Analizar el hincha uruguayo, el
hincha de la celeste sería digno de una columna aparte, pero creo que si hay
algo que tiene de especial la camiseta del color del cielo en una mañana de
verano, es que aún en los peores momentos siempre logra ilusionar a su gente.
Por su historia, el uruguayo sabe que su selección puede perfectamente salir
campeón de cualquier certamen, ganarle a absolutamente cualquier cuadro del
mundo, pero así también tiene exactamente las mismas chances de quedar afuera
en la primera ronda o perder con el cuadro menos pensado, el más débil de la
copa. Es así que en esta copa América donde la celeste lucía el escudo dorado
en su pecho por su decimoquinto trofeo, sus hinchas sabían que no era la copa
para la celeste, sobre todo porque no se contaba con Suarez, pero a pesar de
todo se tenía cierta ilusión de poder levantarla una vez más, porque con
Uruguay… nunca se sabe.
Apenas se le ganó a Jamaica, se
le pudo haber ganado a Argentina pero se perdió, y se pudo haber ganado contra
Paraguay, pero se empató. Fue así que en una propuesta basada en defender lo
más cerca posible del propio arco y una respuesta que consistía en reventar la
pelota una vez recuperada sin importar sentido ni dirección, pudimos pasar de
fase, con una propuesta futbolística más mezquina que la de Bolivia o Perú,
pero pasamos y nos tocó jugar contra Chile, el local. Hasta entonces un partido
contra Chile jamás había sido algo especial para la selección Uruguaya. No
había competencia de títulos (Uruguay tenía 2 copas del mundo, 2 medallas
olímpicas y 15 Copas América, mientras Chile nunca había ganado nada), no había
revanchas pendientes de otros momentos históricos para los uruguayos, ni una
rivalidad especial. Simplemente nos cruzábamos contra el local, y teníamos
ganas de dejarlo afuera. Quizás lo que más le molestó siempre al uruguayo del
hincha chileno, es que al igual que sus pares mexicanos o españoles, los de “La
Roja” siempre se pronosticaron como los campeones ante todo certamen, pero al
final nunca ganaron nada, y dicho comportamiento suele generar cierta bronca,
porque al fin y al cabo se pasan boquillando pero siempre terminan marchando.
La excepción a esto fue España, que hasta el 2010 encajaba a la perfección en
esta categoría, de la cual supo salir con su campeonato mundial.
¿Qué fue lo que nos hizo entrar
en cólera y empezar a acusar al juez, Blatter y los duendes de la Patagonia por
nuestra derrota? ¿Qué fue lo que nos hizo poner el cassette que tantos nos gusta que declara solemnemente “porque a la FIFA no le sirve que gane
Uruguay” en el más penoso acto de auto-victimización absoluta? Quizás, pero
solo quizás una de las posibles razones sea el cómo se dio el partido. No me
pregunten por qué, pero de algún modo nuestros jugadores – herederos del gran negro
Jefe y su legendario “los de afuera son de palo” – se vedetizaron desde la
primera conferencia de prensa. Ver declarar al Cacha era como ver al monstruo
plástico desfigurado de apellido griego que acusa a algún otro chango de turno
en algún programa de chimentos argentino. ¿Cuándo precisamos nosotros de eso,
como para venir a “calentar el ambiente” desde una semana antes? ¿Realmente
necesitábamos de eso contra un cuadro como Chile?
El trámite del partido con un
Uruguay cuyo hombre más ofensivo estaba entre el área grande propia y el
círculo central, no solo reflejaba una actitud defensiva sino extremadamente
reacia a generar cualquier tipo de contragolpe, y la inoperancia de nuestros
delanteros – más volcados a marcar que a generar peligro en el área rival
– y la dolorosa falta de nuestra
estrella rabiosa fueron haciendo que el partido por los cuartos de final fuera
un castigo a los ojos de cualquier espectador y especialmente humillante para
el yorugua que se atragantaba con su picada y su whisky porque ya no sabía a
quién putear. Si bien se notó claramente que a los chilenos les pesaba
muchísimo el partido y la responsabilidad en su propia casa – apenas podían
mover las gambas – la celeste pareció negar cualquier interés por intentar
aprovechar el cagazo del rival para proponer otra cosa que no fuera aguantar el
0 a 0 para llegar a los penales. Creo que todos en el fondo supimos apenas
comenzó el partido que si Chile hacía un gol, las esperanzas celestes se verían
muy reducidas, no por la falta de capacidad de sus jugadores, mucho menos por
las grandes cualidades defensivas del rival – era cuestión de atacarlos para
evidenciar su gran debilidad defensiva – sino por la mezquindad con la que nos
plantamos en la cancha, como sabiendo que no íbamos a hacerles un gol ni a
ganchos. Pudimos haber perdido el partido y nadie estaría caliente ni con la
FIFA, ni Ricci ni Salman Rushdie, pero el hecho de que nos expulsaran dos
jugadores y el enterarnos del estudio que le realizó el proctólogo Jara a
Cavani nos hicieron encontrar las excusas perfectas para ignorar por completo
la lamentable y paupérrima propuesta de nuestra selección en esta copa para
focalizarnos en culpar al que se nos cruzara por delante como el o los
responsables directos de nuestra eliminación.
