En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

miércoles, 31 de agosto de 2011

El Fraude de Cnosos y la magia de la Acrópolis.

Todos nos habían dicho que Atenas era de las ciudad más inseguras en las que íbamos a estar, por lo que ya desde la salida de Estambul estábamos todos bastante alerta. Como sucede frecuentemente, la generación va llegando en tandas a los últimos destinos, generando así que para el arribo de los que vienen después ya haya advertencias o piques de los que los precedieron. Fue con los cuentos de que a Pedro le habían robado como 200 euros de la riñonera y al Pepe la carpetita con la copia de los pasajes y algunos otros documentos sin mucho valor que llegamos a Atenas. Nuevas despedidas luego del reencuentro en el aeropuerto de Estambul nos separaron en distintos grupitos, cada uno detrás de sus "vacaciones", de un nuevo país.
Llegamos al hostel sin problemas, con Popi y el Marto para pasar a sacar lo absolutamente imprescindible de la valija como para sobrevivir una semana con nada más que una mochilita, mandamos algunos mails con el Marto como loco porque ese día nos habíamos enterado que se había suspendido el vuelo de Cecilia, su novia y nuestra séptima integrante de la camioneta. La razón: el famoso volcán. Al otro día nos levantamos tempranito para partir rumbo a Ios. Allí íbamos, los tres aún dormidos caminando por las calles de Atenas hacia la estación del metro. Popi un poco más adelante, yo en el medio y el Marto más atrás con su mochila, su sobre de dormir azul (que nos viene acompañando descde Montevideo) y un bolso verde de B&H donde además de algo de ropa llevaba los vinos que compramos apenas llegados a Atenas. De repente, entre la calma y quietud de la calle a las tempranas horas de la mañana sentí algunos pasos acelerados que no encajaban en el ambiente. Giré hacia atrás y me sorprendí al ver al Marto forcejeando con otros dos pibes. Él tiraba de uno de los mangos del bolso verde mientras que los otros dos pibes tiraban del lado opuesto. Detrás del Marto iban caminando dos flacos más que habíamos visto desde hacía dos cuadras, pero estos se dedicaban a mirar la escena sin intervenir. Todo pasó en cuestión de segundos. Miré a Popi que giró un poco después de mi y miraba con los ojos abiertos como dos huevos duros. Mi primer reacción fue intentar correr hacia los malechores. Largué dos gritos apretando los dientes, con mucha bronca:
- La concha de tu madre... la coooooncha de tu madre!
Empecé a correr hacia ellos con la mochila en mi espalda, cargadísima, la cámara colgando del cuello en su estuche y una bolsa de ya no recuerdo con qué en la mano derecha. Lo que no me percaté era que con la bronca que tenía quería correr con todas las ganas para partirle algo en la cabeza a los pibes, pero la carga que llevaba no me lo permitía por lo que además de la cara de enojado y mis repetidas puteadas parecía un pingüino corriendo, con los bracitos tratando de amortiguar el movimiento y la mochila que se tambaleaba hacia un lado y hacia el otro. Al segundo grito mi mirada se cruzó con el de uno de los ladrones. El tiempo se detuvo y una imágen fotográfica quedó grabada en mi memoria. En el centro del cuadro estaba Martin López, con el dorso inclinado hacia atrás, los brazos extendidos hacia adelante tirando de uno de los mangos de la bolsa verde de B&H. Su rostro era de sorpresa, rabia, con los dientes apretados y los ojos entre cerrados. Si hiciéramos un zoom solamente a la cara podríamos decir que Martincito se encontraba defecando en un intento forzoso de evacuar algo inmenso. Sus piernas apenas inclinadas hacia adelante hacían fuerza para atrás. Siempre en el centro del cuadro estaban los dos ladronzuelos, tirando entre ambos del otro mango de la bolsa. Ambos de rasgos que asemejaban ser de los países del Magreb estaban en un intento impedernido de hacerse de algo que no era suyo. Lo que los giles no entendían era que nos estaban tratando de sacar el vino, cosa que jamás iban a conseguir porque el vino... el vino no se suelta nunca! Uno de ellos tiraba con ambos brazos pero su rostro estaba apuntando hacia mi, o hacia mi grito, aún no lo sé, y probablemente jamás lo sepa. Sus ojos estaban abiertos, muy abiertos. Su expresión facial era de nervios, estaba alterado, asustado y agresivo. Más a la derecha, cerrando el cuadro estban los otros dos individuos con actitud sospechosa. Estaban allí, mirando, observando, pero ni con cara de sorpresa ni con cara de miedo. Era como que sabían que aquello iba a pasar, pero tampoco confabulaban con los maleantes. Cerrando el cuadro hacia la izquierda estaba Popi, mirando hacia el Marto, aún con la almohada en la cara, con los ojos excesivamente abiertos, sorprendida, atónita, con su mochilita celeste y su cámara colgando la cual agarraba con fuerza. De este lado, del del pintor, sin aparecer en el cuadro bidimensional estaba yo, suspendido en el aire, corriendo ridículamente, cargado, pronunciando la "O" de concha, enojado, rabioso.
