En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

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C.A.

domingo, 11 de agosto de 2019

Ciudadano I-Legal Pasaporte no reconocido y el abandono de los ciudadanos por parte del Estado.


“¿Sos iraní? ¡Mirá! ¡Sos el primer profesional iraní en registrarse en la caja de profesionales!”
Recuerdo la sonriente cara de la chica del otro lado del mostrador cuando me dijo eso, en una mezcla de sorpresa, curiosidad y hasta capaz que admiración.

Podría decir con total certeza que la expresión de esa chica, cuando me registré en la CJPPU no fue una excepción, ni una casualidad. Más bien diría que fue el común denominador, la reacción habitual que, tanto mi familia como yo, hemos experimentado cada vez que se ha dado a conocer nuestra nacionalidad, desde que vinimos a Uruguay, allá por 1991.
Siempre lo dije:  desde que migramos a Uruguay, el decir que soy iraní no solo no causó rechazo ni discriminación del otro lado, sino que, todo lo contrario, usualmente generó una sonrisa, sorpresa y una apertura de brazos de quien estaba en frente. Bueno, sí, está bien, cuando vine, con siete años, no solo era nuevo en la escuela, sino que además venía del otro lado del mundo y ni siquiera hablaba el idioma, es normal que algún que otro compañero me llamara Alí Babá, o me preguntara si en Irán solo había camellos y dunas, pero tampoco era nada del otro mundo, podríamos decir que estaba dentro de los rangos de bullying aceptable Se arreglaba con un par de trompadas entre pibes de esa edad, una visita a la dirección y listo.

Prejuicios tenemos todos, en mayor o menor medida, nadie escapa de tener ciertos preconceptos sobre cualquier tema, persona o situación. De alguna u otra manera nuestra cultura, lo que vemos, lo que nos enseñan y la información que consumimos nos da ciertas herramientas para evaluar lo que tenemos en frente. La mayor o menor capacidad para aceptar lo diferente o intentar entenderlo está directamente vinculada a nuestra ignorancia, entorno, educación y experiencias vividas. Eso supongo yo, quizás esté equivocado. Claramente otros países del mundo han tenido esta problemática en grados mucho más intensos que nuestro querido Uruguay. Ejemplos sobran, como el que ilustra la nueva miniserie de Netflix “when they see us” traducida al español como “así nos ven”. Cada sociedad tiene esta problemática en mayor o menor medida, y hay mucho material escrito, por lo que no me compete a mí tener la insolencia de pretender analizar el tema, pero a nivel general es algo que afecta a las personas en su día a día, en sus relaciones interpersonales, laborales, etc. ¿Pero qué pasa cuando la problemática de tu lugar de nacimiento empieza a tener implicancias legales?

La verdad que justo yo no me puedo quejar. Con mi pasaporte uruguayo, he recorrido hasta ahora más de cuarenta países. Sí, es verdad, alguno me hizo más drama que otro. Casi siempre fui el cartón ligador de los “controles sorpresa”, tuve que responder a cuestionarios más largos que los demás, pero al final siempre pude entrar y salir a los países que visité sin mayores inconvenientes, pues al fin y al cabo en mi pasaporte uruguayo siempre dijo “nacionalidad iraní” y como todos sabemos, dentro del bagaje de prejuicios y propaganda con el que todos convivimos, ese lugar de nacimiento se relaciona automáticamente con algo indeseable y peligroso. Claro que desde aquél enano de siete años que se agarraba a piñas cuando le decían Alí Babá hasta hoy ha pasado mucho tiempo, y que hoy hasta el auto bullying es moneda corriente en forma de humor. Ese no es el problema, el problema es otro y no tiene que ver estrictamente con mi lugar de nacimiento, sino con mi lugar de ciudadanía.

Hace unos años a mi viejo lo deportaron de Londres, cuando pretendía pasar unas semanas con unos amigos que no veía desde la adolescencia y que gracias a las redes sociales encontró luego de décadas, esparcidos por el mundo. En aquél entonces el motivo fue que su pasaporte no era válido, pues era un documento uruguayo pero decía claramente “nacionalidad iraní”, y para la gente de migraciones en Londres eso era ilegal, pues según ellos un individuo no puede tener dos nacionalidades en un mismo documento. En aquél entonces no solo el trato que se le dio fue injusto y cruel, sino que además le arruinaron unas vacaciones soñadas para un migrante que luego de décadas iba a ver viejas caras conocidas. Pero eso quedó como un hecho aislado, pues después de eso mi hermana y yo hicimos otros viajes con el mismo pasaporte sin mayores inconvenientes.

Hace pocos meses, luego de algunos rumores de problemas con el pasaporte uruguayo, mi hermana – quien estuvo en España hace un par de años – fue a averiguar a la embajada de ese país si estaba todo bien, para evitarse un disgusto en el aeropuerto. ¿Adivinen qué? La embajada española le dijo que el gobierno español no considera el pasaporte de ella como un documento válido, pues siendo un documento uruguayo, dice claramente que ella es de “nacionalidad iraní”. Pero eso no es todo, al confirmarle que ella precisa una visa para entrar a España, resultó que dicha visa tampoco se podía tramitar con el pasaporte uruguayo, pues legalmente no se puede otorgar una visa a un ciudadano de un país en un documento de otro país. En definitiva, el pasaporte uruguayo que ella portaba no es un documento válido para viajar a España, por lo que ella como ciudadana uruguaya no puede hacer uso de sus derechos ni de un documento oficial otorgado por el Estado uruguayo.

