

Cuando recordaba lo perfecto que fue Miguel Angel como escultor, se me ocurrió hacer un pequeño viaje al pasado, al curso de Historia de la arquitectura universal en la facultad, hace ya algunos años. Recordé que la obra Manierista de la cual hablé en aquel examen que salvé con buena nota era nada menos que La Biblioteca Laurenziana, hecha justamente por Miguel Angel Buonarotti. Y justamente allí, en la escalinata del vestíbulo, en la sala rectangular y la sala circular fue que comprobé que me encanta el manierismo y que Miguel Angel no solo era un capo pintando y esculpiendo, sino que también lo era como arquitecto.

Ya había parado de llover. El Rolo manejaba sus últimos metros mientras le hacía juego de luces a los policías que estaban en las calles y los saludaba contentísimo. La música sonaba a todo lo que daba con los temas del verano europeo que supimos escuchar en Grecia entre otros lados, como es el caso del terraja de Pitbull acompañando a una decena de músicos de todos los países. La Sabandija corría por las calles de Cannes cuando hicimos el cambio de piloto. Yo pasé al volante y el Rolo se quedó de copiloto con el Chino. La música siguió sonando y nosotros seguimos “cantando”. De repente, luego de algunas cuadras agarré una curva mientras nos preguntábamos porque había tantos policías en la calle. A caso había pasado algo o simplemente se trataba de una ciudad con una inseguridad tan grande que se necesitaban policías en todos lados? Obviamente la última opción era absurda, estábamos hablando de Cannes! Seguimos y a la vuelta de una curva veo dos policías que me hacen señas, los miro y me están pidiendo que pare. Yo, paro. En cuestión de minutos teníamos a más de diez policías rodeando la camioneta, uno me pedía que apagara la camioneta y otro estacionaba la suya frente a la nuestra.
Bajo la ventanilla y se me acerca uno de ellos quien después de mirar nuestra chapa originaria de Francia me empieza a hablar en francés, a lo cual yo contesto que lamentablemente no domino el idioma y le ofrezco para hablar en inglés, español, persa o italiano.
- Ok, English. Where are you from?
- Uruguay.
- Uruguay? Uruguay? All of you? – con una cara de tremenda angustia dice el policía.
- Yes, from Uruguay – y me río.
A todo esto miro al Rolo que también estaba medio tentado pues creo que ambos pensamos en lo mismo. El policía se parecía a uno de nuestros compañeros de viaje, a uno bastante particular que nosotros bautizamos como “el aceite”. La primera vez que lo vi estábamos en el aeropuerto de Atenas saliendo rumbo a París, cuando después de algunos minutos de demora el susodicho se empezó a poner muy nervioso y gesticulando de una manera muy particular, exagerada y graciosa no paraba de repetir las frases “ah, acá nos la van a dar, acá nos la van a dar… estamos en el aceite, estamos en el aceiteeee”!!! Lo peor es que él lo decía nervioso, serio y angustiado mientras que para nosotros era algo cómico. Pues este policía se parecía mucho al aceite y además gesticulaba tanto como él, por lo que las risas fueron inevitables.
Luego de explicarle que éramos todos estudiantes le dimos todos los pasaportes para ver cómo se retiraba gesticulando mientras nosotros nos seguíamos riendo. Por suerte nadie se puso nervioso y no parábamos de sonreír. Los milicos iban y venían, nos miraban, saludaban, iban para atrás, volvían… pero a todo esto además del milico aceitoso había otro que nos causó mucha gracia. Uno de ellos no nos sonrió un solo segundo, se acercaba y nos miraba con cara de malo, desafiante, intentando presionarnos o impresionarnos, no lo sé, pero era muy gracioso. Iba y venía el tipo, miraba la chapa, las ruedas, nos miraba a nosotros. Mientras sus compañeros revisaban nuestros pasaportes y dos oficiales de civil se acercaban a inspeccionar la camioneta, el de cara de malo se fue hacia atrás. Creo que no se percató de que yo lo miraba por el espejo retrovisor. Él se detuvo detrás de la camioneta junto al milico aceitoso y se pusieron a hablar entre ellos mientras él miraba con cara rara y señalaba algo allá atrás. Yo por mi parte me seguía riendo y sabía que estaban hablando de las XXX. A todo esto se acerca uno de los que revisaba los pasaportes y nos pregunta por qué tenemos los vidrios como los tenemos, a lo cual nosotros le explicamos que nos habían robado y que era para que no se viera para adentro. El tipo asintió y se retiró aunque sin convencerse del todo de nuestro argumento, pues creo que no podía creer que fuéramos tan terrajas. Acto seguido veo por el retrovisor que se acerca el milico rabioso, el de cara seria, pero lo que él no sabe es que yo lo estoy mirando por el espejo y que lo descubrí mientras se reía con sus compañeros. El tipo se va acercando mientras va transformando su sonrisa en la cara de orto con la cual llega a mi ventanilla. Me mira, serio, muy serio. Lo miro, sonrío. Se va caminando hacia el frente de la camioneta mientras detrás de él se acerca el otro, el aceitoso y me pregunta:
- Qué es eso que tienen ahí atrás? – en inglés obviamente.
- Eso? Qué, las XXX?
- Sí.
- Ah, es que estuvimos en Amsterdam. Conoce Amsterdam? Las tres equis, el escudo?
- Sí sí, claro, claro… - y se va.
Carcajadas en la camioneta. Los milicos nos devuelven los pasaportes y nos dejan ir. Nos estamos yendo, ponemos la música al mango de nuevo y seguimos. La ciudad sigue llena de policías pero por las dudas ni saludamos ni hacemos juegos de luces y nos seguimos preguntando por qué mierda está todo lleno de milicos cuando de repente el Chino, ese ser ingenioso que llevamos en la Sabandija encuentra la respuesta.
- Vo, miren, vieron ese cartel? – dice él.
- No, estoy maneando, no vi nada. Qué cartel? – le contesto.
- Ese, el de la cumbre, del G20.
- Pa, no. A ver, ah, ahí hay uno. Qué dice?...
Y el cartel decía: “History is being written in Cannes – Welcome to the G20 – 3 & 4 November 2011”. Cuándo? Esa noche! Sí, la noche en que nosotros paseábamos con una camioneta de “vidrios polarizados”, con tres X, de chapa francesa, escuchando música al mango, haciéndole juego de luces y saludando a los policías, estaban cenando los presidentes de los países más poderosos del mundo en una pequeña ciudad donde nada pasaría desapercibido.
Luego de más risas y más carcajadas volvimos a decir “Hola Silvio”, pues ya nos habíamos ido de Italia, pero seguramente estábamos más cerca que nunca del entonces mandatario de Italia.

1 comentario:
muy buena cronica Ali, y espectacular el remate, realmente brillante.
Juan Carlos
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