Eran las 21:00hs cuando se produjo el cambio de equipo conductor. Dejaban sus puestos Popi y La Negra como piloto y copiloto respectivamente para ser sustituidos por Lilou y yo. Desde el momento en que pase al volante la hermosa, plana y recta ruta por la cual habíamos andado durante las últimas cuatro horas dio paso a una entrada que se direccionaba hacia el interior de aquellas montanas a las cuales sacábamos fotos horas antes. Ya era de noche por lo que luego de varios días de no haber manejado debido a mi estado gripal, volví a ser el conductor nocturno. Una noche atrás El Marto había manejado durante más de cinco horas por caminos de tierra por los que nos había mandado Conchita, que atravesaban los descampados del Estado de Arizona mientras yo iba contándoles la historia de la masacre en Texas, ambientada en Arizona con el miedo constante de que apareciere Jasón tras los pajales o algún psicópata de película, la versión maléfica del pata de palo del Hotel Tokio.
Emprendimos el camino empinado, con Lilou indicándome la cantidad de kilómetros por seguir y la sinuosidad de las curvas. El camino, totalmente diferente al anterior, se comenzó a convertir en una especie de montana rusa, pero una de las buenas, a tal punto que en ciertos puntos a mí que era quien manejaba me mareo y me causo cosquillitas en el estomago. Así transcurrieron varios kilómetros, subiendo, bajando, haciendo zig zag en las sinuosas rutas con sus cerradas curvas, esquivando algunas liebres y pisando otras, con el resto del equipo contento, contando chistes, peleando por el dominio de los machos alfa sobre las hembras y pavadas del estilo. Pero poco a poco el camino se fue haciendo un poco mas engorroso y hermoso a la vez, mientras nos empezamos a adentrar en los bosques y a subir zigzagueando por los estrechos carriles que se nos aparecían, la gente se fue durmiendo y quedamos Lilou y yo, mano a mano con el reproductor de MP3. El pie derecho empezó a jugar un papel trascendental en la interacción entre el freno y el acelerador en estos autitos automáticos que usan los muchachos del norte, ya que no había un solo tramo horizontal y recto.
Conchita y su baracutanga |
Conchita ya no hablaba, ya que por el bien de todos decidimos callarla, solo su pantalla colgante del parabrisas nos indica ahora qué camino seguir, dentro de cuanto doblar y los de más detalles. No quiero imaginar lo que hubiese sido este recorrido con Concha aturdiéndome: "siga por la izquierda, y a treinta metros manténgase a la izquierda, a diez metros gire a la derecha, a cinco metros gire a la derecha y manténgase a la izquierda..." con su voz de gallega porno.
Decir que a la derecha tenía un copiloto de fierro, ya que mirando el GPS, Lilou me iba avisando de las curvas que se venían. La mano se complicaba cuando después de un ratito de silencio se escuchaba un "pah pah pah... ay ay ay...esta que se viene es recontra cerrada" segundo de una risita típica de quien está nervioso y teme por su vida. Y así íbamos nosotros, nuestra camionetita Dodge Caravan, serpenteando en las montañas de lo que a esa altura era el límite entre el Estado de Nevada y el de California. De repente, entre el silencio reinante a pesar de la música que trataba de mantenerme despierto, agarramos una curva cerrada y al culminar nos encontramos en una especie de túnel, rodeados de las rocas de la montaña que se perdían en lo alto, lo cual a Lilou la hizo acordar al tren fantasma del parque Rodó!
-Vamos que dentro de cien metros agarramos el empalme con la 120 que es la que nos sirve - me dijo Lilou. Fue decir eso, y al doblar nos topamos con un cartel rojo, enorme que decía "Road Closed", ósea ruta cerrada. - Pero me cago en la puta madre - fue mi acotación, lo cual hizo que los bellos durmientes del fondo se despertaran de a uno. El último fue el Marto obviamente, quien se balanceó sobre el asiento, aún dormido, con sus ojos rojos diciendo "ojo ojo". Lo que nadie supo explicar era con qué había que tener ojo, ya que estábamos frenados, tratando de ver para donde agarrar. Obviamente Conchita se disfrazó de Poncio Pilatos y no nos decía nada. Nos miramos con Lilou, y la opción era una sola, en vez de seguir por la 108, tomar la ruta que salía hacia la izquierda y esperar a ver qué nos deparaba el destino, y así lo hicimos.
