
Era un día más en Rotterdam, pero no uno cualquiera. El Rolo, de tan culón que es, quedó sorteado para ir a una de las escasas visitas que tenemos a un estudio de arquitectura en el “viaje académico”, visitas de las cuales se nos prometieron muchas y de las cuales apenas se concretaron dos o tres. Pues el señor Erramuspe ligó y salió sorteado para ir al estudio de MVRDV, uno de los estudios de arquitectos contemporáneos más importantes del mundo y de los más seguidos en Montevideo. Era un día más en Rotterdam ya que al igual que los otros en los que estuvimos en esta ciudad la mañana fue lluviosa, pero ya pasado el mediodía, más bien cerca de las dos de la tarde las nubes dan un descanso a los pobres infelices que están abajo y uno puede atinar a salir a recorrer en paz.
Ese día estábamos decididos con el Chino a alquilar unas bicicletas y salir a recorrer la pequeña Rotterdam como su población, en chiba y así lo hicimos. Ahí estaba Alicito, después de muchos años como cuando era un adolecente. Y ahí estaba el Chinito, con sus lentes de sol negros, su sonrisa de oreja a oreja que nos acompaña a diario en su chiba, la cual era mucho más pro que la mía pues tenía la tan típica bocinita (campanita) que usan todos en Holanda y el asiento que se podía ajustar a la altura deseada. Resultó ser que el asiento de mi vehículo quedaba un poco alto, y siendo los frenos a contrapedal y mis piernas un tanto cortas el paseo se dificultó un poco atentando el tan suave y delicado colchoncito donde va apoyada la colita contra mi virilidad, si es que usted me entiende… Y así salimos, a andar por la perfecta ciudad del ciclista: Rotterdam. Es envidiable toda la infraestructura que tiene la ciudad y su planeamiento urbano, teniendo en cuenta al ciclista como uno de los principales actores dentro de sus calles, muchas veces hasta más importante que el automóvil o el propio peatón. Tratándose de una ciudad chica, uno puede abarcar la zona que quiera en el birodado en cuestión de poco tiempo, por lo que una gran parte de la población utiliza este maravilloso medio de transporte para trasladarse de un lado a otro. Así, uno se cruza con cientos y cientos de ciclistas que van por su senda, sea en la calle o en la vereda, yendo a trabajar, a estudiar, a visitar a alguien, paseando o incluso yendo a bailar. Son las tres de la mañana y la gente sale de los boliches bastante adobadita, agarra su bici y se va a su casa!


Llegamos a Rotterdam desde Bélgica donde tuvimos un tirste paso por Bruselas y otro más interesante por Brujas. Ésta última ciudad tuvo una aceptación general en el grupo, esperándonos con algunas obras góticas y un paisaje típico de la Europa medieval algo distinta a lo que fue Edimburgo. Una breve recorrida y la degustación de las mejores papas fritas del mundo nos llevaron a las rutas hacia la capital belga donde tenía puestas mis fichas con gran expectativa para la Casa Tassel de Victor Horta, conocida hasta por aquellos que no tienen nada que ver con la arquitectura. Resultó que el equipo que había preparado esta parte del itinerario jamás se percató que la mayor parte de las obras de interés de Bruselas estaban cerradas los Lunes. Y obviamente, qué día fue que fuimos todos a Bruselas? Muy bien! Usted ha acertado, un Lunes! Sumémosle al caso que para poder entrar a la casa Tassel había que hacer una reserva previa según la guía de viaje, cosa que nos desmintieron quienes atienden la casa, diciendo que con reserva tampoco se podía entrar. Finalmente nos fuimos de Bruselas sin haber podido disfrutarla mucho y nos dirigimos a Breda, una pequeña ciudad de Holanda. Esa visita que duró una tarde nos salvó el día en una ciudad sobre la cual no sabía absolutamente nada. Decidimos dirigirnos hacia el Chasse Park donde sabíamos que había algunas obras interesantes, pero para nuestra sopresa fuimos a parar a un barrio que nos ofreció mucho más de lo que esperábamos, con algunas obras fantásticas con distintas resoluciones de vivienda u otro tipo de programas que nos dieron el primer cachetazo, diciéndonos que ya habíamos entrado a Holanda.
Un día antes, mientras comíamos las exquisitas papas fritas de Brujas escuchando una orquesta sinfónica local, el Rolo y yo habíamos reservado un hostel donde hospedarnos en la ciudad de Rotterdam. Obviamente fue el más barato de todos, costando diez euros por día incluyendo desayuno, wifi (de los elementos más preciados en nuestro viaje) y lo más importante: un futbolito! Las opiniones fueron divididas. Mientras algunos de nosotros se negaron a dormir allí y prefirieron la camioneta otros estábamos encantados, en un lugar lleno de jóvenes de toda Europa, con una recepcionista espectacularmente hermosa de Latvia y una buena onda general. Claro, no había dormitorios, sino que se trataba de un galpón gigante con unas ciento cincuenta camas, más parecido a un cuartel general que un hostel, lo cual en lo personal no me molestó en absoluto. Allí nos quedamos cuatro noches, viendo como el clima de Rotterdam era siempre igual. Lluvia por las mañanas hasta el mediodía aproximadamente, para pasar a estar seco a eso de las dos de la tarde. Nuestras jornadas se adecuaron al tiempo obviamente, acostándonos tarde por la noche y levantándonos relativamente tarde por las mañanas. Aquél día en que salimos a andar en bici con el Chino, la historia fue igual, saliendo para el almuerzo pero volviendo relativamente temprano para tener la última salida nocturna de esa ciudad.

La noche de Rotterdam tiene lo suyo también, principalmente porque están en ella todas las chichis que a diario deambulan por la calle. De lo más divertido de las salidas, fue la entrada a uno de los boliches. Era una noche despejada y estos tres energúmenos – Rolo, Chino y quien les escribe - se encontraban caminando por las calles del centro, debatiendo una vez más sobre las infinitas razones de la altura y belleza de las holandesas y el bigote de Ramis mientras empinaban las últimas gotas del vino francés comprado en Bélgica, cuando de repente llegaron a sus oídos los inconfundibles sonidos de las risas de las damiselas que se encontraban a no más de una cuadra de distancia acompañadas de un punchis punchis que seguramente provenía de algún antro holandés. Así allí se dirigieron los tres sabandijas hasta que se toparon con el típico mastodonte inflado lleno de pastillas y cara de orto que está en la entrada de cualquier cheboli.
- Good evening – intentando hacernos los simpáticos.
- Hi.
- Can we get in?
- No, this an Erasmus party, only for Erasmus studends.
Lease que los Erasmus son los estudiantes de intercambio o que se encuentran estudiando en otro país por un período específico.
- Oh, Ok. How much is it?
- No, there no entrance fee, but only Erasmus students can get in.
Pucha, no se trata de plata. La cuestión es que solo los estudiantes pueden entrar.
- We are students!
- Students? From where?
- From Uruguay! – Con cara de contentos y pequeños niños simpaticones intentamos lo que jamás pensamos que funcionaría.
- Chiquilines, tienen los carné de estudiante? Yo no lo traje – fue mi acotación.
Acto seguido ambos sabandijas procedieron a sacar sus carné los cuales presentaron al pato vica. El tipo miraba el carné y nos miraba a nosotros. Su cara era de desconcierto a lo cual repitió la pregunta:
- Where are you from? – con cara de de donde carajo dijeron que eran?
- From Uruguay… champions of America! – todo con una cara de pelotudo importante, levantando los brazos como si yo fuera Lugano levantando la copa.
El pato vica salió de su papel de botón, se empezó a reir y con cierto gesto de resignación y simpatía nos invitó a pasar.

Ali
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