Se puso Play. El cuadro cobró vida y yo me encontré corriendo como podía. El chorro que me miraba soltó el bolso y su amigo lo imitó. Acto seguido salieron corriendo por un callejón mientrás yo, ya cerca del Marto les seguía gritando.
- Marto, estás bien?
Entre una respiración agitada y absolutamente sorprendido - Sí, sí. Pah...
- Te afanaron algo?
- No, no, creo que no. Me rompieron el bolso, la puta madre.
- Ta, menos mal que no te pasó nada. Los vinos están ahí?
- Sí, sí, están acá. Me rompieron el bolso.
- Ta, mirá, te hicieron un favor. Desde Nueva York que estás cargando con esa porquería. Tiralo de una vez... cuando lleguemos a Ios y saquemos esos vinos de ahí.
Seguimos caminando, ya los tres juntitos, con Popi en el medio, el Marto vigilando adelante y yo cubriendo la retaguardia. No pasaron cincuenta metros que nos cruzamos con otros dos tipos, también con rasgos Magrebinos que venían tranquilamente por la vereda, con una mochila en mano. Uno iba sacando cosas, se las pasaba al otro que clasificaba la mercadería y la tiraba en la calle o la guardaba de nuevo. Era obvio que esa mochila pertenecía a otro infeliz que había tenido menos suerte que nosotros.
Llegamos sanos y salvos a Ios luego de tomarnos un ferry en el puerto de Atenas. Ya con el Negro incorporado al grupo nos dirigimos hacia el Far Out Camping, incrédulos del paisaje que veíamos mientras la camioneta que nos fue a buscar al puerto serpenteaba por el único camino existente en la isla. Así como lo leen, un único camino que recorre la isla con su fantástico relieve desde el puerto hasta la otra punta. Lo que hicimos en Ios ya lo saben de la última crónica. Descansamos, fuimos a los boliches que en lo personal no me parecieron gran cosa. Lo que sí era fantástico era el ambiente que se formaba en la piscina del camping a eso de las cinco de la tarde. Los enormes parlantes del lugar comenzaban a subir el volúmen y la gente, ya adobadita de tomar cerveza todo el día comenzaba a moverse en el deck de la piscina, y en el agua también. Un ambiente muy parecido al prestigioso programa televisivo Wild On con su inigualable contendio cultural le daba color a la tarde de la isla. Si fuera por mi, me quedaría ahí hasta terminar con los ojos cerrados de la borrachera, pero los griegos funcionan diferente, pues ese maravilloso ambiente se ve interrumpido abruptamente a las ocho de la noche cuando de golpe se baja el volúmen y un pinta empieza a echar a todos de la piscina que cierra minutos más tarde.
La recorrida por las islas culminó en Creta, una maravillosa isla, la más grande de todas ubicada más al sur que las otras por lo que el desplazamiento fue mayor que las islas anteriores. Fue curioso el modo en el que planificamos nuestra visita a dicha isla, mientras estábamos en una tarde al pedo en Bangkok, reservando los ferries y los hostels con Popi y el Marto. No sabíamos bien donde ubicarnos en Creta ya que a diferencia de las otras islas no es nada chica y no tiene un solo barrio específico donde estén los hostels y campings, cosa que sí sucede en Perissa, Santorini. Así fue como buscando en Hostelworld optamos por reservar el hostel que mejor nos parecía en cuanto a las descripciones y el precio, por lo que reservamos uno cualquiera.
Llegamos al puerto de Creta, pero a diferencia de los dos anteriores no nos fue a buscar nadie. Absolutamente mal acostumbrados, no nos habíamos fijado bien como ir hasta el hostel, teniendo como única referencia el nombre de la calle y el nombre del hostel: Rethimno Hostel. Mirando el mapa del puerto vimos que había un lugar llamado Rethimno y nos dirigimos hacia la estación de bus. Apenas llegamos vimos que salía un ómnibus hacia Rethimno y lo tomamos, doliéndonos el pasaje de 8 euros por cabeza! Ya arriba del bondi nos empezamos a mirar y a preguntarnos si sabíamos a donde íbamos y ahí me di cuenta que en realidad me estaban siguiendo todos a mi con mi super razonamiento de ir hacia Rethimno porque el hostel se llamaba así. Fue todo tan rápido que un razonamiento llevó al otro sin cuestionamientos, pudiendo haberle errado fantásticamente, pero se ve que mis deducciones fueron presentadas con mucha seguridad porque nadie las cuestionó. Recién en el bondi nos pusimos a razonar y nos cagamos de risa por lo pintados que estábamos. La comparación más exacta a nuestra situación fue presentada por el niño Marto:
- Somos unos bananas. Alí, sos un banana! 
Es como si hubiésemos llegado a la terminal de Tres Cruces y porque el hostel se llamaba "Hostel Piriápolis" nos tomamos un bondi hacia el balneario Piriápolis, pero en realidad el hostel quedaba en 18 y Magallanes.
Nos reimos mucho, y más aún cuando nos enteramos que efectivamente Rethimno estaba como a ochenta kilómetros del puerto donde nos bajamos. Recién después de un rato yo le pregunté a un flaco que iba al lado mío si tenía idea de algo y me dijo que él había hecho el mismo razonamiento que nosotros y que se hospedaba allí.
Pasamos un solo día en Creta, aprovechando la mañana para pasear por Rethimno, un lugar maravilloso donde me sentí muy a gusto. Típicas y estrechas calles componen la trama urbana donde sorpresivamente en algunos callejones decorados con santa ritas y enredaderas aparecen unas pintorescas tabernas y tiendas de otro tipo, mezcladas con pequeñas casas de las cuales sale un riquísimo aroma a comida de holla que me hicieron viajar al pasado por un instante, recordando la casa donde tuvieron lugar una infinidad de sucesos que forman el baúl de recuerdos de mi infancia, una época mágica que me eriza al recordarla, donde fui tan feliz, por el barrio de "Tehran Noh" en la casa de los Abbasi, casa a la cual prometí volver algún día, hasta que me enteré que hacé unos años demolieron para construir torres nuevas.
La rambla de Rethimno fue espectacular, cerca del castillo, con un agua increiblemente cristalina haciendo visibles las verdes y turquesas piedras del fondo. En resumen, se trató de un lugar espectacular a donde fuimos a parar por casualidad, pero donde me encantaría volver algún día para recorrerlo con más calma.
La tarde de Creta incluyó la visita al Palacio de Cnosos, lugar al cual estábamos muy entusiasmados por ir... hasta que fuimos. Se trató de un fraude total. Estando allí nos enteramos que en realidad el 90% de lo que veíamos estaba reconstruido según los estudios de un pinta cuyo nombre no importa, quien hasta un momento avanzado de las obras pensaba que lo que allí había encontrado era de los egipcios y no de los cretences. Fue una farsa llena de turistas en la cual estuvimos un rato hasta que decidimos ir a pasar lo que nos quedaba de tiempo en la playa.
Llegamos a Atenas el último día de nuestra estadía en Grecia, a las seis de la mañana luego de un viaje de unas seis horas en ferry, pero ojo al gol, en clase VIP! Resulta que cuando reservamos los ferrys las opciones que habia disponibles eran esa o ir en la cubierta donde nos moriríamos de frio, por lo que reservamos la más cara. Allí desembarcamos, una vez más en Atenas, con los ojos abiertos mirando hacia todos lados para evitar lo antes sucedido.
La Acrópolis llenó de magia el día. Algunos me habían dicho que me iba a defraudar el hecho de que estuvieran reconstruyendo todo, pero no fue así, pues las restauraciones que están teniendo lugar aquí difieren muchísimo de los antes mencionados en Cnosos. La mayor parte del material que se está utilizando pertenece a la construcción original, y se puede diferenciar claramente lo nuevo de lo viejo por el color de la piedra utilizada. Caminar por la acrópolis, ver el templo de Atenea Niké, el Partenón, los propileos... fue como releer por milésima vez los libros de historia del arte y la arquitectura, la mitología griega y algún que otro cuento de algun docente, pero a diferencia de estar en el papel ahora cobraba vida, era tiridimensional, era como caminar por el túnel del tiempo. Una vez más de lo más impactante que supe apreciar del lugar fueron sus paisajes y sus vistas, muy privilegiadas con una completa vista panorámica de Atenas. Por fin habíamos llegado a uno de los destinos más significativos que marcó una época fundamental de la historia del arte y la arquitectura, un lugar mágico... nos empapamos de la magia, de la magia de la Acrópolis y sus dioses.


Ali

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