La ruta alternativa resultó ser mucho más empinada aún. El recorrido paso a ser de hermoso a tenebroso, con arboles perfectos, cuyas copas comenzaron a acompañarnos mientras subíamos zigzagueando hacia los costados, hacia arriba y abajo. Poco a poco la ruta se fue convirtiendo en una imagen bizarra donde de seguro pincharíamos y tendríamos que frenar, siendo presas de los asesinos furtivos que se esconden en el bosque. Lo que algún psicólogo debería explicar, es porque carajo la gente le teme más a los lugares descampados y alejados de la civilización que a aquellos donde hay mucha más probabilidad de encontrar asesinos y gente de mente turbia. Quien va a ser tan pelotudo de estar cagandose de frio, escondido en una montana esperando que se lo coman los osos, para que en una de esas pase un auto, pinche, los boludos bajen para poder matarlos? Pero bueno, la psiquis del hombre es complicada, y a la oscuridad reinante, las curvas y el hecho de no saber a dónde nos dirigíamos exactamente, nos jugaron una mala pasada. A esa altura, ya todos dormían, excepto Lilou y yo. Nos empezamos a adentrar cada vez más en las montañas, en la selva, entre los árboles, con una concentración aguda, ya que un paso en falso, una cabeceada al volante o una simple distracción significarían la muerte. Bueno, al menos eso suponía yo, ya que las luces de la camioneta iluminaban apenas unos metros hacia adelante, mostrando nada más que la ruta por dónde íbamos, y la visibilidad terminaba abruptamente hacia los costados, lo cual me hacía creer que no había objetos contra los cuales reflejara la luz, traducido al español, estábamos rodeados de precipicios. A todo esto, en una de las curvas me pareció leer un cartel que decía "End of Paviment", lo cual le comuniqué inmediatamente al copiloto, pero no tuvimos ni tiempo de pensar, ya que en la próxima curva, pasamos abruptamente del asfalto a la tierra, en una curva cerrada y absurdamente empinada. Debo confesar que ahí me preocupé, ya que no sabíamos hacia donde nos dirigíamos, y para colmo nuestro destino nos estaba llevando en dirección vertical. Un rato antes habíamos visto un cartel que decía "Aspen", lo cual me hizo acordar a Tonto y Retonto, ya que era el pueblo en las montañas a donde llevaban el portafolio lleno de dinero. Pero eso no viene al caso. la cuestión es que no sabíamos dónde estábamos y para colmo Conchita nos perdió. Miramos el GPS y nuestro autito azul estaba con un signo de interrogación arriba, lo cual quería decir que estábamos absolutamente perdidos, sin mapa, sin saber en qué montaña estábamos y sin Conchita. A esa altura, en nuestros subconscientes, estábamos rodeados de psicópatas asesinos, osos, hombres lobos y enanos de jardín endemoniados, más aun luego de bajar unos metros y ver en el medio de la nada, hacia nuestra izquierda, a unos metros del camino, una casa, sola, abandonada, blanca y moribunda, donde seguramente se alojaría la bruja de Bialr.
Nuevamente se despertaron todos al ver que la camioneta estaba frenada, y nuevamente se despertó Marto con su instinto paternal advirtiéndonos del peligro con un "ojo ojo" con tono de preocupado. - Dónde estamos? - me preguntó Maina a lo cual yo contesté con un rotundo: - Ni la más pálida idea, arriba de alguna montaña en los alrededores de Aspen.- Y esta es la ruta que teníamos que hacer?
- No, pero el tema es que la que teníamos que agarrar estaba cerrada.
- Ah. ok
A todo esto, yo empecé a joder nuevamente con las historias de terror, y que de seguro ahí nos agarraría alguna bruja del bosque o alguna boludez del estilo, a lo cual la respuesta de Marto fue: - Bue, yo me voy a dormir de nuevo así no pienso en eso - Y así fue.
- Peguemos la vuelta Lilou y vayamos hacia la bifurcación original, y tomemos el otro camino. Volvimos, y vimos un pueblito típico llamado Birdgeport, muerto, dormido, donde vimos un par de moteles. Ya cansados, y en mi caso luego de haber manejado unas dos horas y media, tensionado, de curva en curva tratando de no caer al precipicio, de noche, decidimos que lo mejor sería quedarnos a dormir, para seguir luego a la mañana siguiente hacia San Francisco. El motelcito resultó ser bastante caro, pero lo peor fue que cuando bajé del auto se me congelaron hasta las entrañas, pues hacía un frío tremendo, y yo estaba de shortcito ya que veníamos del calor de Las Vegas, por lo que decidimos seguir un poco más a ver qué había. Uno de los errores graves que cometimos se produjo en ese pueblito, cuando Popi dijo que acabábamos de pasar un cartel luminoso gigante que decía algo de las rutas. Nos miramos, y siendo cómplices unos de los otros resolvimos seguir y así lo hicimos. Esta vez tomamos la ruta 89, la cual nos comenzó a introducir nuevamente en las montañas. Le dimos y le dimos un rato más, hasta que en una curva, me pareció que el reflejo de la luz era demasiado brillante, ya no como las rocas o las copas de los arboles, miré un poco más y grité: - Nieve! Eso es nieve! - lo cual provocó el tercer "Ojo ojo" del Marto y la expresión de maravilla del resto. Inmediatamente, en un gesto automático frené la camioneta en una especie de banquina natural que había, y nos bajamos de la camioneta. Cagados de frío hasta las patas, con poca ropa, y contentos como nene chico con juguete nuevo, nos despreocupamos de habernos perdido. En cuestión de segundos, todos habíamos sacado la mínima ropa de abrigo de nuestras valijas y nos disponíamos a jugar en la nieve y sacarnos fotos, totalmente inconsciente de donde nos encontrábamos y de los peligros que podríamos correr. - Bueno bueno, muy lindo todo, pero vamos a seguir - fue mi conclusión luego de unos instantes donde estuvimos a punto de tener una pulmonía. Y seguimos... subimos un poco más, bajamos otro tanto, cuando Maina se despertó preguntando:
- Dónde estamos? - A lo cual yo contesté con un rotundo - Ni la más pálida idea, arriba de alguna montaña.
- Ah, pero este es el camino que teníamos que agarrar?
- No, no es este.
- Es que el camino que teníamos que agarrar estaba cerrado Maina, por eso tuvimos que agarrar un camino alternativo.
- Ah, ok... ronquidos.
Nos la bancamos, seguimos, manejamos, hicimos chistes... así la llevamos con Lilou unas horas más. Ya habían pasado unas seis horas desde que había empezado a manejar y las esperanzas de salir de las montañas para entrar a la civilización estaban a la vuelta de cualquiera de las curvas. Podría seguir describiéndoles paso a paso la ruta para hacerles sentir el rigor que nos hizo sentir ella a nosotros, porque una cosa es leer la trayectoria en un relato, y otra es vivirla todas las malditas horas que nos llevó, estresado, cansado, atento... pero no lo voy a hacer.
Lo que les puedo decir, es que luego de muuuuuchas curvas, de subir y bajar, de reojo me pareció ver un cartelito, ante el cual mi reacción casi fue el del niño chico cuando pareció ver un fantasma: el de cerrar los ojos haciendo que no lo vio. Así fue la sensación, aunque no pude cerrar los ojos porque moriríamos todos. Me acordé de la mamá de La Negra diciéndole por teléfono: "Cuídate mucho Albanita" y me vino un escalofrío. Miré a Lilou de reojo, ella también lo había visto, pero reaccionó como yo.
- viste eso? - Le dije
- Sí, pero ta, no, debe ser viejo. A ver, seguí por acá que viene una curva.
Yo seguí por la curva, agarré un repecho, y allá lejos me pareció ver unas luces, producto de las de la camioneta que se reflejaban en elementos inanimados de tránsito.
- Lilou, vos viste ese cartel?
- Sí, lo vi.
- Decime que no, por favor.
Pasé las señales de tránsito que había en la Ruta 4, las cuales simplemente me decían que la ruta era pronunciada y que había que doblar a la izquierda, y así como fui doblando y subiendo a la misma vez, de repente las luces de la Dodge Caravan se focalizaron en lo más tenebroso, en lo más temido que podríamos haber tenido en frente. Frené y tragué saliva, mire a Lilou y casi me pongo a llorar. Liou había visto el mismo cartel que había visto yo unos cientos de metros atrás, pero no había querido aceptarlo. Aquel cartel, decía con letras negras sobre un fondo rojo: "Road closed ahead". Este que veíamos ahora, frente a nuestros ojos era un poco más breve, más contundente y liquidaba toda esperanza. Este, decía "Road Closed", ruta cerrada. Me desmoralicé, me aflojé y no me puse a llorar porque no tendría sentido. Seis horas de manejo al máximo esfuerzo tirados a la basura. Estábamos a 7000 pies de altura, solos, con un cuarto del tanque de gasolina, con frío y sin saber a dónde ir. No teníamos otra opción más que volver a manejar tooooodo de nuevo hacia atras y buscar un refugio, ya que ni las estaciones de servicio que habíamos visto estaban abiertas. Estábamos en los picos nevados de California, desolados y cansados, con Maina preguntando qué hacíamos ahí arriba y el Marto diciéndonos que tuviéramos ojo!
La vuelta fue complicada como la subida, con Popi al volante ya que yo estaba furioso como un oso, y decepcionado como un niño que no recibió lo que quería en Navidad, no podía creer que hubiéramos estado seis horas haciendo ruta en las montañas para volver al mismo lugar. La Dodge Caravan también nos hizo sentir su cansancio ya que cuando estábamos bajando, sentimos olor a quemado. La pobre hacía doce horas que estaba andando sin parar desde nuestra salida de Las Vegas. Finalmente llegamos a Topaz, una mini urbanización en el medio de las montañas, con un Súper 8 donde nos quedamos por unas seis horas, desde las 4AM hasta las 10AM para descansar, sabiendo que teníamos esa noche paga en San Francisco, y que nos encontrábamos a unos 300KM lineales, multiplicados vaya uno a saber por cuanto, teniendo en cuenta las subidas y bajadas. Ahí nos quedamos y a la mañana siguiente, no podíamos creer lo que veíamos. Nos encontrábamos en un valle, frente a un lago rodeados de verdes montañas con los picos nevados, algo que jamás pensé que veríamos en este viaje por Estados Unidos, y me repetía una vez más lo afortunados que eran los tipitos del norte. El paisaje era ideal, el aire matutino de montaña más ideal aún. Desayunamos, nos bañamos y salimos nuevamente, ya sabiendo qué ruta tomar. Lo que nos entramos esa noche, era que aquel cartel que habíamos menospreciado, aquel del cual Popi nos avisó, nos decía que todas las rutas que habíamos tomado estaban cerradas, y que en realidad nuestra única opción era tomar la 89 pero en vez de desviarnos hacia la 4, seguir por la 89 hasta la 88.
Luego de las agotamiento de la noche anterior, yo estaba empecinado en querer hacer esas rutas y adentrarme en las montañas a la luz del día, ya que durante la noche me había pasado repitiendo la misma frase: "esto debe ser espectacular, pero no vemos nada". Y así era. El paisaje era indescriptible, solo estando allí uno puede sentir lo que sentimos. No hay foto ni descripción escrita que pueda igualar y mostrar la belleza de ese lugar al que fuimos a parar por error, donde ahora estábamos tan a gusto. Si habremos paseado en esas montañas, que esa mañana paramos exactamente en el mismo lugar donde habíamos parado la noche anterior a sacarnos fotos. Pero antes, veníamos copados, disfrutando de las montañas, ahora con La Negra de copiloto sacando fotos cuando de repente volvimos a sentir olor a quemado. Esta parte de la ruta tenía muchas bajadas, y los frenos estaban al rojo vivo. Pasaron unas curvas y de repente vimos que salía humo de alguna de las partes de la pobre Dodge y al frenar nos percatamos de que las ruedas estaban inundadas en humo. Pues sí, la pobre desgraciada no aguantó tanta frenada y tanta bajada y nos lo hizo sentir. Luego de parar un rato para enfriar los frenos, mientras el Marto cumplía sus fantasías de escalador y juntaba agua de deshielo en los termos (nadie sabe para qué), un veterano que frenó nos salvó la vida, al mostrarme que en rutas así, como uno no puede ir haciendo cambios para bajar la velocidad como en un auto normal, puede jugar con la palanquita hacia los costados, los cuales ofician de cambios y rebajes con un signo de menos y uno de mas. Así fue como tiramos hasta los próximos pueblos, de otro modo, hoy les estaría escribiendo sentado junto a San Pedro... o Satanás, quien sabe?
Apu vuelve a la vida |
La ruta fue absolutamente disfrutable, y empapados en la brisa mañanera de la montaña, emprendimos nuestro viaje hasta salir de los valles e introducirnos en las rutas hacia San Francisco. Fue después que nos enteramos que fue la maldita Concha la que nos mandó a las montañas en vez de hacernos ir por una ruta mucho más directa. Así pasamos una noche y una mañana extraña pero espectacular, que jamás estuvo en nuestros planes, pero que fue de las mejores experiencias que he vivido hasta el día de hoy.
Saludos Ali