable. Finalmente agarramos las chelas, las cuales salían 3 dólares cada una, pero en el cajero las marcó a 10! Nos quejamos, el gordo yanki se puso a dar discursos de customer service, el pobre vendedor llamando al manager, el manager puteandolo, el tipo calentándose, el gordo yanki insistiendo con que fue manager de ventas y que no podía ser, el manager que vino, el manager que se disculpó, la cerveza que se compró y dos uruguayas y un iraní que estaban en pleno Time Square, rodeados de policías porque un día antes había habido una amenaza de Al Qaeda. La verdad es que nos cagamos, mientras el resto de los hostalianos nos decían de ir a un bar, nosotros no sabíamos qué hacer con las birras. Nos separamos de ellos, caminamos un poco, con Popi con una botella en el chaleco que se le resbalaba, fuimos, vinimos y decidimos volvernos al hostal donde nos tomamos las tan preciadas chelitas, cagados hasta las patas por no terminar en Guantanamo.

Lo que sí les puedo recomendar, es un carrito que queda en la 62 Street y Madison. Resulta que el último día de Nueva York, después de arreglar el tema de la camioneta nos fuimos a dar unas vueltas por la quinta avenida y y el Central Park. Muertos de hambre, no dábamos crédito con Lilou y Popi de que en plena zona de negocios, oficinas y tiendas, lo único que hubiera para comer fueran hot dogs, que son exactamente iguales que los panchos "La Guillermina" de Montevideo. Caminamos, caminamos y al final llegamos a la conclusión de que lo mejor era consultar como siempre se debe hacer, a un trabajador local. A todo esto pasó un señor de mameluco a quien paramos con la siguiente pregunta: "Güer is de best plais to it"? La respuesta fue un simple dedo índice que señalaba un carrito de chapa en la esquina antes mencionada. Y para ahí fuimos, donde estaban el griego "Toni" (una especie de "Julio" de Nueva York) con dos pintas más a una velocidad extraordinaria que preparaban la mejor comida que hemos comido en las últimas semanas. Pedimos pechugas de pollo, tipo azadas, con una fantástica ensalada y yogur griego. Pedimos nuestros platitos, fuimos hasta el central park, y rodeados de pajaritos, niños y familias a partirnos la boca.

Así terminó nuestra estadía en la ciudad de la canción de Sinatra, de las películas, de las series, de las etnias, de los subway con empleados indios y Mcmierdas con empleados negros o latinos. Así terminó nuestra estadía y nuestra participación como extras de la gran película, de una ciudad que me sorprendió por las pocas sorpresas que me generó. Obras hubo varias, de las cuales no les voy a hablar, me las guardo para mí. Así terminó la estadía en Nueva York, y empezó la otra parte, con la camioneta y con Conchita, nuestro GPS parlante gallego que nos lleva por las rutas de los Estados Unidos. Próximamente vendrán las otras crónicas, con más detalles de los otros estados y las peripecias.

Salute
Ali.

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