En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

sábado, 27 de junio de 2015

LA TIERRA PROMETIDA PARTE II: OTRAS VOCES.

LA TIERRA PROMETIDA
PARTE II: OTRAS VOCES.
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(...) Los colonos, en efecto, gracias a sus instituciones, logran transformar una tierra que parecía miserable y maldita en abundosa para todos. Si por el contrario, encuentran algunos habitantes que se niegan a vivir bajo sus leyes, los utopianos los arrojan fuera de la zona que han ocupado. Hacen la guerra a los que oponen resistencia. Consideran como causa justísima de guerra el que un pueblo, dueño de un suelo que no necesita y que deja improductivo y abandonado, niegue su uso y su posesión a los que por exigencias de la naturaleza deben alimentarse de él (…)
Tomás Moro – Utopía.

Veamos ciertas investigaciones sobre algunos de los aspectos dictaminados por la Corte internacional de Justicia detallados en el artículo previo (LOS DICTÁMENTES LEGALES), especialmente el asunto de los refugiados, expuestos por el Dr. Finkelstein aunque recopilados de libros escritos por diversos historiadores. Esto no se basa en un documento de vigencia legal, en un dictamen legal de un organismo internacional – como sí lo fue la Parte I – y entran en juego investigaciones, conclusiones y argumentos de expertos en el tema cuya objetividad dejo a criterio del lector.

Una de las interrogantes que surgen cuando se habla de los refugiados palestinos es ¿cómo fue que esos palestinos se convirtieron en refugiados en 1948?

En 1947 la Asamblea General de las Naciones Unidas decide resolver el conflicto en Palestina dividiéndola aproximadamente por la mitad entre judíos y árabes.  Inmediatamente después de que se aprobara la resolución, explota un conflicto dentro de Palestina. Yendo al mapa trazado para la creación de ambos estados, salta a la vista el origen más evidente de los conflictos que le siguieron a dicho génesis. La ridiculez de la división donde el territorio original se fragmentaba literalmente en trozos hacía que para pasar de una porción de tierra israelí a la otra hubiera que necesariamente atravesar territorio palestino y viceversa.  Para mayo de 1948 cuando Israel se declara como Estado, se convierte en un conflicto entre Estados, con los Estados árabes vecinos. Al finalizar la guerra, aproximadamente 750.000 palestinos se quedan sin hogares, llevando a una interrogante, ¿cómo esos 750.000 palestinos terminaron como refugiados?
El argumento común que Israel esgrimió, ampliamente creído y aceptado hasta aproximadamente fines de los años 80, fue que los ejércitos árabes estaban preparados en la frontera de Palestina, listos para invadir, transmitiendo emisiones radiales a los árabes en Palestina para que estos abandonaran sus hogares despejando así los campos libres para el ejército árabe invasor, que luego de aplastar exitosamente a los sionistas del nuevo Estado de Israel, le  permitiría a los palestinos volver a sus hogares. Esta fue una “verdad” manejada por la mayoría de las naciones del mundo hasta fines de los 80’, época clave en los estudios históricos del conflicto en que un número de historiadores – de diversas nacionalidades, pero particularmente israelíes – empezaron a investigar los hechos basados en fuentes confidenciales hasta ese momento, especialmente los archivos oficiales del Estado de Israel no salidos a la luz anteriormente.  Dentro de estos historiadores, uno de los principales fue Benny Morris (uno de los más conocidos y prolíficos historiadores israelíes), quien concluye su obra diciendo que: “lo que pasó en 1948 fue una limpieza étnica”. Luego de este hecho se puede constatar un amplio consenso entre historiadores – con sus excepciones obviamente –, que lo que pasó en 1948 fue que la población nativa de Palestina en el área que se convirtió en Israel, fue limpiada étnicamente. Lo que le siguió fue en gran parte un debate sobre si esta limpieza étnica fue premeditada, intencionada y programada, o si se trató de un accidente de guerra.  



