En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

martes, 30 de diciembre de 2014

LA DECADENCIA DE UN IMPERIO Y LOS ATAQUES DE ÁCIDO


¿Qué es el hijab? ¿Cómo llegó a Irán? ¿A quiénes afecta? ¿Quién lo controla?

Allá por el año 651 d.C un creciente imperio islámico entraba al ilustre, culto y avanzado territorio persa, por aquellos entonces cuna de las civilizaciones y padre de un sinfín de aportes sociales y culturales que perduran hasta nuestros días. El efecto que tendría el ingreso de la nueva religión sería impactante, desplazando a los zoroastristas y sustituyendo su religión por la de los seguidores de Mahoma.

Más de mil trescientos años después, por primera vez se derrocaba a la monarquía iraní, a los sucesores de los infinitos reyes persas que habían dominado durante milenios extensiones de tierra inimaginables. En 1979, ante las crecientes presiones populares y el abandono por parte de su principal aliado los Estados Unidos, el entonces rey de Irán Reza Pahlevi – conocido como el Shah – quien desafió al tío Sam en su delirio de grandeza, tuvo que abandonar su corona y huir del país. Ya enfermo y moribundo vio desde lejos cómo la turba de revolucionarios islámicos se quedaban con el país y se lo entregaban en bandeja de plata a su líder, el Ayatollah Khomeini. Fue entonces que todo cambió en Irán, en uno de los quizás más radicales cambios de la historia en un país en tan poco tiempo. De repente el régimen totalitario del monarca daba paso a lo que sería una supuesta república islámica, y como república, se trataría de un régimen democrático. Pero las cosas no salieron tan bien como muchos de los que apoyaron esa revolución esperaban. El trato sanguinario de los Savak – policía secreta del régimen monárquico – que perseguía, torturaba y hacía desaparecer a los opositores del régimen del Shah se vio suplantada por todo un sistema islámico que no toleraría ningún indicio de discrepancia con la floreciente revolución. En lugar del Savak, surgieron los “Comité” y los “Basij”. Los primeros, una suerte de policía militarizada y los segundos, grupos de civiles armados dispuestos a dar su vida por el nuevo régimen, fueron los encargados de controlar que todo habitante viviera en base a las nuevas leyes islámicas, y de apagar todo indicio de contra revolución, o una simple expresión de ideas que pusieran en peligro el nuevo régimen. Quizás más peligrosos que el Comité fueron los Ansar-e Hizbola que junto a los Basiji, milicianos vestidos de civil que ayudan al régimen cuando necesita mantener la seguridad dentro de la sociedad.

Fue entonces, cuando todo comenzó. Luego de más de mil trescientos años de entrado el Islam a Irán, ahora se formaba la República Islámica de Irán, y lo que antes era una opción de religión, pasó a ser lo mandatorio de toda una nación. La constitución se hizo en base al Corán y el clérigo de los ayatollah – antes actores religiosos – comenzó a tomar cada vez más relevancia política. Los círculos de poder sufrieron grandes metamorfosis. Los revolucionarios pasaron a tener los roles protagónicos, por el simple hecho de haber puesto su fuerza bruta en favor de la revolución, sin importar quienes eran, de dónde venían, si sabían leer o escribir. Como todo cambio radical político, la población más ilustrada fue puesta bajo la lupa, y aquellos seres pensantes con un grado más de formación académica que pensaran diferente a los ayatollah fueron perseguidos, enjuiciados y exterminados o simplemente fueron víctimas del exilio. De repente los gobernantes del país pasaron a ser aquellos que meses antes atendían un almacén, recojían la basura o le cortaban el pasto a algún miembro de la realeza – sin desmerecer ninguna de las funciones antes mencionadas –.
Lo que contaba no era la experiencia, la formación académica o las aptitudes personales o profesionales, sino la presencia de una tupida barba, la ferviente devoción del Islám y el estar dispuesto a dar su vida por el régimen. Incluso el cuerpo diplomático pasó a formarse desde ese entonces por los seres más decrépitos de la nación, teniendo sus claras consecuencias en las relaciones del país con el extranjero, otorgando importantes cargos a personas que apenas si sabían escribir su nombre.

Enseguida vendría la guerra. En 1980, el entonces mandatario iraquí Saddam Hussein le declaraba la guerra a Irán, contando con el total apoyo de potencias occidentales como los Estados Unidos de América y otros países árabes. Por aquél entonces Saddam era bueno, y era la mano firme del gobierno de Carter en su último año de presidencia, y los que le seguirían como Reagan. Ocho años de una dura guerra sin sentido masacraron a más de dos millones de almas de ambos lados de la frontera. Ocho años de guerra fueron un agravante determinante para la desculturización de la población iraní, del resquebrajamiento continuo de sus fundamentos culturales y sus reglas comunitarias, de las bases conceptuales de su ciudadanía. Ocho años bastaron para generar un continuo ambiente de desconfianza hacia el otro, sumidos en un régimen que mientras combatía el enemigo extranjero, se transformaba día a día en un monstruo que consumía a la gente de su propia patria, incentivando el odio entre su propia gente, persiguiendo a todo aquél que tuviera siquiera un atisbo de ideas que pudieran cuestionar los “valores islámicos” del nuevo régimen. Las necesidades que la población pasó durante esos ocho años, los bloqueos comerciales, la falta de alimentos y de recursos de un país en guerra contra medio mundo hicieron flaquear la solidaridad entre los ciudadanos, quienes sumidos en la necesidad más elementales y apretados por las presiones económicas y sociales se vieron presas de la máxima expresión del “sálvese quien pueda”. Entonces como perfectos cangrejos atrapados en un balde, cada cual comenzó su carrera hacia el éxito para alcanzar la superficie, volviéndose religioso de repente, dejándose crecer la barba, cambiando sus ideales o simplemente vendiendo a sus propios familiares y amigos a los “comité” para así sumar un punto más que le permitiera introducirse en el nuevo y corrupto sistema. Aquellos que combatieron contra los iraquíes y sobrevivieron heredaron grandes ventajas.

Como la religión pasó a ser el elemento de referencia a nivel legal, sucedió lo que siempre sucede en estas situaciones, cuando la divinidad se mezcla con la política. Los más horrendos crímenes se comenzaron a cometer en el nombre de la religión, y todo componente político y social del país comenzó a ser juzgado por el clérigo y sus fundamentos. Si usted quiere ser parlamentario, primero el consejo religioso y espiritual debe comprobar que usted reza las veces necesarias por día, que tiene la barba bien tupida, que su mujer e hijas son mujeres sumisas y pulcras, dignas de un musulmán, que tienen el velo cubriéndoles todo el cabello y que no les gusta maquillarse ni escuchar música. Esto se trasladó también a las clases más remotas de la población. De repente estaba prohibido festejar un casamiento, escuchar música en los autos, tener trato con el sexo opuesto, divertirse de cualquier manera. Comenzaron a ser premiados aquellos que vistieron de negro y adoptaron una actitud vengativa y hostil hacia todo el “mal musulmán”.

Desde 1979 la morfología social de Irán fue sufriendo reiteradas transformaciones, y sus lógicas de funcionamiento se complejizaron a tal grado que solamente un iraní que haya vivido allí puede entender en parte los intrincados estándares sociales y comportamientos colectivos actuales. Dependiendo del presidente de turno – el cual debe ser aprobado por el líder religioso y espiritual de la nación, que no es otra cosa que un monarca o dictador supremo – las medidas de control sobre el comportamiento de los iraníes se fue flexibilizando o agudizando un poco más. El pueblo se convirtió en títere de los titiriteros, y con métodos como el tenue alargamiento de las cadenas que sujetan a cada iraní del cuello, o con un tirón más fuerte, el gobierno ha entretenido a su gente durante ya más de tres décadas. Sobrevivieron y se hicieron fuertes aquellos que se adaptaron mejor al nuevo y despiadado sistema, donde hay que devorar para no ser devorado, lo cual logró algo mucho más peligroso que el mero hecho de tener un sistema político corrupto. El resultado alcanzado fue la corrupción de la población iraní, de las masas, de sus núcleos más personales. El iraní promedio se dio cuenta de que para sobrevivir en ese nuevo país se tenía que adaptar a sus reglas, tenía que aprender a mentir muy bien, a ventajear todo cuanto estuviera a su alcance, a infiltrarse en los cargos públicos y a sacarle tajada a esa semejante ventaja. Muchos aprendieron a hacer fortunas en base a la venta de las ayudas humanitarias que llegaban durante la guerra, o incluso hoy en día cuando lo mismo sucede luego de un gran terremoto o una gran inundación. Cada cual tuvo que aprender a escalar por el balde aplastando al que se le cruzara en el camino, desafiando hasta el extremo las reglas de la moral y la ética de un pueblo milenario.

El papel de la mujer tuvo un cambio más que radical. Ellas ya no podían lucir sus minifaldas ni sus peinados a la última moda europea, sino que se tenían que limitar a elegir un color de túnica no muy llamativo para cubrir sus cuerpos. Pero ese no fue en verdad el problema, ya que la revolución que se llevó acabo fue obra del pueblo, y como tal se eligió un régimen islámico. El problema real fue su denigración a un lugar mucho más penoso en la sociedad, no permitiéndole manejar, fumar en la vía pública o incluso salir del país sin permiso de un macho alfa en la familia. Fue entonces que se instaló el Hijab, que no es otra cosa que el atuendo islámico de las mujeres musulmanas, el cual pasó a ser de gran relevancia, a simbolizar la actitud sumisa de la mujer en la sociedad iraní.

Les recomiendo en este sentido que vean la película Persépolis, un largometraje que estuvo nominado a los premios Oscar como mejor película extranjera.

Hace pocas semanas una mujer iraní sufrió un ataque en plena ciudad de Isfahán, ciudad de increíble belleza y tradición. Ella iba manejando su auto, pues con el pasar de los años se fueron flexibilizando algunas cosas, y mientras se encontraba esperando en un cruce, repentinamente una moto con dos personas a bordo frenó junto a ella. En un abrir y cerrar de ojos, el acompañante del motociclista echó una sustancia a la cara de la mujer del auto. Ella se bajó agitada, limpiándose como podía la cara y al percibir que el líquido le quemaba todo el cuerpo a través de su ropa comenzó a desvestirse en plena calle. A todo esto la moto ya había desaparecido. Cuentan los testigos que al ver el comportamiento de la mujer varios de los transeúntes se apresuraron a no permitir que se desvistiera y la volvieron a meter en el auto, pensando que la mujer estaba loca. Pero resulta que no, ella no estaba loca, sino que alguien le había echado ácido sulfúrico en la cara y la ropa. El incidente no pasó a tener mayor relevancia para los medios, los cuales lo trataron como una posible venganza de un pretendiente frustrado, basándose en lo sucedido cerca de siete años atrás donde eso mismo le ocurrió a otra mujer, quien al negarle el matrimonio a un compañero de facultad sufrió un ataque de ácido.

Fue luego de algunos días que la conmoción se esparció por la gente de todo el país, cuando el mismo suceso se volvió a repetir una y otra vez, siempre en la ciudad de Isfahán. Los ataques empezaron a tener un denominador común. Las mujeres atacadas eran aquellas cuyo hijab no estaba acorde a los requerimientos islámicos estatales, eran jóvenes y bellas. Dio la casualidad que el parlamento estaba discutiendo en los últimos tiempos sobre la legalización de la reprimenda de parte de los ciudadanos a aquellas mujeres que no respetaran el hijab estipulado, aunque según los parlamentarios las medidas se basarían solamente en advertencias verbales. Pero todo esto se vio combinado con las declaraciones de algún que otro ayatollah en los rezos masivos de los viernes en las mezquitas, donde se alentaba a los buenos musulmanes a combatir las medidas del actual presidente Rohani, el cual aparentemente había flexibilizado un poco los controles sobre la vestimenta femenina.

Durante los primeros días y algunas semanas, el pueblo se manifestó en las calles en contra de estos ataques, de los incentivos del clérigo para estas acciones y de la pasividad del gobierno, el cual declaró tres días de luto por el fallecimiento de uno de los ayatolláh más sanguinarios de todos los tiempos y sin embargo no se pronunció al respecto de los ataques con ácido. La presión comenzó a aumentar en Irán, más y más personas salieron a las calles en protesta por las varias mujeres cuyos rostros quedaron desfigurados y sus ojos dejaron de ver para siempre. Algunos pudieron manifestarse mientras que otros fueron duramente reprimidos. Luego de un tiempo el presidente salió a condenar estos hechos mientras que el representante iraní ante la ONU declaraba solemnemente que esto seguramente había sido planeado por las potencias occidentales. Este argumento es el más común esgrimido por el Estado iraní cuando salen a la luz las cagadas más grotescas en las cuales el gobierno es sospechoso de su ideación.


Es a la distancia que con mucho dolor, un iraní que no habita aquellas tierras se pregunta, ¿por qué? ¿cómo nos permitimos llegar a esto? 

Ali.

viernes, 28 de noviembre de 2014

Violento y sus amigos

En las inmediaciones del club Tabaré,  llegando a la Av. Américo Ricaldoni, un individuo amenaza a punta de pistola a una mujer y le arranca un bolso de sus manos. Antes de retirarse golpea el vidrio trasero del vehículo y sustrae una cartera que parecería ser un estuche de Laptop.
Salgo de atrás del contenedor de basura  y llamo al 911, suena y automáticamente se cae la llamada. Vuelvo a intentar, esta vez sí me responden. Le explico al operador lo que está pasando.  Mientras el delincuente se sube a una moto, otro la maneja, y salen por Brito del Pino...
Me acerco a la víctima, la mujer, obviamente  está petrificada. Se orinó encima y llora recostada al volante.
En el asiento de atrás hay una niña, los pedazos de vidrio están regados sobre sus piernas, tendrá unos 5 o 6 años. Desde su inocencia le dice a su madre: "Mami, no le diste plata a ese señor y se enojó, se llevó la compu!" Me siento en la vereda, al costado del auto, escucho a la nena que aun habla con su madre, empiezan a llorar...las dos.
10 minutos después llega el primer patrullero, les digo lo que vi, me toman los datos y me voy.
Me tomo el bus, se mueve un rato y el tráfico se detiene completamente, un desvío. Alguien golpea la puerta delantera para que lo dejen subir. El chofer abre y el tipo, mientras saca el boleto, le  dice que la policía está a los tiros a unas cuadras con unos chorros..."Parece una de cowboys"
                                                                                ***
Escribí estas palabras hace ya unos meses, en un borrador que apareció en un pen drive.
Lo leí varias veces, pensando…un poco en voz alta. ¿Qué puedo sacar de todo esto? 
Recordando, en una especie de reflexión vacía, poco objetiva…afectada por el egoísmo inherente a nuestra condición de seres humanos.
 Después de todo, había sido casi una víctima de esta sucesión de eventos desagradables. Me tocó vivirlos muy de cerca, sentí la violencia ahí cerquita. Los vidrios rotos, los llantos, el horror…el horror.
Continué en mi actitud desagradable y patética…
El puto gobierno, la puta sociedad, la puta violencia, los putos chorros y yo, un cobarde.  ¿Por qué no actué con más vehemencia? Un grito, algo que hubiera distraído al mal nacido…un arma… Eso, un arma…tengo que salir armado…
Difícil traer este relato a los confines de la paz y la esperanzadora idea de una sociedad mejor comenzando con una estética tan opuesta.
Al menos lo intentaré y seguramente, falle en el intento. Nada vende y seduce como la exposición de la violencia cruda y, más aún si por alguna razón nos sentimos relativamente cercanos a ella.
Parte víctimas, victimarios, testigos, jueces… roles que nos dejan con secuelas muy parecidas y que, en una suerte de masoquismo, los anhelamos desde estos y otros diferentes abordajes.
Busco culpables, así puedo descargar mi ira, con fundamentos.
Apunto al más abstracto de ellos.
 La sociedad… ¿Mi sociedad?...  ¿Qué sociedad?
En realidad nunca tuve muy claro este concepto…no en el sentido práctico de la nomenclatura en sí.
Pero en lo que atañe a una esencia palpable, como decir esto es lo que es…No, nunca pude.
Así que, y como reconozco, es de todos los responsables de la violencia, si no el más difícil de encarcelar, al menos, el más difícil de reconocer como victimario.  Acepto que una gran parte de esta responsabilidad se encuentra ahí, en ese estomago en continuo estado de digestión, al que llamamos sociedad.
Su contrato da la impresión de ser violado…mejor dicho, no acatado en muchas de sus partes.
Y no es algo para dejar de lado, que este contratito en sí, engendra cierta violencia para algunos.
Su teoría básica dice que para vivir en sociedad, los seres humanos acuerdan un contrato social implícito que les otorga ciertos derechos a cambio de abandonar la libertad de la que dispondrían en estado de naturaleza.

“Abandonar la libertad” Si eso no es violento hay que juntar firmas para canonizar a Lopez Rega…

Un poquito más en su núcleo, aclara que: un mayor número de derechos implica mayores deberes, y menos derechos, menos deberes.

La violencia se hace presente de nuevo y creo que no hay necesidad de explicarlo, esa frase se auto define sola.

Después, tenemos al obvio tercero en discordia, la fuerza que hace cumplir este arreglo (sé que es un contrato pero, prefiero la inconstancia a la redundancia) el estado.

Si, definitivamente empezamos mal, nuestra principal estructura…o una de ellas, tiene una base arquitectónica, comparable a un andamio de palos de escoba atados con bellos púbicos…públicos (¿?)

Aparece el estado…El Estado.  Esta cosa tan linda que hoy, convive con nosotros y parece haber existido desde tiempos inmemoriales apretando los testículos a suyos y ajenos. Fue introducida originalmente por Nicolo Machiavelli en su obra El Príncipe. 
No fue el único, hubo otros infradotados de esos que después nos enseñan a asimilar como genios, que arrimaron el bochín, pero fue este último anormal el que uso la palabra en sí, trayéndola del Latín “Status”…creo.
¡Si! correcto, uno le pega al jackpot, cuando no es otro que “El Nico”, el que nos introduce esta maravilla para siempre y deja en claro que “Los Estados y soberanías que han tenido y tienen autoridad sobre los hombres, fueron y son, o repúblicas o principados.”
Lindo por ahora, bien. Medio flojito el tema estatal y la violencia, ¿no?
Efectivamente, es un no rotundo.
En su definición simple, esta cosa es un concepto político que se refiere a una forma de organización social, económica, política soberana y coercitiva. 
Como si no hubiera nada de qué preocuparse, también hay que asimilar que este conjunto de instituciones no voluntarias tienen el poder de regular la vida comunitaria…
Soberana, coercitiva, poder, regular…estas son las palabras que tenía tatuadas la madre Teresa en los glúteos…Uno las lee y asocia paz inmediatamente... La violencia se disuelve con la magia de un hermano mayor que te amenaza con apretarte el cogote en una pinza morsa.
Tanto ataque a las estructuras e instituciones hace mal. “Precisamos estructuras” me decía una amiga a la que le di este borrador, “Tu visión del ser humano es bastante pesimista” me dijo otro.
“El problema es que estás enfocando esto en un tipo de violencia bastante extrema. La pobreza también es violencia” 
Observación que no por ser obvia deja de pasar desapercibida ante la mirada impávida de la mayoría de nosotros. Cuando vemos, por ejemplo, otro ser humano comer del mismo contenedor en el que yo, estoy vaciando la bolsa llena de excrementos de mi mascota. O una familia durmiendo, apretadita sobre los escalones de mármol, en las esquinas que forman Rio Branco y Paysandú.
(Tengo presente que es una aberración empezar una oración con una conjunción pero, se alinea con la idea de generar violencia así que, espero su comentarios y vestiduras rasgadas en nombre de las sanas costumbres ortográficas.)

Nos acostumbraron y nos acostumbramos a esa visión.  Es violenta, sí, pero no mueve las mismas tripas que la otra...la que nos ofrecen en forma espectacular…de espectáculo.
Los medios de comunicación, perversa maquinaria, una de las armas más peligrosas,  y que siempre ha estado en las manos equivocadas. Las nuestras.
 Si no fuera por ellos, los pueblos eslavos jamás se hubieran dejado arrear a campos de concentración disfrazados de centros de reubicación. Las Dictaduras latinoamericanas no hubieran enarbolado bandera alguna en nombre de salvaguardar las instituciones.
Así como también, en realidad, la revolución Francesa sería un puñado de Burgueses envalentonando hordas de trabajadores para hacerse del poder. La segunda guerra mundial, una lucha entre poderes acérrimos y no tan opuestos que eliminaron la amenaza fascista pero dejaron contemporáneamente a Francisco Franco y su acero, morir de viejos por la década del 70.

Según Chomsky, los medios de comunicación masivos tienen como su función principal entretener, informar e impartir valores y códigos de comportamiento que propiciarán que los individuos se moldeen a las estructuras sociales…
Él porque, es bien sencillo. Las masas necesitan ser cegadas y distraídas. No hay muchas maneras hoy de distraernos que aplicando la exhibición sin tapujos de una sociedad violenta.
“El Miedo es su único dios” Dice De la Rocha.
 El miedo genera violencia y controla al rebaño de esta manera. Pero como contrapartida, cae en un vicio de acostumbramiento, somos animales de hábito y hay pocas cosas a las que el ser humano no se pueda adaptar.
Tengo una eterna discusión con amistades, colegas y toda oreja que quiera prestar atención. En la que afirmo que la reacción ante un hecho violento no es la misma para nuestra generación que para nuestros predecesores o para aquellos que vendrán después.
Hipotéticamente, si nos encontráramos en medio de una balacera en donde presenciamos que alguien es acribillado con saña, mi bisabuelo reaccionaria de una manera muy distinta a la que reaccionaria yo, ante le hecho en sí. No es algo muy complejo de entender, mi exposición a este tipo de imágenes, ya sea en un modo virtual, me ha acostumbrado a no parpadear mucho. Los médiums de diversa índole nos machacan con estas situaciones. Video juegos, informativos, prensa escrita. Nos asustan para ejercer su control y a su vez, nos adoctrinan desde un punto de vista más subliminal a convivir con esta violencia.
El ejemplo que menciono unos párrafos más arriba es una clara muestra de ello. La indigencia es violenta, pero estamos tan habituados a ella que pasa desapercibida como tal.
Si continuamos con esta tendencia, no sería absurdo asumir que es solo una cuestión de tiempo para que hechos de violencia extrema, nos preocupen desde ángulo asociado al instinto de conservación que al rechazo de la violencia en sí misma.

En los primeros días de Noviembre,  radio, televisión y prensa escrita usaban sus plataformas para difundir la noticia de una joven asesinada y descuartizada a pocos metros de su casa.
El morbo y la falta de ética de algunos medios, que decidieron cubrir la noticia desde diversos ángulos. Como por ejemplo, revelando, sugiriendo e insinuando, comportamientos de la víctima que la situarían en la filosofía del “algo habrá hecho”. No solo tenían una naturaleza violenta. También, y es parte de su horrendo rol,  dividían a la opinión publica generando a su vez mas desunión y desacuerdo entre partidarios de una u otra opinión.  A todo esto y, obviamente nada es librado al azar, en medio de un clima electoral exacerbado por campañas de marketing, prometiendo la reducción de la inseguridad.

Cerrando este desvarío.
 En un país como el nuestro, con una densidad de población envidiable y con índices de violencia y criminalidad relativamente bajos para una región que convive con realidades muy diferentes. Resulta muy complejo para nosotros como individuos, entender que es un problema intrínseco, es necesario para las estructuras de poder y se encuentra amalgamado en nuestro ADN.
Pero lo que más nos sorprende y, esto debido a que equivocadamente pensamos que solo hace falta apretar algunas clavijas para resolverlo, es la incapacidad de las instituciones para implementar una solución.  Cuando, y como en míseras 2000 palabras trato de explicar. Son estos mismos organismos de contralor los que usan este cáncer el cual, al momento de ubicarnos en un bando, todos estamos en contra y pretendemos erradicar. 
Creo que fui muy iluso al principio, cuando pretendía llevar a un tono optimista todo este despropósito y palabrería. 
Y que ahora, ya casi sin espacio para seguir, arrimándome más al pesimismo, solo me atrevo a decir que la idea de un mundo sin violencia es una utopía en discordancia total con el Principio de razón suficiente.

Me pregunto, si no es este imposible lo que muestran, al abrirse, las puertas de la percepción…Pero eso es otra historia, mucho más entretenida…

Braulio Kröger.

lunes, 3 de noviembre de 2014

BICHO POLÍTICO

Bicho lindo si lo hay, el ser humano. Y si estrechamos la búsqueda a este pequeño y bendito gran país, la cosa se pone aún más interesante. Más allá de los discursos que señalan con el dedo índice y acusador a “la gente”, como dejándolo a uno siempre por fuera de todo lo que funciona mal en la sociedad, hay momentos puntuales en los que nuestra capacidad de mongolismo supera todo límite y sienta las bases para un espectáculo digno de ser disfrutado, siempre y cuando uno no entre en la rosca de sufrirlo, cometiendo el gravísimo error de tomar tan jugoso espectáculo como cosa seria.

Un nuevo año electoral comenzó hace un tiempito ya, y no sé si fue más jugoso el espectáculo de nuestros posibles representantes antes de las internas de Junio o lo que vino después, donde quedando solamente un candidato por partido los enemiguismos internos de cada color político se dejaron de lado para competir ferozmente hasta las pasadas elecciones de Octubre contra el villano de la otra vereda. Para entonces la táctica fue una sola: degradar todo lo posible al candidato rival (del mismo partido), para así demostrar que yo, candidato a la presidencia de la nación merezco ocupar ese lugar por el simple hecho de ser menos peor que el otro.

Y es entre estos sucesos que el ser humano demuestra una vez más ser un bicho de los más queribles, porque más allá de que estemos en el SXXI y nos creamos re especiales, avanzados con nuestros super smart phones, sabiondos e idóneos para conocer y descifrar los secretos del universo, en el fondo seguimos siendo ese niño que quiere seguir creyendo en Papá Noel después de que el compañerito de la escuela le haya dicho que el gordo barrigudo de Coca Cola no es más que un invento de los padres. Por estos lares, donde la historia marca disputadas batallas de la época post-colonial entre aquellos que seguían al quizás mayor genocida de nuestro país - más conocido como Don Frutos de quien hoy nos enorgullecemos, teniendo estatuas y calles con su nombre – se la daban a más no poder con los que iban detrás de un tal Oribe que lo único que hacía era reclamar que se le reconociese su cargo ganado democráticamente. Ya desde entonces los idealismos de quien daba el golpe de estado y los de aquellos más “nacionalistas” escribían las páginas de los enfrentamientos políticos que dieron a luz los llamados “partidos tradicionales” de esta pequeña nación.
Los años pasaron, mucha agua corrió bajo el puente y la naturaleza de aquellos que nosotros elegimos para que “gobiernen” nuestro país jamás cambió (léase la definición de Darwin Desbocatti sobre gobernar: colocar algún amigo en algún cargo y aprovechar para meter cuchara en algún negocio). Y a pesar de todo, el uruguayo sigue queriendo creer en sus candidatos, algunos más, otros menos, pero el desenlace de esta historia es el siguiente, según el punto de vista de este humilde servidor:

Muchos criticamos a los políticos sin darnos cuenta de que ellos son el fruto de lo que somos nosotros como sociedad. Si ellos están ahí, es porque nosotros los ponemos ahí. Si ellos llegan ahí, es porque lo que nos venden es lo que compramos, y es así como juntan los votos necesarios para llegar a la cumbre. Si ellos son unos incompetentes que están para la chiquita, es porque nosotros somos unos incompetentes que estamos para cuidar nuestra chacrita, y ellos nos representan de manera fidedigna. Pero como todo espectáculo, en esto hay también un jueguito que es lo que hace que sea “la gilada” la que se equivoca, la que cae en esa, mientras que “nosotros” somos los que la tenemos clara. Y la explicación es simple: somos ese nene que quiere seguir creyendo en Papá Noel. No nos basta con ver la historia y ver los hechos, nosotros seguimos creyendo que los del otro lado son los malos, mientras que nuestros candidatos son los buenos. No importa si alguien del partido “rival” tiene una buena idea, como es del partido ese que a mí no me gusta, toda idea quedará anulada por su color partidario.

La Estrategia de nuestros políticos en tanto se divide en dos:
- El año electoral
- Los años que le siguen a la elección del presidente, hasta las próximas elecciones.

Durante el gran año electoral esos maravillosos personajes se transforman. De repente le tienden la mano a los obreros, a la panadera, al peón y al pequeño empresario. Sin excepción visitan algún barrio pobre y cargan en brazos algún gurí con esa sonrisa practicada decenas de veces frente al espejo mientras sus panfletos ensucian y afean toda la ciudad. De repente, por arte de magia se indignan ante las injusticias, se nutren de alguna energía sobrenatural que les permitirá construir mil escuelas, crear diez mil puestos de trabajo, combatir las injusticias sociales y hacer que todos seamos ricos, todo esto bajando los impuestos lo cual lo hace extraordinariamente tentador. Quizás contraten estudiantes de arquitectura para que les vendan rifas para conseguir los fondos para tantos milagros, no lo sabemos aún, pero lo cierto es que el futuro se ilumina solo al ver a estos candidatos y escuchar sus discursos. Ya entrados en plena época electoral, quedando un solo candidato de cada partido esos ángeles protectores del pueblo atacan con ferocidad al otro ángel de la vereda opuesta. Se da una batalla entre ángeles, salen a la luz los más horrendos secretos, las más despiadadas calumnias, y de repente el espectáculo se nutre de “respetables” políticos que se vedetizan y denigran unos a otros, cayendo lo más bajo que se pueda en una dramática carrera cuyo objetivo es destrozar tanto como se pueda la imagen del adversario, a sabiendas de que lo mismo le está sucediendo a uno como político, pero eso no importa, se trata de matar o morir. Si todo sale bien y las encuestas nos favorecen, entonces seremos los nuevos gobernantes de la nación, habiendo ganado las batallas ante los rivales, siendo los que dan menos lástima entre todos, siendo los menos peores o al menos los menos golpeados, pues para llegar a donde llegamos tenemos que haber sido crueles e inmorales, hundiendo hasta donde fuera posible a nuestro adversario. La dignidad ha quedado de lado, de repente las más ridículas ideas surgen, acuerdos impensados salen a la luz, los viejos enemigos se unen y forman alianzas impensadas en épocas remotas, todo con tal de que los terceros en discordia no asuman el poder. Se crean partidos sensacionalistas que buscan captar minorías. Todo vale.

A nadie le importa el bien del país, el progreso colectivo, pues estamos lejos de darnos cuenta de que la única manera de lograr un bien estar legítimo es en conjunto. Ejemplos en el mundo sobran dentro de los cuales podríamos hablar de Japón o Alemania. Pero acá no, acá la historia es distinta, tanto para los políticos que luchan por llegar a la cumbre como para los infelices que los votamos. Un perfecto ejemplo salió a la luz en los pasados días, con nuestro querido Bordaberry y su “vine para que hagan mierda a Vázquez”. ¿Hacer mierda a Vázquez? ¿A Vázquez? No cabecita, vos no vas a hacer mierda a Vázquez. Vázquez va a seguir preocupándose por tener el jopo arreglado durante los años que vienen. ¡Con esta mentalidad, vos solamente vas a hacer mierda al país, al igual que la gente que piensa como vos! Esa gente – de la cual hay en todos los partidos políticos – que sueña con ver el fracaso del “rival”, aunque ello signifique el hundimiento de su propio país. Acá lo único que importa son los intereses partidarios. Hace pocos días, luego de la primera vuelta, estaba leyendo felicitaciones por ahí a gente que fue elegida por la ciudadanía para ocupar una banca en el parlamento y veía continuamente las palabras “por el bien del partido, para tener un partido fuerte, ahora a trabajar por el partido”, ni una palabra de “ahora a trabajar para el país”.

Pero una vez todo se calme y todos los bandos comiencen a sacar a sus heridos del campo de batalla, todo vuelve a la normalidad durante un tiempo. De repente los enemigos no son tan enemigos y todos tratan de recomponer su imagen. Ahora cambian las reglas de juego. Ahora hay oficialismo y oposición. Entonces, siendo oposición, ¿qué es lo que queda por hacer durante los próximos cuatro años? Sí, usted adivinó correctamente. La labor de los futuros candidatos e incluso los alcahuetitos don nadie dentro del partido consiste en hacer todo lo posible para que el gobierno de turno fracase. Toda traba en el camino será válida. Toda artimaña conspirativa será celebrada y ante el más mínimo traspié del oficialismo la ovación de la hinchada visitante será un rugido victorioso. Así pasarán cuatro años más, los que fueron minoría haciendo lo imposible por juntar argumentos para la próxima campaña electoral, ya que no tratarán de elaborar un plan para levantar al país, sino uno que encuentre las fallas de los que ya actuaron para dejarle en claro a “la gilada” que los que fueron gobierno no pueden volver a serlo.

¿Qué pasa con los votantes mientras tanto? Algunos se olvidan, siguen su vida, pero otros, los más resentidos hurgan diariamente entre las noticias, diarios o comentarios en cualquier medio de comunicación para desgarrar sus vestiduras en una explosiva protesta tras otra. Publican artículos en Facebook, twittean, hacen graffitis, maldicen, hacen lo imposible por ver tooooodo lo malo que el gobierno que ellos no eligieron hace, para quizás así ir haciendo fuerza desde ya para las próximas elecciones, para juntar algún votito para su partido. Entonces, estos niños que creen en su Papá Noel creen también en los milagros, piensan que su candidato podrá hacerlo todo mucho mejor y se ofenden si tan solo se llegara a cuestionar que quizás, si su candidato llegara al poder podría cometer errores. Entonces el espectáculo sigue, cada uno cuida su chacrita, ninguno va por el país, sino en contra de la otra parte de ese país que no está de acuerdo con ellos, con los de su partido, los que “tienen la razón”.

¿No es absurdo acaso hinchar por un partido político como si se tratara de un cuadro de fútbol? ¿No sería más sano evaluar las propuestas y acciones de los gobernantes dejando de lado a qué partido pertenecen? ¿No sería más razonable no invocar a la tolerancia en un mensaje facebookero para defenestrar dos palabras después a los que piensan diferente a uno, tratándolos de ignorantes e intolerantes en un mensaje de lo más intolerante?

El show se hace completo, pues no solo nuestros políticos dan lástima, con slogans que apuntan a las mentes más chiquitas, prometiendo y prometiendo, usando las mismas pedorras promesas de siempre, sino que los votantes se convierten en las vedettes de los medios como facebook o twitter. Disculpen que sea reiterativo, pero no hay cosa más horrenda que ver sus muros amigos míos, y ver cómo se ofenden por la intolerancia de los de la vereda de enfrente siendo ustedes mismos un perfecto ejemplo de desdicha e intolerancia. Toda la obscenidad reinante reluce y en esa interminable búsqueda de sumar aunque sea un voto más lleva a nuestros héroes a caer en lo más lamentable, y nosotros caemos con ellos. Desesperados, nos vemos obligados a ver un “partido Plancha”, vemos a nuestros candidatos arañándose en televisión como putas en celo en la tv de la vecina orilla, nos tenemos que fumar spots publicitarios horrendos, bajos, viles, que son un insulto a la inteligencia humana… pero evidentemente no somos inteligentes, somos el populacho, pues año tras año los mismos métodos le dan sus frutos a estos señores, esos mismos que te representan a vos, esos mismos que me representan a mí y nos hacen, queramos o no, parte del inmundo espectáculo.

¡QUE VIVA LA POLÍTICA PARTIDARIA!

jueves, 4 de septiembre de 2014

RECICLANDO EL ISLÁM.


Y pensar que yo la conocía a ISIS como una de las diosas egipcias, que entre otras cosas estaba vinculada a la maternidad y el nacimiento. Hoy la misma palabra, sigla o nombre me hace pensar en la muerte, pero no en la muerte como parte de la vida, como un momento místico que a todos nos llega. Hoy, ISIS me implica terror, muerte, asesinato, barbarie.

Terrorismo, terrorismo de Estado, asesinatos en masa, genocidios, guerras, ¿no son acaso sinónimos en su esencia? Sí, claro, son escalas distintas. No es lo mismo hablar de genocidio que un asesinato, la masividad de uno está en un contexto diferente al otro, pero en su más pura esencia, allá en el fondo, ¿no se trata de privar de la vida a un tercero? Sobre esto pensaba hace algunos días cuando de casualidad fui a parar a una noticia en la web sobre las últimas de un grupito llamado ISIS.

¿Qué es el ISIS? Bueno, es una sigla en inglés cuyo significado es Islamic State of Iraq and Syria, y es en verdad uno de sus nombres, porque también se lo llama DAESH en los países árabes, así como ESTADO ISLÁMICO por estos pagos. ¿Bueno, pero qué es el ISIS, DAESH o el ESTADO ISLÁMICO? Es uno de los tantos grupos radicales, no oficiales, no dirigentes de un estado legítimo que justifican sus acciones con un pretexto dado. Definidos así parecen no diferir de otros grupos esparcidos por el mundo entero, generalmente tildados de “terroristas” por los Estados a los que se oponen. Pero el Estado Islámico, cuya bandera negra flamea hoy por hoy en varias ciudades de Irák y Siria viene con un viento que lo impulsa, viento más fuerte de lo que en pleno SXXI estamos habituados a ver. El Estado Islámico, es un supuesto califato formado por un grupo suní (grupo mayoritario dentro del mundo islámico) y es fundamentalmente el resultado de la división de Al Qaeda, cuya parte en Irak fue paulatinamente aprovechando los conflictos en ese país y la guerra civil en Siria para adquirir cada vez más poder. A través de los meses, este grupo que comenzó con ataques a pequeños poblados fundamentalmente Chiíes (minoría en el mundo islámico), fue avanzando en una red de matanzas, violaciones y conquistas en el nombre de Dios que nos hicieron volver a acordarnos de las cosas obscuras de las que son capaces los hombres en el nombre del Creador. Ellos usan un método no oficial, no bombardean con sus submarinos a la espera en las costas como lo hacen los “Jueces del mundo” en el nombre del bien contra el mal, de hecho se cagan en los oficialismos. Habiendo aclarado que sus actos responden a Dios y no a los estándares internacionales, los miembros de este grupo arrasan con los pequeños poblados como solíamos leer o ver en películas que relataban los hechos de los “bárbaros” en siglos antes de Cristo. Pero adivinen qué: ellos también luchan para que “el bien triunfe sobre el mal”. Ellos avanzan a través del terror, y el pánico que causan incomoda al mundo civilizado, mientras que las catástrofes bélicas impulsadas por los diplomados en modales y actos civilizados han dejado al mundo de rodillas durante siglos mediante algo igualmente sucio, pero estéticamente más aceptable: la guerra.

El ISIS no es cosa muy diferente a Al Qaeda. Por si no lo recuerdan, Al Qaeda es una de las mayores organizaciones terroristas del mundo, creada por su líder Osama Bin Laden, quien se mantenía en el anonimato para la opinión pública cuando era un mercenario entrenado y financiado por el gobierno de los Estados Unidos de América, esa nación que muy solidariamente siempre vela por la seguridad de todos los ciudadanos del mundo, que siempre combate el mal para extender los brazos de los ángeles y llenar las sociedades de bondad. Pero un día Osama se amaló de golpe, como lo hizo Saddam Hussein, quien era “el bueno” mientras bancado por las potencias occidentales masacraba iraníes, kurdos y otras etnias para frenar la entonces floreciente revolución islámica de Irán. Al igual que Saddam, Osama de repente se amaló. Llegó un punto que Osama se cambió de bando, o al menos eso dicen, eso “sabemos”. Llegó un momento que según los informes gubernamentales de los EEUU, Osama pasó a ser el malo de la película, pues aparentemente ya no mataba soviéticos (que bien sabemos siempre fueron los malos en todo, sino pregúntenle al 007) sino que ahora mataba estadounidenses y defensores de la libertad. Entonces nació Al Qaeda y entonces hubo muchos atentados, cayeron las torres gemelas, “un avión” (que en las grabaciones parece más bien un proyectil) se estrelló contra el pentágono, y mágicamente la familia Bin Laden (amiga cercana de los Bush) fue escoltada por la guardia presidencial para abandonar el país norteamericano en menos de lo que parpadea un colibrí (si es que parpadea), mientras su hijo se convertía en verdugo. Y así arranco todo, así arrancó Al Qaeda, y años después, con el mismo origen surge este movimiento que hoy tiene al medio oriente en jaque.

El ISIS, que va en busca de recuperar territorios como el norte de África (los países del Magreb), España y lo que alguna vez le perteneció al antiguo imperio otomano, declara solemnemente que cualquiera que no se convierta al Islam deberá atenerse a las consecuencias. Ahora, uno pensaría que leyendo el Corán las conclusiones a sacar serían que se trata del Dios más depravado de la historia. Quizás así sea, quizás no, al fin y al cabo es un libro más, que supuestamente contiene las palabras del Creador, aunque siempre escritas por los pecadores, los mortales. ¿Entonces, eran más severos los que escribieron el Corán que aquellos que escribieron el antiguo testamento, o los que escribieron el nuevo testamento? Ojo, porque si hablamos del nuevo testamento tendríamos que ver a cuál de las muchas versiones nos referimos, ¿verdad? ¿Hablamos de aquella que acepta la Iglesia Apostólica  Romana, la que tiene el sello de aprobación del Vaticano, o aquellas que quedaron en la penumbra? De todos modos, lo complicado del asunto aquí es que las interpretaciones de grupos como el ISIS o Al Qaeda sobre el Corán y los mandatos de Dios difieren un poco de lo que cualquiera de nosotros entendería, o de lo que cualquier musulmán promedio entendería. Quizás el Islam sea la religión más severa de las tres grandes religiones, quizás lo sea, pero el extremo al que llegan grupos como estos a través de la reformulación e interpretación de los escritos es solamente comparable al de la Iglesia en los siglos en que concentraba el poder absoluto en todo sentido, y decidía sobre la vida o muerte de personas, pueblos o naciones enteras, y sus instrumentos como la hoguera o sus movimientos como la inquisición reflejaban un actuar muy lejano a lo que podrían ser las palabras de Cristo aceptadas por un “buen cristiano”. Escuchando las declaraciones de los líderes del ISIS yo me pregunto, ¿difieren mucho estas sentencias y mensajes masivos de lo que sostenían los líderes judíos que lucharon con todas sus fuerzas para descansar solo cuando Jesús colgara de una cruz allá donde hoy un Estado Sionista disputa las mismas tierras con los árabes? ¿No murió acaso Jesús por hereje, por pretender ser un mesías, en definitiva por desafiar las autoridades de turno? ¿No fue Jesús acaso, “el hijo de Dios” muerto en el nombre del mismo Creador?

Mientras el poder del ISIS crece a pasos agigantados en la región y controla varias de las refinerías de la zona, que le proporcionan la cantidad de dinero necesaria para subsistir sin ayudas de terceros (esto hay que tomarlo con pinzas), confirma que el lugar de la mujer es el mismo que el de una montaña de excremento canino. Solo los hombres son dignos de Dios y su lucha se verá compensada con un lugar en el paraíso donde hermosas mujeres los proveerán de exquisitos manjares y placeres infinitos. ¿Una versión un tanto obtusa de lo que puede llegar a ser el paraíso, si es que hay uno, no? Lo curioso fue ver hace pocos días un artículo donde una mujer egipcia publicaba fotos suyas en pelotas cagando y menstruando sobre la bandera del radical grupo islámico. Más allá de que esta mujer se califique a sí misma como una "feminista secular, liberal, individualista y vegetariana" (me pregunto qué diferencia hubiese tenido si era carnívora o no individualista) lo cual no viene al caso, el acto fue de una simbología de magnitudes extraordinarias, no solo por el hecho de cagarse en la “bandera de Dios” y lo que es peor, mancharla y contaminarla con su menstruación, sino por el hecho de ser mujer y para colmo, mujer en un país musulmán. Es muy fuerte ver a una mujer de un país islámico en pelotas y ni siquiera en un desnudo artístico, sino mostrando como sus líquidos emanan de su vagina para derramarse sobre la bandera de aquellos que imparten justicia divina sobre los infieles, y como de su ano la mierda se vuelca indecentemente sobre dicha bandera. Justamente una mujer, que para ellos no es más digna que un esclavo. Mientras una mujer protesta de esta manera, el Gran Papa Arrrgentino anuncia desde su aposento de sacra ostentosidad  con las típicas palabras de archivo, con los típicos mensajes gastados por la eternidad política que la iglesia sufre junto a los cristianos degollados por este poder emergente en el medio Oriente. ¿Me gustaría imaginarme cómo es que sufre la iglesia junto a estas personas cuyo único pecado es no someterse a la palabra única del Islam, cómo sufre la iglesia mientras la noche anterior a estas declaraciones el mismísimo Papa organiza un partidito de fútbol “por la paz” y disfruta de exagerados lujos en su bunker llamado Vaticano, junto a su amigo Maradona?

Lo que preocupa, asusta y pone un gran signo de interrogación sobre el desenlace de esta historia es ver la convocatoria que ha tenido este movimiento. Hace trece siglos un grupo de nuevos musulmanes, gente que hasta poco antes de la llegada de la nueva religión vivía en pueblos nómadas de desierto en desierto, salió en una expedición similar a la actual, a diseminar y difundir la “verdadera palabra de Dios” por el mundo. ¿Su resultado? Más de siete décadas de dominio islámico se asentaron en todo el norte de África, grandes extensiones del entonces imperio persa y toda la península ibérica entre otras zonas. Hoy nos maravillamos ante la Alhambra, contamos de manera graciosa que palabras como “almohada” o “algodón” vienen del árabe, ¿pero acaso aquella conquista fue diferente a esta en sus orígenes? Claro, no había diarios, noticieros, mucho menos facebook, pero acaso aquella conquista no implicó sangre, miseria y destrucción, al igual que todas las otras en toda nuestra historia? Lo que atemoriza ahora a muchos, es que una gran cantidad de musulmanes han acudido en migración al Estado Islámico, en lo que simbólicamente quieren comparar con el “Hadj”, migración a La Meca por parte del profeta Mahoma que hoy es obligación de todo musulmán, pero que en este caso consiste en unirse al califa Baghdadi en su proceso de conquista islámica. Hay testimonios de gente proveniente de países de Europa o de otras regiones como Túnez o Argelia, para luchar por el Estado Islámico en la yihad.


Ahora resulta que EEUU entra en combate. Mientras civiles de distintas nacionalidades son decapitados para así divulgar luego muchos de los videos de estas decapitaciones, los bombarderos norteamericanos hacen caer sus bombas sobre ciudades como Mossul combatiendo a este grupo, el cual sin su apoyo inicial no estaría donde está. El ISIS se mueve y avanza rápido, queriendo reunir bajo una sola bandera grandes extensiones de tierra que en su momento fueron divididas lápiz en mano por hombres como Winston Churchill para formar las fronteras que hoy por hoy reconocemos. El ISIS avanza, en una red de sangre y “justicia divina” que esparce terror en su avance mientras que en otras regiones, naciones enteras continúan con sus propios conflictos, haciendo lo posible por aferrarse a la vida terrenal aunque sea por un día más.

viernes, 22 de agosto de 2014

LAS DORADAS MANZANAS DEL SOL

Supongo que toda persona quisiera en algún momento dejar un legado, una herencia mística que perdure en algún lugar de este mundo cuando su cuerpo ya no esté. Quizás no todos tengan esa necesidad a flor de piel, posiblemente algunos la exhiban más mientras que otros la tengan muy escondida, hundida en lo más profundo de su ser, en un lugar tan lejano y obscuro que ni ellos mismos se atreverían a explorar; pero muy probablemente aquél que decide concebir un hijo o simplemente dedicarse a algún tipo de actividad que implique la transferencia de conocimiento e ideas, como puede ser un docente, un artista o escritor tiene un cierto grado mayor de necesidad de dejar dicho legado.

Innumerables pueden ser los casos de alguna figura de renombre que haya roto corazones y desilusionado a alguno de sus admiradores durante su vida, destrozando así todo un mundo de idealismos que se crea un admirador o consumidor en su imaginario cuando accede al producto exhibido por la celebridad en cuestión, sin entender que el autor no es el producto consumido que tantos nos hizo admirarlo. ¿Pero qué pasa cuando el legado del admirado va más allá del simple cholulismo típico de un admirador X? ¿Qué pasa cuando una simple obra de la figura admirada cava muy hondo en tus entrañas y te cambia tus gustos, hace que tus futuras decisiones se vean influenciadas y puedas quizás descubrir mundos e ideas que de otro modo no hubieses conocido? Y si es así, ¿qué tan agradecido podrías estar con otra persona, que lejos de ser una celebridad tuvo el simple gesto de presentarte al personaje en cuestión, su obra, su filosofía, sus frutos?

Si vamos a nuestra fuente genérica de consulta, Wikipedia, el señor que hoy estaría cumpliendo sus noventa y cuatro años de edad, no hizo gran cosa: Ray Douglas Bradbury (Waukegan, Illinois, 22 de agosto de 1920 - Los Ángeles, California, 5 de junio de 2012) fue un escritor estadounidense de misterio del género fantástico, terror y ciencia ficción. Principalmente conocido por su obra Crónicas marcianas (1950) y la novela distópica Fahrenheit 451 (1953).

Permítanme decirles humildemente que si ustedes conocen al Sr Ray Bradbury, están en el grupo de los afortunados. Pero permítanme también decirles que si solamente conocen las dos obras mencionadas por Wikipedia, entonces ustedes están en el grupo de los desgraciados, pues desconocen obras realmente magistrales de un autor que con su punto de vista demostró ser un adelantado a su época, un visionario que con una enorme sensibilidad pudo pasar a través de la tinta y el papel, a través del poder de las letras y las palabras a describir y predecir de manera muy precisa muchos de los comportamientos de nuestra sociedad contemporánea. Se pierden escritos que siendo futuristas en su época, lejos de describir un mundo de autos voladores y robots malignos describen grandes facetas de la decadencia humana de las sociedades de consumo en su más franco encuentro consigo mismos, como humanos, mientras que en otras ocasiones, a través de sus inigualables metáforas logra hacer de una sencilla historia un viaje espectacular que dispara la imaginación guiada por sus inmejorables líneas de texto, de simple texto que hacen vibrar y sentir al ser más frígido.

Conocí a Bradbury hace unos diez y siete años. Lo conocí una tarde donde muchos de mis somnolientos compañeros de clase contaban los segundos y los minutos para que sonara el timbre y poder rajarse de aquella clase, y sin embargo yo, yo estaba encantado, pues en ese momento la clase la daba Mabel Camponovo.

Recuerdo que en los últimos quince o diez minutos de muchas de sus clases, Mabel nos leía algún que otro cuento, muchos de los cuales eran sobre las aventuras y peripecias de un pibe, pero por más que hago el esfuerzo no puedo acordarme de su nombre, ni del escritor. Pero esa tarde en particular, mientras el sol entraba a piacere por las grandes ventanas de aquella aula en la Scuola Italiana di Montevideo, bañando unas cuantas mesas, sillas y alumnos, esa tarde el cuento a leer no era de aquel pibe.

Mabel no me quería como me quería solo porque yo era bueno en idioma español. Lo que ella estimaba era que además de prestar atención en sus clases y siempre estar dispuesto a levantar la mano para contestar sus preguntas (no por alcahuete sino porque realmente me gustaban sus clases y lo que enseñaba), yo me comportaba como no lo hacían la mayoría de mis compañeros, y las consideraciones y atenciones que tenía yo hacia ella y sus clases eran diferentes, con una honestidad y amabilidad extrañas de encontrar en un curso liceal. Claro que yo no era el único, pero sí era uno de los pocos que así lo hacíamos. Lo cierto es que el aprecio era mutuo, pues si bien he tenido grandes profesores a lo largo de mis estudios, ella está en la cima absoluta y un profundo sentimiento de agradecimiento y admiración me invade cada vez que me acuerdo de uno de sus chistes fuera de época, de alguna de sus enseñanzas o simplemente de su andar lento con su abrigo rojo y su maletín tipo porta folios en su mano derecha.
Esa tarde Mabel Camponovo no solo nos iba a leer un cuento, sino que además nos tenía preparada una sorpresa. Ella nos dio la espalda, abrió el pequeño libro que tenía en su mano izquierda, tomó un trozo de tiza con la mano derecha y comenzó a escribir en mayúscula y letra imprenta – cosa jamás vista – el siguiente texto en el pizarrón:

“SAFARI EN EL TIEMPO, S.A.
SAFARIS A CUALQUIER AÑO DEL PASADO
USTED ELIGE EL ANIMAL
NOSOTROS LO LLEVAMOS ALLÍ
USTED LO MATA”

Acto seguido se dio vuelta y nos miró con su sonrisa pícara, como tramando algo.  Una actitud infantil se entremezclaba con sus canas que eran la siembra de años de sabiduría. La mitad de la clase no le dio bola. Algunos bostezaban, otros se pegaban piñas en los brazos mientras que algunas chiquilinas se escribían cartitas, sumidas aún en lo que quedaba de su comportamiento escolar de años anteriores. Semejantes pelotudos éramos todos con nuestros trece años de edad, pero los comportamientos asemejaban los de un escolar de unos siete u ocho.

Mabel empezó a leer, primero la introducción, luego el cartel que había escrito minutos antes en el pizarrón para continuar con el resto del cuento. Ella leyó y yo comencé a imaginar a cada uno de los personajes, las discusiones, los paisajes, la mariposa, el dinosaurio, me compadecí del dinosaurio, me compadecí de la mariposa, vi la cara de cobarde del cliente, la época, todo, todos y cada uno de los detalles que nuestra profesora leía y que el gran genio había imaginado muchos años atrás. Entonces todo figuraba en mi mente como si estuviera frente a una pantalla de cine. De repente ella se detuvo, recorrió el salón con una mirada sigilosa hasta que por fin encontró en mí y algunos otros pocos lo que buscaba. Contenta con haber cautivado aunque sea a algunos de sus alumnos volvió a darnos la espalda, a tomar el libro con su mano izquierda y el mismo trozo de tiza con la derecha, pero antes de comenzar a escribir nos miró y nos dijo: “No se preocupen ustedes alumnos si ven algo extraño, ya van a entender por qué es.” Acto seguido volvió a escribir en letra mayúscula imprenta – cosa que jamás habíamos visto, pues ella fue quien nos hizo volver a escribir en manuscrita en pleno liceo – las siguientes líneas:

“SEFARI EN EL TIEMPO. S.A.
SEFARIS A KUALKUIER AÑO DEL PASADO
USTÉ NOMBRA EL ANIMAL
NOSOTROS LO LLEBAMOS AYÍ
USTÉ LO MATA”

No terminó de escribir aquello y darse vuelta que ya uno de los despistados que andaba mirando por la ventana acotó: “Pero eso está mal escrito”, pero no pasó un segundo antes de que una de mis amigas Fagundez le aclarara que la profesora ya había aclarado aquello, ante lo cual el del comentario calló su frustrada acotación y volvió a mirar hacia fuera. Mientras tanto la profesora le devolvía una mirada de agradecimiento a su asistente de turno.

El cuento terminó y yo no pude esperar a llegar a casa para cambiarme e ir a alguna librería a buscar algo de quien sería mi gran inspiración y maestro, Ray Bradbury.

Los años pasaron, yo me fui de la Scuola, pero volví cada tanto a dar una vuelta, recordar viejos tiempos con una nostalgia exquisita y aprovechar para saludar a ex docentes, adscriptos, directores y personal de limpieza. Al fin y al cabo aquella gente me había visto crecer y durante un buen tiempo de mi vida había pasado más horas conmigo que mi propia familia. Fue en una de esas visitas que Silvia – mi ex adscripta – me comentó que tenía algo para darme y lo que me dio me dejó estupefacto. Se trataba de una foto que algunos años antes Jorge, Federico, La Pocha y yo nos habíamos sacado con Mabel Camponovo en una fiesta de la Scuola. A aquella fiesta de graduación, nosotros habíamos acudido porque formamos parte temporal del coro bajo la condición de recuperar dos puntos en las notas de Música. Nuestra docente de música por aquellos años era Teresinha, quien nos había bajado las notas a 5 por alguna cagada que nos habíamos mandado en clase, por lo que el precio a pagar para recuperar aquella baja era ser parte de su coro carente de voces masculinas en aquella fiesta. Lo cierto es que la foto la tomamos en aquella ocasión y años después yo la venía a tener en mi poder. Le pedí los datos de Mabel a Silvia quien me los consiguió junto con Gabriela Nery, luego fui a buscar a Federico, Jorge y La Pocha para que firmaran aquella foto y finalmente me comuniqué con Mabel por teléfono. Debo admitir que llamé con cierto miedo, pues ya cuando había sido nuestra docente, nos daba la impresión de que estaba muy anciana y no muy bien de salud, pero vaya uno a saber si eso era verdad, era la percepción de unos pendejos de trece años para quienes alguien de treinta es un “veterano”. El tema es que a mí me daba cierto miedo llamarla por las dudas de que alguien me dijera que Mabel se había muerto, cosa que por suerte no ocurrió. Quedé con ella en llevarle la foto, me dijo que vivía por el Prado si no recuerdo mal y yo me quedé con eso. Pero la vida no siempre es tan estructurada como uno pretende que sea, y por una razón u otra pasaron los días, las semanas, los meses e incluso los años y yo nunca le llevé la foto a Mabel.

Muchos años después, mientras estudiábamos en la casa de un amigo de facultad, yo no pude evitar maravillarme con la enorme biblioteca del padre del mismo, por lo que me puse a recorrer los distintos géneros que componían aquella maravilla de más de mil volúmenes. Lomos viejos, nuevos, muy viejos, amarillentos, había de todo, pero de repente mis ojos fueron a parar a un nombre conocido. Incliné mi cabeza hacia la izquierda para leer lo que decía un libro muy viejo, de lomo añejo. El lomo decía: “Ray Bradbury – LAS DORADAS MANZANAS DEL SOL”. Casi me da algo. Casi unos once años después de aquella tarde donde Mabel nos había leído aquél cuento yo me encontraba por fin ante el libro del maestro. Durante años lo busqué, pero no tuve suerte. Siempre que iba a una librería y preguntaba por Bradbury el vendedor de turno me respondía con lo mismo: “Crónicas marcianas, el hombre ilustrado, mmm… a veeeer… Fahrenheit… no, no, ese está agotado, Las Doradas Manzanas no lo tengo”.
Apareció el padre de mi amigo y aparentemente vio mi cara de asombro y admiración mientras inspeccionaba el libro y se dio cuenta de lo enfermo que estaba cuando me descubrió metiendo la cara entre las hojas y oliendo como si estuviera en un campo de lavanda. Cuando le pregunté si me lo podía prestar, sonrió, tomó el libro, tachó su propio nombre que aparecía en la primera hoja y me lo dio. Me dijo que me lo regalaba, que era uno de sus favoritos y que lo había leído al menos diez veces, que ya era hora de que otro lo tuviera. Si no me puse a llorar en el momento fue simplemente porque no podía perder tiempo en eso y me las tomé de la casa antes de que el tipo se arrepintiera, pero recuerdo claramente cuando llegué a mi casa con una sonrisa triunfal y me eché en la cama para leer el primer cuento. Sentí la tentación, la enorme tentación de ir al índice y buscar aquél cuento, aquél que me había hecho conocer a Bradbury, aquél que nos había leído Mabel en una tarde de clase, pero me contuve. De hecho ni siquiera miré el índice, sino que abrí el libro y empecé a leer. La sirena, el peatón, la bruja de Abril, la fruta en el fondo del tazón, el niño invisible, la máquina voladora, el asesino, la dorada cometa-el plateado viento, nunca más la veo, bordado, el gran juego blanco y negro, el ruido de…. ¿Eh? Pará… Pará… Estaba tirado en mi cama cuando terminé de leer “el gran juego blanco y negro”. Habían pasado algunos días desde que había adquirido el libro. Iba por el próximo cuento en una fría noche de invierno cuando de repente caí en la cuenta de que había llegado el momento. ¡El Ruido de un trueno! Había llegado a aquél cuento. Fue inevitable acordarme de Mabel, de sus clases, de sus risas, sus chistes, sus “tiene un diez alumno” o “tiene un cinco alumno”, de su cara de horror aquél primer día de clase cuando al entrar al salón vio como ninguno de sus insolentes alumnos se ponía de pie, exigiéndonos que al entrar ella nos levantáramos y le dijéramos al unísono “buenos días profesora”, para poder sentarnos luego de que ella nos devolviera el saludo. Me acordé de todo aquello y con una gran emoción volví a abrir el libro y me puse a leer. Volví a tener trece años, volví a viajar al Safari, volví  a ser muy feliz en mi nostalgia y extrañé enormemente las clases de Mabel.

Hace algunas noches, o sea diez años luego de aquél día donde conseguí el libro, y diez y siete años después de haber conocido a Bradbury, tuve un sueño del cual me desperté emocionado y feliz. En él aparecía Mabel Camponovo, siempre son su tapado rojo. También estaban Sebastián Fernández, Martín Borrás, Federico Pérez, Jorge Callero, La Pocha, la QK, Virginia Pivel, Luisa Inverso, Marcelo Martínez, Robert Orguet y Claudia Gómez entre otros. Todos estábamos de pie en una suerte de anfiteatro, aplaudiendo a más no poder a Mabel quien recibía un premio en el escenario. El lugar se parecía al teatro Solís, pero en mi sueño yo sabía que era el aula magna de la Scuola donde tantas veces canté el himno, donde actué en las fiestas de fin de año, donde en los primeros años de haber arribado a Uruguay cantaba el Himno a mi bandera de oído y gritaba feliz “nada igual a sulicín sulucín” o donde no pude entrar otras veces por no tener la “insignia”. El premio que recibía ella era un equivalente al Nobel, en la docencia. Yo sé que estábamos todos con ella, aplaudiendo, orgullosos y que ella sonreía. Cuando desperté me sentía bien, pero me pregunté, ¿qué será de la profesora?

Algunas horas más tarde, limpiando el cuarto y reordenando papeles y libros saqué un montón de fotos, las puse sobre la mesa y seguí con lo mío. De repente sentí a mi madre que le comentaba a mi hermana: “esta foto se la sacaron en la scuola, con una profesora de aquellos años. Ese es Federico, ese es Jorge el hijo de René y el otro es un amigo de Alí también”. No lo podía creer, era demasiada casualidad. Fui a ver la foto, ahí estaba, aún con las firmas nuestras atrás, aún en mi poder.

Hace muy pocos días aprovechamos el inusual sol de ese cálido día de invierno para tirarnos afuera con mi novia y leer algunas de las hojas de aquél mismo libro, del gran libro, de EL libro, Las Doradas Manzanas del Sol, mientras yo seguía preguntándome, ¿qué será de Mabel Camponovo? ¿Qué será de la persona que me hizo conocer a uno de los más grandes escritores de todas las épocas? ¿Qué será del maestro, de Bradbury? ¿Estará su alma en paz, o lo seguirán acusando de ser un “comunista que se comía a sus propios hijos”, como lo acusaban por el simple hecho de ver una verdad diferente a la del consumismo imperialista del país donde vivía? Encontré la mejor manera de averiguarlo, simplemente abriendo sus libros, leyendo sus cuentos, adentrándome en las historias donde el alquitrán simboliza las consecuencias de la contaminación tecnológica, donde historias simples se convierten en secuencias mágicas fuera de serie, donde desde el gran astro algunos individuos sacan doradas manzanas del sol.