En todos hay un escritor. Por más escondido que este se encuentre. Algunas veces se manifiesta y quiere ser la voz de muchas voces y la de uno mismo. Ser testigo y narrador de nuestra historia, amigo y enemigo de nuestros miedos y alegrías, tratar a la realidad como una igual, subyugar lo indomable y liberar lo oprimido. Combatir la intolerancia en una guerra sin cuartel a palabra suelta. Desafiar a nuestra propia inteligencia y re-definir las reglas en las cuales se basa nuestra ya tan reestructurada sociedad. Pero lo más importante sea, tal vez, la indescriptible sensación que nos produce, el dibujar con nuestras palabras en la imaginación de otros.

Bienvenidos.

C.A.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Chau Silvio, hola Silvio – La Sabandija no anda con chiquitas.



Así como en Roma hubo desastres los dos días anteriores a las dos veces que llegamos, nos enteramos de que al irnos de Génova unas terribles inundaciones paralizaron la ciudad. Génova no fue gran cosa, una ciudad más por la cual hasta me hubiese gustado no pasar y dedicarle ese tiempo a algún otro lado, pero bueno, es una conclusión tardía. Florencia sin embargo, fue otra historia. Por fin nos encontramos en la ciudad de los Medici y luego de una desafortunada llegada, de madrugada, bajo lluvia teniendo que dormir algunos dentro de la camioneta y otros en una escalera frente al hostel hasta que el mismo abriera, ligamos algunos días lindos que nos permitieron recorrerla de punta a punta. Una vez más estábamos en una ciudad atestada de turistas de todas las nacionalidades.





Tuvimos un encuentro con Bramante… con la catedral de Santa Maria Di Fiori, Miguel Ángel y su presencia infinita en cada rincón de la ciudad y Brunelleschi entre otros. Además de su belleza única, sus puentes, sus puntos altos y bajos y sus calles que datan de siglos atrás, Florencia cuenta con algunas obras de arte particulares que hacen que valga la pena ir solamente para verlas a ellas. Fue una tarde de un día X que decidimos ir a verlo a él. Luego de una larga cola, pudimos finalmente entrar a una galería cuyo nombre no recuerdo y que poco importa, pues la única razón por la cual estábamos ahí era por él. Entramos, paseamos apenas unos minutos y de repente lo encontramos. Ahí estaba, parado, más grande de lo que lo imaginábamos, blanco, perfecto, muy perfecto. A diferencia de la Piedad de Miguel Angel, el David está perfectamente ubicado, en una sala, exento, solo, debajo de una claraboya, pudiendo ser visto y explorado en todos sus lados. Allí estaba, un milagro hecho realidad. Yo me preguntaba, si se declara santo a un tipo que se pasó comiendo de arriba toda su vida en el nombre de Dios y que se le reconoce algún “milagro” en algún lado, no se debería declarar santo a un tipo como Miguel Angel? Es increíble imaginar cómo un ser humano pudo sacar de semejante pedazo de mármol algo tan perfecto, tan impresionante como el David, o como la mismísima Piedad. Pues eso, eso es un milagro. Cada detalle de sus costillas, las venas de sus manos, sus pantorrillas, sus uñas, todo, todo es increíblemente perfecto y maravilloso. Allí nos quedamos un buen rato, me atrevería a decir que más de una hora, simplemente observando, dando la vuelta una y otra vez.

Cuando recordaba lo perfecto que fue Miguel Angel como escultor, se me ocurrió hacer un pequeño viaje al pasado, al curso de Historia de la arquitectura universal en la facultad, hace ya algunos años. Recordé que la obra Manierista de la cual hablé en aquel examen que salvé con buena nota era nada menos que La Biblioteca Laurenziana, hecha justamente por Miguel Angel Buonarotti. Y justamente allí, en la escalinata del vestíbulo, en la sala rectangular y la sala circular fue que comprobé que me encanta el manierismo y que Miguel Angel no solo era un capo pintando y esculpiendo, sino que también lo era como arquitecto.

Miguel Angel quedó atrás como lo hizo también la ciudad de Florencia, el Ponte Vecchio, los Medici y el río Arno. Nosotros empezamos a subir hacia el Norte yendo primero a Pisa por un día para pasar luego por Génova y así finalmente salir de Italia luego de casi un mes, al son de “Chau Silvio” despidiéndonos de Berlusconi. El tiempo ya no estaba tan lindo y nosotros nos preguntábamos como estaría los siguientes días ya que la ruta que teníamos planificada dependía totalmente de eso. Salimos un mediodía y en cuestión de pocas horas pasamos por Marsella, Cannes, Montecarlo y el principado de Mónaco (el orden es lo de menos). La cuestión es que la cosa se puso fea porque la lluvia no nos dio tregua por lo que le dimos y le dimos, metimos ruta disfrutando de las vistas que se nos presentaban mientras bordeábamos las ciudades una tras otra por la costa. Se evidenciaba el alto poder adquisitivo por las calles, las casas y los autos que circulaban y ahí íbamos nosotros con nuestra Renault Traffic absolutamente impresentable. Es que hace un buen tiempo, en Rotterdam para ser exacto, decidimos “polarizar” los vidrios de la sabandija para evitar que los chorros pudieran ver hacia adentro. Así fue que compramos las láminas que muy prolijamente pegamos luego de una mañana de trabajo, con jabón y todo dejando la Sabandija más linda que nunca. Lamentablemente luego de algunos días las láminas se empezaron a despegar generando burbujas de aire lo cual causó que hoy en día desde fuera parezca como si hubiésemos pegado bolsas de basura de la manera más desprolija posible. Esto, sumando a las XXX que la decoran luego de nuestra visita a Ámsterdam y todos los animalitos de peluche desperdigados por todos lados la hacen muy llamativa y bizarra.

Ya había parado de llover. El Rolo manejaba sus últimos metros mientras le hacía juego de luces a los policías que estaban en las calles y los saludaba contentísimo. La música sonaba a todo lo que daba con los temas del verano europeo que supimos escuchar en Grecia entre otros lados, como es el caso del terraja de Pitbull acompañando a una decena de músicos de todos los países. La Sabandija corría por las calles de Cannes cuando hicimos el cambio de piloto. Yo pasé al volante y el Rolo se quedó de copiloto con el Chino. La música siguió sonando y nosotros seguimos “cantando”. De repente, luego de algunas cuadras agarré una curva mientras nos preguntábamos porque había tantos policías en la calle. A caso había pasado algo o simplemente se trataba de una ciudad con una inseguridad tan grande que se necesitaban policías en todos lados? Obviamente la última opción era absurda, estábamos hablando de Cannes! Seguimos y a la vuelta de una curva veo dos policías que me hacen señas, los miro y me están pidiendo que pare. Yo, paro. En cuestión de minutos teníamos a más de diez policías rodeando la camioneta, uno me pedía que apagara la camioneta y otro estacionaba la suya frente a la nuestra.

Bajo la ventanilla y se me acerca uno de ellos quien después de mirar nuestra chapa originaria de Francia me empieza a hablar en francés, a lo cual yo contesto que lamentablemente no domino el idioma y le ofrezco para hablar en inglés, español, persa o italiano.

-       Ok, English. Where are you from?

-       Uruguay.

-       Uruguay? Uruguay? All of you? – con una cara de tremenda angustia dice el policía.

-       Yes, from Uruguay – y me río.

A todo esto miro al Rolo que también estaba medio tentado pues creo que ambos pensamos en lo mismo. El policía se parecía a uno de nuestros compañeros de viaje, a uno bastante particular que nosotros bautizamos como “el aceite”. La primera vez que lo vi estábamos en el aeropuerto de Atenas saliendo rumbo a París, cuando después de algunos minutos de demora el susodicho se empezó a poner muy nervioso y gesticulando de una manera muy particular, exagerada y graciosa no paraba de repetir las frases “ah, acá nos la van a dar, acá nos la van a dar… estamos en el aceite, estamos en el aceiteeee”!!! Lo peor es que él lo decía nervioso, serio y angustiado mientras que para nosotros era algo cómico. Pues este policía se parecía mucho al aceite y además gesticulaba tanto como él, por lo que las risas fueron inevitables.

Luego de explicarle que éramos todos estudiantes le dimos todos los pasaportes para ver cómo se retiraba gesticulando mientras nosotros nos seguíamos riendo. Por suerte nadie se puso nervioso y no parábamos de sonreír. Los milicos iban y venían, nos miraban, saludaban, iban para atrás, volvían… pero a todo esto además del milico aceitoso había otro que nos causó mucha gracia. Uno de ellos no nos sonrió un solo segundo, se acercaba y nos miraba con cara de malo, desafiante, intentando presionarnos o impresionarnos, no lo sé, pero era muy gracioso. Iba y venía el tipo, miraba la chapa, las ruedas, nos miraba a nosotros. Mientras sus compañeros revisaban nuestros pasaportes y dos oficiales de civil se acercaban a inspeccionar la camioneta, el de cara de malo se fue hacia atrás. Creo que no se percató de que yo lo miraba por el espejo retrovisor. Él se detuvo detrás de la camioneta junto al milico aceitoso y se pusieron a hablar entre ellos mientras él miraba con cara rara y señalaba algo allá atrás. Yo por mi parte me seguía riendo y sabía que estaban hablando de las XXX. A todo esto se acerca uno de los que revisaba los pasaportes y nos pregunta por qué tenemos los vidrios como los tenemos, a lo cual nosotros le explicamos que nos habían robado y que era para que no se viera para adentro. El tipo asintió y se retiró aunque sin convencerse del todo de nuestro argumento, pues creo que no podía creer que fuéramos tan terrajas. Acto seguido veo por el retrovisor que se acerca el milico rabioso, el de cara seria, pero lo que él no sabe es que yo lo estoy mirando por el espejo y que lo descubrí mientras se reía con sus compañeros. El tipo se va acercando mientras va transformando su sonrisa en la cara de orto con la cual llega a mi ventanilla. Me mira, serio, muy serio. Lo miro, sonrío. Se va caminando hacia el frente de la camioneta mientras detrás de él se acerca el otro, el aceitoso y me pregunta:

-       Qué es eso que tienen ahí atrás? – en inglés obviamente.
 
-       Eso? Qué, las XXX?

-       Sí.

-       Ah, es que estuvimos en Amsterdam. Conoce Amsterdam? Las tres equis, el escudo?

-       Sí sí, claro, claro… - y se va.

Carcajadas en la camioneta. Los milicos nos devuelven los pasaportes y nos dejan ir. Nos estamos yendo, ponemos la música al mango de nuevo y seguimos. La ciudad sigue llena de policías pero por las dudas ni saludamos ni hacemos juegos de luces y nos seguimos preguntando por qué mierda está todo lleno de milicos cuando de repente el Chino, ese ser ingenioso que llevamos en la Sabandija encuentra la respuesta.

-       Vo, miren, vieron ese cartel? – dice él.

-       No, estoy maneando, no vi nada. Qué cartel? – le contesto.

-       Ese, el de la cumbre, del G20.

-       Pa, no. A ver, ah, ahí hay uno. Qué dice?...

Y el cartel decía: “History is being written in Cannes – Welcome to the G20 – 3 & 4 November 2011”. Cuándo? Esa noche! Sí, la noche en que nosotros paseábamos con una camioneta de “vidrios polarizados”, con tres X, de chapa francesa, escuchando música al mango, haciéndole juego de luces y saludando a los policías, estaban cenando los presidentes de los países más poderosos del mundo en una pequeña ciudad donde nada pasaría desapercibido.

Luego de más risas y más carcajadas volvimos a decir “Hola Silvio”, pues ya nos habíamos ido de Italia, pero seguramente estábamos más cerca que nunca del entonces mandatario de Italia.

Nuestra camionetita seguiría pintando con un marcador rojo un mapa imaginario, aquel que traza el recorrido que venimos haciendo desde hace ya tantos meses. Pasamos por Marsella donde dormimos y antes tuvimos una visita fugaz a la tierra de los sueños de mi hermana Lilí, Mónaco. Seguimos nuestro recorrido, un recorrido que les llega a ustedes cuando leen alguna de estas crónicas o miran las fotos que subimos, pero que sigue las veinticuatro horas del día, mientras ustedes duermen, se hacen un café con leche, se toman el bondi para ir a trabajar o se toman una cervecita y se comen un lemeyún justamente en el Ponte, luego de algún partido del bolso. Probablemente mientras vos vas sentado en el 181, yo esté en la línea amarilla del metro mirando en el mapita donde tengo que bajarme para hacer la conexión con la línea azul. Este viaje es nuestra vida en un año muy particular, un año que nos marcará para siempre, probablemente el año más sabático y más productivo de nuestras vidas a la vez. Esto aún sigue, como ahora que estás leyendo esto, seguramente yo esté generando algún nuevo recuerdo, alguna nueva anécdota para compartir contigo en breve, todo eso está pasando ahora, en otro rincón del mundo, mientras vos terminás de leer estas líneas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy buena cronica Ali, y espectacular el remate, realmente brillante.

Juan Carlos