Las guerras generan refugiados, eso lo sabemos todos y quizás estos refugiados fueron consecuencia de una guerra, pero para ilustrar de manera más polémica el caso, entra en juego el ex Cansiller israelí Shlomo Ben Ami, un historiador de alto prestigio dentro del mundo de los historiadores y reconocido no solo por los israelíes, sino también por los historiadores internacionales. Ben Ami escribió en 2005 el libro “Cicatrices de guerra, heridas de paz – La tragedia Árabe-Israelí”. En este libro, Ben Ami afirma que sí se trató de una limpieza étnica en 1948, pero aclara que no está de acuerdo con Benny Morris (siendo Morris uno de los defensores de la noción de que fue un accidente de guerra). Ben Ami sostiene que no se trató de un accidente de guerra, sino que fue claramente premeditado, intencional, metódico. Cita textual: “estaba basado en la filosofía sionista de transferencia”, siendo “transferencia” el eufemismo utilizado entonces por “expulsión”. Cabe aclarar que Ben Ami fue el canciller israelí en el año 2000 durante las tan importantes negociaciones de Camp David. Claramente esto no es un documento inapelable ni una verdad absoluta. El hecho histórico es que existieron las guerras y que hubo refugiados. Se trata de las conclusiones de dos expertos y para sorpresa de muchos se trata de dos historiadores israelíes, cuyos trabajos se basaron en los archivos oficiales del Estado de Israel. Mientras que uno sostiene que sí se trató de una limpieza étnica pero como accidente de guerra, el otro historiador (ex ministro israelí) afirma que no fue sólo una limpieza étnica sino que fue una limpieza étnica premeditada, basada en la filosofía sionista de transferencia.

Además de estos temas tan relevantes como lo son los orígenes de estos conflictos, está la cuestión de las guerras que Israel ha sobrellevado con sus vecinos desde su fundación en 1948, numerosas de hecho: 1948, 1956, 1967, La Guerra del Canal entre 1968 y 1970, 1973, 1982 y luego las dos intifadas.
“El pensamiento convencional” (como el Estado de Israel suele llamar), dice que a excepción de la guerra de 1982, todas las otras fueron guerras de “no elección”. Sin embargo, los registros actuales cuentan otra historia. Uno de los libros más tenidos en cuenta en este aspecto es el de Zeev Maoz llamado “Defendiendo la Tierra Santa”. Maoz es el ex director del centro Jaffee de estudios estratégicos de Israel en la Universidad de Tel Aviv y su libro es básicamente una síntesis de lo que otros historiadores han escrito sobre el tema, analizando las distintas opciones y versiones.  Maoz concluye en su libro que “La experiencia de guerra israelí es una historia de insensatez, imprudencia y trampas autogeneradas. Ninguna de las guerras, con la posible excepción de la guerra de 1948 de Independencia, ninguna fue una guerra por necesidad, fueron todas guerras por elección o insensatez. Los responsables de las decisiones en Israel, eran tan renuentes y reacios a tomar riesgos cuando se trataba de hacer la paz, como atrevidos y de gatillo fácil cuando se trataba de hacer la guerra. Los responsables oficiales de las decisiones en Israel, generalmente no iniciaban aperturas hacia la paz, la mayoría de las iniciativas de paz en el conflicto árabe-israelí, venían del mundo árabe, de la comunidad internacional, o por parte de organizaciones de base o canales informales. Cuando Israel estaba dispuesto a tomar riesgos por la paz, estos generalmente redituaban. Los árabes generalmente mostraban una tendencia asombrosa al sometimiento de las obligaciones acordadas. En muchos casos fue Israel, más que los árabes, el que violó acuerdos formales e informales”.  Estamos nuevamente ante una opinión diametralmente opuesta con el conocimiento convencional o masivo, dicha no por un palestino, ni por un miembro de los gobiernos árabes vecinos, sino por un prestigioso ex miembro clave de la Universidad de Tel Aviv.  La única posible excepción señalada es la guerra de 1948. En resumen, teniendo en cuenta la Ley internacional, Artículo 51 del Estatuto de las Naciones Unidas, una guerra por necesidad es estrictamente definida como “cuando se es objeto de un ataque armado”. Cualquier otro caso es calificado de “guerra de agresión”.  Definido por Maoz, “una guerra por elección, es sólo un eufemismo para una guerra de agresión”, culminando con que todas las guerras, con la posible excepción de la del 48, fueron efectivamente guerras de agresión por parte de Israel.

