Ayer, en la
oscuridad de una tarde de abril, con el viento sur soplando inclemente,
recordándonos como el invierno nunca se va, ese hijo de puta solo descansa un
rato; ayer, me cruce con “el flaco”.
Venía de
procurar substancias, de golpear el portón de madera alto y torcido, por los cientos de colgados
que justamente ensayan el trapecio de la colgadera en el, esperando escapes o
re-encuentros violentos, por gramo. La boca del barrio pública y secreta, por
nadie desapercibida.
Colocado
ya, daba trancazos, como esos pasitos de muestra que tiran los caballos de
desfile. El frío nos obligaba a tensar la cara, a él, aún más.
Nuestras
vidas nunca se atravesaron lo suficiente, fui amigo de sus hermanos, mayores
que yo, pero el en realidad curtía otro grupo de gente…nunca supe bien cual, y
ocasionalmente entraba y salía en nuestras jodas y reuniones. La misma vida que
se encargó de ubicarnos a 3 casas de distancia, convirtiéndonos a su familia y
la mía en vecinos hasta que la muerte y las mudanzas nos separen.
Buena
gente, de esa que vale la pena encontrar. Esos seres que nos dan el estúpido
aliciente de que aún existe gente amable, con pertenencia, nuestra. Esos que paran en un diluvio y te llevan a tu
casa si te encuentran por ahí, los mismos que te abren los ojos para que las
porquerías que decidís meterte por algún lado del cuerpo, no sean tan dañinas…o
solo te hagan el daño por el cual pagas.
Aquellos
que todos los 24 y 31 de noche salís a saludar y te transmiten esa felicidad
embustera pero que sirve. Entre gritos,
borracheras perdonables y bombazos violentos que se llevan algún dedo al centro
nacional de quemados.
“El flaco”
y yo, estábamos muy lejos de esos momentos felices y los dos lo sabíamos, creo
que hasta el clima repugnante de este otoño no quería ser menos y como buen
sorete acompañaba.
Abrazo y
saludos, dieron paso a los apuntes necesarios de esta vida…solo que de su
parte, en el boletín de noticias de hoy, había un headline pesado, crónica roja
de la linda. El viento redoblo esfuerzos y las luces de la calle más hecha
mierda de toda la costa de oro no querían prender.
-Murió El
Elbio, mi viejo se pelo….menos mal…es decir una cagada, pero también nos liberó
a todos…si, pensé que sabias…en julio va a ser un año ya…
El
Elbio…muerto hace casi un año, a 3 puertas de la mía…
Cuando en
nuestras vidas no teníamos en claro si la droga o el ejercicio eran más
divertidos uno que el otro. Elbio chapaba la bici y nos acompañaba a correr por
el balneario, nos daba charla, de esa que no requería respuesta, mientras
controlábamos la respiración a paso redoblado.
Por las
noches, le robaba a mi vieja algunas hojas de un árbol que le hacía bien para
la presión de la vista.
Tiraba
ocurrencias como una ametralladora de anécdotas y risas… y si, seguramente,
tendría cadáveres hediondos en su ropero, como todos nosotros, y lejos de ser
una eulogy, post mortem de un réquiem con casi un año de fecha de expiración,
esto es una reflexión de mierda. De como todo cambia y nos estamos muriendo de
a poco, como Elbio, cerca de mucho y lejos de todo.
“El flaco”
siguió su rumbo, de costado, duro y encajado…y yo también sin dureza ni encaje.
Y ahí me pego, en el pecho, fuerte, junto a mi
estaba, estuvo, en todo momento, mi hijo de 11 años, en esa noche, en ese
encuentro.
Lo mire, y apretaba la boca por el frío mientras caminábamos…me di
cuenta que alguna vez, en alguna calle, en algún encuentro…también le contara a
alguien de su liberación…
Braulio K.
4 comentarios:
simple, elocuente, sutil.
Sobre todo simple, como esos momentos simples que nos toca vivir día a día. No hace falta complejidad para hacer de una historia, una historia buena.
Salúd Braulio.
me gustó mucho. saludos
usted lo dijo, corto pero duro. mucha carga nostalgia al igual que el de la higuera. muy bueno muchachos.
Rafa
fuerte, especialmente en estos frios y melancolicos dias invernales
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