No perdimos por el juez,
perdimos porque somos mezquinos, aunque no sea cosa nueva porque siempre lo
hemos sido, solo que ahora no está Suárez ni Forlán en su mejor momento.
Señores, a Cavani lo podrían haber echado en el primer tiempo cuando pechó al línea.
No hubo ningún gol uruguayo invalidado injustamente, ni un gol en offside de
Chile. Especular con que nosotros íbamos a ganar si el partido seguía once
contra once es tan absurdo como suponer que le dábamos vuelta el 3 a 0 a
Venezuela en nuestro estadio si JR usaba un traje de otro color. Pretender
ignorar lo poco que ofreció nuestra selección durante toda la copa para
argumentar que perdimos por la expulsión de Cavani no denota otra cosa que una
aguda y tonta ceguera empecinada en no ver nuestras propias limitaciones,
además de una grave falta de autocrítica. Si le hubiésemos dado tremendo baile
a Chile, si hubiésemos tenido cinco pelotas en los palos, no nos hubiesen
cobrado un penal, anulado un gol legítimo y expulsado injustamente a Cavani,
entonces podríamos increpar al juez, a su madre y a los mineros chilenos. ¿Pero
de verdad somos tan cara duras que nos hacemos los boludos con lo poco que
hicimos para culpar a los jueces? Todos sabíamos que los arbitrajes iban a ser
localistas, como siempre lo han sido. Todos sabíamos que en las chiquitas los
iban a favorecer a los chilenos. Todos sabíamos que las cinco patadas de ellos
no iban a ser amarillas y una de las nuestras sí. La gran mayoría de los
campeonatos funcionan así y hemos sabido salir campeones así. Todos vimos que
el arbitraje tendió a favorecer a Chile, pero de ahí a no asumir nuestro
mediocre planteo y nuestro pésimo rendimiento y creer que los que merecíamos
avanzar éramos nosotros y no los chilenos, ya es irse al carajo y traspasar
todo límite del sentido común.
¿Nos quejamos del dedo en el
culo? ¿Justo nosotros? ¿Justo los uruguayos? ¿Qué somos ahora, finlandeses o
hinchas de nueva Samoa que creen en el fair
play de FIFA? ¿Justo nosotros que poseemos en la nómina de los celestes de
nuestra historia jugadores como Peña, Darío Rodriguez, o Lugano? Recordemos que
a nuestro último capitán lo bancábamos porque ponía cara de loco y le metía la
pesada a todo pancho que se le cruzara. ¿Justo nosotros venimos a horrorizarnos
como damas inglesas en celo cuyo té de las cinco de la tarde se atrasó y
tuvieron que ver la mano de Suárez contra Ghana? Jugamos así tanto a nivel
profesional como en el papi fútbol de los fines de semana con amigos.
Pregúntenle a Trasante, a Paolo Montero – protagonista de la mejor foto de
fútbol de la historia con sus colegas de la selección francesa y el árbitro de
aspecto asiático –, a tantos otros. ¿Ahora nos ofendemos por un dedo en el
culo? ¡El problema no fue el dedo en el culo señores! El problema fue nuestro
jugador de la elite europea. El problema fue que Cavani reaccionó como una
trola a la que le levantaron la falda y le dio un cachetazo de maraca a Jara y
para colmo el juez lo vio. Para ser un verdadero charrúa, Cavani tendría que
haber optado por alguna de las siguientes opciones:
a- Pegarle tal codazo en la nariz a Jara que este cayera
desmayado y no pudiera levantarse mientras en el piso los compañeros lo
tendrían que asistir para que no se ahogara con toda la sangre que le estaría
saliendo de la nariz y metiéndose por la garganta.
b- Bancarse el dedo en el culo como un campeón, darse
vuelta, tirarle un besito a Jara y decirle que se ve que había aprendido bien
de la madre y la mujer, porque él (Cavani) les hacía eso cuando Jara no estaba.
Acto seguido comerse él (Cavani) la piña del chileno, que lo echaran al chileno
y Uruguay quedara con uno más en campo.
Pero no, nuestro astro optó por
tocarle la carita, en un partido donde sabíamos que nos iban a flechar la
cancha. La culpa señores no fue de Ricci, fue de Cavani por su falta de
inteligencia. Y si me van a decir que su absurda reacción fue por lo de su
padre, entonces la culpa es del maestro por no sacarlo cuando vio que ya en el
primer tiempo había pechado al línea para protestar por una jugada
intrascendente. Dicha jugada le pudo haber costado la expulsión mucho antes del
minuto 60.
Lo peor de todo creo yo fue que
no pudimos desquitar dos partidos más para que vuelva Luisito, porque eso era
lo más importante. Con el cuadro que tenemos y la mezquindad con la que planteamos
defender nuestro décimo quinta copa américa, obtuvimos lo que merecimos,
haciendo dos goles en cuatro partidos (de jugada de pelota quieta) y
prácticamente no pasando la mitad de la cancha. Pero ojo, esto no es nuevo,
siempre fuimos así, al menos en los últimos veinte años, que es lo que yo
recuerdo. No pretendamos engañarnos como los pibes de ahora que se piensan que
lo de Sudáfrica fue lo normal. Nuestro planteo siempre fue en mayor o menor
medida el mismo, aunque quizás no tan mezquino en muchos casos, pero
básicamente se trató de lo mismo. Solo que ahora sin nuestras estrellas la cosa
se complica, solo que ahora ni siquiera estamos queriendo jugar al contra
golpe, sino a algo que nadie sabe qué es.
Por otro lado, en realidad Jara
y Ricci nos hicieron un favor. Con lo poco que hicimos en esta copa, nos
teníamos que volver a casa calientes y defraudados por nuestro rendimiento,
pero gracias a Jara que se mandó una uruguayada de esas, y gracias a Ricci que
inclinó la cancha para los locales (como nunca pasó en ninguna copa en la
historia – cuack!) luego de la derrota nos dedicamos a hablar del arbitraje del
brasilero y la mano en el orto del chileno en vez de hablar de lo mal que
jugamos. En cierto modo el chileno y el brasilero le hicieron un favor a la selección,
pues la indignación de los uruguayos fue tal que lo otro quedó en segundo
plano.
Como corolario, como dijo Darwin
"Jara con el dedo apretó el botón
que activa la xenofobia colectiva en el Uruguay" Será que siempre
fuimos tan idiotas y no lo sabíamos, será que Facebook y los medios evidencian
y exponen de manera más fidedigna nuestra idiotez. Todos disfrutamos de
molestar a los chilenos con que nunca ganaron nada, porque es muy divertido. Todos
nos cagamos de risa con lo patético que suenan los chilenos cuando imitan a los
mexicanos en su grito de “puto” al sacar el golero desde el arco, o de su “ole”
porque hacen cuatro pases seguidos intrascendentes cerca de su área grande,
ambas cosas características intrínsecas de cuadro chico y mediocre, así como de
su penoso cántico “chi chi chi – le le le” que de seguro está en el top 3 de
cánticos más pedorros de fútbol junto a la versión de “Ilarié” de la hinchada
de Peñarol y el “sí se puede” de los bolivianos – apenas un peldaño por encima
del “soy celeste, soy celeste” –. Incluso las declaraciones de Alexis Sánchez
luego de terminado el partido nos hicieron sentir lástima de los chilenos, pues
se trató de lo más triste que me ha
tocado escuchar, admitiendo su cagazo, llorando como una ninfa por las patadas
y deschavando conversaciones del campo de juego como un pendejo que denuncia a
su compañero de clase con la directora; todo eso está bien, pero de ahí a las
cosas que he leído por ahí sobre los chilenos como país y pueblo… de ahí a los
imbéciles que pintaron los dedos de Punta del Este por el mero hecho de que la
hizo un chileno… Estamos mal señores, estamos realmente mal. Esto último fue un
desastre, a tal grado que no hace otra cosa que ponernos al nivel de los
imbéciles chilenos que apedrearon la embajada de Brasil luego de la farsa del
arquero chileno en el partido con el local por las eliminatorias de Italia 90’.
Chile salió campeón. Si no era
ahora no era nunca. Luego de haber perdido finales y nunca haber ganado nada,
se sabía que con su actual cuadro, que si bien algunos sostienen “no juega al
fútbol sino a la pelota” – que afirmación más necia y carente de criterio – es
superior a otras versiones de la roja que hemos visto. Si le sumamos que era el
local y además consideramos los desempeños bajísimos como los de Uruguay y
Brasil, todo indicaba esta era su oportunidad de oro.
La copa América terminó, y por
suerte no hay que escuchar más a Moar con tal de ver el partido en HD, y
nosotros tendremos que seguir esperando a Suárez, mientras observamos como el
recambio celeste cuesta cada vez más y nos mordemos la lengua antes de putear a
Tabárez por el respeto ganado en los últimos años, lo cual nos incomoda al
recordar lo logrado en Sudáfrica y Argentina, atrapados entre el amor a la
celeste y el sufrimiento de su paupérrimo fútbol.
7 comentarios:
jajajajajajaa excelente! no los tenia en este formato, pero me gustó mucho. cuentan una triste realidad, pero que sucede.
abrazo muchachos
mejor dicho imposible. totalmente de acuerdo
jajaja me encanto...las damas inglesas tomando el te! juas cada inventiva te sale Ali! muy bueno
muy bueno gurises. me gustó su enfoque futbolístico/social
saludos Daniel
brillantes observaciones sobre las posibles reacciones de cavani, los cánticos de la hinchada (ilarie de peñarol la rompiste) y lo de Moar, además de todos los conceptos futbolísticos los cuales comparto plenamente
buenisimo ali! como siempre
EXCELENTE! muy buen articulo che sin desperdicio
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