En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Tres Equis







Estoy de luto. Estoy mal, pues he perdido a uno de mis lectores, a uno de aquellos que seguían las historias, uno de esos que entraba a montevideoetnico.blogspot.com y me comentaba las publicaciones. Déjenme contarles.

Para llegar a Amsterdam pasamos por Den Haag, más conocido como La Haya. Estuvimos no más que una tarde recorriendo un poco el centro de la ciudad, almorzando y dando unas vueltas. Volvimos a confirmar que los holandeses la tienen clarísima ya que cualquiera de los rincones del país, por más pequeñas que sean tienen su atractivo, ya sea natural o artificial y volvimos a confirmar que las holandesas están fuertes como té de cebolla y que caminar por sus calles tiene como consecuencia inmediata una sensación de enanismo total y un calambre del cuello.

La llegada a la tierra de la libertad sexual y el consumo legal de marihuana (entre otros estupefacientes) fue bajo lluvia, para variar. Fue fantástico llegar y empezar a movernos en la gran camioneta por las pequeñas calles de la capital holandesa y mejor aún fue ver a cientos de personas paradas en una especie de canoa muy chica, remando hacia un lado y otro avanzando por algunos de los infinitos canales que tiene la ciudad. Nuevamente comenzaba el desafío, ya sea cuando estaba al volante que cuando iba caminando, teniendo que estar atento no solo al tráfico diario normal, sino también a los trolebus que se meten en todos lados, a las miles de bicicletas y sus ciclo vías además de las personas obviamente.

Lluvia, lluvia, más lluvia. Parecía una película repetida, pues desde nuestra salida de Paris que prácticamente en todos lados nos agarró el agua. Esta vez, a diferencia de Rotterdam, estaríamos acampando en un lugar donde nuestros toldos carecieron de utilidad por lo que tuvimos que compartir nuestro espacio común debajo del gazebo de “Las Primas” con quienes nos volvimos a encontrar luego de varios días de desencuentros. Lluvia, lluvia y más lluvia marcaron nuestros esquemas y nuestros horarios, durmiendo como no lo habíamos hecho hasta entonces, hasta las 11 de la mañana fumando los humos de otras carpas vecinas, submarinos gigantes que navegaban por los barriales del camping. Claro está que a las 8:00 Alicito estaba despierto, o incluso antes, pero los fuertes vientos, el frío y los centenares de litros de agua que caían del cielo hacían prácticamente inviable la salida de las carpas. Pero no todo fue así. Era cuestión de que parara diez minutos para que saliéramos de los escondites y nos aprontáramos para la salida. Una vez en la calle, ya estábamos jugados y la lluvia pasaba a ser un factor más del paisaje.
 
Los holandeses… los holandeses nos maravillaron con un planeamiento de su ciudad y su arquitectura contextualista de una manera formidable. Caminamos mucho, paseamos mucho y nos entreveramos entre la traza urbana llena de canales combinados con los diques necesarios para controlar el nivel del agua en la ciudad. Recordemos que nos encontrábamos en los llamados Países Bajos y el control que tiene los tipos sobre los niveles del agua es increíble. Estos canales, además le dan un toque único a la ciudad, diferenciándola de aquellas en las que habíamos estado con anterioridad. Estos se combinan con calles y callejones con sus viviendas de varios años de antigüedad que pintan de colores el centro de la ciudad. Un poco más lejos del centro comienza un despliegue de arquitectura contemporánea de un nivel elevado con el que nos deleitamos durante varios días. El movimiento, sin dudas se lo dan las miles, decenas de miles de bicicletas que circulan por las calles. Una vez más me di cuenta de cómo los holandeses están varios pasos delante de nosotros, en una ciudad que ciertamente tiene dimensiones que permiten recorrerla en ese medio de transporte, pero que también tiene la estructura urbana para hacerlo, donde el ciclista es el principal protagonista de la historia de la calle. Ahorro energético, salud física, eficiencia… y nosotros nos enorgullecemos porque cada año se venden más cero kilómetros en Uruguay.

