En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

martes, 11 de octubre de 2011

Entre duendes y recuerdos.


Fue antes de la llegada a Berlín que conocimos a Gretel, y si nos vamos todavía más para atrás habíamos vuelto de Rusia y nos habíamos ido a Estonia. Si me preguntan, Tallin – la capital de este país – estaba en el itinerario más que nada porque nos queda de paso en nuestra encrucijada desde el país de los gigantes hacia el corazón de Europa, pues se trata de un lugar sin obras de arquitectura trascendentales o una importancia urbana e histórica de peso, pero sin embargo fue un lugar que a la mayoría nos gustó mucho. Obviamente se le dedicó el tiempo adecuado a mi entender, pues pasamos allí dos noches y un solo día entero, el cual supimos aprovechar a pleno, en este caso con los tortolitos de la camioneta como mis secuaces: Marto y Ceci. Tratándose de una ciudad con un pasado medieval, sus mayores atractivos eran la plaza central, el ayuntamiento, las pequeñas iglesias dispersas y las siempre encantadoras callecitas que se entreveran en una trama absolutamente irregular. Nos quedamos almorzando en una especie de caverna que sobrevivió a las remodelaciones de los restaurantes modernos con un menú exquisito y un ambiente ideal. Bajo la luz de las velas en un oscuro recinto degustamos una exquisita sopa (hacía frío) en vasijas de barro, comimos unas tartas caseras de carne y hongos y bebimos un corpulento vino local también servido en vasos de barro, todo por cuatro euros! Fue allí que por enésima vez pero con la intensidad de siempre me miré, miré a mis amigos y les dije: Bo, se dan cuenta dónde estamos? Estamos en Tallin! O sea, Tallin, sí, Tallin, qué estamos haciendo acá? Esto es increíble! Lo último que supe de Estonia es que le ganamos en un amistoso con la celeste, pero nada más!

Y así, luego de nuestro fugaz paso por la capital de Estonia emprendimos la ruta hacia Berlín. Sabíamos que el camino era largo, pero supusimos que podríamos hacerlo realizando un cálculo de distancia/tiempo el cual obviamente nos saldría mal, muy mal, como suele sucedernos. Decidimos saltearnos Varsovia para evitar frenéticas maratones sin sentido estando algunas horas en cada ciudad como ya nos había pasado, lo cual implicaba también hacer un trayecto mayor de una sola vez. Lo que nos mató no fue la humedad precisamente, sino el estado de las rutas las cuales se encuentran en obra en su mayoría, por lo que nuestros cálculos de una velocidad promedio de 100Km/h tuvieron que ser corregidos por un promedio de 70Km/h, llegando en algunos tramos a una máxima de 30 o 40 que jamás estuvieron en nuestros cálculos. Hay cosas que llaman mucho la atención en Europa. Por ejemplo, es muy frecuente que a uno lo rodeen abejas en cualquier lado, abejitas, sí, de esas que aparecen en el tarrito de la miel. Es como si la abeja europea oficiara de mosca, pues es cuestión de destapar algún alimento o abrir una lata y enseguida aparecen una, dos, tres o más y siempre con una actitud prepotente de querer posarse en el alimento de uno. La muy desgraciada te rodea, se para en tu hombro, en tu mano va caminando lentamente trepando por tus dedos haciéndose la boluda hasta llegar a ese refuerzo que te salva del viaje de ruta. Y claro, vos no querés matarla y sacarla con gestos agresivos, pues no sea cosa de que a la abejita se le ocurra picarte. Esta, es una de las tantas curiosidades en Europa, pero otra de las más evidentes es el hecho de que el continente entero está en obra. Es de todos los días ir a ver una iglesia, un castillo o un edificio X y encontrarse con andamios, una tela que tapa la fachada y un obrero con un casco amarillo. Es como si las ciudades jamás terminaran de quedar terminadas, restauradas del todo, sin andamios, redes, grúas. Lo mismo sucede con las calles y rutas. Aquello que nos había pasado en Aspen en aquella fatídica noche que terminó con un increíble amanecer en un valle junto a un lago pasa con menos tragedia ahora en todas las ciudades haciéndonos desviar la ruta una y otra vez. La otra noche, mientras caminábamos con una cerveza en mano por las calles de alguna ciudad con el Negro, íbamos charlando de esto justamente y nos vino a la mente una entrevista hecha a un jugador de fútbol uruguayo cuyo nombre no logramos recordar. Nos reímos mucho al recordar sus palabras luego de un pase frustrado para jugar en Europa, confirmando categóricamente que no estaba triste porque no se había perdido de mucho, pues Europa estaba “toda vieja y rota”!
 