¿Es esto cierto? ¿Se trata de una calumnia interna de grandes personalidades israelíes? Claramente no me compete a mí definirlo, pero la razón por la cual decidí incluirlas en este artículo es simplemente porque cuentan una historia un poco diferente de los “hechos” como se dieron a conocer durante casi cuatro décadas y que hoy en día aún siguen vigentes en muchas versiones a las que accedemos normalmente. Es una mirada un tanto más peculiar que la que usualmente escuchamos donde Israel fue víctima de tantas guerras impuestas por sus vecinos.

Volviendo a los dictámenes de la Corte, si las cuestiones a nivel legal son tan simples y sencillas, ¿entonces por qué este conflicto sigue en pie después de tantos años? ¿Por qué países como Estados Unidos u organizaciones como la OTAN o incluso la ONU no invadieron la zona para “impartir justicia” como hacen en otras zonas del mundo?
¿Qué pasa a nivel práctico? Desde el punto de vista legal Israel usurpa tierras que no le corresponden, y una vez establecidos sus colonos en esos territorios claramente su ejército trabaja para defenderlos. Es entendible que un ejército defienda a sus habitantes, pero si partimos de la base de que la defensa es en pro de conservar algo ilegitimo, ¿no pierde acaso el status de “ataque por defensa”? Creo que las palabras de Yehuda Saúl pueden ayudar a aclarar este concepto. Saúl es fundador de la ONG israelí Breaking the Silence, una organización de veteranos del ejército israelí que sirvieron desde la segunda intifada. Esta ONG tomó como misión denunciar a la opinión pública israelí la realidad de la vida cotidiana en los territorios palestinos ocupados. Quizás si algo similar hubiese tenido lugar en la Alemania nazi, la concientización del pueblo alemán habría jugado un papel más importante. Leía recientemente en una de sus entrevistas lo siguiente: "Intentamos fomentar un debate público sobre el precio que pagamos por una realidad en la que los jóvenes soldados tienen que controlar la vida de esa población. Esos soldados que sirven en los Territorios (palestinos) cambiarán por completo a causa de esas operaciones militares. Los casos de abusos a palestinos, con saqueos y destrucción de la propiedad, han sido la norma durante años, pero aún se explican como si fueran casos únicos y extremos. Lo que muestran nuestros testimonios es que revelan una imagen deprimente y distinta en la que el deterioro de los niveles morales de actuación se hace patente en las órdenes y normas de combate, que se justifican en nombre de la seguridad de Israel. Los soldados y jefes militares conocen esta realidad, mientras que la sociedad israelí mira a otro lado y niega lo que se hace en su nombre."  Y agrega: “En noviembre de 2012, Israel lanzó una operación militar en Gaza llamada Amud Anan. La traducción literal sería Pilar de Nubes. Pero el nombre oficial en inglés (y español) pasó a ser Pilar de Defensa. Hace un par de semanas, lanzamos otra operación llamada Acantilado Poderoso, que ahora oficialmente se llama Límite Protector. Ambos nombres tienen una connotación de defensa (…) Cuando oigo los nombres que dan a las operaciones militares en Gaza, especialmente las versiones elegidas para la audiencia internacional, me recuerda a mi servicio militar en el Ejército, cuyo nombre oficial, tanto en hebreo como en inglés, es Fuerzas de Defensa de Israel (IDF, en sus siglas en inglés). Me recuerda la diferencia que descubrí en la época de mi servicio militar entre lo que representa el nombre y la realidad de las operaciones que llevábamos a cabo en Cisjordania. Oficialmente, la misión que teníamos era defensiva. Realizábamos operaciones preventivas. Pero mis amigos y yo descubrimos que la prevención no era otra cosa que un nombre en clave para definir operaciones ofensivas de todo tipo. Bogui Ya'alon, entonces jefe de las FFAA y ahora ministro de Defensa, nos pedía que quemáramos la conciencia palestina. Para conseguirlo, nos enviaban a intimidar y castigar a la población civil de forma sistemática. Partían de la presunción de que dejarían de rebelarse si eran heridos, oprimidos o asustados. Una conciencia asustada es, en otras palabras, una conciencia quemada. (…) Incluso después de la retirada de 2005, aún controlamos el espacio aéreo y las aguas territoriales de Gaza, zonas de separación dentro de Gaza, y el movimiento de personas y bienes que entran y salen de Gaza. La población de Gaza está registrada por Israel. Para obtener un carné de identificación con 16 años, se requiere la aprobación de Israel. Y es sólo la punta del iceberg. Una de las consecuencias de este control son las operaciones militares periódicas, que causan un nivel terrible de destrucción, no sólo a la infraestructura paramilitar, sino también a civiles, a hombres, mujeres y niños. (…) No me malinterprete. Como israelí, no cuestiono el derecho de Israel a defenderse. Hamás es una organización terrorista, sin duda. Los ataques con cohetes desde Gaza han conseguido asesinar a dos civiles israelíes. Es una semilla horrible que no tiene justificación. Amenaza las vidas de hombres, mujeres y niños en todo el país. Pero esos cohetes no convierten a todos los habitantes de Gaza en objetivos legítimos para el castigo colectivo (…)”