Yo no podía creer lo que estaba pasando. Si bien me había tocado explicarle a algún supervisor en algún aeropuerto del mundo que si bien mi pasaporte dice “nacionalidad iraní”, yo como portador de un pasaporte uruguayo viajo en calidad de ciudadano uruguayo haciendo uso de mis derechos como tal, que directamente una embajada estuviera declarando que el documento carecía de validez ya era el colmo. Fue poco después que fui a parar a un artículo publicado por Montevideo Portal, el 5 de Julio de 2019 con el título “14 familias foráneas con ciudadanía legal y pasaporte uruguayo fueron demoradas en Europa”.
Ahí hice un click, me di cuenta de que la cosa se estaba poniendo seria. Al compartir el artículo en Facebook me fui enterando de más y más casos de ciudadanos legales uruguayos nacidos en otros países que estaban teniendo el mismo problema. Finalmente una amiga iraní que viaja todos los años a Uruguay con su pasaporte uruguayo fue detenida en Brasil, y estuvo a punto de ser deportada a Uruguay, siendo tratada como una criminal hasta que finalmente gracias a la ayuda de la aerolínea logró seguir su rumbo hacia su destino final.

La gota que derramó el vaso vino el 10 de Julio, mediante un comunicado oficial de la Embajada española en Montevideo, donde se anuncia que “Los titulares de pasaporte de Uruguay en el que conste que se trata de ciudadanos legales uruguayos pero con nacionalidad de un tercer país y que deseen viajar a España o a cualquiera de los países del espacio Schengen, deberán cumplir los requisitos correspondientes a su nacionalidad de origen. Por tanto, en caso de tener la nacionalidad de un país incluido en la lista de terceros países cuyos nacionales están sometidos al requisito de visado Schengen, deberán tramitar el mismo ante este Consulado General.”
Más claro échale agua. ¡Bum! De repente Europa desconoce tu documento de identidad de manera oficial. El comunicado atenta no solamente contra mi identidad individual como portador de un documento y ciudadano de un país, sino lo que es más grave, contra la institucionalidad uruguaya y su documento oficial otorgado a sus ciudadanos. En un santiamén, los ciudadanos legales uruguayos quedamos sumidos en una ilegalidad, pues somos portadores de un documento que no es válido para viajar. Increíblemente nos convertimos en ciudadanos de segunda, cuyas obligaciones siguen intactas, pero sus derechos son descaradamente descuartizados. ¿Y todo por qué? Porque el pasaporte uruguayo, a diferencia de la gran mayoría de los pasaportes del mundo, no solo indica el lugar de nacimiento, sino que además agrega que si bien el portador del documento cuenta con los derechos de un ciudadano uruguayo, es de otra nacionalidad. Aparentemente este pequeño detalle –que durante años fue nada más que una nota – es ahora considerado motivo suficiente para que otros países desconozcan los derechos del ciudadano uruguayo y le exijan viajar con un documento de su lugar de nacimiento.

Sin saber cómo, de repente todo se da vuelta. El bullying inocente de la escuela quedó en el pasado. Viviste toda tu vida acá, tuviste tu infancia, adolescencia, adultez. Estudiaste, te recibiste, tenés a tus amigos, a tu familia, lloraste más que otros uruguayos cuando pitaron aquél penal contra Ghana y casi infartaste cuando el Loco la picó, lloraste de emoción con tus amigos en pleno viaje de arquitectura cuando Uruguay ganó la copa América en el 2011 y llevaste con orgullo su bandera por todos lados, y respondiste con el pecho inflado “Uruguayan” cuando te preguntaron “where are you from”, pero de repente, mágicamente el Estado te dio la espalda, pues no te protege ni defiende ante semejante discriminación institucional.

Con el corazón roto, la única alternativa que parece quedar es buscar a otros que están en tu situación, para buscar juntos, hacer suficiente ruido hasta que alguien nos pueda escuchar y lograr de alguna manera que el pasaporte uruguayo remueva esa línea que en los hechos te convierte en un ciudadano de segunda, un ciudadano con deberes, pero sin derechos. Habrá que buscar la manera de lograr a nivel legal lo logrado a nivel social, en un país de migrantes como este, donde tantos como yo hemos echado raíces inquebrantables, y nos sentimos tan uruguayos como cualquier hijo de españoles o italianos cuyos abuelos llegaron a estas tierras en el siglo pasado.


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Por Alí Haghjou.

7 comentarios:

Magda dijo...

Me dejas de cara....2019 y pasan estas cosas?? WTF!

Norma Rodriguez dijo...

Es bueno saberlo. Uruguay nunca discriminó.
- en qué te sentiste abandonado?
.

Gracias por tu narración

Mauricio dijo...

Vamo' arriba loco, fuerza!

Unknown dijo...

Increíble !!! Sin palabras.

Edgardo dijo...

Estaría bueno saber si en los pasaportes uruguayos siempre se incluyó la segunda nacionalidad de la persona o solo decía lugar de nacimiento. Y si no se incluyó siempre, a partir de cuando empezó a figurar.

Unknown dijo...

Sin palabras.

Unknown dijo...

Deberian de nacionalizar a los que deciden vivir aca, crear una ley de naturalizacion