En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

martes, 15 de noviembre de 2011

La muerte del príncipe Francisco Fernando y el Danubio azul





Viena no fue lo que esperaba. No es que no me haya gustado, ni que haya sido una ciudad fea o con aspectos negativos, pero me dejó una impresión de ciudad aburrida, demasiado correcta pero sin fuerza, muy sobria y constante, pero sin sorpresas. Hay algo que es verdad, es muy difícil como ya he dicho antes, llegar a una ciudad a estas alturas del viaje y que la misma te sorprenda, pues sinceramente hemos visto tanto, tan variado, tan lindo, movido, quieto, grande, chico, nuevo, moderno, medieval… hemos visto tanto que es difícil que veamos algo que no hayamos visto antes, pero de todos modos, por suerte en mi caso al menos y la de mis amigos de viaje la capacidad de asombro sigue en pie, solo que uno ya no se maravilla con un poste de luz como pasaba en México cuando recién arrancaba todo, sino que es natural exigir un poco más. Por suerte aún están los Marto a los que a la entrada de cada ciudad, con apenas unos minutos en sus calles se los escucha decir la a esta altura legendaria frase “me gusta la escala de… (póngale la ciudad que quiera, sea esta chica, grande, centralizada o caótica)”. Así como digo que Viena no me generó mucha cosa, les dije que Praga me encantó, y eso que aún no les hablé de Budapest.

No quiero seguir sin dejarles una enseñanza. Donde estén, siempre recuerden que es muy peligroso andar diciendo barbaridades en su idioma pensando que la gente no los va a entender. Estábamos con el Negro y Laurita en el metro de Viena, divagando un poco y tratando de recordar la fecha exacta en que se disolvió el imperio Austohúngaro para dar lugar a Austria y Hungría como naciones independientes. A mi izquierda iba sentado un señor con escasez de cabello, al igual que quien le escribe. Este señor iba tranquilo, quietito, pero a mí me causó gracia por su forma de vestir y además me pareció que lo miraba mucho al Negro.

-       Negro, Vos te acordás cuándo fue exactamente que se cayó el imperio Austrohúngaro?

-       Estoy seguro que fue a principios del siglo XX.

-       Sí, yo también. De hecho, creo que fue cuando empezó la primera guerra mundial, no?

-       Sí, en realidad empieza ahí cuando matan al príncipe del imperio, no?

Estaba a punto de decir mi siguiente frase, la cual era “Negro, mepa que el pelado este se come la galletita, y te está mirando demasiado” cuando el señor calvo nos dice con un perfecto castellano rioplatense:

-       Sí, tienen razón. El imperio se cae en la primera guerra mundial.

Chan! El tipo hablaba español, y yo estaba por mandarme terrible cagada. Nos miramos entre el Negro, Laurita y yo con los ojos muy abiertos, pues creo que ellos estaban por meter la pata también. Resultó que el tipo era alemán y tenía una esposa argentina, por lo que hablaba muy bien nuestro idioma y lo que es peor, nuestro lunfardo, porque si hay algo que te puede hacer zafar cuando decís una boludez en presencia de alguien que habla tu idioma sin que vos lo sepas es que hables en tu lunfardo, con palabras que no estén en el diccionario. Luego de una charla sobre Otto Wagner y la arquitectura vienesa con el señor, nos bajamos corriendo del metro ya que entretenidos con lo que él nos contaba casi nos pasamos de parada.

La recorrida por Viena tuvo lo suyo, viendo varias obras de arquitectura de interés, aunque ninguna como la Villa Müller que visitamos con Los Primos a la salida de Praga. Dicha obra, del maestro Adolf Loos fue un ejemplo de la buena arquitectura de décadas atrás, exponiendo toda una explosión espacial dentro de una casa cuyo exterior no dice absolutamente nada. Nuestra visita a la capital austríaca fue un poco menos productiva aunque probamos después de varios meses una auténtica milanesa con fritas, la madre de aquellas que comemos en nuestras casas, pues pude confirmar lo que alguna vez había oído de que la milanesa original no es de Milán, sino que es en realidad austríaca, y su nombre, Schenitzel me hizo acordar que así es como la llamamos en Irán!