Quizás la mayoría de aquellos que escriben, hablan y opinan oponiéndose a las acciones del Estado Israelí, lo hacen justamente porque creen que el motivo de los combates es injusto, y de que si Israel se encuentra “defendiendo” sus posiciones en un territorio palestino ocupado, no tiene ningún derecho a estar allí, instalar sus colonos para defenderlos después. Entonces quizás vean a cualquier palestino (extremista o no, suicida o diplomático) que defienda los intereses palestinos en contra de los israelíes, a alguien que defiende lo que le pertenece y le fue arrebatado; por lo que para poder resolver este conflicto podrían decir que Israel tiene que retirarse de los territorios ocupados ilegalmente como primer movimiento hacia una paz duradera.
Cualquier persona razonable entiende que Israel no tiene que desaparecer como nación como pretenden los tuertos que solo ven al diablo cuando ven a Israel, pero quizás sí piense que simplemente debería regirse por la ley y re-definir sus fronteras a las que tenía antes de 1967.  Ahora, tantas décadas de sangre, rencor y odio, ¿se solucionarían tan fácil? Cuando aún no había invadido a nadie, en 1948 a Israel se lo atacó de manera cobarde e injustificada.  Muchos ciclos de violencia han transcurrido en todos estos años, generaciones enteras perecieron ante el odio mutuo a tal nivel que ya las razones iniciales del conflicto se han desdibujado. Tantas décadas de terror y muerte han cambiado las reglas de juego. Así como los países enemigos no supieron qué contestar cuando EEUU solicitó que cada bando expusiera sus argumentos y requerimientos para dejar de combatir en la primera guerra mundial, hoy en día algo similar sucedería con esta zona tan problemática del mundo.

El conflicto en curso es ahora entre Israel y una agrupación inspirada en una interpretación radical del islam (parecida quizás al ISIS), que no es el pueblo palestino y que difícilmente alguna vez lo pueda representar. Hamas surgió a finales de 1987 hacia la primera intifada palestina con un solo objetivo: la destrucción del Estado de Israel. Hamás nació luego de dos décadas en las cuales el pueblo palestino vivenció como un Estado vecino se iba apoderando de sus tierras ante las miradas cómplices del mundo hasta acorralarlos contra una ínfima franja de tierra. Hamás nació del odio, de la repulsión extrema hacia un país entero. Sin importar los métodos, Hamas siempre se nutrió de la matanza de población civil. Ahora, otro peldaño más se agrega para que se complejice la realidad. ¿Cómo es que un grupo radical con estos fundamentos llega al poder en 2006? Los entendidos dicen que este grupo terrorista llegó al poder por un “voto protesta”. Un voto palestino que seguramente cansado de décadas de vivir en condiciones infrahumanas en Gaza, no veía ninguna solución a la vista con los sucesores de Arafat. Un pueblo que veía sus derechos pisoteados bajo la suela israelí y manoseados por los estados árabes vecinos durante décadas ante la cómplice mirada internacional, llegó a su límite de desesperación y locura, y luego de ver cómo las soluciones políticas los denigraban cada día más, decenio tras decenio, finalmente optaron por algo aún peor, pero que quizás pudiera ser más efectivo: Hamas. Pero para desgracia de aquellos palestinos e israelíes que quieren vivir en paz, Hamas no solo no les ha dado eso sino que ha hecho que más inocentes murieran.

Creo conveniente puntualizar lo siguiente, quizás para aquellos que creen a Israel el único responsable de la desgracia palestina, déjenme esbozar una opinión al decirles que no estoy tan de acuerdo. El pueblo palestino no tiene un Estado en parte por responsabilidad del Estado de Israel, pero también porque durante las pocas décadas como protectorado británico (1922-1948), el pueblo no se rebeló ante sus colonizadores. En 1937, cuando el enviado británico Lord Peel, impulsado por la necesidad de contar con colaboración de soldados judíos propuso por primera vez una partición del territorio entre una mayoría árabe y una minoría judía, los palestinos se negaron rotundamente, al igual que lo hicieron casi diez años después cuando la ONU decretó la división del territorio. Luego de eso, cuando Israel se estableció como Estado soberano, los palestinos dejaron que los Estados árabes (algunos recientemente creados, otros preexistentes) pelearan en sus territorios por sus intereses personales, con la excusa de defender a los palestinos. Creo yo, que el pueblo palestino es parcialmente víctima y responsable de su propia situación. Esto, pienso que puede ser en parte la explicación de su situación histórica.

Ahora, la interrogante que surge es, ¿que los palestinos sean en parte responsables de su situación, justifica que Israel abuse de su poder y la impunidad internacional para seguir imponiendo su fuerza en territorios ocupados? Quizás el pueblo palestino tenga como única opción quedarse como está, no protestar, no movilizarse más y desterrar a los radicales como Hamás, para poder así al menos conservar lo poco que le queda sin seguir siendo masacrado, siempre bajo el dominio y control israelí. ¿Será acaso esta la única solución razonable?
Es claro que en su momento Israel también conquistó una gran zona de otros vecinos con los que fue a la guerra, sin embargo estas zonas fueron devueltas en pro de un acuerdo de paz. ¿Entonces, por qué jamás se devolvieron los territorios palestinos ocupados, ofreciendo migajas como si de  un gran favor se trataran y como “una iniciativa por la paz”, cuando en realidad Israel tendría que devolver mucho más de lo que pretende? ¿Es justificable acaso la ocupación ilegal de una tierra porque se le saca mejor provecho que su dueño legal? Este argumento me hace acordar a un párrafo descriptivo de los habitantes utopianos, con lo cual ni siquiera Moro está de acuerdo.