Todo muy lindo dirá usted, pero y la parte que me interesa a mí? Tranquilo pilluelo, ya le hablaré de la zona roja, no se me ponga nervioso, se lo pido por favor.

La zona roja… la zona roja. Y… qué decirle? Es roja! Mmm… supongo que no es la descripción más feliz que le podría brindar. Imagínese lo que le decía antes. Camine conmigo por las veredas del centro de Ámsterdam. Ya de arranque sé que le gusta la ciudad por su bandera, esa misma, la roja y negra con las tres equis en blanco. No, no sea tonto, no es el Shopping de Tres Cruces, es la bandera de Ámsterdam. Si así lo prefiere, relaciónelo con el símbolo de la pornografía, pero no con el Tres Cruces!Entre nuestra vereda y la de en frente hay una calle de cada lado y un canal de agua con gansos y botecitos que le dan vida, movimiento, color, alegría. Camine conmigo por esta vereda por una cuadra, la cual está enmarcada por dos puentes que atraviesan dicho canal de lado a lado. Son las seis de la tarde y junto a nosotros van caminando otro centenar de personas, en busca de lo prohibido, de ver una teta, un culito, una piernita, pero lo que hay a nuestra izquierda son coffee shops desde donde emana un olor un tanto dulzón. Mire para adentro y una humareda le impide ver con claridad. Qué dice el cartel? “You can smoke and drink here”. Siga diez metros, qué ve ahora? “Magic Mashrooms”. En el medio hay un bar, la gente se va aprontando, una jarra, dos jarras. Siga… siga…opa! Una repostería, pero qué rara que es, que olor raro. No no no, no se equivoque estimado lector, no es una repostería y allí usted no va a poder conseguir los bizcochitos de la panadería de su esquina ni de la Tienda Inglesa. Sí, ya sé, eso que usted ve es un brownie, pero digamos que uno un tanto especial. Lea qué dice arriba: Co-ffee-shops! No mi estimado lector, no, no es un Starbucks, no es para tomarse un cafecito y garronear Wifi, es otra cosa.

-       Y las putas dónde están? – dice usted –

-       Calma, calma. Le dije al principio, son las seis de la tarde. A ver, sigamos un poco más.

A nuestra izquierda hay más tiendas, y muchas, unas cuantas puertas de vidrio con una cortina. Quiénes van caminando junto a nosotros? Borrachines, grupitos de adolescentes con cara de pajero, familias enteras, padres con sus hijos chicos y la infaltable señora con un paraguas rojo en alto seguida por un montón de viejitos gallegos que miran con los ojos desorbitados para todos lados y olfatean como si quisieran pescar aunque sea un poquito de eso verde que se quema y anda por el aire.

De repente, un grito, en un inglés pésimamente hablado, con un acento de Europa Oriental. Avanzamos un poquito y adivine usted, una de esas puertas tiene la cortina corrida y que hay detrás? Una morocha de 1.80m de altura, con un gorro de policía, media teta afuera, un cigarrillo en una mano y una cachiporra en la otra insultando a uno de esos viejitos que apura el paso rápidamente. Es que ese viejito, rompió la única regla clara que hay en la zona roja: sacarle fotos a las putas de las vitrinas. Opa, por fin apareció una, venga, vámonos de acá, vamos a tomar una y volvemos en un rato.

Son las nueve de la noche. Volvamos por las mismas calles. Vamos por la vereda, hay más gente, mucha más gente, están los pendejos con cara de pajero, adultos con cara de pajero, la señora con el paraguas rojo en alto con los galleguitos detrás y mire usted, están aquellos que estaban tomándose una tranquilos en aquel bar, mírelos ahora… apenas pueden caminar derecho.

Caminemos, opa, mire a su izquierda. Una, dos, tres… ah la mierda! Y esto? Tres de las decenas de puertas que vimos de tardecita están con las cortinas corridas y de ellas sale una luz rojiza, rosada hacia la calle. Dentro hay tres bestias de carne y hueso (y siliconas) que lo están mirando. La de la izquierda, sí, esa misma, yo sé que le gustó. Mírela, sí, es a usted que lo está señalando. Esa misma, la de ropa interior negra, con lentes y el cabello que le cae sobre los hombros, esa misma que le está haciendo un gesto con la manito, el dedo índice que se dobla una y otra vez diciendo “vení, vení”. Uuuuhhh… mire a la otra que está a la derecha. Por Dios, sí, esa rubia que le está dando una larga pitada a ese cigarrillo. Qué? Lo qué? Ah, que usted se acuerda de Sabina. Sí, conozco el tema, se llama “La del pirata cojo”, sí, esa que dice “cigarrillo en tu boca”. Yo sé que usted quisiera ser ese cigarrillo en su boca en vez del pirata cojo con pata de palo, con parche en el ojo, con cara de malo… pero no se me ponga mal, es solamente una canción. Ay ay ay, sí, ya le vi la cara de viciosa con la que le echa el humo contra el vidrio mientras se baja el sutién, pero mire a la que está a su derecha. La misma, sí, la peticita de ojos claros. Ay mierda, se dio vuelta…nuuuuu… por favor! No hagas eso, no, no nononononoooooo! Ah mierda, pero espereeee, espeeeereeee, trajo dinero? Mire que esto no es para cualquiera eh? No son los trabucos del Parque de los Aliados, este animalito cobra un poquito más.

Qué? Siiii, la veo, veo como le saca la lengüita, también veo la velocidad con la que la mueve. No, está bien así, no quiero imaginarme nada, está bien asi, muchas gracias. Epa, mire quien viene ahí, uno de los grupetes de las chiquilinas de la generación.

-       Hola, hola, como andan? – Pero che, qué cara de orto que tienen, qué les pasa? (pienso por dentro) –

-       Hola. Todo bien?

-       Y si, miren lo que es esto, es brutal. Justo estaba caminando con uno de mis lectores por acá, para mostrarle un poco como era el lugar.

-       Ay, a mi no me gustó nada, estas son todas operadas, no tienen nada real, no entiendo cómo les gusta esto.

(Pensamiento interno…que no salga a la luz… no lo vayas a decir Alicito): Uy uy uy… eso se llama envidia querida, envidia se llama eso. Vos por más que te operes las tetas para bajar esa busarda le tenés que aflojar a los ravioles y despegar un poco el culo de la camioneta.

-       Sí, no, más bien. No están tan bien (???). Qué traen ahí che?

-       Un brownie que compramos en un coffee shop.

-       Ah, que bueno, bueno, buen provecho gurises. Nos vemos...

No les haga caso lector, no les haga caso, caminemos un poquito más…

-       Rolooo! Qué hacés? Vení, te presento a uno de mis lectores. Lector, Rolo, Rolo, lector.

-       Qué hacés iraní del demonio? Viste lo que es esto?

-       Pah, sí, está demencial bo. Mirá, justo hoy saqué los trescientos euros del viático, me los voy a reventar todos en putas y cerveza! Jajaja

-       Alíííí!!! – se escucha detrás de mí.

Me doy media vuelta y está otra de las chiquilinas de la generación, y yo, acabo de quedar como un pelotudo pervertido que se va a reventar toda la guita en un encuentro sexual de tercer tipo.

-       Siempre haciendo la del Chavo vos eh? – Fue la acotación del Rolo, siempre elocuente.

Pasan algunos minutos y vamos caminando con usted y el Rolo.

-       Pah loco, como están estas putas? – Dice el Rolo con cara de angustia.

Yo veo que se acerca otra de las chiquilinas de la generación y antes de que el Rolo siga metiendo la pata después de la que me mandé yo grito bien fuerte:

-       Peeero, qué hace Magda por acá?

Debo admitir que fue una pésima idea ya que mi secuaz en vez de callarse la boca la embarró más con un comentario aún peor: Y quien mierda es Magda?

Así fue como perdí a uno de mis lectores, que después de una cuadra de ver lo mismo una y otra vez me pegó una piña, un cascotazo en la cabeza al Rolo salió corriendo, se metió en una puerta de una checa y salió a los diez minutos en ambulancia habiendo dejado ciento cincuenta euros ahí adentro, en una de las puertitas, una puertita roja, sí, de la zona roja, en la ciudad de las tres equis.


Ali.

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