La frutillita de la torta se la puso un concierto al que acudimos con el Negro. Nos encontrábamos caminando por el centro vienes cuando nos vimos seducidos por las entradas para un concierto, el de la orquesta Schloss Schonbrunn de Mozart y Strauss, en uno de los viejos palacios donde supo tocar en su momento el mismísimo Mozart. No fue la mejor idea del mundo no pasar por el camping donde nos estábamos quedando antes de ir al concierto, pero el tiempo no nos dio para todo y terminé yendo de bermuda, remera y championes, por ende, absolutamente impresentable para tal ocasión donde todos los veteranos presentes (los más jóvenes éramos nosotros dos) estaban de traje y ostentosos vestidos. El concierto fue muy disfrutable y de un alto nivel, lo único que como siempre, donde hay chinos algo no encaja. Nos reímos mucho de (porque aquí no nos reímos “con” sino “de”) una familia de chinos que teníamos adelante los cuales estaban permanentemente desesperados por aplaudir, aún antes de que terminaran las canciones. Pero lo mejor era su manera de aplaudir, acelerada, nerviosa y de un gesto extraño. En vez de golpear los cuatro dedos de la mano derecha contra la palma de la izquierda, ellos abrían ambas manos estiradas, tirando cuatro de los cinco dedos hacia atrás golpeando fuerte y aceleradamente palma contra palma, con los cuatro dedos hacia arriba y el pulgar abierto. Fue delicioso ver cómo al sonar El Danubio Azul, la china más veterana se pasó todo el tema amagando a aplaudir mientras su hija le agarraba el brazo para que se quedara quieta y de repente, dos segundos antes de la última nota… clap clap clap clap acelerado, nervioso, rápido, rapidísimo, infantil! Qué grandes los chinos…

Lo que vendría sería increíble. Algunas modificaciones al itinerario original plantado por los docentes nos llevó a Budapest, ciudad sobre la cual alguna vez supe leer cuando me escribiste Piastra en tu visita. Supe estar de un lado y otro, en Buda y en Pest con ese maravilloso límite natural que los divide: El Danubio, y no, no estoy hablando precisamente de Marcelo ni del cuadro de fútbol, sino de ese hermoso y archiconocido río que le da vida a Europa. Comprobé que no en vano muchas veces se le dan apodo a las cosas, a las personas o a los sitios, pues La Perla del Danubio es lo que su seudónimo describe. La capital húngara me pareció fascinante, preciosa, atractiva, una vez más con el combo accidente geográfico pronunciado y agua.

Llegamos a Budapest con los primos, una tarde/noche luego de lo que implica siempre entrar a un país nuevo, pasar por sus rutas, sus paisajes agrestes de los cuales en el viejo continente hay muchos, contrariamente a lo que yo pensaba. Siendo la mayoría de sus países de una escala pequeña y con tantos habitantes, siempre había imaginado que los países europeos estarían densamente poblados, pero puedo asegurarles que la mayor parte de los países que recorrimos presentan un altísimo porcentaje de bosques, bosques forestados, praderas, montañas, lagos u otros paisajes naturales de enorme belleza. La primera noche terminó para mí en una cena y una visita al puente blanco de noche para sacar algunas fotos de los espectaculares paisajes que ofrecía la ciudad reflejada en el Danubio. Supe sufrir como nunca, pues por primera vez en Europa, en tan solo cuestión de una hora y media o dos me crucé con al menos veinte mujeres despampanantes, no lindas, no pasables sino espectaculares y casi me vuelvo loco en una noche primaveral! Pero al otro día la recorrida empezó en una nublada y fría mañana donde todas esas mujeres no estaban y yo salí, mano a mano con Laurita a recorrer. Luego de la peatonal que lleva al Palacio de Gobierno cruzamos uno de los puentes para pasar de Pest a Buda, exponiéndonos a los fuertes vientos que soplaban sobre los puentes. Al cruzar nos topamos con callejones, algunos rectos y planos, otros con pendientes excesivamente absurdas con interminables escalinatas que nos hicieron acordar muchísimo a ciertas partes de Hong Kong. Pero Budapest era rara, pues su mobiliario urbano y algunas de sus peatonales nos hicieron volver por un instante a París, mientras que muchas de sus calles me hicieron volver a caminar por 18 de Julio u 8 de Octubre por instantes, lo cual nos llevó con la Enana a llegar a la absurda conclusión de que la capital húngara es una mezcla de Montevideo, París y Hong Kong!