Quizás no estemos aún cerca de encontrar el camino para lograr un entendimiento que parezca razonable para ambas partes, quizás nunca lo estemos, pero está claro que de un lado y otro hay elementos que no solo no aportan en lo absoluto al acercamiento a dicho camino, sino que por el contrario día a día logran distanciar más los involucrados en este asunto. Es el caso de la parlamentista israelí Ayelet Shaked, quien hace un tiempo declaró lo siguiente: “Detrás de cada terrorista se encuentran docenas de hombres y mujeres sin los cuales él no podría involucrarse en el terrorismo. Todos ellos son combatientes enemigos y ciertamente deben morir. Esto incluye, también, a las madres de los mártires que envían a sus hijos al infierno entre flores y besos. Los hijos de los hijos deberían seguir; nada sería más justo. Deben desaparecer, como asimismo los hogares donde se cría a las serpientes. De no ser así, muchas más serpientes pequeñas serán criadas”. Esta misma persona, justo antes de que Mohammed Abu Khudair, de 17 años, fuera secuestrado y quemado vivo, había escrito: “Ésta no es una guerra contra el terror, ni contra los extremistas y ni siquiera contra la Autoridad Palestina. La única realidad es que esta guerra es entre dos pueblos. ¿Quién es el enemigo? El pueblo de Palestina. ¿Por qué? Pregúntenles a ellos: ellos comenzaron”. El impacto de estas declaraciones fue tan grande que muchas voces israelíes salieron en su cruce, como la periodista israelí Mira Bar Hillel quien escribió una carta titulada “Por qué me siento a punto de quemar mi pasaporte israelí”.
Por otra parte, al igual que los Estados Unidos apoyan a Israel y se niegan a oficiar de “jueces del mundo” como lo hacen en otras naciones, gobiernos como los de Siria, Egipto o Irán ven en Israel un enemigo, una amenaza. Desde hace muchos años, cada bando comenzó a recibir el auspicio y el soporte de sus mecenas. Esa tierra dejó de ser hace mucho un lugar de disputa entre palestinos e israelíes. Los bravos jóvenes israelíes que se alistan en el ejército con el único propósito de “defender a su pueblo” (para defender también hay que masacrar inocentes) pelean por su patria con sus cerebros lavados, sin saber que en verdad lo están haciendo por intereses que van mucho más allá de su derecho de habitar esas tierras, mientras que los que usan a su propio pueblo como escudo humano contra las bombas pagadas por los EEUU no luchan por el islam, mucho menos por el derecho de los palestinos, lo hacen por sus propios intereses y los de los ayatolás iraníes que a través de su sangre pueden mantener cierto equilibrio de poder en la zona.
Mucho menos ayudan al acercamiento de las partes los programas educativos palestinos ni el lavado permanente de cerebros que sus niños reciben en la televisión, asumiendo desde niños que todo judío (porque ya no es cuestión de israelíes, sino judíos) es la representación misma del diablo.

Claramente hay fuerzas superiores a las de quien escribe y quien lee. Mientras los palestinos tratan de vivir lo más dignamente posible (si es eso acaso realizable) y los israelíes intentan continuar con sus vidas rezando que un nuevo misil no aterrice en sus casas o lugares de trabajo, muchas personalidades que forman o alguna vez  formaron parte de sus comunidades rompen el silencio. Así como sus historiadores buscaron darle una nueva lectura a los hechos, rescatando archivos perdidos en los secretismos de Estado – como sucede en todas partes del mundo, a la larga la mugre se escapa por debajo del tapete –, otros personajes también proponen un cambio de mirada, un llamado a la reflexión que nazca desde adentro de sus Estados, para poder así cambiar la pisada.

Además de personalidades públicas judías muy conocidas, como Noam Chomsky o los Jefes Rabinos que se oponen a la organización Sionista, muchos otros involucrados en los asuntos de seguridad nacional, como jóvenes que se niegan a formar parte del ejército o ex miembros del mismo, han salido al cruce del Estado, con manifestaciones o denuncias que logren esclarecer ante los ojos del mundo los errores cometidos por los gobernantes del Estado de Israel. Mientras en Israel el gobierno lava cerebros por doquier, aplicando terrorismo de Estado sobre los palestinos, en Palestina sucede algo similar, y en nombre de Dios y de la libertad de Palestina, Hamás acude a la matanza de civiles para castigar al Estado israelí. A su vez los gobernadores de turno lanzan sus patéticos discursos al aire. Algunos dicen que Israel debe dejar de existir, “que hay que borrarlo del mapa” como supo declarar el ilustre ex presidente iraní Mahmoud Ahmadinejad hace algunos años. ¿Es acaso el terrorismo de Estado más justo o más legal que el de los extremistas islámicos? ¿Es acaso alguno de estos dos mejor y más beneficioso para encontrar un camino hacia la paz? ¿Alimenta acaso el hecho de que exista un odio mutuo, la posibilidad de llegar a algo que se asemeje a la paz?


Creo que la historia es bastante clara a nivel general, así como los asuntos legales. Pero sin dudas que las interrogantes que se generan son, si con todo lo hablado, lo leído y lo hecho hasta ahora, si queda en algún lugar alguna conciencia limpia que logre alguna vez despejar el camino, abandonar el camino de la auto justificación constante y terminar con tanta insensatez acumulada.