En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

martes, 8 de noviembre de 2011

Manifiesto sobre la estética.


-       Bueno, qué dice?

-       Cómo va? Todo bien? Tanto tiempo.

-       Todo bien che, lo tuyo? Todo bien?

-       Sí, todo bien por suerte, acá, tirando. La flia?

-       Todos bien por suerte. Vos, el laburo?

-       Y bien, ahí la llevo, al palo como siempre.

-       Que bien.

-       Bueno, saludos por ahí che.

-       Dale, gracias, igualmente. Chau

-       Chau, nos vemos.

Le suena conocido este diálogo? Seguro que sí. Seguramente usted ha sido uno de los interlocutores de esta conversación, sin importar cuál de los dos, pero seguramente en algún momento, caminando por 18, saliendo de trabajar, yendo a la facultad, haciendo algún trámite o simplemente paseando por algún centro comercial de esos que le llamamos “Shopping” (como si en inglés un “Shopping” dejara de ser el gerundio de un verbo para convertirse en un “lugar”) usted estuvo involucrado en este diálogo al encontrarse con un conocido, amigo de esos que no son tan amigos o un simple compañero. Pues déjeme decirle algo, a nosotros, a los viajeros que estamos recorriendo el mundo gracias a las rifas que usted compró (o que va a comprar después de estar convencido de lo fructífero que es esa acción al leer estos escritos), a nosotros nos pasa lo mismo. Es habitual mantener una conversación de unos dos, tres o cinco minutos de duración de este mismo tono con alguno de los doscientos y pico de estudiantes y acompañantes que están viajando. Es normal tener una de estas conversaciones a diario o en muchas ocasiones más de una vez en el mismo día, solo que se producen algunas variantes con respecto a esas que solíamos mantener cuando estábamos en casa.

Pongámosle que los escenarios son un poco más diversos. En vez de cruzarnos en la Plaza Cagancha, Millán y San Martín, Avenida Italia y Zum Felde o Yaguarón 1414, estos encuentros casuales se producen en la estación de metro de Guy Moquet en París, la Ville Savoye de Le Corbusier, La Mezquita Azul de Estambúl, el Times Square de Nueva York o el Puente St Charles de Praga.

Las conversaciones a su vez son de otra temática, pero funcionan exactamente igual que aquellas que manteníamos meses atrás en nuestra querida ciudad. Todas tienen esa cuota exacta de amabilidad y cordialidad mezcladas con una pizca justa de sabor a conversación casual, de encuentro espontáneo que hace entender a ambas partes que por educación y obligación uno debe mantener cierto diálogo por un lapso determinado de tiempo sin demasiada profundización hasta poder rajarse y seguir con lo que se estaba haciendo. Pongámosle que una típica conversación de dos viajeros que se encontraron en Berlín es la siguiente:
 
-       Opa, qué dice?

-       Ah bueno, pero se ve que estamos todos acá (con sonrisa en los labios)

-       Y sí, poco a poco vamos llegando. Cuando llegaron ustedes che?

-       Y, nosotros llegamos ayer. Ustedes?

-       Nosotros llegamos hoy, hace un rato.

-       Ah, mirá que bien. Y donde se están quedando?

-       En un hostel por acá cerca, está bueno y barato, y tiene Wifi (elemento indispensable para estas generaciones de viajeros). Ustedes?

-       Sí, también en un hostel, pero queda un poco más en las afueras.

-       Ahí va!

-       Y cuando se van che?

-       Y… en teoría nos iríamos pasado mañana. Ustedes?

-       No sé, creo que nos quedamos un poco más.

-       Ahí va!

-       Bueno, suerte che.

-       Dale, gracias. Nos vemos en la vuelta.

-       Sí, obvio.

-       Chau

-       Negro, pará que voy! Chau!

Lo bueno fue que por algunos días tuve un descanso de estas conversaciones pedorras, inútiles y banales de compromiso, porque al despedirme de mi camioneta en Berlín, me fui rumbo a Praga como invitado en otra camioneta. Es que la mía, la Sabandija, se dirigía al Oktober Fest al igual que la mayoría de las otras camionetas. Al no estar de acuerdo con el itinerario planteado en el momento que se discutió (allá por Tailandia) yo arreglé con la camioneta de “Los Primos” integrada por Laurita, el Negro, Lu Pereira, Lu Sansón, Fede, Caro, Gonza y Mage para hacer esos trayectos con ellos, hasta Venecia donde volvería a encontrarme con mi familia. Gracias a la fiesta alemana la estadía en Praga fue ideal, viendo turistas de todos lados es cierto, pero sin ver caras de la generación.

Había oído hablar mucho sobre Praga, había leído algunas cosas y sobre todo había visto unas cuántas fotos. Debo confesar que la ciudad no me defraudó. Es difícil evaluar los lugares que visitamos a esta altura, pues es muy complicado no caer en la vulgaridad de comparar inmediatamente cada detalle con alguna ciudad donde eso que estás viendo te haya gustado más. Por ejemplo, los callejones que salen de la plaza central de Praga, son absolutamente hermosos y encantadores, con su carácter y personalidad, pero al ser de una tipología medieval, es fácil hacer el ejercicio subconsciente de buscar en los archivos de la memoria otro lugar similar y compararlo con el que se está viendo, lo cual si no se sabe controlar pasa a ser un error garrafal, un delito, porque no hay necesidad alguna de comparar un lugar con otro para evaluarlo.

La capital checa nos recibió con un tiempo increíble, siguiendo aquel veranillo de San Jurgen por lo que las recorridas diarias se hicieron muy amenas. Tratándose de una ciudad relativamente chica, los pies fueron el medio de transporte más adecuado, que ayudados por el calor y el sol radiante nos permitieron recorrer la ciudad de punta a punta.

Yo diría que Praga tiene varios puntos fuertes. En primer lugar cuenta con un pronunciado relieve que nutre de hermosas vistas a toda la ciudad, permitiéndolo a uno moverse un poco para subir alguna colina para poder tener vistas parciales o totales de toda la ciudad. Esto, que ya de por sí es un gran potencial, se ve acompañado por el serpenteo de un río que inevitablemente le da una fuerza espectacular a la ciudad. Es que si hay una conclusión a la que llegué en este viaje, es que los accidentes geográficos pronunciados, como pueden ser cerros, montañas o acantilados y la presencia del agua en cualquiera de sus modalidades (sea río, cascada, mar abierto, lago) hacen de una ciudad ordinaria, una ciudad digna de ser visitada. Un buen atardecer, un buen reflejo en el agua, vistas privilegiadas, puentes que dan puntos de vista únicos, son algunas de las consecuencias que hacen de estas ciudades lugares maravillosos. Sin querer, me sorprendí de lo de acuerdo que estaba con mi teoría al descubrir que siempre había dicho que para mi los dos lugares más lindos de Montevideo eran la rambla y el Cerro.

Las noches nos hicieron saber que estábamos en la llamada “Europa pobre”, preferentemente llamada “Europa oriental”. Mucho borracho en la calle, planchas, peleas y patrulleros nos hicieron sentir como en casa, como si estuviéramos en Montevideo, mientras que la cantidad de mujeres altas, rubias, despampanantes y cosmopolitas nos bajaron a tierra para saber que definitivamente no estábamos en Montevideo. Es que últimamente, me he dado cuenta de que estamos sacando muchas conclusiones entre todos y la siguiente seguramente me haga acreedor de muchos insultos y mensajes de odio, nutriéndome de enemigos y enemigas que antes no tenía, pero mi espíritu crítico y necesitado de ser expresado no se detiene y me veo obligado a compartir mis pensamientos con ustedes.

Los uruguayos somos un desastre. Sí, así como lo lee. Somos de los más feos y peor vestidos del mundo, sacando del paquete a los chinos, indios y gran parte de los mexicanos obviamente (perdón a los Orcasberro-Tarallo, no me detesten). A ver, mujeres, bellas doncellas que comparten con nosotros día a día vuestros encantos, cuándo se van a dejar de andar de pantalón deportivo, busos inmundos, trapos envueltos en el cuello o polleras hippies cinco talles más grandes que el que les corresponde? Por qué no optar por una pollerita más ajustada y corta? Por qué no cambiar esas medias con dibujos de Tribilín por unas cancán? No les pido una de las que usan las holandesas, pues esas en nuestro pueblito (porque vivimos y pensamos como tal) serían de una “golfeta”, pero al menos unas cancan lisas, medias transparentonas, eh? Cuándo van a cambiar los championes “All star” por un par de zapatos con tacos? Si usarán poco los tacos que cuando se los tienen que poner para un casamiento, a los diez minutos están todas descalzas porque no pueden ni caminar! El taco es afrodisíaco, su dulce “tac-tac-tac-tac” es música para nuestros oídos y créanme, les tonifica las piernas, saca la celulitis y les levanta la cola, está científicamente comprobado! Cuándo las vamos a ver aunque sea con un mínimo de maquillaje en la calle? Está todo bárbaro con que quieran ser naturales, pero les juro que a cara lavada no llegamos a ningún lado! Un poquito de eso que se ponen en las pestañas, apenitas de lápiz labial, un poco de ese polvo para los cachetes…algo, algo, un poquito aunque sea, pero que sea algo! No, no es verdad cuando nos dicen que “esa tiene toda la cara revocada, lavale la cara y vas a ver que es un asco”. Pero tá, por lo menos cuando la veo en la calle me da placer, es estéticamente lindo. No es estético ver las caras lavadas con el pretexto de que son más naturales, no, no!

Si me hacen caso, poco a poco las cosas van a cambiar. Ya no les van a doler las celulíticas pantorrillas al caminar con tacos, de hecho van a aprender a hacerlo, lo cual les va contribuir con más elegancia, otro porte, otra presencia, créanme lo que les digo, hace más de seis meses que mi trabajo es estudiar a las mujeres del mundo!!! Comparada con Europa, la mujer uruguaya no compite, no, no solo no compite, ni siquiera clasifica de las eliminatorias para poder competir!

Es verdad, causa y consecuencia. El hombre uruguayo es un imbécil. No tiene la cultura para poder merecer ver una mujer holandesa en la calle, porque dicha mujer no solo se llevaría cualquier cantidad de disparates y ordinarieces que le gritaría el hombre yorugua, sino que en muchos casos seguramente la pasaría muy mal de verdad. Alguien me decía hace tiempo que los hombres europeos son dormidos, fríos, que no encaran, que los latinos son más cálidos y encaradores. Antes que nada, recordemos al Cuarteto, “no me jodan más, no somos latinos”. Déjenme decirles algo, eso es una falacia. El europeo no es frío, es educado, le tiene respeto a la mujer. Gritarle cualquier estupidez a una mujer en la calle, meterle un manotazo o acosarla como una manada de hienas hambrientas y en celo en un boliche no nos hace más machos, todo lo contrario, crea un ambiente de mierda y logra lo que nos pasa, que por inercia ni se animen a ponerse una pollerita para ir a la facultad, al trabajo, a la calle o adonde sea, porque saben que la van a pasar mal. Y así, terminamos en un ciclo vicioso donde nuestras mujeres, por diversos motivos, por la incapacidad mental de los hombres de dejarlas vivir o por su propio machismo de tratar de atorranta a otra que se vista mínimamente como una mujer y no como un oso gommy, quedan en los últimos puestos de la tabla de posiciones. Claro, hay mujeres de naturaleza más linda que la otra, pero esto aplica para todas. La que es linda, va a quedar despampanante pero la que la tiene que pelear, con actitud y bien arreglada gana batallas y sale adelante.

Ya sé, usted que es mujer y está leyendo me está puteando de arriba abajo, pero hablemos de los hombres. Excesivamente peludos, barbudos, desprolijos, con ropa hecha mierda, el pantalón deportivo, las “cocas” inmundas que se pusieron de moda o vaya a saber uno cuántas cosas más que ustedes me dirán, (no suelo mirar mucho a los hombres, por ende hay detalles que se me pueden escapar) tampoco compiten a nivel mundial. Claro, para ambos sexos aplica algo que es real, lamentablemente el uruguayo no es de razas lindas, duele pero es así. Los tanos, más facheros por naturaleza se fueron más para Buenos Aires, mientras que los españoles (de los más feos de Europa) fueron a parar a Uruguay, pero bueno, de nuevo con lo mismo, si no saliste hermoso, salí a pelarla hermano! Pero déjenme decirles otra cosa. Así como culpo en parte a los hombres por la estética de la mujer uruguaya, me permito culpar a las mujeres por la estética del hombre uruguayo, pues la verdad es que a la mayoría les gustan los peludos “hippies” o “hippie-chetos”, desprolijos, hechos mierda, y la moda, se rige por la demanda.

Y así, pasamos por Praga, siendo puteado en mi caso por mis compañeras ante mis declaraciones, enloqueciéndome con la cantidad y calidad de sus mujeres, la belleza de sus edificios góticos, su río, sus colinas y su “aire” a Montevideo que se profundizaría más tarde en ciudades como Budapest.

Déjenme contarles la última cosita… mis descargos tuvieron su efecto, pues más de una salió a comprar ropita nueva!

1 comentario:

Anónimo dijo...

hahahaha. maravilloso relato. Es el primero que leo y comparto absolutamente. Hace años que me fui de Uruguay y comparto absolutamente este manifiesto.

enorabuena!