Así como en Praga dimos toda una vuelta con Laurita (alias la Enana) y Popi para llegar a las cumbres que nos dieron las fantásticas vistas de la ciudad, en Budapest terminamos arriba de todo, con vistas que nos hicieron sentir absolutamente privilegiados, una vez más, para variar. Decí que el día no estaba espectacular sino que hacía mucho frío y lloviznaba, porque de lo contrario la imagen hubiese sido aún más hermosa. Déjenme decirles amigos que Budapest es una de las ciudades más lindas que vi en este viaje. Una vez más las grandes alturas se combinaron con el recorrido de un río de una presencia extraordinaria haciéndome saber que aún estaba vivo e intacto el espíritu con el que salí de Montevideo, esa locura que de chiquito me hizo querer ser como Marco Polo y salir a descubrir el mundo, pues hoy veo mi pasaporte y me doy cuenta que fui más lejos que aquél señor que llevó los fideos secos a Italia!

Supimos recorrer Buda, viendo Pest desde lo alto, filosofando con la Enana sobre esto o aquello, sobre aquellos que viven para complicarse la vida o los otros que viven para disfrutarla; aquellos que perdieron de vista la magnitud de este viaje que es mucho más que un viaje, esos que traicionaron a aquellos que les bancaron esta locura sin serie comprando la rifa para pasar a complicarse la vida e intentando complicársela a los demás, esos que intentan meter cizaña al santo botón y crear problemas olvidándose de disfrutar. Créanme, lo que les cuento pasa, increíblemente sucede, aunque no me crean, hay gente que no sabe ser feliz! Pues hablamos de ellos, pero también hablamos de los que sí lo saben, de aquellos que toman esta oportunidad como  lo que es, como una ocasión única para aprender, aprender de los demás y de uno mismo, del mundo y aprovechar cada minuto de estos ocho meses y pico de experiencia para ser feliz. Y fuimos felices, matándonos de risa, mirando, sacando fotos, observando, mutando…

Almorzamos en un lugar espectacular que les recomiendo visitar si alguna vez sus caminos los llevan a Hungría. Se trata del mercado central que queda en Pest, un galpón enorme con un techo de cerchas interesantísimo debajo del cual se produce un ambiente único y digno de ser vivido. Puestos de frutas, verduras, golosinas y dulces se combinan con carnicerías, artesanos, locales de venta de ropa y locales de comida típica húngara, muy rica por cierto. Allí supimos almorzar con la enana y luego de pasear un rato nos fuimos a refugiar de la lluvia al hostel.

De lo más llamativo que vimos en esta maravillosa ciudad fue lo siguiente. Durante todo el día las veredas de la ciudad se llenaron de…de… como decirlo? En frente a cada casa había una montaña, un cúmulo enorme de todo tipo de cosas. Cuando digo todo tipo de cosas lo digo en serio. Televisores, heladeras, cocinas, camas, colchones, cajas de cartón, juguetes, libros, discos, escobas, ropa vieja, muebles rotos, zapatos viejos, utensilios de cocina, martillos, medias sueltas… todo, todo lo que uno se pueda imaginar, estaba todo ahí, tirado por ahí mientras que algunos las custodiaban y otros se llevaban lo que les servía. Fue un paisaje urbano muy raro de ver, pero se repetía esquina tras esquina, y en realidad jamás llegamos a entender del todo de que se trataba. Dentro de todas las teorías expuestas, creo que la que más se acercó es que sería un día que se produciría por año por ejemplo donde seguramente pasaría un camión de la intendencia a llevarse los desperdicios que la casa no quisiera, pero tampoco lo pudimos verificar.

Una vez más fue una hazaña poder ver a la celeste. Luego de un fallido intento de conseguir un bar donde ver a la selección debutar en las Eliminatorias contra Bolivia en esa estupidez de “torneo” organizado tres años antes del gran evento mundial del fútbol, resolvimos juntarnos, hacer una picada, tomar alguna cosita y ver el partido en el hostel por internet. Y allí estábamos, más de quince personas en un cuarto. Que papas chips, que va el salamín, ahí están las aceitunas, pásame el queso, quién quiere cerveza?... Gooooooool! Una vez más la selección del maestro no defraudó y la celeste ganó. Nosotros ya un tanto adobados, nos emborrachamos de color celeste y salimos a descubrir la noche de Budapest… se las recomiendo.

Ali

No hay comentarios: