En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

viernes, 15 de mayo de 2015

LA TIERRA PROMETIDA

PARTE I: LOS DICTÁMENES LEGALES

Ahora que pasó un poco la fiebre de turno, ahora que ya los medios no publican tanto, ahora que las imágenes desgarradoras no esfuman el límite entre la sensibilización ante una noticia y el amarillismo que abraza el sensacionalismo, ahora que ya aflojaron un poco los comentarios más banales, ahora es cuando me gustaría apuntar un poco sobre un tema “tan controversial” como lo es el conflicto que se viene dando desde hace más de seis décadas por aquellas tierras donde alguna vez no hubo más que vientos desérticos mezclados con olor a sal.

Todo hecho claramente tiene un pasado, un presente y un futuro, y es clara la diferencia (o debería serla) de un análisis de hechos históricos y lo que pueden ser las conclusiones individuales, las evaluaciones y reflexiones de cada uno de nosotros que puedan seguir a los hechos. Más claras deberían ser las evaluaciones de organismos oficiales – si se quiere “imparciales” – sobre un hecho o una cadena de hechos. He leído no solo artículos de diarios, declaraciones oficiales y no oficiales, sino que también he visto blogs enteros que tratan el tema además de haber escuchado debates y discusiones entre gente idónea en el asunto, pero prácticamente nunca logré encontrar a una sola persona que intentara analizar el asunto sin una camiseta puesta, sin partir de la defensa acérrima de los judíos israelíes o los musulmanes palestinos. De hecho hace no mucho vi un blog que parecía realmente prometedor, de una chica mexicana, quien comenzaba haciendo una gran introducción y obviamente aclaraba que no quería las verdades a medias, sino que iba a exponer desde un punto de vista más amplio “la verdad” sobre este conflicto. Pero poco a poco, incluso ella que publicaba un trabajo muy bien armado, dejaba resbalar su pie sobre la resbaladiza superficie de la parcialidad y todo argumento que pudiera darle la derecha en cierto sentido a los árabes palestinos se convertía en “lo que la prensa vende” mientras que todo lo que el Estado Israelí hacía era “lo verdadero”. De la misma manera he visto información similar, pero desde la mirada opuesta donde todo acto israelí se basa en la crueldad mientras que un random acto palestino es el equivalente al mandamiento de un ángel.

Decidí entonces escribir este artículo que se divide en dos partes, sabiendo que el mismo probablemente no será del agrado de muchos (justamente por los conceptos manejados en el artículo previamente publicado en Montevideo Étnico: EL DESAFÍO). En base a algunos documentos, compongo el siguiente recuento desde la humildad de uno más que escribe sobre este asunto con lo que sabe de él, sin la ambiciosa pretensión de “poseer la verdad” ni mucho menos; sin ningún lazo con ninguno de los bandos en conflicto, intentando simplemente llegar a entender una serie de hechos históricos desde el punto de vista humano, pero sobre todo legal. Apunto aquí algunos dictámenes que lejos de tener como fuente mi punto de vista, vienen de un organismo mundial que se declaró de manera muy clara hace ya poco más de diez años por una parte, pero incluyo también otros comentarios sin “solemnidad legal”, pero interesantes a mi entender. El enfoque desde el punto de vista legal, prescinde de las múltiples razones que unos y otros dan sobre el derecho sobre esas tierras y pone como fecha de partida la resolución de la ONU de 1947.

Si vamos a los innumerables argumentos que se utilizan hoy en día en este conflicto, tenemos desde el derecho divino hasta la eliminación de una etnia por completo. Los hilos de sangre que corren desde hace muchos años en esa zona se desenvuelven entre argumentos que hoy en día se enredan y hacen que veamos esa realidad “tan compleja” con la que nos enfrentamos como algo indescifrable. En los innumerables debates televisivos que hay sobre el tema, muy pocos son los que responden a las preguntas, sino que cada miembro del debate responde a las acusaciones del adversario con otra acusación, basados en el amplio repertorio de tragedias causadas por israelíes y palestinos durante los últimos decenios. Incluso vemos esto en discusiones en redes sociales, donde toda discusión se basa en justificaciones de unos y otros, cuando seguramente si las cosas no se juzgaran con la camiseta puesta, ninguno de los dos justificaría la mayoría de lo que se discute. Haciendo una recorrida por los argumentos más usados, tenemos el que sostienen muchos judíos de que el territorio les pertenece por legado histórico y religioso, y que tienen derecho de tener allí le tierra prometida. También están los que sostienen que históricamente esas tierras las habitaron pueblos árabes, por lo que les corresponde tener allí un Estado árabe. Quizás ambos estén en lo correcto, y ambos estén equivocados. Históricamente esas tierras fueron habitadas por centenares de pueblos, entre ellos gente que profesaba el judaísmo y gente que profesaba el Islam. De hecho, la mayor parte del tiempo ambas religiones convivieron, pero también pasaron por allí los cristianos. Entonces imaginemos qué sucedería si cada pueblo que alguna vez haya pertenecido a alguna zona geográfica decidiera reclamar su dominio sobre dicho territorio. ¿Qué sucedería? Resulta curioso saber que antes de que la ONU decidiera adjudicar esas tierras que eran un protectorado inglés a un Estado judío y otro árabe, mientras los palestinos pusieron su grito en el cielo, el Jefe Rabino de Jerusalén escribió a la ONU exigiendo que tal decisión no se tomara, ya que según las historias bíblicas, después de la destrucción del templo, se les prohíbe a los judíos formar un reino o una nación. Dicha personalidad religiosa en Jerusalén declaró en su carta a la ONU que se oponían a la formación de un estado sionista  ya que el mismo iba en contra de sus creencias religiosas, lo que conllevó desde entonces al repudio de un gran sector de los Rabinos hacia el Estado de Israel, el cual creen una creación del Sionismo, movimiento político que difiere de lo que ellos llaman verdadero judaísmo. Pero a su vez los árabes que hoy reclaman la totalidad de esa tierra como suya, en su momento la dejaron parcialmente poblada y ante la menor oportunidad la vendieron al mejor postor sin imaginar que años después andarían vagando por el mundo sin un lugar propio.

Ante tanta confusión y acusaciones actuales de un lado y otro sobre este tema, creo necesario antes que nada separar lo que son algunos aspectos que conciernen a veredictos de organismos internacionales y documentos históricos de lo que son las opiniones o conclusiones mías o de algunos personajes que citaré, pues lejos está mi intención de confundir puntos de vista con documentos y hechos históricos. Discusiones y textos sobre si el Estado de Israel debe estar en esas tierras o si los árabes palestinos deberían ocuparlas hay miles, por lo que yendo sencillamente a lo legal, desaparecen increíblemente muchas de las controversias que existen hoy en día, y que se utilizan como argumentos en debates por doquier. Lo primero que hay que tener en cuenta desde el punto de vista legal, es que en el año 1947 la ONU sienta las bases para la creación de un Estado judío que a la postre se consolida como el Estado de Israel con ciertos límites legales, y a su vez adjudica otra parte de las tierras a los árabes de la zona para la formación de un estado árabe. La falta de sensatez en la delimitación de dicha división queda fuera de este artículo por razones de espacio y tiempo, pero basta con simplemente mirar dicho mapa para darse cuenta de que un conflicto entre ambas partes era inevitable.

En julio de 2004 la organización judicial más importante del mundo, La Corte Internacional de Justicia, entregó una recomendatoria que pasó a ser un hito, sobre el muro que Israel construía en los territorios ocupados.  En dicho documento la Corte sostiene que el muro que Israel construye es ilegal, que tiene que ser destruido y que Israel tiene que pagar compensación por los daños hechos.
En realidad, ese hecho tan claro y contundente fue quizás el aspecto que menos me interese destacar de la recomendación de la Corte Mundial, ya que lo verdaderamente importante surge en que antes de poder dictaminar tal opinión, La Corte Internacional de Justicia, tuvo que dictaminar sobre casi todas las cuestiones que involucraban ese hecho. Pues antes de poder determinar la ilegalidad del muro que se estaba construyendo, la Corte debía revisar cada uno de los puntos base que se utilizaron como argumento y fundamentación para dar origen a tal acto. Estos argumentos o puntos en discusión son las llamadas “cuestiones de estatus final” las cuales comúnmente se dice que son cuatro:
1.       Fronteras: ¿cuáles son las fronteras legítimas del estado israelí? ¿Cuáles son las fronteras legítimas del estado palestino?
2.       Asentamientos: El estatus de los asentamientos que Israel ha ido construyendo en los territorios que ha conquistado.
3.       Jerusalén: El estatus de Jerusalén del Este.
4.       Los refugiados

La Corte Mundial tuvo que analizar las tres primeras cuestiones, fronteras, asentamientos y Jerusalén, antes de que pudiera dictaminar sobre la legalidad del muro que Israel estaba construyendo. Como fue definido por la Corte, el muro en cuestión se construyó sobre una línea sinuosa que rodeaba los asentamientos judíos, por ende si los asentamientos eran legales, entonces no habría mayores inconvenientes, pero si los asentamientos eran una invasión del territorio del vecino, obviamente surgirán cuestiones e interrogantes.
Éstas que serían aparentemente las cuestiones o interrogantes intrincadas y complicadas fueron las estudiadas por la mencionada Corte. ¿Qué fue lo que decidió la Corte Mundial?

Sobre las fronteras: Hay un principio fundamental de la ley internacional, que se declara en el párrafo pre ambular de la famosa resolución 242 de las Naciones Unidas, que habla de “la inadmisibilidad de la adquisición de territorios por guerra”.  Aplicando este principio básico de la Ley Internacional sobre la cuestión en discusión, La Corte declaró que Israel, quien conquistó Cisjordania y Gaza durante la guerra de junio de 1967, no tiene ningún derecho a ellas, justamente porque “es inadmisible adquirir territorios por guerra”; recalcó que Israel no tiene derecho alguno sobre ningún territorio que esté por fuera de su frontera previa a junio de 1967. Cabe destacar que se refiere por ende a Cisjordania y Gaza como “territorio palestino ocupado” (TPO). La clasificación de la Corte fue muy clara y concisa y de hecho así aparecen denominados dichos territorios en cualquier informe de derechos humanos sobre territorios ocupados, se los declara Territorios Palestinos Ocupados (TPO). No cabe en esto ninguna controversia, ya que estos territorios fueron adquiridos por Israel a través de la guerra,  por lo que Israel según La Corte no tiene ningún derecho a ellos.  Estos no son como se dice a diario en las redes sociales, informativos o incluso Wikipedia “territorios en disputa”. “Territorios en disputa” fue el nombre dado por el Estado de Israel a estos territorios, no así por la declaración de la Corte Mundial.
No se analizan aquí sentimientos de pertenencia, derechos divinos ni opiniones personales de unos y otros, sino que se trata de un dictamen de la Corte sobre las fronteras legales del Estado de Israel y Palestina, aquellas definidas por la ONU en su creación. No se analiza en este punto si las guerras de Israel fueron justas o injustas, o si era justa o no la decisión de la ONU en la creación del Estado de Israel, mucho menos si los judíos o árabes merecían vivir en esa zona. Se toma como un hecho legal la creación de dicho estado en 1947 (le guste a quien le guste o le moleste a quien le moleste) y desde allí se hace un dictamen legal sobre los límites de las fronteras establecidas. Creo fundamental puntualizar una vez más que estos dictámenes escapan a toda controversia y opiniones personales de unos u otros, sino que arrojan una clara luz sobre una de las raíces del conflicto en cuestión, sobre las discusiones que integran la famosa frase de “ellos fueron los que comenzaron”.

Sobre los Asentamientos: Se trataba de unos 460.000 colonos que Israel había transferido a Cisjordania y previamente a Gaza. ¿Cuál es su estatus bajo la ley internacional? La declaración de la Corte Mundial sencillamente le quita toda la controversia al tema y se pronuncia de manera muy clara. El Artículo 49 de la 4ta convención de Ginebra,  declara sin ambigüedades que “es inadmisible para una potencia invasora, transferir a su población a territorio ocupado”.  Por ende la Corte Mundial dice, citando las resoluciones del consejo de seguridad de las Naciones Unidas, que “los asentamientos en territorio ocupado constituyen una flagrante violación de la ley internacional”. Claro, conciso, concreto, sin dudas, sin ambigüedades. Una vez más, cito aquí una declaración de la Corte. No están en discusión las subjetividades de unos y otros con respecto al derecho que puedan tener sobre los territorios ni las viviendas, no se trata de sentimentalismos ni herencias de sangre, ni la palabra de la Torá o el Corán, sino simplemente de algo concreto y claro: La declaración de la Corte Internacional de Justicia al respecto.

Sobre Jerusalén del Este: Este fue y es un caso en el que se dedicó mucha energía y recursos para tratar de resolverlo, desde un punto de vista práctico, en los hechos. No obstante, a nivel legal, no hubo discusión alguna al respecto.  ¿Cómo adquirió Israel el este de Jerusalén? Exactamente de la misma forma que adquirió Cisjordania y Gaza, durante el transcurso de una guerra ya que el territorio no estaba incluido en el Estado creado con el aval de la ONU. Se recalca nuevamente que bajo la ley internacional “es inadmisible adquirir un territorio a través de la guerra”, por ende se declara que Israel no tiene derechos legales sobre Jerusalén del Este.  La decisión de la Corte Internacional de Justicia es muy explícita. Se refiere a Cisjordania, incluyendo el este de Jerusalén y la franja de Gaza como TERRITORIO PALESTINO OCUPADO (TPO).  No hay ambigüedades, ninguna cuestión a definir, ninguna controversia, ninguna complejidad y al contrario de lo que aquella chica mexicana del blog decía, esto no es lo que “la prensa inventa”, esto es lo que La Corte decidió.

Pero más allá del dictamen de la Corte, dedico algunas líneas para comentar lo siguiente, algo importante a saber redactado por el Dr. Finkelstein: cómo se llegó a este veredicto. Se dice que por lo general las sesiones de la Corte son muy reñidas.  Como ejemplo está uno de los casos que se creyó sería de los menos discutidos y debatidos, presentado en 1996 por los doctores para los derechos humanos: la amenaza o uso de armas nucleares.  Siendo uno de los principios básicos de cualquier guerra la distinción entre civiles y militares y el hecho de que las bombas nucleares no tienen dicha capacidad, era de esperarse que la decisión fuera muy sencilla y unánime, sobre la ilegitimidad de dichas armas. Sin embargo fue una votación muy reñida sobre la cual hay centenares de páginas escritas, siendo la votación finalmente definida por el presidente de la Corte.  ¿A qué viene todo esto? Cuando se le sometió el tema del conflicto entre Israel y Palestina a la misma Corte, la votación que definió los puntos antes mencionados no fue para nada reñida, la votación fue de 14 a 1. El único voto diferente fue el del juez estadounidense Thomas Buergenthal.  El conflicto israelí palestino no fue bajo ningún concepto una cuestión complicada para la Ley internacional, sino que se evaluó según los principios fundamentales de la ley internacional, los cuales a menudo no son tenidos en cuenta cuando se trata el tema públicamente, en muchos noticieros ni en discusiones abiertas en facebook, twitter o blogs.  Incluso el voto del juez estadounidense no fue en contra, sino que se mantuvo neutral, declarando que a pesar de declararse neutral estaba de acuerdo con que bajo el artículo 49 los asentamientos son ilegales, y que si Israel estaba construyendo el muro para defender a sus colonos, entonces el muro era ilegal.

Hasta aquí, lo expuesto trata los dictámenes de la Corte Internacional de Justicia, basados en sus documentos reunidos en conferencias del Dr. Norman Finkelstein, PhD en ciencia política por la Universidad de Princeton. Hasta aquí se expusieron las conclusiones de La Corte Internacional de Justicia sobre las grandes razones por las cuales vivimos de cerca o a la distancia el conflicto que ha durado más tiempo en los últimos cien años. Esto explica de manera clara el famoso mapita que todos alguna vez hemos visto sobre la “pérdida de territorio por parte de los palestinos” durante las últimas décadas, donde la mancha que representa al Estado Israelí es cada vez más grande y diferente al establecido por la ONU en 1947. Espero que sea de utilidad quizás para aclarar al menos algunas dudas sobre la legitimidad de los límites geopolíticos de ambos Estados y sobre todo para confirmar que al contrario de lo que se dice por lo general, el origen del conflicto y las razones por las cuales comenzó todo no son tan enredadas, ni controversiales desde un punto de vista legal. Quizás sí se enreden las cuestiones que implican a unos y otros cuando nos adentramos en las redes de sangre y venganza que han teñido esta historia durante las últimas seis décadas. Quizás a unos u otros les convenga más una historia enredada, quizás sea a los reales interesados en la continuidad de estas guerras que todo parezca una cuestión complicada e intrincada. Lo que sabemos al menos es que desde el punto de vista legal, La Corte Mundial de Justicia tuvo un veredicto muy simple, concreto y conciso. E insisto, lo expuesto hasta aquí busca escapar a las miradas tuertas, a los sentimentalismos nacionalistas o étnicos, es simplemente una resolución legal que lejos está de expresar “la verdad”. Legalmente hay un Estado Israelí consolidado y otras tierras palestinas con ciertos límites definidos por la ONU en 1947, pero a nivel práctico esos límites difieren mucho de lo que alguna vez se planeó. Legalmente hoy en día el Estado Israelí se encuentra por fuera de esos límites, los cuales según la Corte Mundial de Justicia no le pertenecen. ¿Esto justifica las respuestas palestinas a dicho problema? ¿Ampara esto los atentados en poblados israelíes? ¿Avala esto las respuestas militares de Israel a dichos atentados? Claro que no. Simplemente busca arrojar un poco de luz sobre uno de los aspectos de este conflicto.


En la segunda parte de este artículo nos adentraremos en otras cuestiones que implican las redes intrincadas que complejizan de cierta manera este conflicto hoy en día.
LA TIERRA PROMETIDA. PARTE II: OTRAS VOCES

viernes, 1 de mayo de 2015

CATÁSTROFE EN KATMANDU. LA DESMATERIALIZACION DE RECUERDOS FELICES...

Podríamos decir que tragedias de nivel catastrófico suceden bastante a menudo, teniendo en cuenta los terremotos, inundaciones, huracanes o volcanes en erupción que inundan nuestros noticieros cada año. Mal o bien, según la sensibilidad de cada uno por los asuntos ajenos, todos nos afligimos en cierta medida por lo que le toca vivir a otro pueblo ante estas circunstancias. Algunos se ven atraídos por las llamativas imágenes que muestran un alto grado de destrucción, otros se maravillan ante un rescate de película mientras que otros tantos simplemente se entristecen por alguna imagen conmovedora que sigue a la introducción de Blanquita Rodríguez. Cada cual a su manera vive la noticia, pero para casi la totalidad de los que vivimos en esta remota república al sur de las Américas, la gran mayoría de estos eventos no representan más que algo que le pasa a la gente por algún rincón del planeta. Quizás sí lo vivimos un poco más de cerca cuando debido a algún desborde fluvial allá por el centro del país nos enteramos de algún conocido que tuvo que dejar su casa para ser evacuado.

Cuando allá por el 2011 me tocó llegar al aeropuerto internacional de Katmandú, supe de inmediato que me encontraba en un lugar especial. El edificio de la terminal aérea, más parecido a un liceo de Buceo que a un aeropuerto, nos hacía saber que el país al que habíamos llegado debido a las benditas rifas de arquitectura tenía cánones bastante diferentes a los que habíamos visto en lugares como China, Japón o Estados Unidos. Una foto cualquiera – sin importar siquiera el sexo – y el importe correspondiente alcanzaban para que en nuestros pasaportes figurara la visa que nos permitía entrar al país. Una vez fuera del aeropuerto el recorrido por las calles de la capital del Valle nepalí nos indicaba que nos encontrábamos en un lugar mágico, terrorífico para ciertos paladares de fina exigencia, hermosamente asombroso para el vasto apetito por lo desconocido de otros.

Luego del primer día de visitas a cargo de los guías contratados por aquellos temerosos de nuestra generación, para quienes el viaje en Asia era inconcebible sin un tour programado – pobres ellos con sus extremas limitaciones – yo había decidido separarme del grupo en aquél lugar de fantasía llamado Bhaktapur, en las afueras de Katmandú. Los días siguientes había podido recorrer a pie las calles capitalinas, sintiendo colarse el barro entre mis dedos y mis chancletas, visitar el templo de los monos, recorrer el centro histórico cuyos colores no diferían tanto de los barrios “comunes”. Había tenido el placer de mezclarme con su gente, de esquivar las motocicletas, probar sus comidas y ser observado por extrañados y enormes ojos negros mientras yo los observaba a ellos y tiraba abajo todos mis erróneos prejuicios previos al viaje, cuando creía ingenuamente que Nepal sería una versión reducida de India. Supe disfrutar del espectáculo que significaba la vida en sus calles, los olores, los colores, sus escolares con la alegría esculpida en sus risas, y un sinfín de individuos que sumidos en una notoria pobreza me mostraban una de las facetas de este mundo en el que vivimos, dejando en claro lo errados que estamos al limitarnos a creer mediocremente que aquello que nos rodea en nuestro entorno inmediato es el mundo, es la única opción, la única manera.
 
Me enteré del reciente terremoto al ver una foto enviada por Laurita, una de mis compañeras de viaje allá por el 2011. El estado de shock fue inevitable al ver cuatro años después que todo aquello que yo había guardado en mi mente, y que mi cámara había registrado para la posteridad estaba hecho cenizas. Instintivamente miré hacia una de las paredes de mi cuarto, donde encontré varias fotos de esos mismos lugares, pero en mi pared todo estaba en pie. El santón aún sonreía con su anaranjado traje mirando la cámara. El vendedor aún estaba sentado frente a su tienda y miraba hacia mi cámara. Aquella separación casi absurda entre dos fachadas que creaba un callejón aún dejaba pasar ese rayo de luz. Allí todo estaba como antes, pero en los noticieros no. Todo se había esfumado, y junto a ese todo, millones de personas sufrían algo inimaginable para mí, que sentado saboreando mi humeante café con leche miraba atónito todo aquello. Por un momento sentí que estaba ahí, que era mi casa la que estaba hecha cenizas, pero luego de ver varias imágenes esa sensación de mimetización con el dolor de los nepalíes fue sustituido por una profunda y egoísta sensación de pena. Súbitamente caí en la cuenta de que aquellas plazas, templos y explanadas que tanto amé se habían esfumado. Supe que la idea de volver algún día y mostrarle a Samara la plaza donde había comprado su mandala no existiría más. Supe que todo aquello que me había hecho quedar fascinado con Nepal no era más que escombros. La pena fue tan grande que quise volver el tiempo atrás, pero no pude. De repente, volví a sentirme mal por la gente, ya no por la mampostería hecha polvo. Me acordé de los comerciantes que sin ningún curso hablaban más de cinco idiomas de ser necesario para vender sus baratijas. Me acordé del comerciante macanudo que con té de por medio y unas exquisitas masas locales no solo me vendió mis camisas nepalíes sino que me halagó con una inolvidable charla de más de una hora, enterándose de mi vida y haciéndome partícipe de sus sueños fuera de Katmandú.

Hoy vuelvo a escuchar de rebote que los números de muertos aumentan, que las pérdidas materiales son incalculables, y si bien los seres humanos que allí están sufriendo o allí murieron son exactamente iguales que aquellos que sufren la fuerza de un huracán en los Estados Unidos, un profundo pesar me desgarra por dentro al saber que su situación no es la misma. Los recuerdos de mi visita no dejan de venir a mi mente, y no dejo de imaginarme a ese pueblo sin sus atracciones para los turistas, no dejo de preguntarme: ¿y ahora cómo van a hacer? ¿Cómo va a hacer Nepal si siendo un país tan pobre tenía como una de sus principales fuentes de ingresos el turismo? ¿Qué pasa ahora sin el templo de los monos? ¿Qué pasa ahora sin sus callejones y sus plazas rodeadas de pequeños templos?

Una tragedia más se suma a la lista de las estadísticas, pero en este caso se lleva además de miles de almas, la realización material de una gran parte de mis recuerdos, de los más gratos cultivados en aquél año donde abrí los ojos. El terremoto de Nepal me acerca al dolor interior por una catástrofe que tuvo lugar del otro lado del mundo, en tierras remotas y ajenas a mi sangre, mi cultura, mi día a día, pero un lugar  mágico que lucha por salir de entre los escombros de su propia historia.