Pues la ruta que pasaba por Polonia hacia Berlín no era la excepción. Caminos en reparación, otros cerrados con desvíos o simplemente algunos muy angostos donde los camiones trancaban todo el paso nos hicieron ir bastante lento. Iba Rolo al volante y yo descansaba atrás cuando todavía en tierras polacas la camioneta se detuvo al costado de la ruta. Nos bajamos todos y nos trasportamos por un instante a un mundo mágico, paralelo al nuestro, paralelo al de los adultos, al de los aburridos, al de los cálculos matemáticos. Nos bajamos y caminamos entre enanos de jardín, perros, osos, tortugas, elefantes y seres de otro mundo. Nuestros rostros se iluminaron, nuestras sonrisas eran inmensas y nuestras cámaras no dejaban de sacar fotos. De repente, entre toda la multitud de enanos y enanas mis ojos se cruzaron con los de ella. Al principio me dio un poco de pudor, pero después de ver al enano barbudo con cara endemoniada que estaba a su derecha con su pene en su mano intentando mear en un balde, se me fue todo el pudor a la mierda y fui directo a ella. Sus contundentes pechos estaban al aire, sus cachetes gordos colorados acompañaban una hermosa y sensual sonrisa componiendo una pose fatal que me hizo saber que se trataba de amor a primera vista. Mamá, tengo novia!

Quise tomarla y hacerla mía, la elegí, medía como 90cm de alto, pero la Sabandija no me lo consintió ya que obviamente ellos usan mejor el cerebro que yo. Ahí vino mi amigo Rolo y me mostró a otra enana igualita, pero un poco más peticita, de unos cincuenta centímetros de estatura. Fue así que me fundí en un abrazo que enterneció a mis compañeros de camioneta y decidimos llevarla. Hoy, contamos con ella, nuestra octava integrante de la camioneta, Gretel!

Hoy en día la Sabandija tiene ya varios integrantes más, pues además de Gretel nos dimos cuenta de que el Chino es un comprador compulsivo de muñecos los cuales víctimas de su maravilloso ingenio e imaginación pasan a cobrar vida, a hacerse personajes del mundo real dándole un toque de magia y convirtiéndose en un ancla al universo infantil por el cual todos pasamos hace ya tantos años, pero que deja siempre un dejo de nostalgia por volver a creer, volver a convivir con ellos aunque sea por un rato. Pues al día de hoy, Pichi (el león), Vos (el mono), El Sabalero (el reno), Gretel (la enana) y Asito Dopeludo (???) son viajeros de la camioneta, con derechos y deberes como todos los demás.

Los días pasan, las semanas se hacen meses y nosotros seguimos viviendo esta única experiencia con una intensidad inexplicable, indescriptible, pues la única manera de entender de verdad como corre todo esto es viviéndolo. Las dimensiones espacio-tiempo cambian radicalmente su concepto con respecto a aquel que uno creía el único posible en su vida cotidiana. Es común caer a tierra de lo errados que estamos con nuestros cálculos de los días y las semanas con sucesos triviales sin importancia, como por ejemplo cuando pensás en cuándo fue la última vez que te cortaste el pelo, te afeitaste, sacaste plata, hablaste con tu familia, mandaste una crónica o aún peor: cuándo estuviste en tal o cual ciudad. Ahí es donde te cae la ficha de lo equivocado que estabas cuando pensabas que te habías afeitado hacía como dos meses y en realidad se trataba de una semana. Ya lo expuse antes, pero realmente el ritmo al que vivimos este viaje va más allá de la imaginación y es más concentrado que el jugo Caribeño.
Estaba tirado en un sillón en algún lado ordenando algunas fotos cuando por error fui a parar al álbum de Japón y me crucé de aquellas fotos sacadas en aquel inolvidable mano a mano con el Rolo. Allí estábamos, en el jardín imperial de Kioto, entre las piedras, el jardín japonés, los circuitos de agua, la paz eterna, el almuerzo en el jardín comiendo una especie de Tofu con vegetales en agua acompañado de arroz. Un golpe de nostalgia me noqueó y por dentro pensé en el tiempo que había transcurrido desde entonces hasta ahora, y sin darme cuenta mis cuentas se fueron a unos siete u ocho meses. De repente veo un mensaje de Laurita en Facebook que me felicita por el cumple mes… Feliz Cinco meses de viaje! Cinco meses? Nada más que cinco meses? Pará, entonces lo de Japón fue hace menos de cuatro!!! Nooooo… es increíble! Cinco meses viajando, y si me preguntas, tengo tantos recuerdos, tantas anécdotas, tantas fotos en la computadora y tantísimas otras en la retina, tantos olores, colores, gustos, sonrisas, carcajadas, llantos, abrazos, caminatas solito por alguna calle de algún lado del mundo… Tantas veces de verle la cara a la vieja cuando te ve en Skype y ves cómo se le llenan los ojos de lágrimas, estar tomando una en un bar de algún rincón del universo tan lejano de tu paisito y desear estar con el DT, el Cabeza, Perujo, Jaimito, el cuñado borracho, tomarse un vinito con el viejo… todo eso en cinco meses? Créanme, es imposible, no se puede razonar a menos que nos acordemos de Albertito y su teoría de la relatividad. Esto no para…sigue y sigue…sigue sin parar!
 
PD: adjunto va Gretel




Salud Ali.

No hay comentarios: